-Más noche, ese día – 

Después de tantos años, finalmente había llegado el día: la boda de Lila Canarias estaba a punto de celebrarse. Era la primera de dos ceremonias; la segunda, mucho más íntima, se llevaría a cabo en una isla privada cerca de Ibiza, en conjunto con la boda de su hermana. Pero hoy, este día, era solo para ella.

Todo estaba perfectamente en su lugar: el salón decorado con elegancia, la comida esperando ser servida, los invitados ya acomodándose, y Valentina, sobre todo, estaba lista para lo que vendría. Tras un desayuno espectacular con la familia Canarias & Co., Valentina había pasado un buen rato con los niños, quienes en cuestión de minutos la habían conquistado con su energía y sonrisas. También había aprovechado para tener una larga y agradable conversación con David Canarias, compartiendo historias sobre sus lugares favoritos en Puerto Vallarta.

David había mencionado cuánto disfrutaba volver a Puerto Vallarta y lo feliz que había sido durante su estancia allá. Valentina, emocionada por esa conexión compartida, lo invitó a visitarlo cuando quisiera y, con un gesto cómplice, prometió acompañarlo a la inauguración del proyecto que estaba por completarse.

Con esas palabras aún frescas en su mente, Valentina se subió al auto y regresó al hotel, lista para prepararse para la boda. Lila le había asegurado que los vestidos llegarían antes de la ceremonia, así que solo quedaba esperar. Sabía que la celebración sería espectacular, pero lo que no se esperaba era todo lo que le depararía el futuro en esta aventura en Madrid.

Su idea inicial era simple y clara: llegar a Madrid, realizar las modificaciones necesarias en el proyecto, terminar su trabajo y regresar. Pero, de alguna manera, los días en la capital española se habían vuelto algo más, algo inesperado. Estaba por completar apenas su primera semana y aún le quedaba mucho por recorrer. Madrid la había sorprendido, no solo con su belleza, sino con las personas que había conocido y las experiencias que había vivido.

Valentina no sabía exactamente cómo lo había logrado ni qué estaba haciendo bien, pero estaba convencida de algo: estaba viviendo algo único, algo importante. Sentía que formaba parte de algo más grande, y aunque no podía verlo del todo claro, la emoción y la expectativa de lo que venía le llenaban el corazón.

Por otro lado, David no estaba del todo bien. Aunque intentaba mantener la compostura y una sonrisa en el rostro por el gran día de su hermana, algo en su interior lo inquietaba profundamente. Todavía no se había reconciliado por completo con Ana Carolina. Desde la cena en casa de sus padres, las cosas entre ellos se habían vuelto más tensas. Ella, después de esa noche, se había marchado a La Rioja, y desde entonces solo se habían enviado algunos mensajes. Unos que, aunque buscaban sanar la herida, no habían logrado calmar el malestar que David sentía.

Ana Carolina sabía lo que había hecho. En cada uno de esos mensajes, trataba de disculparse, explicando su comportamiento, intentando acercarse de nuevo a él. Sin embargo, esta vez era diferente. Por alguna razón que David no lograba comprender del todo, lo había herido de una manera más profunda que en ocasiones anteriores. Quizás había sido la frialdad con la que había tomado la situación, o la distancia que ahora parecía alargarse más entre ellos, no solo física, sino emocional. 

David estaba acostumbrado a los altibajos en su relación con Ana Carolina. Sabía que las discusiones eran parte de ellos, que ambos tenían caracteres fuertes y que no siempre estaban de acuerdo. Pero esta vez, algo había cambiado. No estaba seguro de qué, pero lo sentía, y eso lo dejaba en un estado de confusión constante.

Sin embargo, no quería pensar en ello ahora, no quería dejar que esos pensamientos lo envolvieran. Hoy era un día especial, la boda de su hermana Lila, y debía ser un momento feliz. No quería arruinarlo con discusiones de pareja ni con ese peso que llevaba en el pecho.

Mientras observaba a los invitados entrar al salón, se prometió a sí mismo que, al menos por hoy, dejaría todo eso de lado. Guardaría sus preocupaciones para después, para un momento en el que pudiera sentarse a hablar seriamente con Ana Carolina y entender qué estaba pasando entre ellos. Por ahora, debía ser el hermano orgulloso, sonreír para las fotos y celebrar el amor de su hermana, aunque por dentro se sintiera perdido.

