-Un mes después-
Después de la comida familiar donde todos habían aprobado a Cho, él y Sabina comenzaron a ser prácticamente inseparables. Lo prometido, se cumplió, y Adrián Cho ahora pasaba todas las mañanas a las 3:30 am por Sabina, para llevarla a sus entrenamientos de natación y después juntos al gimnasio, donde ahí convivía con su tío Manuel y el padre de Sabina Robert, ya que ellos dos aprovechaba la hora para ir a hacer ejercicio.
Sin embargo, tiempo después, Robert expresó que se sentía un poco incómodo el que su hija nadara a esas horas de la madrugada sola, por lo que Cho, volvió a tomar cartas en el asunto. No solo convenció a Robert de que todo estaría bien, sino que cambió sus horarios para entrenar un poco más tarde para poder acompañarla en la piscina y estar con ella; al fin y al cabo por ahora no tenía que ir a la universidad.
Además, tenían la convivencia en la cafetería de Jaz, donde, bajo supervisión él, ambos se conocían mejor y encontraban más en común. Sabina poco a poco se fue enterando de que Cho cumplía años el 17 de marzo, su color favorito era el azul porque decía que se veía muy guapo en él. Tocaba la guitarra, además del deporte le gustaba bailar – aunque se sintiera medio idiota- y era muy autodidacta, por lo que había muchas cosas que él hacía que las había aprendido de YouTube o tan solo de ver a otras personas y amaba las películas de terror.
Él también había conocido mucho sobre Sabina, fuera de su cumpleaños o lo que hacía, ahora sabía que la chica era extremadamente sencilla a pesar de todo lo que podía poseer. Le gustaba ir al cine, tejer y cocer, comer palomitas mientras observaba a sus hermanitos jugar en el parque, y observar a los clientes en la cafetería e inventares historias del porqué estaban ahí; cuándo Cho las escuchaban se le hacían divertidas o tiernas.
También, ambos seguían cuidando religiosamente a los mellizos todos los jueves desde las dos de la tarde hasta las nueve de la noche. Él, había entrado a la dinámica de una familia con tanta facilidad, que los mellizos ya no podían pasar sus jueves sin él, por lo que María Julia se animó a tomarle la palabra y darle permiso de pasar por Jon y Jo a la guardería los jueves, para luego pasar por su hija a la escuela, donde se ha convertido en la sensación.
Sabina, a sus casi diecisiete años, siendo cortejada por un joven como Cho, había llamado la atención de muchas de sus compañeras de colegio, por lo que, en punto, salen a la hora de la salida solo para verlo llegar, tocar el claxon y con una sonrisa gritarle, “¡Ey Sirena!, el autobús escolar ha llegado”, para luego reírse, y ella pensase “tonto”, para luego reír.
No cabía duda que Sabina cada día se sentía más atraída hacia Cho, pero no sabía cómo demostrarlo sin verse como una tonta o sin usar el sarcasmo como protección ante las bonitas miradas, los tratos y actos que hacía él hacia ella y sus hermanos y él, cada día se sentía más seguro de que Sabina, se estaba enamorando de él, y que nada más debía tener paciencia y dejar que su timidez se fuera.
[…]
⎯Muy bien, sale una piña colada para la joven Jo y un baileys para el joven Jon ⎯ comentó Cho, mientras los niños se encontraba sentados en sus sillitas altas , vestidos con su pijama y él detrás de la isla de la cocina, preparando todo para acostarlos a dormir.
Sabina le hacía una bonita trenza a su hermana, mientras, ambos niños, se entretenían viendo a Cho, pasar el polvo sabor vainilla por de un lado a otro y agitando la leche como si estuviera en la barra de un bar, para después servirla en el los biberones y cerrarlos con estilo.
⎯Servidos jóvenes⎯ les comentó y les entregó las botellas.
⎯¿Cómo decimos? ⎯ preguntó Sabina.
⎯Gracias Chou…⎯ repitieron ambos en coro y él sonrío.
⎯¡Venga!, ahora a dormir que ya es tarde.
