Después del viaje a Puerto Vallarta, todos regresaron renovados y llenos de energía. La primera ceremonia ya había sucedido y ahora faltan dos; la segunda era la más grande y la esperada por todos, la boda por la iglesia y el civil.
Desde que Cho le había pedido matrimonio a Sabina, Julie se puso manos a la obra para organizar la boda, y darle a su hija, la que ella siempre había soñado. Para todos, este evento era sumamente importante, porque Sabina era la que abría las puertas a una nueva generación de Ruiz de Con en la familia.
Ella había sido la primera hija, nieta, sobrina y prima. Era la que había inaugurado la siguiente etapa en la vida de su familia, y ahora, se consolidaría en un evento hermoso donde se casaría con el amor de su vida. Un hombre que no solo era aprobado por todos, sino el mejor de todos.
Sabina, se casaría como una princesa. En un lugar espectacular con un vestido a la medida. Tendría invitados a montones, música, fiesta y mariachi. Ella usaría todos los recursos que tenía para poder hacerle feliz y hacer de este evento algo memorable.
Así que, tan solo llegaron de la primera boda, los meses se aceleraron entre tantas preparaciones y detalles por arreglar. El vestido de Sabina era una hermosura. Había sido hecho a mano y con detalles preciosos que sorprenderían a todos. En la prueba final, Julie rompió en llanto de la emoción. Su hija, se casaría y en ese instante solo podía pensar en sus papás.
Sin embargo, dejó la tristeza atrás, ya que esta llegó solo por unos segundos, y después continuó preparando todo. Los vestidos de las damas estaban listos, los trajes de los padrinos también. El de Cho había sido cuidadosamente elegido para que combinara con el vestido de Sabina.
La misión la tuvo Jon, que bajo juramento de no revelar nada, vio el vestido de su hermana y logró explicarle a Cho como debía ser si traje. Jon en verdad sabía cuidar un secreto, ya que no importaron los sobornos hechos por todos, no soltó ni una palabra al respecto. Así que el secreto y el vestido de Sabina estaban a salvo.
El palacio de la Magdalena en Santander, había sido el lugar elegido por la familia para llevar a cabo esto, y la Parroquia del Santísimo Cristo el sitio donde se casarían por la iglesia. Todo estaba listo, los meses de planeación en unos días harían efecto, y los Carter le darían a su hija mayor una boda de ensueño, algo que Cho no podía creer.
Cuando Adrián se enamoró de Sabina, pensó en casarse con ella, pero, no de esta forma. Él pensó que sería en una iglesia sencilla, con su familia y la de ella, y que todo terminaría en una comida familiar. Sin embargo, todo lo que imaginó se quedó diminuto ante la inmensidad de las cosas. Empezando porque sus padres no estarían ahí con él, y nadie de su familia de sangre asistiría a la boda.
No se sentía triste. Desde que sus padres se habían ido de su vida, él se sentía más feliz. Pero, el simple hecho de saber que este era uno de los grandes eventos de su vida y que ellos no estarían ahí, le dolía un poco.
⎯Bueno, tus padres en realidad no estuvieron en muchos eventos de tu vida ⎯ le dijo Pilar, mientras se subían al avión para irse a Santander. Por esta ocasión y por órdenes de Jaz, todos se habían ido por su cuenta, aunque Julie les ofreció irse en el avión de la empresa.
Cho, decidió que se iría con ellos para acompañarles y también para estar separado de Sabina por unos días; para así poder crear nerviosismo, misterio y sobre todo emoción antes del evento.
⎯Tienes razón ⎯ respondió Cho, mientras acomodaba la maleta en los compartimientos de arriba⎯. En realidad mis padres nunca estuvieron en momentos importantes.
⎯Ni siquiera te regresaron la medalla de oro, ¿recuerdas? ⎯ se escuchó la voz de Eduardo Jr. Que hace mucho tiempo había dejado de ser la de un niño, y se parecía ahora a la de un joven.
Cho recordó ese episodio. No lo quería admitir, pero, el hecho de saber que la medalla de oro por la que entrenado tantos años, se había quedado en el piso de sus padres, le pesaba; pero no la necesitaba.