⎯No sé si el color terracota vaya con mi tono de piel ⎯se acerca su primo Héctor, vistiendo el traje que Lila confeccionó para la boda y que todos los hombres miembros de la familia debía llevar. 

Héctor es blanco de piel, heredado más de su padre Manuel que de su abuela Fátima que era de piel morena. El color terracota lo hace ver más blanco de lo normal, y parece pálido. 

⎯Creo que va contigo ⎯contesta Tristán, mientras se arregla el saco frente a un espejo que se encuentra en la entrada del salón del hotel⎯. Creo que te ves guapo. 

Su primo levanta la ceja derecha, demostrando incredulidad. 

⎯¿Qué tienes? ⎯pregunta. 

⎯¿Cómo? ⎯contesta Tristán, arreglándose el cabello. 

⎯¿Solo un ‘Te ves guapo’?, ¿qué pasó con el Tristán que me molesta y hace evidente mis defectos?, ¿con el que peleo por quién se ve más atractivo? ⎯inquiere Héctor, en un tono dramático. 

David se ríe bajito, después le da una palmada sobre la espalda y lo consuela. 

⎯Es mi regalo para ti. Vas a necesitar escuchar comentarios bonitos de mi parte hoy y creerte el más guapo, porque te lo mereces. ⎯Con un gesto le pide que vea a la entrada. Héctor voltea, y al notar que entra Mar usando un vestido espectacular, se le cae la quijada hasta el suelo⎯. Supongo que a Angelita no le va a dar mucho gusto. 

⎯No ⎯murmura Héctor, con los ojos sobre la mujer que ahora está seguro que ama⎯. No le gustará nada. 

Tristán ve la reacción de su primo y se pregunta si él se ve igual de ridículo cuando ve a Ana Carolina o si se siente así cuando la ve. 

⎯No entiendo. Si no quieres ya a Angélica, ¿por qué sigues con ella? ⎯pregunta, su voz es tranquila, pero con una nota de curiosidad.

Héctor, que no despega la vista de Mar, suspira profundamente antes de contestar:

⎯Es complicado… no sé cómo explicarte. El amor es complicado ⎯responde con resignación, como si esa fuera la única verdad que conociera. 

⎯Sí, lo es ⎯interviene Tristán, con un tono bajo y reflexivo, mientras su mirada se pierde en el horizonte, como si también estuviera hablando para sí mismo.

⎯Un día, estás seguro de que lo encontraste ⎯prosigue Héctor⎯  y después, te das cuenta de que está frente a tus ojos; siempre ha estado frente a tus ojos.

Mientras escucha, David siente cómo el ambiente a su alrededor comienza a cambiar. El aire se vuelve más denso, cargado de una expectativa que no sabe de dónde viene. Y es en ese instante cuando la puerta se abre.

Valentina entra. Todo a su alrededor parece ralentizarse. Los sonidos se hacen más distantes, y lo único que David puede ver es a ella. El cabello de Valentina, recogido en una impecable corona hecha de sus propias trenzas, le da un aire regio, casi etéreo. Los mechones entrelazados brillan bajo las luces del salón, con un sutil toque dorado que hace juego con el tono cálido de su piel. Su maquillaje, delicado, pero definido, resalta sus facciones. Los labios pintados de un suave tono malva y los ojos delineados con precisión le confieren una mirada misteriosa y poderosa, como si pudiera ver a través de él.

Lleva un vestido vibrante de color fucsia. La parte superior es un crop top con mangas largas y un diseño floral en relieve, lo que le añade textura y elegancia. El material parece ser translúcido, dejando entrever la piel ligeramente en los brazos y el cuello. La falda es larga y fluida, de gasa o un material ligero similar, con un corte alto en el centro que revela una pierna. Las sandalias que lleva son de tacón alto en un tono neutro, dejando que el vestido sea el centro de atención.

David parpadea, nervioso. Por un momento, piensa que todo esto no es real, que está atrapado en una especie de ensoñación. Siente su corazón palpitar con fuerza. La conversación de Héctor se desvanece a sus espaldas, y lo único que puede hacer es observarla.

