Karl y yo bajamos del auto en frente del bar de Cho, tomándolo por sorpresa.

⎯ Pensé que no querías que nos vieran juntos, y ahora me traes a la cuarta casa de tu familia ⎯ bromea.

Me río bajito.⎯ Hoy Cho no está, es su día libre y familiar. Si tuvieras hijos entenderías.

⎯ No necesito tener hijos para entenderlo ⎯ me responde.

Tomo el maquillaje de mi bolsa y retoco mis labios, luego volteo a ver a Karl y con ademán le pido que se acerque.

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ comenta.

⎯ Vamos a arreglar para que no te vas tan formal ⎯ le explico, para luego quitar el moño y abrir un poco su camisa.

⎯ Y tú, ¿qué harás? ⎯ me pregunta, mientras mis manos le arreglan el cuello de la camisa ⎯ ¿entrarás con ese vestido?

⎯ Sí, no tengo de otra. Excepto que tengas uno escondido en la cajuela para mí.

Karl se ríe. ⎯ No, no lo creo, pensé que harías un truco de moda o algo para dejarlo más corto.

⎯ Karl Johansson, si quieres verme las piernas, solo dímelo, no tienes que ser discreto ⎯ contesto, y luego le guiño un ojo.

Termino de arreglarle el cuello de la camisa y suspiro.⎯ Vamos, que tengo ganas de un tequila.

Ambos nos bajamos del auto y caminamos hacia la entrada del famoso “Corazón Espinado”, ese bar que por años ha sido increíblemente popular en todo Madrid. Al entrar, escuchamos la música latina a todo volumen, vemos las mesas llenas, la barra a reventar y sobre todo a las personas bailando en la pista improvisada que siempre se hace.

Debo confesar que vengo con la fe de que ninguno de mis hermanos esté aquí. Aunque tengo entendido que David no puede, Lila está ocupada y Sila, bueno, para que ella salga a un bar tiene que ser con la familia o cuando le rogamos.

⎯ Ven vamos ⎯ le pido a Karl, mientras le tomo la mano y atravesamos la pista hasta llegar a la barra, donde veo a Pilar, la hermana de Sabina atendido a los clientes. Al verme va hacia mí y me sonríe.

⎯ ¡Qué milagro, Alegra!

⎯ Milagro que tu padre no te está vigilando ⎯ le respondo y ella sonríe.

⎯ Hasta crees ⎯ me responde, y me hace con la mirada que vea hacia una de las mesas, donde se encuentra Jaz sentado viendo unos papeles. Yo me río, después ella ve a Karl y sonríe ⎯ espero que no pidas una llamarada Cho, porque el pobre Karl se las vio duras a la hora de sacarte.

⎯ Solo dame dos tequilas dobles, y sin preguntas ⎯ le pido, y ella se ríe.

⎯ Al parecer, crea fama y échate a dormir ⎯ me comenta Karl, muerto de risa.

⎯ Supongo que no hay momentos que se quedan guardados en esta familia ⎯ me defiendo.

Pilar llega y nos entrega los tequilas ⎯ diviértanse ⎯ nos dice, para luego ir a atender a otros clientes.

Tomo un caballito de Tequila y se lo ofrezco a Karl. ⎯ ¿Brindamos?

⎯ ¿Por qué? ⎯ pregunta entre sonrisas.

⎯ Pues… Porque tal vez no nos reconozcan como debemos, pero somos guapos, jóvenes y podemos divertirnos.

⎯ Pues salud ⎯ contesta, para después tomar un sorbo de la bebida.

⎯ No, no… ⎯ le corrijo, mientras dejo mi caballito sobre la barra.

⎯ ¿No?, entonces, ¿cómo?

Tomo el limón que Pili ha dejado sobre el plato y le muestro.⎯ Primero limón ⎯ y chupo ⎯ luego la sal y paso mi lengua sobre la mano con la pizca de sal ⎯ y finalmente el tequila.

Así, me tomo el caballito de un solo sorbo y siento cómo la bebida caliente pasa por mi garganta. Los ojos de Karl no se despegan de mi figura y cuando termino de pasar, me sonríe.

⎯ Vale ⎯ pronuncia, para pedirle a Pilar otro y cuando lo tiene sobre la barra, sigue mis instrucciones.

Karl toma un poco de limón y el rostro que hace me da mucha risa, luego toma la sal y finalmente de un sorbo se toma el tequila de una sola vez. Él comienza a toser como loco, para después dejar el caballito vacío sobre la barra.

⎯ ¿Cala no? ⎯ le pregunto.

Karl sigue tosiendo y trata de recuperarse lo más rápido que puede. Su rostro se pone rojo y ahora sé que en algo no es experto.

⎯ Esto está… ¡Guau! ⎯ expresa.

⎯ Es uno de los mejores tequilas. Si no fueses tan aburrido ya lo hubieras probado ⎯ le provoco.