Todos se sentaron y antes de despegar, Cho le envió un mensaje a Sabina, que ya se encontraba en Santander. Los Carter se habían ido unos días antes para organizar las flores de la Catedral, además de algunas cosas del Palacio. Los Canarias y el resto de la familia, se iba justo hoy en el avión de la empresa.
⎯¿Estás nervioso? ⎯ Escuchó la voz de Jaz, quien se encontraba con su esposa en la fila de al lado.
⎯No, estoy feliz. No tengo nervios de nada porque sé lo que me espera al lado de Sabina.
Jaz sonrió.
⎯Y tú, ¿estás feliz? ⎯ le preguntó, Adrián.
⎯Lo estoy. Nunca pensé que estaría en la boda de Sabina y mucho menos en algún evento de los Ruiz de Con. Si te soy sincero, cuando la vi por primera vez nadando en esa piscina olímpica, cuando llevaba a Pilar a clases de natación, me conformaba con verla nadar y reír. Ahora, no puedo imaginar mi vida sin los demás eventos vividos. Y todo te lo debo a ti.
⎯No me debes nada, de verdad.
⎯No, sí, te lo debo. Sabina confía en ti y si tú no hubieses metido las manos al fuego por mí, ella no me tomaría en cuenta. Ahora estoy feliz porque mis hijos tienen una hermana y yo, puedo asistir a la boda de mi hija. Hoy siento el verdadero perdón de su parte. No tengo palabras para describirlo.
Cho sonrió al observar los ojos de Jaz, que compartían una innegable semejanza con los de su amada Sabina. En la profundidad de su mirada, parecía que llevaba consigo la carga de un pasado doloroso que, sin embargo, se iluminaba al encontrarse con sus hijos o con su esposa. Cada vez que su mirada se posaba en Cho, se revelaba la historia de un hombre que había experimentado la pérdida y la soledad, grabando una huella inconfundible en su expresión.
Él y Jaz compartían historias similares, aunque la de Jaz parecía teñida de un matiz más trágico. Cho, se encontraba a menudo absorto en preguntas sobre si los hermanos de Jaz lo recordaban, si en algún momento se habían cuestionado cómo habría sido su vida. En contraste, Jaz había optado por mantenerse al margen de aquellos lazos y sostenía ante Cho que su serenidad y felicidad radicaban en ese distanciamiento consciente.
⎯Disfruta entonces.⎯ Y Cho tomó la mano de Jaz⎯. Te lo mereces.
En ese instante se dieron las indicaciones para el despegue del avión. Todos se prepararon para ello, y Santiago, el hijo mejor de Jaz, tomó a Cho de la mano, ya que era su primer viaje en avión y estaba nervioso. Adrián suspiró, en unas horas estaría en su boda. Después de tantos años pensándola y soñándola, esta sucedería y no podía esperar.
Sin embargo, mientras el avión subía a las nubes y tocaba el cielo, Cho volvió a preguntarse, si su madre en algún punto de estos años se había cuestionado sobre como era su vida, o si lo había olvidado, enterrándolo en los recuerdos del pasado.
***
El mar Cantábrico les dio la bienvenida a todos, dándoles una preciosa vista que enamoró a cada uno de los invitados al evento. Los Canarias y los Ruiz de Con siempre habían vivido cerca del mar. Ya fuese en España o México, pero jamás habían visto un mar tan bonito como el que se les presentaba ahora. El Mar Cantábrico baña las cosas del norte de España y el suroeste de Francia, haciendo una frontera natural. Los tonos azules profundos cerca del horizonte, se mezclan con los verdes y turquesas que están en las aguas cercanas a la costa, dando así, una paleta de tonos brillantes y diversos.
Las playas que bordean el Mar Cantábrico son variadas y atractivas. Los acantilados y formaciones rocosas que emergen del agua añaden un toque dramático al paisaje, creando un contraste entre la fuerza del mar y la solidez de la tierra.