Cada paso que Valentina da hacia él parece ralentizar el tiempo aún más. Su respiración se acelera, y la mezcla de emociones lo sobrepasa: asombro, atracción, y una punzada de ansiedad que no sabe cómo manejar. 

¡Qué demonios!, relájate Tristán, piensa, mientras se seca las manos sudorosas en los bolsillos de su pantalón, consciente de que su cuerpo le está jugando una mala pasada. David suele ser un hombre muy seguro, incluso, podría pasar por presunción, pero en este momento, se siente tan vulnerable que no sabe qué sucede; Valentina es sinónimo de confusión. 

⎯No cabe duda que un buen vestido hace milagros. ⎯La palmada de Héctor contra la espalda de David lo saca del momento, devolviéndolo a la realidad.

⎯¿Cómo?

⎯Valentina. Nada que ver con la chica que vimos en la mañana, ¿no crees? Seguro hay uno que otro candidato esta noche que quiera hablar con ella.

⎯Valentina no está buscando prospecto; no todas lo hacen ⎯responde Tristán, notando que su tono salió un poco más agresivo de lo que quería.

⎯Relájate, primo. No lo dije por ella. Pero mira, hay muchas miradas sobre ella.

Héctor señala disimuladamente a uno que otro invitado que, desde lejos, no puede dejar de observar a Valentina. Sin embargo, ella parece completamente ajena a todo, concentrada en la decoración del salón. Sus ojos recorren cada detalle, desde las flores hasta la disposición de las mesas, sin darse cuenta de las miradas que atrae.

Momentos después, las miradas de Valentina y Tristán se cruzan, y ella le dedica una sonrisa tímida. Se ve hermosa, sin duda, pero hay algo en su expresión que revela cierta incomodidad. Claramente, ese no es el tipo de vestido que ella escogería por voluntad propia, pero Tristán se siente aliviado de que Lila haya insistido en que lo usara.

Valentina comienza a caminar hacia él con cautela, concentrándose en no tropezar con los tacones que no está acostumbrada a llevar. Finalmente, se detiene frente a Tristán.

⎯Di la verdad, no me veo bien, ¿cierto? Le dije a tu prima Jo que no…

⎯Te ves… ⎯Tristán se queda sin palabras. En su mente, desfilan adjetivos como hermosa, bella, espléndida, radiante, deslumbrante, pero lo único que consigue articular, casi como un reflejo⎯. Bien, te ves bien.

Valentina lo observa, entrecerrando los ojos, y luego esboza una sonrisa irónica.

⎯Tú tampoco te ves tan mal ⎯comenta ella, notando lo increíblemente bien que le queda ese traje hecho a la medida⎯. Con ese conjunto tan bonito, llamas mucho la atención.

A pesar de llevar el saco perfectamente ajustado, el cuerpo trabajado de Tristán era innegable. Los músculos de sus brazos se marcaban ligeramente, tensándose cada vez que movía los hombros o alzaba las manos.

 El traje, hecho a la medida, resaltaba su figura de forma impecable, pero lo que más captaba la atención de Valentina era la camisa blanca debajo del saco. La tela fina y ajustada dejaba entrever la forma de su torso, delineando claramente los músculos de su pecho y abdomen, que se mantenían firmes incluso en reposo. 

Valentina trataba de mantener la compostura, pero era imposible no notar lo bien que se veía. Cada pequeño movimiento parecía destacar aún más su físico, y ella, aunque intentaba no hacerlo obvio, no podía evitar seguir con la vista las líneas que la ropa dibujaba sobre su cuerpo. Era como si el traje no fuera capaz de esconder la fuerza y la elegancia natural que él emanaba. 

Ella tragó saliva, tratando de disimular lo nerviosa que se sentía. ¿Cómo podía alguien verse tan bien y tan natural al mismo tiempo?

⎯Con ese color, llamas mucho la atención. ⎯Terminó la frase. 

⎯Yo no llamo la atención, irradio clase ⎯responde él con tono burlón y presuntuoso, arrancándole una sonrisa a Valentina.

Los dos se ríen suavemente, liberando la tensión que había quedado flotando en el aire. Ambos están nerviosos, pero lo disimulan entre risas y bromas, buscando, en medio de las palabras, una forma de sentirse más cómodos en la extraña atracción que ha empezado a crecer entre ellos. El salón sigue lleno de invitados, las luces centellean, pero, por un momento, parece que no hay más que ellos dos en la habitación.