Karl termina de recuperarse y luego me ve a los ojos ⎯ No soy experto en todo, pero te tengo a ti para que me enseñes el camino.

⎯ ¿Otro?, dicen que uno no es ninguno y que dos es uno.

⎯ ¿A caso me quieres emborrachar, Alegra Canarias?, así conseguirías lo que quieres.

⎯ No necesito emborracharte para conseguir lo que quiero ⎯ respondo, al calor del momento.

Y no sé si las tres copas de champaña previas o los dos tequilas dobles empiezan a pegarme, pero me acerco a él y le doy un beso. Siento los labios calientes de Karl pegados a los míos, los que enseguida comienzan a moverse con una maestría de siempre. De inmediato, sus manos se van a mi cintura y me acerca a su cuerpo para acostar la distancia.

Momentos después, él se separa de mí y viéndome a los ojos, me dice ⎯ me encanta.

⎯ Lo sé ⎯ contesto, segura de que le gustan mis besos.

⎯ No, me encanta esa canción, ¿bailamos? ⎯ cambia el significado de todo y supongo que el tequila ha hecho de las suyas porque me suelto a reír. Karl siempre logra sacarme de mis casillas, lo hace tan seguido que el día que no lo haga creo que lo extrañaré.

⎯ Vamos ⎯ le respondo, pasando por alto todo.

Ambos caminamos hacia la pista y nos metemos justo en medio de todos, como si quisiéramos escondernos de todos y pasar desapercibidos. Al llegar, Karl comienza a llevar un ritmo sensual y bastante acorde a la melodía que está tocando.

Para mi sorpresa, él me toma de la cintura y hace que mi espalda se pegue a su pecho, y pone sus manos sobre mi vientre. Mi cuerpo comienza a rozar el suyo, moviendo mis caderas, dejándome llevar por el ambiente. Karl acerca su boca a mi oído, y con sus labios muerde ligeramente el lóbulo de mi oreja. Yo subo mis manos, acaricio su cuello, mientras su aliento eriza mi piel por completo y comienza a encenderse.

La verdad es que me sorprende que Karl no baile tan mal, puede que no sea un experto, pero al menos no es de los que se queda sentado. Su personalidad me confunde, unas veces es este doctor aburrido y correcto y luego baila al ritmo de Santana, en medio de la pista, seduciéndome de una forma que me gusta, me gusta mucho.

⎯ ¿Dónde aprendiste a bailar? ⎯ le pregunto, al voltearme frente a él mientras nuestros cuerpos no se dejan de mover.

⎯ Eso… Es un secreto ⎯ me dice, en tono de misterio.

Niego con la cabeza.⎯ ¡Ay Karl!, en verdad eres todo un caso, siempre saliéndote con la tuya.

⎯ ¿Yo? ⎯ pregunta, para luego reírse bajito. ⎯ Tú pones las reglas, tú eres la que no quieres decir nada, te pones mi apellido para conseguir trabajo sin decirme, tú decides dónde vamos, hasta como debo beber el tequila, y dices que yo soy quien se sale con la suya. Yo creo que es al revés.

Me muerdo los labios y esbozo una ligera sonrisa. Él acaricia mi mejilla, para luego volver a besarme en los labios. Esta vez, el beso es apasionado, pero rápido, empujando sus labios a los míos como si quisiera comerlos. Al parecer, el ambiente, el tequila y lo que nos hemos dicho, ya han pasado factura.

⎯ Si eres tú la ingobernable aquí.

⎯ Y a ti te gusta, ¿qué no?, por eso nos llevamos muy bien.

⎯ ¿Por qué me gusta que me amarres con esposas? ⎯ inquiere entre pequeñas risas.

⎯ No, porque te gusta este estira y afloje entre los dos. El día que ceda a lo que deseas sin chistar, ese día sabrás que me perdiste.

⎯ O que estás loca por mí ⎯ me responde.

Niego con la cabeza.⎯ No, eso jamás. Alegra Canarias no pierde la cabeza por nadie.

⎯ ¿Ni esto te hace perder la cabeza? ⎯ me pregunta.

En ese momento, Karl y yo estamos tan cerca que hemos olvidado que estamos en medio de la pista, rodeados de personas y bailando bajo las luces tenues. Puedo sentir cómo una de sus manos va bajando hacia la ranura de mi vestido y roza levemente mi pierna. Siento cómo mi cuerpo reacciona, y cuando sus labios vuelven a besarme admito que ya no quiero seguir aquí. No sé qué hora sea, no tengo ni idea de nada, solo quiero irme.

⎯ ¿Me sacas de aquí? ⎯ le pregunto, aun con mis labios encima de los suyos.

⎯ ¿Es lo que deseas? ⎯ me pregunta.

⎯ Es lo que deseo ⎯ respondo.

Y con esta última frase, Karl me toma de la mano y salimos del bar directo a su piso.

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