Alegra 

—¿Cómo que te amenazó? —pregunto, mientras veo la escena sin poderlo creer. 

—Así es, Antonio de Marruecos me amenazó de muerte cuando metí la demanda por haber falsificado mi firma en el acto de defunción de su padre. 

—¡Yo no hice eso! —responde Antonio, enojado—. No voy a permitir que me levanten falsos. 

—No son falsos, estoy diciendo la verdad. 

—Pues es mentira. 

—No precisamente se te conoce en esta familia como un hombre que no las diga, ¿eh? —contesta Karl, y veo como Lila abre los ojos sorprendida de la respuesta. 

—¿Cómo sabemos que eres tú el que no está mintiendo? —pregunta, mi hermana. Y ahora soy yo quién se sorprende con su respuesta. 

—¿Disculpa?, Karl no miente —hablo segura. 

—Y, ¿cómo sabes eso? Si te acabas de enterar igual que yo de la amenaza, eso quiere decir que te mintió. Es la prueba —responde mi hermana. 

—Estoy segura que no miente porque Karl no sabe mentir. Y estoy segura de que debe haber una razón del por qué omitió esa información. 

—¡Por que es una mentira, una vil mentira! —Explota Antonio, señalándolo con el dedo. 

—¡No te voy a permitir que me hables así! —habla Karl con una fuerza y frialdad que no le conocía. 

—Y, ¿yo si debo dejarme?, ¡cuándo me estás levantando falsos! 

—No hay falsos… y no me vengas con que eres inocente. ¿No fuiste tú quién le escondiste a Lila todo lo de los Karagiannis y ahora persiguen a la familia como lobos hambrientos? 

—¡Ese es mi problema Karl Johansson! —habla mi hermana, enojada— ¡No te metas en mi relación con Antonio!, ¿entiendes? 

—¡No le hables así a mi marido! —respondo a mi hermana, un poco enojada. 

De pronto, todas las miradas se tornan a nosotros. La familia sabe que algo sucede en el jardín y han comenzado a acercarse. Principalmente Daniel y David que son los más cercanos. 

—¿A tu marido?, primero no querías nada con él, lo estuviste evitando por años y luego por días y ahora, ¿es tu marido? —contesta Lila—. Aquí está la que dijo que jamás se iba a enamorar y ahora hasta hijos tiene. 

—Y tú, la que nunca guardaba secretos, la que siempre me tachaba de irreverente, terminó con el hombre que la hizo mentir a toda su familia y que resultó perseguido por una mafia —hablo. 

Mi enojo aumenta, y ella lo sabe porque se pone derecha y saca el pecho. Mi hermana y yo jamás nos hemos peleado así, y ahora, estamos entre Karl y Antonio, defendiéndolos. Esto es algo completamente inusual. 

—Entonces, ¿eso es lo que piensas?, ¿que traje desgracia a la familia? 

—No pongas palabras en mi boca, Lila. Deja de estar negando la realidad, siempre has sido así de soñadora, en las nubes, buscando tu príncipe azul. Indecisa, entre dos amores. Al pobre Pablo lo trajiste detrás de ti por años, jugando al gato y al ratón. Le prometiste una oportunidad y en cuánto pudiste lo volviste a dejar tirado… tu indecisión siempre causa problemas —contesto. 

—Y tu rebeldía e imprudencia también. Todas las veces que tuve que cubrir tus idioteces para que no te regañaran. Cuando tuve que estar buscándote de piso en piso, angustiada por que no aparecías a altas horas de la noche. Con tus fiestas clandestinas y los tratos raros. ¿Ya sabe papá de las noches que hacías esas fiestas y ganabas dinero?, ¿eh? Cuando casi te atrapa la policía en Nueva York y te escapaste como vil ladrona. 

—¡BASTA! —Escuchamos la voz de mi hermano. 

De pronto, salimos de nuestro trance y me percato que Lila y yo estamos frente a frente señalándonos con el dedo. 

—¿Qué les pasa? —pregunta, con firmeza—. Nosotros no somos así, nosotros no nos peleamos así. Ni siquiera en las peores situaciones lo hemos hecho. ¿Qué no ven lo que está pasando? 

Nos quedamos todos en silencio. Yo regreso al lado de Karl, quién me toma de la mano y me mantiene al lado de él. Lila hace los mismo. 

—Evidentemente, esta ha sido una semilla plantada para que florezca en odio. 

—Basta de tus metáforas, David —contesta Lila—. Habla claro. 