⎯¿Cómo es que mi sobrina la convenció de venir a la boda y usar este vestido, y a mí me rechazó? ⎯pregunta, con una sonrisa que ilumina su rostro, una mezcla de picardía y curiosidad. 

Valentina baja la mirada un segundo, tratando de acomodar la falda del vestido. Su mano desliza el suave material, asegurándose de que la tela fluya sin arrugas. Mientras lo hace, ajusta sutilmente la falda para que no se note tanto su abdomen ligeramente marcado, plano, pero algo que a ella le incomoda.

⎯Bueno, Fátima tiene un abogado… no creo que pueda negarme a nada ⎯bromea Valentina, rompiendo el hielo y provocando una risa en David. Su sonrisa era natural, casi despreocupada, y cuando reía, esa forma tan relajada de ser lo hacía aún más atractivo. Era de esas sonrisas que desarman a cualquiera, y Valentina lo sabía.

⎯Supongo que mi sobrina ganó el caso sin querer. 

⎯Sí, lo hizo. Además, ella me prometió pasar la noche en el jardín y tú no, así que es un punto a su favor; me encanta la naturaleza, y hoy la noche es ideal. 

⎯¿Le gusta la naturaleza? ⎯pregunta David, interesado. 

⎯Sí. No hay nada más bonito que la naturaleza. Ella llegó primero, y nosotros debemos respetarla. Es el hogar de muchos y el refugio de otros. Para mí, allí se refugian los recuerdos.

La plática de Valentina y David es interrumpida por la llegada de un hombre alto, muy alto, rubio y de ojos azules. De su brazo, trae a una mujer, de cabello castaño y bastante atractiva, con un porte seguro. 

⎯¡Hey, there it is! ⎯grita, y va hacia Tristán con una sonrisa. El hombre es tan alto que David se hace bajo⎯. Mi primo favorito. 

⎯¡No mientras por convivir, Jon! ⎯contesta David. 

Valentina sonríe. 

⎯Te presento a mi pareja de esta noche, la señorita Moretti. ⎯La mujer sonríe y le da un fuerte apretón de manos. 

⎯Dirás… ¿agente? ⎯murmura Tristán. 

⎯Hoy no hay agentes, ni misiones, solo somos invitados a la boda del año, baby. 

Jon voltea a ver a Valentina y sonríe. Con delicadeza toma su mano y se flexiona. 

⎯Jon Carter Ruiz de Con, señorita. ⎯Y besa ligeramente su mano. 

⎯Es el hermano gemelo de Jo… ⎯explica David, tratando de quitarle los humos de agente secreto conquistador. 

⎯Lo supuse ⎯responde Valentina, sonrojada⎯. También sabes cosas, supongo. 

Jon contesta: 

⎯Muchas. ⎯Le guiñe un ojo⎯. También, le puedo mostrar y enseñar cosas… soy muy didáctico ⎯habla en un susurro. 

⎯Ya, ya, ya. ⎯Le pide David, mientras se interpone entre Valentina y Jon⎯. Aquí nadie le enseñará nada a nadie. 

Jon sonríe, provocando que Valentina se sonroje. 

⎯¡Ese Inspector Clouseau! ⎯Se escucha una voz al fondo. 

Moríns entra por la puerta, acompañado de Sila y de sus cuatro hijos, que vienen vestidos con ropa adorable y para la ocasión. 

Valentina se ríe. Lanza una carcajada que llama la atención a David y lo hace sonreír. 

⎯Dios… este hombre ⎯bromea, Jon con una sonrisa. 

⎯¡Valentina! ⎯grita Fátima, y viene corriendo hacia ella. 

⎯¿A mí no me vas a saludar? ⎯pregunta Tristán. 

⎯Ya te saludé mucho, ahora le toca a valentina ⎯responde Fátima, tomándola de la mano. 

⎯Yo te saludo, tío ⎯habla Eva, con esa voz tan tierna que tiene. 

Tristán se agacha y la carga entre sus brazos. 

⎯¿Cómo estás, amor mío? 

⎯Incómoda ⎯contesta⎯. Es un vestido muy grande, prefiero los pantalones. 

