⎯ ¡Ven, está deliciosa el agua! ⎯ le digo a Karl, mientras las olas mecían mi cuerpo.
Karl sale corriendo de la pequeña cabaña que rentamos y donde nos quedaremos un tiempo, vistiendo un traje de baño azul, mostrando su perfecto torso y con una sonrisa. Momentos después entra y se sumerge perdiéndose por un momento en las olas para luego salir justo a mi lado.
⎯ ¡Guau! ⎯ hace, mientras agita la cabeza para que el agua no se le quede en los oídos.
⎯ ¿Deliciosa o no?
⎯ ¡Riquísima! ⎯ expresa, para luego tomarme de la cintura y acercarme hacia él.
La playa donde estamos no es tan transitada por turistas por lo que está casi sola. Solo tiene unas cinco cabañas y al parecer dos de ellas todavía están vacías, así que prácticamente la playa es nuestra.
Por inercia, posiciono mis manos sobre el cuello de Karl y me reflejo en sus ojos azules que, con el reflejo del sol en el agua, brillan como nunca.
⎯ ¿Te gusta el lugar cálido? ⎯ me pregunta, y no sé si se refiere al lugar o que me tiene entre sus brazos. Aun así, ambos me agradan.
⎯ Me gusta, pero, solo tú me tenías que traer a una playa de viejitos ⎯ le comento, mientras volteo a ver a un par de ellos caminando de la mano.
Karl se ríe y frota su nariz con la mía.⎯ Recuerda que soy aburrido y pervertido a dondequiera que voy, soy constante. Aunque, cerca de aquí, hay un bar que dicen por las noches se pone bien, podemos ir más noche y tomar algunas cervezas.
⎯ Me encanta la idea… ⎯ respondo.
Me dejo llevar y lo beso sobre los labios. Todo sabe a sal, pero poco a poco desaparece y podemos sentir ese deseo que siempre tenemos a la hora de besarnos. Karl recorre sus dedos por mi espalda y le hace cariños, mientras yo hago lo mismo en su nuca. En verdad estoy disfrutando este momento.
Nos separamos poco a poco, hasta que volvemos a vernos a los ojos.
⎯ México te sienta bien ⎯ me dice.
⎯ A quién no ⎯ murmuro, jugando con su cabello rubio.⎯ ¿Ya habías venido antes?
⎯ ¿Aquí o a México?
⎯ Aquí tontito ⎯ contesto con ternura.
⎯ Una vez… Antes de irme a Madrid tomé unas vacaciones y me vine acá. Vine a surfear.
Sonrío sorprendida ⎯ ¿Sabes surfear?
⎯ Así es… ⎯ contesta orgulloso ⎯, sé surfear.
⎯ ¡Guau!, eso si me sorprende. Pensé que otro de tu talento, además de saber bailar y coser, era, no sé, cuidador de bonsáis.
Karl lanza una carcajada, una que me hace sonreír. Adoro como ríe, siempre me contagia.
⎯ ¿Cuidador de bonsái? ⎯ me pregunta ⎯, ¿de dónde sacaste eso?
⎯ No sé, tienes el perfil… de todo menos surfista.
⎯ Pues no creo ser buen cuidador, jamás estoy en casa y los bonsáis necesitan atención y cuidado. Hay veces que paso más tiempo en el hospital que en el piso. El surf, en cambio, me siento libre, me desestresa y me hace olvidar todo.
⎯ Quisiera verte surfear, yo quisiera aprender…
⎯ Pues, te enseño, si quieres… o, ¿también no eres buena alumna? ⎯ me reta.
⎯ Lo soy. Aunque no lo creas, era buena en los estudios… si me gustan, claro. No soy Sila y mucho menos Lila, pero, me defiendo.
⎯ Pues, si quieres, el próximo verano te enseño. Conozco una playa donde podemos ir y hacerlo… ¿Qué dices?, ¿te atreves?
Esa frase que siempre me dice hace que me quiera impulsar para hacer lo que sea. No sé si estoy fascinada de que me sepa la medida o debería reclamarle.
⎯ Veremos ⎯ respondo, para luego sonreír.
Nos quedamos un momento, escuchado las olas, las gaviotas y sintiendo el freso sobre nuestro cuerpo. Karl me acaricia el rostro.⎯ Estás muy pensativa, ¿qué te pasa?
⎯ Nada…
⎯ Venga Alegra, sé que algo pasa por tu mente, dime… ¿A quién le diré?
⎯ No es eso, simplemente estoy acostumbrada a guardar lo que pienso…
⎯ Y lo que sientes, y lo que deseas… ⎯ agrega.
⎯ Bueno, soy una persona hermética ⎯ contesto.
⎯ Y es bueno, pero, ¿si sabes que no siempre debe ser así? ⎯ insiste.
Sonrío.⎯ Si te digo…
⎯ No le diré a nadie… lo prometo.
Suspiro y viéndolo a los ojos le digo ⎯ ¿qué pasa si no consigo el puesto en el estudio de Gio?, ¿qué haré?
Karl acaricia mi mejilla.⎯ Eso, dudo que pase, sin embargo, creo que no pasará nada. Tienes demasiado talento para una agencia tan pequeña y mediocre. Estoy seguro de que sabrás qué hacer.
⎯ Y, ¿si no?, ¿qué tal si termino tomándole fotos a turistas en playas de España? ⎯ contesto y él niega.
⎯ Pues, serían las mejores fotos de turistas del mundo… Todos querrán que les tomes una foto de lo bien que saldrán.
⎯ Karl ⎯ le reclamo.
⎯ Es verdad… No miento. Pero, no permitas que un hombre tan pequeño como Gio te impida a ti pensar en grande, ¿entiendes? Estoy segurísimo que además de la fotografía tienes muchísimos más talentos y los podrás usar. No dejes que la incertidumbre coma tus sueños.
Sonrío, Karl siempre dice lo correcto o al menos así lo siento. No sé si lo dice por experiencia, por edad o solo porque sabe qué decir.
⎯ No sé si tenga más talentos… ⎯ contesto.
⎯ Yo digo que sí. Pero, ¿qué te parece si los discutimos en la comida? ⎯ me pregunta.⎯ Muero por unas enchiladas verdes.
⎯ ¿¡QUÉ!? ⎯ pregunto entre risas.
⎯ Así es, amo las enchiladas, y mientras esté aquí comeré las veces que pueda.
⎯ Ja, ja, ja, ja, en verdad estás loco ⎯ le digo.
⎯ Un poquito. Pero a veces se necesita esa poquita de locura para hacer lo que no nos atrevemos o conquistar lo que uno piensa que puede ser imposible.
Nuestros labios se unen y de nuevo la sal llega a mí, esa que después se vuelve dulce, placentera, única… Tan Karl.
⎯ No entendí, ¿quieres comer enchiladas o me quieres comer a mí? ⎯ inquiero.
⎯ Ambas… pero, primero las enchiladas, y así te doy tiempo de pensar qué otro talento tienes, ¿qué te parece?
⎯ Vale.
Karl me junta a su cuerpo, hace que mis piernas se entrelacen en su cuerpo y luego comienza a caminar fuera del agua para luego encontrarnos caminando hacia la cabaña. Me sujeto fuerte y río cuando siento que caeremos.
⎯ No te preocupes, yo te sostengo ⎯ me murmura, para después ambos, entrar a la cabaña para continuar disfrutando de este paraíso.