David
Entonces Fátima y yo cancelamos todo tipo de fiestas de Navidad, hicimos las maletas y nos fuimos a Nueva York, con el único plan de disfrutarnos como pareja y como familia, y que ella recordara los tiempos bonitos que había pasado en este lugar.
Venir a esta ciudad con otro objetivo que no fuese concebir un hijo, se nos hacía raro, pero no imposible de disfrutar, ya que David tan solo vio la nieve, se volvió loco de emoción y nos quitó todas esas ideas grises que estaban en nuestra cabeza. Sin querer, nuestro hijo dio el pie que necesitábamos para disfrutar de nuestras vacaciones y nos olvidamos del dolor y de la enfermedad, de la mala suerte y todas las maldiciones que había sobre nosotros.
Debo confesar, que tan solo pisé la ciudad, me sentí mejor, el medicamento que tomo para el tratamiento no me volvió débil, sino más fuerte, y un rush de adrenalina invadió mi cuerpo, lo que me permitió aceptar todos los planes que Fátima tenía para nosotros.
Museos, patinaje sobre hielo en el Rrockefeller center, la ópera en el MET, entre otras cosas. Es nuestra guía de turistas, la persona que nos llevará por todo Nueva York y nos invitará a ese pedazo de su vida que no conocemos, a esa pequeña Fátima que creció aquí, lejos de su familia pero rodeada de muchas amigas y de una educación privilegiada.
⎯ Y, ¡Voilá! ⎯ expresa con una sonrisa, mientras nos muestra una puerta enorme de color blanco y que está decorada por arreglos navideños. ⎯ Aquí es donde estudié, pasé diez años de mi vida.
⎯ ¿En una iglesia? ⎯ pregunta David con inocencia.
⎯ No es una iglesia, es un internado católico ⎯ le explica con ternura.
El niño me ve y alza los hombros porque no entiende, yo me río ⎯ Tu madre estudió con monjas.
⎯ ¿Las que ayudan a Dios? ⎯ pregunta David.
⎯ Algo así.
⎯ ¿Tú querías ayudar a Dios? ⎯ sigue preguntando.
⎯ No precisamente.
⎯ ¿Entonces?
⎯ Acá me mandaron mis padres para que recibiera una buena educación ⎯ le hace saber.
⎯ ¿Por qué los abuelos te mandarían tan lejos?, ¿qué no te quieren?
⎯ Bueno ⎯ interrumpe Fátima ⎯, el caso es que en frente hay una cafetería buenísima, donde venden unos roles de canela, que te mueres ⎯ así, volteamos, y vemos una pequeña cafetería justo donde nos muestra ⎯ ¿vamos por unos?
⎯ ¡Sí! ⎯ expresa, David, para luego tomar su mano y los tres atravesar hacia el lugar.
La cafetería nos da la bienvenida con un delicioso olor a canela que de inmediato nos abre el apetito, combinado con chocolate y bombones. La cafetería también está atendida por monjas, así que creo que es parte del internado.
⎯ ¡Fátima! ⎯ expresa una monja, ya mayor, que se encuentra detrás de la vitrina.
⎯ Hermana Salma, ¿cómo está? ⎯ pregunta, y ambas se abrazan de manera fraternal.
David y yo nos quedamos atrás, mientras vemos la escena.
Fátima se da la vuelta y se acerca junto con ella. ⎯ Hermana, él es mi marido, David Canarias y mi hijo, David.
⎯ Un gusto conocerlos ⎯ nos saluda y yo me quito el guate de piel mostrando mi mano huesuda ya la saludo.
⎯ Igualmente.
⎯ Hola ⎯ expresa, David, algo apenando.
La hermana Salma le saluda con ternura.⎯ No sabía que ya tenías un hijo, Fátima.
⎯ Es una larga historia ⎯ se defiende.
La hermana levanta la vista y me ve a mí.⎯ Así que tú eres el hombre del que hablaba.
⎯ Hermana…
⎯ ¿De mí? ⎯ pregunto divertido ⎯ ¿hablabas de mí?
