[Adela]

¿En qué momento me quedé dormida? No lo sé. Lo último que recuerdo es mi cuerpo cayendo sobre el colchón y sentir mis ojos pesados sin poder evitarlo. Ahora me despierto desorientada como siempre; es una fase que debo pasar cada vez que regreso de viaje, acostumbrarme a mi “rutina normal” de nuevo.

Reviso la hora en el móvil y me doy cuenta de que no dormí hasta muy tarde. Son apenas las 9:00 am. Reviso el último mensaje que envié y veo que son las 6:30 pm. ¿En serio que me dormí todo este rato? Creo que al final de cuentas no necesito pastillas para dormir.

Me levanto con cuidado y siento que mi cuerpo ya está mejor. Ayer, que salí por la tarde antes de la sesión, lo sentía muy pesado y cansado, pero hoy creo que podría correr 7 kilómetros sin ningún problema. Aunque Tony me advirtió que no lo hiciera: “Descansa, Adela. Sigue tu dieta pero descansa. Sal a caminar, no a correr. Duerme, relájate con un libro, qué sé yo”, fueron sus palabras antes de abandonar el set de mi última película.

Lo único malo de todo esto es que Tony no sabe que estoy mejor en los hoteles y en el set que en mi casa. Pero bueno, algún día Gael o yo escribirá un libro sobre nuestro matrimonio y todo esto tendrá sentido.

Camino hacia la ventana y la calle está sola. Vivir en una zona tan alejada de Madrid nos ha hecho mucho bien, aunque hay veces que los fans de Gael lo están esperando afuera y salir se ha hecho un tormento. Pero esta vez está todo tranquilo. Tal vez podría salir a desayunar a un café en el centro de la ciudad y alejarme un poco de aquí.

Como todas las mañanas, antes de salir de mi habitación, pego la oreja a la puerta para saber cómo está la situación aquí. Esta casa tiene paredes gruesas, pero las puertas son muy débiles, y es fácil escuchar qué es lo que está pasando afuera sin ningún problema. Al no escuchar nada, abro con confianza la puerta y lo primero que veo es la habitación de Gael abierta de par en par. Algo raro en esta casa, ya que ambos vivimos encerrados cada quien en su lugar.

Decido salir sin hacer ruido, y al bajar por las escaleras puedo ver de reojo a Gael tumbado sobre la cama, aún vestido con la ropa de ayer y perdido completamente. Me acerco, y cuando estoy en el marco de la puerta, puedo ver que se encuentra solo y completamente borracho.

—Creo que a alguien no le cayó bien la primera terapia de pareja —pienso para mis adentros, y lo más probable es que eso sea. Remover cosas del pasado y de cómo empezó nuestra relación nos ha afectado a ambos de cierta manera. Aún debo descubrir la mía.

Entro sin hacer ruido y lo observo perdido. Sonrío involuntariamente al verlo dormir. Me hace recordar las noches que lo veía dormir antes de irme del hotel y fingir que nada pasaba entre nosotros. ¡Qué ironía! Antes fingíamos que no pasaba nada entre nosotros mientras nos amábamos a morir, y ahora fingimos que nos amamos a morir cuando ya no pasa nada entre nosotros.

Paso mi dedo por debajo de su nariz y me percato de que está respirando. No quiero que pase una tragedia en la casa.

—Tu perfume —murmura sin sentido.

Me alejo de él sintiendo como mi cuerpo se vuelve un témpano de hielo después de tener un poco de calor por el recuerdo de los dos abrazados en la cama.

—Tu perfume, ese delicioso perfume que despide tu piel —continúa— me atormenta, ¿sabes?.

Me dirijo a la puerta antes de empezar una pelea, pero él se endereza.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta mientras se lleva las manos a la cabeza. Supongo que el alcohol le está pasando factura.

—Vi tu puerta abierta y quería ver si todo estaba bien —digo fría mientras salgo por la puerta.

—¿Si todo estaba bien? —repite aún recuperándose de ese despertar tan repentino que tuvo.