Cho, caminó hacia donde se encontraba Jo y la cargó entre sus brazos mientras, la niña, se recargó sobre su hombro y comenzó a tomar la leche con un toque de vainilla que le había hecho Cho. Sabina llevaba a su hermano, de la misma manera, y cuando llegaron a su habitación los acostaron y arroparon. Ya no había necesidad de nada más, ya que ellos les habían planeado todo el día de actividades para cansarlos, al punto que, después del baño, caían rendidos en sus camas en menos de cinco minutos.
⎯Chou, te quiero⎯ le dijo Jo con una sonrisa.
⎯Te quiero más, bella⎯ le contestó él para luego sonreírle y acariciar su cabello.
Como ya era costumbre, minutos después ambos niños cerraron los ojos hasta que cayeron profundamente dormidos.
⎯Ves, te dije que a las 8:30 pm, tops⎯ murmuró Sabina⎯ págame lo que apostamos.
Cho sacó su cartera y tomo el billete⎯ próximo jueves, se irán a dormir 8:45 pm⎯ le aseguró.
Sabina se puso de pie, prendió la pequeña lucecita que iluminaba la habitación y luego salió de ahí seguida por él⎯ ya van dos veces que te gano, ¿por qué no te rindes?
⎯Soy competitivo⎯ respondió Cho⎯ te apuesto el doble que será 8:45 pm.
⎯Vale, el doble⎯ respondió Sabina coqueta.
Ambos llegaron a la sala, donde, la mayoría de las actividades se habían llevado a cabo y sin cruzar palabra, comenzaron a recoger los blocks, juguetes, crayolas y pinturas para ponerlas en sus lugares. Al terminar, se sentaron sobre el sofá y ambos respiraron exhaustos, su trabajo como niñeros había concluido.
⎯¿Tus papás llegarán a tiempo? ⎯ preguntó Cho.
⎯No lo sé, ya sabes que aprovechan el tiempo para ir a cenar o algo así… ⎯ confesó Sabina.
Los dos se quedaron sentados en el sofá, viendo hacia la televisión que ya se encontraba apagada, hasta que él volteó su cuerpo y la vio a ella. Sabina al sentir su mirada, se sonrojó y se mordió ligeramente los labios.
⎯¿Qué pasó? ⎯ preguntó.
⎯Sólo quiero saber Sabina Carter, cuando serás mi novia⎯ comentó.
Sabina volteó a verlo, acomodó su cuerpo para quedar frente a él y con picardía le sonrío⎯ ¿ser tu novia?
⎯Así es, es algo que me gustaría mucho, ¿a ti no? ⎯ le preguntó él en un murmuro.
Ella se mordió los labios y pasó saliva levemente, se sentía nerviosa, levemente agitada y sumamente atraída por él. Al parecer, aún le daba miedo decirle que sí, porque no quería que su amistad se arruinara o tal vez, porque no quería decepcionarlo.
Cho acarició su rostro y le sonrío⎯¿aún estás insegura?
Sabina asintió con la cabeza⎯ solo un poquito.
⎯¿Qué te da miedo? ⎯ preguntó él, ⎯¿que te conoce más de lo que ya lo hago?
⎯No⎯ respondió ella ⎯ sé que ambos tenemos una conexión fuerte, con muchas cosas en común y nos complementamos pero… ¿qué pasa si no funciona?
⎯A ver, dime una cosa que hasta ahora no haya funcionado… ¿el trabajo?
⎯No.
⎯¿Cuidar a tus hermanos?, que como una nota, me aman…
⎯No⎯ dijo ella entre risas.
⎯¿Pasar por ti a los entrenamientos?
⎯No⎯ siguió negando Sabina, mientras él jugaba con la punta de su cabello.
⎯Hmmm, entonces… ¿que te eche ánimos como loco a las cuatro de la mañana mientras entrenas o mi chiste del camión escolar? ⎯ inquirió.
Sabina volvió a reír y negó con la cabeza ⎯ me gusta que me des ánimos y ya hablaremos lo del camión escolar.
⎯¿Entones?, dime…
Los rostros de ambos estaban tan cerca que sus respiraciones se podía sentir. Él continuaba jugando con la punta del mechón de su cabello y ella se atrevió a tomar su otra mano y hacerle círculos sobre la palma. Era inevitable, estaban cada vez más cerca y les era imposible que no les pasara por la mente, el rozar sus labios.
Así, el atrevido Cho fue quién lo pidió primero⎯ Sabina Carter, dame un beso.