Fátima se sonroja.⎯ Es una larga historia.
⎯ ¿Qué les parece si les sirvo un rol de canela y un chocolate y lo comentamos? ⎯ habla la hermana. ⎯ ¿Quieres un chocolate caliente, hijo? ⎯ le dice a David.
⎯ Sí, por favor y gracias ⎯ responde educado.
Fátima lo toma de la mano y los tres nos sentamos en una de las tantas mesas del lugar. Cuando estamos de frente, le sonrío y ella se sonroja.⎯ No es nada.
⎯ Venga, cuéntame… ¿Para eso venimos aquí, no?, para saber más sobre ti ⎯ la tomo de la mano ⎯ quiero conocerte desde la raíz, venga, ¿qué puede pasar?
La hermana viene con una charola con tres roles y tres vasos con chocolate, los deja sobre la mesa y luego se sienta en la silla desocupada.
⎯ Espero que les gusten, son especialidad de la casa ⎯ nos anima.
David ataca de inmediato y le da una mordida al rol para luego chuparse los dedos.⎯ Está rico, gracias.
⎯ De nada… ⎯ contesta Salma, luego me ve a mí ⎯¿qué dices tú?
⎯ Creo que está delicioso ⎯ comento.
⎯ Todos en el internado saben hacerlo, incluso Fátima.
⎯ ¿Eso es verdad? ⎯ pregunto asombrado.
⎯ Sí, tomó un curso de pastelería junto con sus compañeras…
⎯ Era obligatorio ⎯ se defiende.
⎯ Sí, porque Fátima quería estudiar para ser arquitecta, o negocios…
⎯ Y terminé estudiando arte…
⎯ También pinta muy bien, y siempre fue buena alumna ⎯ nos dice, y yo la tomo de la mano.
⎯ ¿Pintas?
⎯ Es un pasatiempo y principalmente pinto flores, no, no es gran cosa.
⎯ ¿Bromeas, cierto? ⎯ y la hermana se pone de pie y nos muestra un mural en la cafetería.⎯ Ella lo hizo.
Sonrío, al ver lo que Fátima hizo. Un hermoso mural de lo que parece un jardín del internado. Me quedo sorprendido en verdad, sobre todo porque son esos detalles nuevos que estoy descubriendo de ella y que estaba perdiéndome.
⎯ Es bello.
⎯ Fátima ganó un concurso e hizo su diseño… ⎯ habla la hermana, feliz ⎯, así que no solo pinta flores.
⎯ Ya veo que no ⎯ contesto, con una sonrisa.
⎯ Y luego, vino otro tipo de inspiración ⎯ dice.
⎯ Salma…
⎯ ¿Qué inspiración? ⎯ insisto.
Fátima se queda en silencio y puedo ver cómo su rostro se sonroja. ⎯ Nada.
⎯ Venga, dile… ⎯ la empuja la hermana.
Fátima baja la mirada y luego se muerde los labios.⎯ Es una tontería, te pido, no la tomes como falta de respeto. En ese momento no pensaba muy bien.
⎯ ¿Qué hiciste? ⎯ pregunto.
Mi esposa suspira.⎯ Cuando regresé de tu boda con Alegra, hubo un concurso de retratos en el internado. La maestra nos dijo que debíamos retratar a un personaje o a una persona que nos inspirara algo, felicidad, amor, tristeza o miedo. Yo, pinté tu retrato.
Sonrío ⎯¿es verdad?
⎯ Sí, lo pintó y ganó el segundo lugar, recuerdo que le puso de título “Un retrato de felicidad”, y era usted, con una mirada tan penetrante y bonita que enamoraba.
Fátima se sonroja.⎯ No me veías a mí, veías a Alegra y jamás la olvidaré ⎯ agrega.
⎯ Y, ¿lo tienes? ⎯ inquiero ⎯, quisiera verlo.
⎯ No lo sé…
⎯ Sí, está en la galería del internado, ¿quiere verlo?
⎯ Me encantaría.
⎯ David…
⎯ Venga, ¿qué tiene de malo? ⎯ le comento.