La llegada a Santander, Cantabria, fue como entrar en un cuento de hadas tejido por la naturaleza y la historia. Los viajeros cruzaron un paisaje ondulante de colinas cubiertas de un verde intenso, salpicadas por pequeñas aldeas que parecían detenidas en el tiempo. A medida que el camino se adentraba en la región, la brisa marina comenzó a acariciar sus rostros y el aire fresco aportaba un toque revitalizante.
Los últimos tramos del camino les brindaron vistas impresionantes del mar Cantábrico. Santander se reveló gradualmente ante ellos, como un tesoro escondido en la costa, con sus playas doradas acariciadas por las olas y su arquitectura majestuosa que se asomaba entre los árboles.
El Palacio de la Magdalena, el lugar donde sucedería la boda, se alzaba en todo su esplendor frente al mar, como un guardián de la belleza y la historia. Su fachada imponente, daba la bienvenida a los visitantes con un aire de realeza y elegancia. Los jardines circundantes estaban en pleno esplendor, con flores de colores vivos y árboles que parecían contar historias centenarias.
⎯¡Esto es maravilloso! ⎯ expresó feliz Pilar, cuando el auto entró al palacio⎯. Es como de una película.
⎯Pues incluso se han hecho películas y series aquí ⎯ habló Cho, quien también estaba impresionado ⎯. Y ahora será mi boda.
⎯¡Pues qué suerte tienes! ⎯ Se escuchó a lo lejos la voz de Camilo. Cho vio hacia su izquierda, y su amigo de la adolescencia venía caminando hacia él, junto con su novio también de nombre Camilo. Se habían ganado el nombre de “los Camilos”, algo bastante predecible.
⎯¡Ey!, ¡Llegaste! ⎯expresó Cho emocionado. Ambos se dieron un fuerte abrazo.
⎯Sí. Acabo de ver a Sabina. Creo que ya le caigo un poco mejor.
⎯Siempre le has agradado, lo que no le gusta, es que me sonsaques para muchas cosas.
⎯Si tan solo ella supiera que eres tú el que me sonsaca.
Los dos amigos se rieron. Así como el noviazgo con Sabina, la amistad con Camilo había sido larga y duradera. También sus padres pensaban que él era una mala influencia, pero a Cho jamás le importó esa opinión. Después, llegó a la conclusión que posiblemente la homofobia era lo que ellos trataban de ver como “mala influencia”, porque no encontraba otra razón.
Camilo era buen hombre, trabajador y muy listo para los negocios. Si los bares de Cho funcionaban a la perfección era por su ayuda y la de Robert Carter. Sin quitarle crédito a Jaz y sin quitarse crédito él.
⎯¡Amor! ⎯ Se escuchó la voz de Sabina.
Cho corrió hacia su mujer, quien tenía tiempo de no ver. Aunque era exagerado, una semana después de años juntos era un tiempo bastante largo para extrañarse.
⎯¡Mi sirena! ⎯ expresó Cho, cargándola por los aires ⎯. No sabes lo mucho que te extrañé. Mi cama estaba fría sin ti.
⎯Cuiden su lenguaje que hay niños presentes ⎯ dijo Jaz, quien se estaba acercando.
⎯¡Hola!, ¡bienvenidos! ⎯ habló Sabina con ternura, para echarse a los brazos de Jaz, quien la abrazó con fuerza⎯. ¿Tuvieron un buen viaje?, ¿les gusta el lugar?
⎯¡Me encanta!, yo también quiero casarme en un palacio ⎯ comentó Pilar. Jaz sonrió. Si él tuviese el dinero de su familia, posiblemente Pilar también podría casarse así, pero, no sería su caso.
⎯¡Claro que lo harás! ⎯ dijo Sabina, abrazando a su hermana y tomándola de la mano para que comenzar a caminar hacia la entrada. Cho se unió a ellas ⎯. Ya está todo listo para mañana. La iglesia quedará bellísima y Héctor ha ensayado en el piano, y se escucha hermoso por toda la iglesia.
⎯Me alegro.
