Todo estaba listo para la cita que Sabina tenía en mente con su amado Cho. Ella había sido directa con su madre y le había dado permiso. Incluso, había obtenido ayuda de su tío Manuel para poder hacer la fogata en ese lugar tan visitado por generaciones de enamorados, el famoso tronco frente al mar.

Todos sus tíos habían pasado por ahí. Luz y David, Ainhoa y Manuel, incluso Julie y Robert, así que prácticamente era una tradición para todos o más bien una leyenda, donde ellos decían que solo podías ir ahí con el que pensabas era tu verdadero amor. Sabina pensaba eso de Cho.

Así que, con la fogata lista, incluso una pequeña canasta de pícnic preparada y con los gemelos y Robert advertidos de que unas horas libres de ellos no pasaría a mayores, Sabina y Cho abandonaron el famoso jardín de los Ruiz de Con para poder bajar las escaleras y, de la mano, caminar por la playa hasta el tronco.

⎯ Este lugar es muy bonito ⎯ expresó Cho, con una sonrisa cuando llegaron al lugar.

⎯ Es un lugar especial ⎯ dijo Sabina, mientras se acercaban al tronco.⎯ Mira, mis tíos pusieron sus iniciales aquí. Sé que es cursi, pero para ellos este tronco fue especial. Aquí se hicieron novios, mis tíos, vinieron a reflexionar sobre sus peleas e, incluso, recuerdo que mis abuelos vinieron aquí una vez. Puedes ver en la madera labrada todo eso.

Cho se acercó, y vio las iniciales L y D, A y M, MJ y R y T y X. ⎯ ¡Guau!, esto es como las fotografías de la casa.

⎯ Sí, es otro de los legados de la familia. Mi tío Manuel cuenta la historia de la familia por escrito, mi tía Luz con fotografías. Son los encargados del archivo familiar. En todas las casas de los Ruiz de Con y ahora Canarias hay muros llenos de fotos, yo crecía rodeado de ellas y pienso tener una casa llena de fotos.

Cho y Sabina se sentaron sobre la arena y se recargaron en el tronco. Él la abrazó y le dio un beso sobre los labios tan tierno que la hizo sonrojar ⎯ me gustaría ver tu casa llena de fotos ⎯ le murmuró.

Sabina se mordió los labios y respondió ⎯ si, tú quieres, puede ser nuestra casa.

⎯ A caso, ¿piensas casarte conmigo Sabina Carter? ⎯ preguntó Cho.

⎯ Pues…

Él acarició su cabello y luego bajo sus manos al anillo que Sabina llevaba sobre la mano ⎯ te prometo que lo haremos ⎯ confesó ⎯ pero todavía no. Por ahora no tengo nada que ofrecerte y primero tú y yo debemos disfrutar muchos momentos juntos. Ya empezarás la escuela en otoño y yo seguiré con la mía. Tenemos mucho tiempo juntos, pero, te prometo, que no nos separaremos. Ya ganamos una medalla juntos.

⎯ Lo sé… por eso te traje al tronco, porque si labras nuestras iniciales aquí, ya no hay vuelta a atrás.

Cho rio bajito ⎯ ¿es como un tipo “anillo de promesa”? ⎯ preguntó.

⎯ Algo así…

Sabina le entregó un cutter a Cho y se lo puso en las manos. Él se volteó y con mucha agilidad comenzó a tallar una S y después de un momento una A ⎯ recuerda que soy Adrián, mujer ⎯ le digo, al ver que su novia le ponía un rostro de extrañeza.

Cuando finalmente terminó, las iniciales de ambos estaban ahí, abajo justo de las de los padres de Sabina y a lado de las de sus tíos Manuel y Ainhoa. Sabina sonrío, y le quitó el cutter de las manos para después abalanzarse entre sus brazos y darle un beso.

⎯ Te amo, hombre.

⎯ Yo te amo más, mujer… ⎯ respondió él sin dudarlo.

Poco a poco los besos comenzaron a subir de tono, y pasaron de tiernos a unos tan candentes que podrían equilibrar el calor de la fogata. Sabina se sentó a horcajadas sobre las piernas de Cho y él de inmediato bajo sus manos hacia su cuerpo.

Empezaron a tocarse, como solían hacerlo en el carro de Cho cuando estaban a solas, y el cuerpo de ambos comenzó a reaccionar. Sabina podía sentir, de nuevo, la excitación de su novio por debajo del ligero pantalón de tela, y Cho moría por levantar la blusa tejida por su propia novia y tocar sus pechos.

Sabina, sin pensarlo dos veces, se desató el hilo que mantenía su top crop amarrado a su cuello y liberó, sus pequeños senos se mostraron de inmediato y la mirada de Cho se quedó fija en ellos. Ella tomó sus manos y las puso sobre ellos, haciendo que él cerrara los ojos, como si estuviera disfrutando el momento.

⎯ Tócame ⎯ le dijo Sabina.

Él abrió los ojos y comenzó a acariciarlos con toda la ternura del mundo. Sabina comenzó a gemir, lo hizo en un murmullo que solo Adrián pudo escuchar. ⎯ Dios ⎯ expreso.

⎯ Quítate la camisa ⎯ le pidió ella.

Cho, tan obediente como pudo, alzó los brazos y dejó que su novia le quitara la camisa para mostrar su pecho, uno que Sabina tocó de inmediato, fascinada por cada músculo que había en él.⎯ ¿Te gusta?, ganó una medalla de oro ⎯ presumió él.

Sabina se río, para luego bajar su boca hacia el torso y comenzar a besarlo. Cho, estaba completamente excitado, tanto, que comenzó a jugar con el cabello de su novia mientras ella iba bajando más y más hacia su intimidad.