—Alguien sabía que provocaría esto. ¿Qué no ven? Separarnos desde adentro. ¿Qué no recuerdan que los abuelos decían que el poder del Conglomerado no yacía en sus negocios, si no en su familia? Separa a la familia, y ganas lo demás. 

Guardamos silencio. Sé que lo de David tiene sentido pero, a la vez, no entiendo por qué. Mi hermano voltea a ver a Karl y Antonio. 

—Jamás habíamos tenido peleas así. Ni siquiera cuando Sila dejó plantado a Moríns, o cuando Moríns confundió la canela con la pimienta y todos comimos arroz con leche y pimienta. 

—¿A quién en la tierra se le ocurre ponerlas juntas y con tapa roja? —se defiende Moríns. 

De pronto, todos recordamos esa anécdota y sin poder evitarlo estallamos de risa. Sé que David lo hizo para relajar el ambiente. Puede que Daniel sea bueno para los golpes pero David es bueno con las palabras, él soluciona las cosas de otra manera. 

Nos reímos un poco más. Sin embargo, cuando siento la mirada de Lila con la mía, comprendemos lo que acabamos de hacer, y no es lo correcto. No puedo pelearme con mi hermana. No puedo hacerlo ahora. 

—Creo que lo correcto sería que entre Antonio y Karl se arrreglaran —comenta mi hermano. 

—¿Qué vamos a arreglar?, no hay nada que arreglar —habla Antonio, más tranquilo—. Yo no amenacé a Karl. Lo juro. ¿No me creen? —Voltea a ver a Lila—. Tú me crees, ¿verdad? 

Lila asiente segura. 

—Te creo. 

—Y yo le creo a Karl, porque no puede mentir. No está en su organismo hacerlo. Así que no tengo duda de que recibió una amenaza. —Arreglo un poco el discurso—. Si fue Antonio o no, no lo sé. Pero también le creo. 

—Supongo que es mejor lidiar con esto con un intermediario —interrumpe Moríns—. Ustedes cuatro, vamos, necesitan un cuarto de paz —nos pide, con un gesto. 

—¿Un Cuarto de Paz? —pregunta Karl. 

—Sí, es un invento de la tía Julie y ahora todos lo usamos. Nosotros también lo haremos. 

—Moríns… —contesta Lila. 

—Vamos. O terminarán a golpes. Cuarto de Paz… ahora. 

Odio cuando Moríns me trata como niña pequeña, pero creo que esta vez tiene razón. Si seguimos aquí, puede que termine esto peor. Moríns insiste con las manos que caminemos dentro de la casa. Mi padre sigue feliz con el padre de Karl, y mi madre no deja de platicar con Hanna y Caly; no se han dado cuenta de lo que acaba de pasar. 

Llegamos a la puerta del despacho, uno que antes era de mi abuelo, y entramos. Primero lo hago yo, después Karl, le sigue Lila y al final entran Moríns, Sila, David Tristán y Daniel.

—Y, ¿ellos? —pregunto. 

—Bueno, Sila es mi esposa, su hermana y puede estar aquí. David es buen moderador y puede ayudarme y es su hermano, y Daniel…¿Tú qué haces aquí? —pregunta. 

Daniel ve a ambos lados y luego se ve las manos. 

—Yo sostengo la bebida de Tristán. 

—¿Qué? —pregunta Karl. 

—Sí, él sostiene mis bebidas, las cuida… en fin. Creo que después de esta plática Lila y Alegra también merecen un cuarto de paz. 

Lila y yo nos vemos. Ambas estamos arrepentidas de lo que dijimos, así que un cuarto de paz a solas, no nos caería mal. 

—Guardián de la bebida, cierra la puerta —le pide Moríns a Daniel. 

Él la cierra de inmediato. Moríns suspira. 

—Karl si fue amenazado. 

—¡QUÉ! —expresamos Sila, Lila y yo. 

—Entonces… —Voltea Sila a ver a Antonio. 

—Eso de crea fama y échate a dormir es verdad… —habla Antonio—. Bueno, yo no fui. Y si tanto lo hice, ¿qué hice? — pregunta. 

—Ahora nos sabes. 

—No, no sé. Si pudieras darme más detalles, estaría buenísimo. 

—Hablamos en la boda de Cassandra Karagiannis, ¿recuerdas?, sobre la muerte de tu padre, y tú me comentaste que yo le había diagnosticado, porque viste mi firma. Pero, cuando traté de demandar, asesorado por Moríns aquí presente, comenzamos a recibir amenazas. 

—¿Amenazas? 

—Así es… amenazas —agrega Moríns. 

—¿Mías?, ¿llevaban mi nombre? —dice Antonio, en un tono de sarcasmo. 