Tomo la perilla y estoy a punto de cerrar la puerta cuando lo escucho.

—¿Desde cuándo te importa si todo está bien conmigo, Adela? —me pregunta provocando de nuevo— ¡Ah! Ya sé, desde que la imagen es todo para ti.

No deseo caer en su juego, en verdad, pero él no se cansa de provocarme desde el día uno que empezamos a compartir un lugar en común. Al menos esta casa está grande, pero cuando vivíamos en su piso de soltero en Madrid era horrible no poder escapar de ninguna situación, a donde iba él me encontraba.

—Espero que no hayas hecho alguna tontería ayer por la noche, Gael —le respondo.

—No te preocupes, mi vida, todo estuvo bajo control. No tienes nada de qué preocuparte —me dice con voz burlona.

Cierro la puerta dando un portazo y escucho que se queja. Supongo que el ruido le ha causado uno que otro malestar. Ya no recuerdo hacia donde iba o qué es lo que quería hacer, por lo que regreso a mi habitación y me encierro. Mi agenda está completamente vacía para noviembre y diciembre, por lo que básicamente los días son para mí. Me meto a la ducha y me quedo un rato bajo el chorro de agua caliente. Lloro, lloro mucho. De alguna u otra manera tengo que sacar toda esa frustración que tengo. ¿Qué pasó con el Gael Salvatierra que movía cielo, mar y tierra por irme a ver aunque fuera unas horas? ¿Qué pasó con el hombre tierno que me pidió matrimonio en esa gran joyería? ¿Qué pasó con ese Gael Salvatierra que se sentía orgulloso de mí? ¿En qué momento lo perdí?

Salgo de la ducha después de un momento de desahogo, que estoy segura son los rezagos de la terapia de ayer, y me visto y arreglo para salir de ahí. No soporto estar en esa casa, a pesar de lo espaciosa que es. No quiero verlo, ni escucharlo, y mucho menos topar me con él en algún rincón de este lugar.

Después de ponerme las botas negras Louboutins que tanto me gustan y que combinan perfectamente con mi look invernal, me veo en el espejo una última vez para revisar que todo esté en orden. Mi “look” dice celebridad, pero mi mirada dice tristeza. Pero nada que unas gafas de sol no puedan esconder. Me pongo la alianza de matrimonio sin tomarle mucha importancia y abro la puerta para salir de ahí.

Bajo las escaleras y sin percatarme de nada ni de nadie, entro a mi pequeño estudio que, para mi mala suerte, se encuentra justo al lado del de Gael. Sí, él puso su estudio al lado del mío para molestar, supongo. Tomo uno de los guiones que me han enviado a casa y un libro de Deepak Chopra que me recomendó Oscar Isaac mientras filmábamos una película. Los meto en mi bolsa y al salir veo a Gael esperándome en el pasillo.

—¿Se te ofrece algo? —le digo fría mientras camino hacia él.

—¿A dónde vas, cariño? —dice arrastrando las palabras. Supongo que aún está un poco borracho.

—Salgo a desayunar y a leer con tranquilidad.

De pronto, Gael me toma de la cintura y me acorrala contra la pared del pasillo. Puedo oler el exceso de alcohol en su aliento y siento su cuerpo cerca del mío. Sus brazos se encuentran lado a lado de mi cara.

—No tiembles —me dice en un tono de ternura que hace mucho no escuchaba—. No te voy a hacer nada. Sabes que nunca me atrevería a hacerte algo.

Cierro los ojos. Sé que Gael nunca me ha hecho daño más que con sus palabras, pero en realidad no es un hombre agresivo, simplemente que tiene meses que él no me habla así o se acerca tanto a mí. No puedo evitar poner mis manos sobre su pecho; puedo sentir que está nervioso por cómo sube y baja su respiración está agitada.

—¿Qué quieres, Gael? —le susurro mientras mi corazón quiere salir huyendo de ahí.

Él no me dice nada, simplemente quita uno de los mechones de mi cabello de mi cara y lo pone atrás de mi oído.