⎯Los invitados han llegado a sus hoteles. Nosotros nos hospedaremos en las habitaciones del palacio.
⎯¡QUÉ! ⎯ expresó Pilar, feliz ⎯. ¡ME QUEDARÉ A DORMIR EN UN PALACIO!
Todos rieron. En verdad la expresión de Pilar era genuina. Ella sentía que cuando estaba con su hermana todo era un sueño, y le encantaba cuando Sabina compartía cosas con ella como: ropa, zapatos y bolsos de marca que le compraba su madre, pero que ella no usaba y que pronto le dejaron de regalar. Pilar, aún no podía entender como teniendo tanto y tan bonito, seguía usando esa bolsa Tote de tela que le había hecho ella en clase de arte para cargar sus cosas de un lado para el otro.
En el interior del Palacio, la atmósfera se volvía aún más mágica. Los salones estaban decorados con elegancia y estilo, combinando la grandeza del pasado con toques modernos y sofisticados. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un juego de luces y sombras que hacía del Palacio una hermosura tanto por dentro como por fuera.
El resto de la familia ya se encontraba ahí. Al parecer, viajar en avión privado tenía sus beneficios. Evidentemente, ellos salieron cuando se les pegó la gana y no tuvieron que pasar las enormes filas que ellos habían hecho. Todos se encontraban en una de las tantas terrazas del lugar, viendo hacia el increíble jardín y como siempre, platicando de todo tipo de cosas.
⎯Como dijeron que probablemente llueva mañana, hemos decidido pasar la comida del jardín a uno de los salones donde caben los 200 invitados.⎯ Continuó Sabina explicándole todo.
⎯¿Docientos?, aún no lo puedo creer.
⎯Son amigos de mis padres y la familia. Nuestros verdaderos amigos tendrán una mesa exclusiva. Incluso los Santander vendrán a la boda, recuerda que Ana Carolina es una de mis damas.
⎯Cuando hablas así te desconozco.⎯ Cho tomó a su Sirena de la cintura y le dio un beso sobre la frente⎯. Estoy tan acostumbrado a toda tu sencillez, que cuando hablas ese tipo de lenguaje es como si otra mujer estuviera frente a mí.
⎯Pues, si te consuela… la otra mujer también te ama con locura ⎯ respondió la chica, para luego reír levemente.
⎯¿Cuánto dices que falta para nuestra boda? ⎯ inquirió Cho.
⎯ Aproximadamente catorce horas o quince, no sé.
⎯¿Y para que estemos solos de nuevo?
Sabina se sonrojó, le encantaba cuando Cho le hablaba de esa forma: tan sensual, gallardo y sexi. Ella se puso de puntillas y le dio un beso sobre los labios.
⎯Pues, ¿todos están distraídos qué no?, podemos aguantar la luna de miel e irnos a la habitación que nos reservaron para después de la boda y estrenarla.
Cho sonrió. Estaba a punto de contestarle cuando en ese instante Santiago corrió hacia él y le pidió que fuera a ver algo justo a donde estaban todos. Él asintió, luego volteo a ver a Sabina y suspiró.
⎯Supongo que tendré que esperarme a Grecia.⎯ Se dio por vencido el hombre.
⎯Ni afrodita tendrá tanto sexo como nosotros ⎯ murmuró Sabina, y los dos se rieron.
Ambos tenían que admitir que este fin de semana iba a ser especial para la familia y que después tendrían mucho tiempo para estar solos en la luna de miel. Los recién casados viajarían a Santorini, Grecia, donde habían rentado una villa privada, con piscina y vista al mar. Un lugar privado para disfrutarse y alejarse del mundo.
Sabina tomó su mano con ternura y la besó.⎯ Vamos, que la familia está esperando. Tu familia.⎯ Corrigió y Cho sonrió.
Era verdad, podría ser que su familia biológica no estuviese presente, ni su madre o sus tíos, pero, tenía suficiente con la familia de su novia, que desde hace diez años le había abierto las puertas de su hogar y dentro de unas horas, finalmente, lo adoptaban como uno. Cho no podía esperar para casarse con Sabina Carter.