—No, pero decían que me culparían de la muerte de tu padre. Por haber hecho un mal diagnóstico. Que echarían mi carrera a la basura. 

—Jamás me dijiste eso, ¿por qué? —inquiero, bastante sorprendida. 

—Tenías otros problemas y no quería alarmarte. 

—Ves como todos saben mentir. —Observa Antonio. 

Mi hermana Lila, sigue en silencio, escuchando con cautela. 

—Fuiste el único que me dijo sobre la firma, que yo lo había diagnosticado. Por ende, al ser el único, eres el que amenaza. 

El rostro de Antonio cambia de enojo a sorpresa. 

—¿Yo?, ¿no crees que pudo hacer alguien más? 

—Claro, Théa. Inconsciente por una poderosa droga… ella pudo ser. 

—Karl… —murmuro. 

—Pues, déjame decirte, que ahora si puedo demandarte por levantarme falsos, porque yo no fui.

—Aquí nadie, demandará a nadie —interrumpe Moríns, caminando hacia nosotros. 

—Moríns, ¿cómo sabías de las amenazas? 

—Karl me contó antes de irse a Nueva York, quería que siguiera atento pero, no ha pasado nada. 

—¿Qué tipo de amenazas eran? —pregunta Lila. 

—Primero fueron correos electrónicos, luego llamadas y finalmente, recibí un correo, con fotos tuyas. —Y Karl me ve a mí. 

—¿Fotos mías? 

—Sí. Tuyas, caminando por la calle. Me dio pánico y bueno, luego dijiste lo de Nueva York y pensé que era una idea increíble. —Supongo que Karl ve  mi expresión porque se justifica—. No me fui para huir, me fui porque iría contigo al infierno si es necesario. 

Sonrío. 

—Pues sí mi papá se entera de las fiestas clandestinas, puede que la sigas a la pobreza, porque la va a desheredar —bromea David. Y Karl por primera vez, sonríe. 

Lila interrumpe. 

—Lo siento Karl pero eso no prueba nada. Correos, llamadas y fotos… ¿quién te llamaba? 

—Voz distorsionada. 

—¿Las grabaste? —continúa mi hermana. 

—No, Lila, no lo hice. 

—Y los correos… 

—Los tengo yo. Son bastante amenazadores —habla Moríns. 

—¿Puedo verlos? 

—No los tengo conmigo, Antonio. No suelo viajar con eso, todo está en la oficina, en la fundación. 

—Pues yo no fui. Puede que haya sido el único que te dijo eso, pero no te amenazaría. Al contrario, quisiera saber también quién falsificó tu firma y por qué. —Antonio se pone de pie—. Además, ahora somos familia, eres mi concuño, y estoy de tu lado. Sé que mi carta de presentación no fue la mejor, ni la que todos esperaban, pero, sabes que soy un buen hombre. Lo sabes, te consta. 

Los ojos verdes de Antonio, ven los azules de Karl y en este mismo instante me viene a la mente lo distintas que somos mi hermana y yo pero, a la vez, lo parecidas en muchas actitudes, no solo físicamente.  Incluso, en la elección de hombres, no fue lo que esperábamos. Yo me veía saliendo con un hombre como Antonio, metido en problemas y cabello largo como gitano. Veía a Lila con alguien como Karl, en pocas palabras, un niño bueno. 

Ahora me siento terrible de lo que dije porque, en realidad, lo dije por culpa, por no haber estado con ella cuando me necesitaba y por estar haciendo mis tratos-no-tratos con Karl. No dejo de culparme con el típico “sin tan solo hubiese estado ahí”. 

—Entonces, ¿todo cool? —pregunta David. 

Karl y Antonio se ven de nuevo. 

—Lo dirá Karl, yo en realidad nunca tuve nada más para él qué respeto —habla Antonio.

Karl se pone de pie y suspira. 

—Estará todo “cool”, hasta que todo esto se termine, Antonio, y averigues todo el misterio de la muerte de tu padre. Pero, te creo. Te creo que no me amenazaste, aunque las pruebas están, alguien  me amenazó y más te vale que lo resuelvas. 

—Lo haré —contesta, con firmeza. 

Moríns nos ve a Lila y a mí y sabemos que es nuestro turno. 

—Pues si esto ya se terminó, todos para afuera, menos Lila y Alegra… —sentencia—. Los demás, creo que necesitamos un mezcal o dos… o lo que sea pero debe tener alcohol. —Abraza a Daniel—. Vámonos guardían de las bebidas. 