—Soñé contigo, ¿sabes? Con ese vestido rojo que llevabas la segunda vez que te vi. Recordé perfectamente cómo se entallaba a tu cuerpo y la manera en que lo lucías. Te veías hermosa, Adela. En realidad, sigues siendo muy hermosa.

Abro los ojos y puedo ver sus hermosos ojos viendo directamente a los míos. Por un solo instante siento esa conexión que antes había entre nosotros. Por un momento, nos quedamos así. No sé lo que pasa o qué es lo que pretende hacer, así que me quedo quieta por un momento.

—¿Qué es lo que quieres, Gael? —murmuro mientras siento sus labios acercándose peligrosamente a los míos.

—¿Alguna vez me amaste, Adela? —me pregunta de nuevo—. ¿Alguna vez sentiste algo por mí? O ¿sólo soy un actor más en tu vida? – Esas preguntas llevan rondando su cabeza desde el día uno, y parece ser que no lo dejan descansar.

—No importa lo que te responda, no me vas a creer —le contesto ya más tranquila.

—Pero quiero creerte. Haz que te crea por el amor de Dios —dice en un tono enojado y sé que nuestro momento de conexión ha terminado.

Se separa de mí, y puedo ver las lágrimas en sus ojos.

—¿Sabes? Por momentos siento que te amo, Adela, pero la mayoría del tiempo no soporto estar cerca de ti —me confiesa, y yo respiro profundo.

—Me voy, Gael. No quiero que esto termine como siempre lo hace.

—¡Contéstame! —me grita mientras camino hacia la sala para después ir hasta la puerta de la casa.

—¡Te lo he dicho millones de veces, Gael! —le grito cayendo de nuevo en su provocación— ¡Desde el día que nos casamos te lo he dicho y aún así no me crees! ¡Cuál es el punto!

—¡Creerte! —grita, y puedo notar la desesperación en sus palabras— ¡Solo quiero creerte, Adela! Pero no puedo.

—¿Entonces qué punto tiene que te lo repita? Ya traté de diez mil maneras y sigues pensando que te miento, no le veo sentido.

En un último intento de calmar las cosas, respiro y camino hacia él. Ahora soy yo quien lo acorrala sobre la pared, tomándolo por sorpresa.

—No sé lo que pasó antes o durante la boda, Gael, pero te juro por lo más sagrado que yo me enamoré de ti, ¿entiendes?

—¿Entonces ya no sientes nada por mí? —dice él melancólico mientras con sus largos dedos acaricia mi mejilla, provocando que toda la piel se erice y me haga recordar algunos momentos que tuvimos juntos.

Gael es un alma atormentada por algo que no tengo ni idea de cuándo sucedió o qué fue lo que pasó. A pesar de todo, me duele verlo así, me duele discutir día y noche con él, me duele no poder sacarlo de ese estado en el que vive. A la vez, sé que si lo intento sería imposible; ambos estamos demasiado lastimados como para ayudarnos mutuamente.

—El Gael que eres ahora lo desconozco completamente —le susurro—. Así que no siento absolutamente nada por él.

—Te equivocas —me dice cambiando el tono—. Sigo siendo el mismo, solo que tomé una mala decisión y ahora no sé cómo arreglar las cosas.

Me alejo de él y lo observo detenidamente. Me arrepiento de haber caído de nuevo en uno de sus tantos juegos mentales. Tomo las llaves de la casa y abro la puerta.

—Regreso a las 4 pm, te lo digo exacto por si piensas en traer a una de tus amiguitas y cogértelas en la sala —digo sin importarme ya más nada.

Gael me mira desde lejos, y puedo ver la cara de sufrimiento y frustración, la misma que yo tengo desde el momento que vivimos juntos. Cierro la puerta sin importarme nada.

3 Responses

  1. Ay noooo. Anda mas confundida, si se amaban que paso? Todo por falta de comunicación? Que vio Gael q lo hizo cambiar? 😱😱😱😱😱😱😱 ya ando sufriendo con y por ellos jejejejeje

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