Ella se sonrojó de inmediato y volteó su mirada a otro puto de la sala. Solía ser muy segura pero, en cosas así, no tenía ni idea de lo que hacía por lo que le daba un poco de vergüenza⎯ es que Cho, yo nunca he besado⎯ confesó.
Él atrajo de nuevo su rostro para verla de frente y le sonrío⎯ vale, dame el mejor beso que tengas.
⎯Cho…
⎯Uno, solo uno, es más… cerraré los ojos para que no te de pena.
Cho cerró sus ojos y esperó tranquilo para ver si la bella Sabina se animaba para darle uno. Ella, lo observó y tomó el control del mando de la casa y presionando uno que otro botón, atenuó la luz solo para que las cámaras no lo vieran todo. Después, se acercó a Cho y le dio un pequeño beso sobre los labios, tan leve que apenas fue un roce; él sonrío.
⎯¡Qué rico!⎯ murmuró ⎯¿me das otro?
Sabina sonrío, y volvió a acercarse para, esta vez, besarlo presionando sus labios un poco más, y acercando su cuerpo. Cuando Sabina se alejó, Cho sonrío⎯ ¿ese no te gustó? ⎯ preguntó coqueta y ya dejándose llevar por la situación y mordiéndose los labios levemente.
Cho abrió los ojos ⎯me gustó, mucho, solo que creo que en lugar de así⎯ y se acercó a sus labios y la besó haciendo que el corazón de Sabina se acelerara ⎯ deberías de hacerlo, así ⎯ le instruyó, para luego poner su mano sobre la mejilla de la chica y atarse a sus labios y besarla.
Adrián comenzó a besarla despacio, estableciendo el ritmo, los movimientos y la intensidad – una leve. Poco a poco, Sabina se fue acoplando a los labios de Cho, solo para comprobar que también en ese rubro, tenían una conexión increíble, algo que iba más allá de la química.
Poco a poco, fueron bajando la intensidad, hasta que pudieron separar los labios y un hilo de deseo se quedó, como si ambos lo estuvieran guardando para otra ocasión. Sabina y Cho se vieron a los ojos y sonrieron, ahí solo había amor, nada mas que amor.
⎯¿Crees que esto no funcionó? ⎯ preguntó Cho entre sonrisas.
Sabina volvió a encender las luces y regresando a su tono habitual le dijo⎯ no me has pedido ser tu novia, Adrián Cho, así que, no sé su pueda darte una respuesta.
⎯Y, ¿la pregunta que te dije hace unos momentos?
⎯No fue pregunta, fue enunciado…⎯ contestó con astucia.
Cho comenzó a reírse bajito⎯ ¡Ay mujer!, de verdad que me tienes loco⎯ confesó.⎯ Vale, lo haremos a tu manera, lo haremos como tu desees.
La sonrisa en el rostro de Sabina se dibujo tímidamente para después hacer su cuerpo para delante y darle un beso rápido sobre los labios⎯ no en frente de mis padres, ¿quieres? ⎯ le dijo.
⎯¿Cómo?
En ese instante la puerta de la casa se abrió y María Julia Y Robert entraron platicando, momentos después, entraron a la sala y los vieron.
⎯Buenas noches, ¿todo bien? ⎯ preguntó Robert, con ese típico tono de sospecha.
⎯Buenas noches, pa. Estábamos descansando, Jon y Jo ya están dormidos y la cena está en el refrigerador.
⎯Bien, gracias Cho, por cuidarlos también⎯ le dijo su madre.
Cho se puso de pie y movió su cuello ⎯ no hay de qué, señora Carter. Ahora me voy, ¿mañana a las 3:30 am? ⎯ le preguntó a Sabina.
⎯Sí, claro.⎯ Contestó nerviosa.
⎯Gracias, Cho⎯ finalizó Robert.
⎯De nada, señor Carter.
Ambos caminaron hacia la entrada y Sabina vio su reloj⎯ 9:15 pm, te dije, págame.
Cho le dio un beso ligero sobre los labios, tomando a Sabina por sorpresa⎯ buenas noches, Sirena. Nos vemos mañana⎯ finalizó, para luego ir hacia su auto, subirse e irse de ahí. Dejando a Sabina con una sonrisa que ya no pudo borrar.