Lila y yo nos vemos a los ojos y asentimos con la cabeza. Sila y David se acercan y se unen a nosotras. 

—Nos quedaremos. Nosotros también necesitamos cuarto de Paz —habla Sila, aunque sé que lo hará para mantener la calma de todo y David, estará aquí para aliviar la tensión. 

—Te veo afuera, iré a checar a los niños —me murmura Karl, para luego abrazarme y decirme al oído—: tal vez yo lo olvidé ahora pero, cabeza fría, corazón cálido. 

Sonrío. 

Antonio le dice algo a Lila. Ambos se dan un beso sobre los labios y él sale junto con Karl. Sus alturas son iguales, hasta en eso Lila y yo somos parecidas. Quiero pensar que ellos también limarán asperezas, Moríns se encargará. 

Las puertas se cierran y los cuatro nos quedamos en aquella habitación que tantos tratos y acuerdos escuchó. Nos miramos mutuamente y sabemos que alguien debe comenzar. Estar los cuatro reunidos se siente raro, ya que, cada uno ahora está por su lado. 

Noto que nadie inicia, así que seré yo quién lo haga. 

—Pues, empiezo yo. —Inicio y todas las miradas se posan sobre mí—. Lo que te dije de Pablo y sobre ti, es cierto. Debes admitir que Pablo siempre ha sido el comodín en tu historia de amor, siempre. Y sabes que le diste alas muchas veces y se las cortaste de tajo. 

—Ahora está con Théa, así que supongo que eso ya no pasará. 

La tomo de las manos. Y Lila me ve a los ojos. 

—Dije eso sí, pero no lo dije con furia, Lila, si no para externar una preocupación. ¿Qué no ves de lo que hablamos ahora? Amenazas, plagios, engaños, abusos… Estoy preocupada por ti, en realidad lo estoy. Y sé que yo no he sido de las mejores hermanas. Acepto todo lo que dijiste de mí pero debes admitir, que esto que está envolviendo a la familia es algo obscuro. Jamás habíamos estado así. Sé que las historias de amor son complicadas pero, la tuya va más allá de eso. Todos, absolutamente todos deseamos que estés bien y que todo salga de maravilla. 

—Y saldrá. Antonio es inocente, es un buen hombre, y lo saben. Solo que cuesta romper con los viejos hábitos. Él ya se divorció y solo falta que Daniel le dé luz verde para sacar a los Karagiannis del mapa. Solo, den le tiempo. 

En ese instante, abrazo a Lila y lo hago con fuerzas. Ella hace lo mismo y las dos rompemos en llanto. 

—Perdóname —le pido. 

—No, perdóname. No era mi intención decirte eso. 

—Ni yo… No entiendo qué pasa, estoy llena de estrés y miedo y mucha culpa. 

—Yo también siento la misma culpa. Creo que arruiné la paz de la familia y no quise que así fuese. Siento que es un castigo por mentir, por no haber dicho las cosas claras. Te quiero hermana, te quiero más que a mi vida. 

—Yo igual… —respondo. 

Las dos nos soltamos a llorar, recordando que este lazo que me une a ella es tan fuerte que nadie lo podrá cortar. Sila y David se unen al abrazo, y de nuevo, ambas, nos sentimos protegidas. Supongo que la situación no lleva a sentirnos así. Nuestra abuela está enferma, a punto de morir, Lila está en peligro y la familia vive en un estado de alerta. No debemos dejar que planten semillas de discordia entre nosotros, no somos así. 

¿Desde cuándo los Canarias y los Ruiz de Con se convirtieron en sinónimo de miedo?, ¿desde cuándo todo es tan complicado? Ojalá mi abuela nos durara un poco más, ojalá mi abuelo estuviese aquí para resolverlo todo como solía hacerlo. 

8 Responses

  1. Hay no que no se dejen influenciar o que no dejen que esa mala semilla que tienen esa familia de los karadecaca; son una gran familia y saben dar solución a todo y juntos siempre apoyándose así sea como guardián de las bebidas =)

  2. Ame a Danielito 😂😂😂😂😂, y obviamente que alguien lo hizo a propósito para romper la familia, muchas ollas se van a destapar!!!

  3. El problema de que el mundo sea tan pequeño es que terminan cerrándose más los huecos y sabiéndose las verdades

  4. Uffff estuvo fuerte ese encontron. Y David la rompio contando lo de Morins jajajajajaja ay Morins siempre seras el que te pasa de todo jajajajaja un ratico de risa para liberar tensiones, estuvo bueno eso y preocupada por todo lo que se viene, si amenazaron a Karl ay Dios mio q susto

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