Parecía que Sabina sabía lo que hacía, pero no era verdad, simplemente se dejaba llevar por el momento y besaba a su novio con todo el deseo que había provocado en ella. Cuando llegó a los botones de su pantalón, ella los desabrochó para poder sentir su bulto, y acariciarlo levemente.

⎯ No, no, para ⎯ le pidió Cho, y con todo el dolor de su corazón, porque deseaba a Sabina más que a nadie en el mundo.

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ preguntó ella agitada ⎯ ¿hago algo mal?

⎯ No, no… Al contrario… ⎯ confesó ⎯, lo haces muy bien pero, no aquí… así no.

⎯ Pero, yo lo quiero…

⎯ Y yo también, pero no quiero que te lleves este recuerdo. Aquí es muy bonito, pero estamos expuestos, hay arena por todos lados y… no, así no. Quiero que tengas la mejor experiencia de tu vida. Una que siempre recuerdes como algo bonito.

⎯ Pensé que aquí era un lugar bonito ⎯ comenta Sabina.

⎯ Lo es, pero no es el adecuado, además, siento que en cualquier momento nos verán. ⎯ Sabina puso un rostro de tristeza y Cho lo acarició con ternura.⎯ No es que no te deseo, lo hago, pero verás que cuando lo hagamos será tan perfecto que desearás no estar triste hoy.

Cho la besó levemente y luego le subió el top para cubrir sus senos. ⎯ Bueno, ¿al menos podemos nadar desnudos? ⎯ preguntó coqueta.

⎯ Mujer…⎯ se quejó Cho.

⎯ Nadie nos verá, el agua está fresca y solo nadaremos, no haremos más… anda, hagamos algo divertido y quitémonos el calor.

Adrián volteó a ver ambos lados de la playa solo para percatarse que estaban solos, y asintió ⎯ pero poquito.

⎯ Poquito ⎯ repitió ella, para luego ponerse de pie, quitarse la falda y correr en bragas hasta la playa. Cuando estaba a punto de entrar, se quitó el top, y lo aventó a la arena seca, para luego quitarse lo último que le faltaba.

Cho, se puso de pie e hizo el mismo procedimiento. Él se echó un clavado hacia el agua fresca para nadar hacia Sabina. Cuando se acercó a ella, Sabina lo llevó un poco más al fondo para que el agua les cubriera por completo.

⎯ ¿Refrescante, no crees? ⎯ preguntó entre sonrisas.

⎯ Mucho…

Cho se acercó a ella y como pudo le dio un beso sobre los labios ⎯ bajo esta luz, si pareces una Sirena ⎯ comentó.

⎯ Porque lo soy ⎯ respondió ella coqueta.

⎯ Mujer, dijimos que sin tocar nada ⎯ le advirtió Cho, al notar como algo le rozaba la ingle.

Sabina subió una ceja, y preguntó ⎯ ¿De qué hablas?, mis manos están aquí.

Ella las sacó del agua y Cho volvió a sentir algo que le rozaba. Sus ojos se abrieron de par en par y justo cuando estaba a punto de decir algo, sintió un horrible dolor. ⎯¡Mierda!, ¡algo me mordió!

⎯ ¡Qué! ⎯ preguntó Sabina.

⎯ ¿Hay tiburones aquí, o pirañas?, ¡Auch! ⎯ se quejó.

⎯ ¿Qué es que pasa? ⎯ insistió Sabina bastante preocupada.

⎯ No sé, pero sigue… ¡ Mierda ! ⎯ gritó Cho y metió la mano por instinto para luego sacar una medusa que se había atado a su mano.

⎯ ¡Dios!, ¡son medusas! ⎯ expresó Sabina preocupada ⎯, no te muevas.

⎯ Como no me voy a mover si esto duele como el carajo… ¡Mierda! ⎯ expresó ⎯, no, sabes qué me voy, me… ¡Ouch! ⎯ volvió a gritar.

⎯ Tenemos que salir de aquí, ¡sal!, ¡sal! ⎯ gritó Sabina, mientras nadaba hacia la orilla y tomaba a Cho de la mano.

Ambos salieron como pudieron del agua y cuando tocaron la arena, Cho tenía varias quemaduras cerca de su ingle.⎯ ¡Esto arde como el carajo! ⎯ gritó Cho, tratando de aguantar.

⎯ Espera, espera… ⎯ le dijo Sabina, mientras se ponía la falda.

⎯ ¿Cómo se quita esto? ⎯ preguntó, al ver que una medusa estaba pegada a su pierna, casi llegando a su bulto.

⎯ No sé, no sé… ⎯ habló Sabina desesperada.

⎯ Esto arde como… ¡Ay! ⎯ gritó. Y en un momento de adrenalina quitó con la mano la medusa y la aventó al mar. Ahora le ardía parte del pecho, ambas manos y la ingle.

⎯ Voy por ayuda…

⎯ No, no vayas… esto debe desaparecer… ¡Ahhh! ⎯ gritó, de dolor.

⎯ ¡Papá! ⎯ gritó Sabina.

⎯ No, no… todos menos tu padre, mujer, ¿qué no ves que estoy desnudo? ⎯ le preguntó.

⎯ Cierto, cierto… ¿Puedes ponerte el pantalón?, o al menos el bóxer. Sabina, tomo el bóxer de Cho y con mucho trabajo le ayudó a ponérselo. Cuando estuvo semi vestido, ella se acercó a su novio y le dio un beso ⎯ no te muevas, iré por ayuda.

⎯ Vale, vale ⎯ dijo Cho, con un dolor en la entrepierna que no podía remediar.

Sabina se puso de pie y corriendo comenzó a gritar ⎯ ¡Tío Canarias!, ¡tío Canarias! ⎯ dejando a Cho completamente solo en la playa.

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