Nuestro hijo sigue comiendo rol de canela sin importarle mucho lo que está pasando. ⎯ ¿Le molestaría si le dejo al niño cinco minutos? ⎯ pregunta Fátima a otra hermana.
⎯ Claro, aquí lo cuidamos ⎯ responde.
Fátima le da un beso a David.⎯ Sé buen niño, ¿sí?
⎯ Sí, mamá ⎯ responde, con bigotes de chocolate sobre su boca.
Entonces, los tres nos dirigimos hacia el internado, donde la hermana Salma nos da el acceso y nos deja entrar. Veo el jardín que Fátima pintó en el mural, solo que lleno de nieve y con árboles sin flores.
⎯ Es bonito ⎯ le digo.
⎯ Es un lindo colegio, aquí pasé muchas memorias.
La hermana abre la puerta y vemos una galería con distintos cuadros, no solo retratos, sino paisajes, y otras de diferentes corrientes. Salma camina hacia una que está al fondo y la muestra.
⎯ ¡Aquí está!
Me acerco al cuadro y me veo. De pronto, los recuerdos de ese día vienen a mi mente. Esa felicidad que me caracterizaba, esa juventud, la sonrisa y mis ojos llenos de esperanza.
⎯ ¡Guau!, eres muy buena ⎯ le alabo.
⎯ Ese mes Fátima llegó inspirada. Recuerdo que nos dijo que si no encontraba a un hombre que mirara así, no quería nada ⎯ agrega Salma.
Volteo a ver a mi mujer y la veo sumamente apenada. Creo que no se esperaba todo esto o que conociera tan a fondo sus sentimientos.
⎯ ¿Puede dejarnos solos? ⎯ pregunto, y la hermana accede.
Cuando vemos que sale del lugar, me acerco a ella y la tomo de la cintura.⎯ ¿Por qué no me dijiste esto? ⎯ pregunto.
⎯ Pues, no creí que fuera necesario.
⎯ ¿Desde hace cuánto me amas, Fátima Lafuente? ⎯ inquiero, y acaricio su rostro.
⎯ Solo era una niña, David, no lo tomes así… Yo sabía que estabas enamorado de Alegra y lo sigo respetando y…
⎯ Dime que te veo así ⎯ la interrumpo.⎯ Dime que cuando nuestras miradas se cruzan ves a ese hombre que pintaste.
Fátima niega y siento cómo mi corazón se hace pequeño. ⎯ No, no lo veo ⎯ acaricia mi rostro ⎯ porque veo al nuevo David del que me enamoré. Ese que está ahí, es otro, el que yo tengo, es la versión mejorada y actualizada. Con el tiempo aprendí que no te puedes enamorar de ambos. Ese que está ahí, le pertenece a otra persona, una que ya no está, este que está aquí, es mío y de nadie más. Así como tú amas a esta Fátima y no a la niña de doce años que pintó eso.
⎯ Pero deseo ser ese para ti ⎯ le comento ⎯ tú misma lo dijiste, si no era esa mirada, no querías nada.
⎯ Era una niña.
⎯ Pero una muy decidida… ⎯ suspiro.⎯ Te prometo que cuando estas vacaciones terminen, mi mirada será la misma de ese cuadro. Porque ya te dije, te voy a conquistar, haré las cosas bien…
Fátima sonríe, y yo le doy un beso sobre los labios, uno tierno que me sabe a pura felicidad. Ella y yo hemos tratado de apresurar las cosas, la boda, los hijos, la vida en pareja, pero no nos conocemos, al grado que yo no sabía todo lo que he descubierto en una noche.
La tomo entre mis brazos y la acerco a mí.⎯ Gracias por amarme desde siempre, mi amor, tu amor me salva todos los días, todos.
Y así viendo el David joven de ese cuadro, siento que la vida me ha hecho pagar muchas y que ya es hora de que me dé algo de felicidad. Y por primera vez, siento que me la merezco, que Fátima se la merece… y que esta vez lucharé porque sea así.
Qué lindo momento!
Qué linda reflexión de Fátima!