⎯Te comprendo. 

⎯Tristán, Moríns, Jon… ⎯indica Sila, diciéndoles que deben ir para iniciar la ceremonia⎯. Fátima, ve con la niñera. 

⎯No, no… yo me encargo de los cuatro ⎯se ofrece Valentina. 

⎯¿Segura? ⎯pregunta Sila. 

⎯Sí… yo me encargo. 

⎯Bien. Recuerden que los necesito limpios y arreglados para la foto familiar. Después pueden ensuciarse. 

⎯¡Sí! ⎯grita Eva. 

Tristán le da una mirada fugaz a Valentina y ella sonríe. Después, él se aleja y ella se queda con los niños. 

***

La ceremonia de Lila y Antonio fue verdaderamente hermosa, conmovedora, y llena de amor y alegría; se notaba que habían esperado mucho tiempo para este momento. David Canarias entregó a su hija entre lágrimas de felicidad, y Luz Ruiz de Con le dio un gran abrazo al novio. Valentina supo que era la madre de Tristán porque prácticamente es su vivo retrato.

Como testigos, Sila y Moríns estuvieron del lado de Antonio, mientras que Karl Johansson y Alegra, la hermana gemela, acompañaron a Lila. David se mantuvo al lado de Daniel todo el tiempo, ambos conversando con Jon y Jo. Héctor se mantuvo serio, con los brazos de su novia alrededor suyo, mientras su mirada se dirigía a Mar, quien llegó acompañada de un hombre muy guapo, casi demasiado para ser real.

Después de la ceremonia, hubo una sesión de fotos familiar en el hermoso jardín, donde las flores en tonos cálidos parecían abrazar el ambiente festivo. Valentina observó desde lejos, con una sonrisa suave que no lograba borrar. Aquella familia era demasiado grande y alegre, como si vivieran en su propio universo, uno lleno de risas, abrazos y complicidad. Las generaciones antiguas estaban tan unidas a las nuevas que la sinergia entre ellos se volvía contagiosa. Era imposible no desear formar parte de ese grupo. Ser un Canarias, un Ruiz de Con, un Carter, salir en las fotografías, ser parte de las conversaciones animadas, reírse con Moríns, o tener secretos que solo Jon y Jo comprendían. 

Valentina admiraba la fortaleza y determinación de las hermanas Ruiz de Con, su manera de caminar por la vida con seguridad. También envidiaba la hermandad que se percibía entre Daniel, David, Héctor y Jon, una relación que, a pesar de sus diferencias, parecía inquebrantable. Eran como pilares que se apoyaban mutuamente, y Valentina sintió un anhelo profundo de pertenecer a algo así, a una familia que, aunque imperfecta, estuviera tan conectada y llena de amor.

Mientras observaba a todos posar para las fotos, ella se preguntó cómo habría sido su vida si su propia familia hubiera crecido de esa manera. Octavio, su hermano mayor, probablemente ya sería padre, y ella tendría sobrinos corriendo por el jardín. Sus hermanas tal vez tendrían novios, y ella misma quizás no estaría sola. Su mente voló a un futuro alternativo, uno donde sus padres aún estuvieran juntos, enamorados como David y Luz, riéndose entre ellos con la calidez de quien ha compartido una vida llena de momentos felices. 

El pensamiento la llenó de melancolía. A veces, era difícil no imaginar lo que podría haber sido si todo hubiera salido de manera diferente. Valentina suspiró, guardando sus pensamientos en lo profundo de su corazón mientras continuaba observando aquella familia que, por un momento, le pareció el reflejo de todo lo que siempre había deseado.

Finalmente, la sesión de fotos terminó, y la fiesta dio inicio con música alegre y luces que empezaban a brillar a medida que caía la tarde. El ambiente estaba cargado de risas, brindis y la emoción de los recién casados. Lila, con su habitual gentileza, se acercó a Valentina para decirle que su lugar no estaba en la mesa de los niños, sino en la mesa familiar, justo al lado de David, en el lugar que Ana Carolina originalmente iba a ocupar.  

Valentina sonrió, pero se negó con suavidad. Le aseguró que estaba bien sentándose con Fátima, como le había prometido. No quería incomodar más a la familia después de todo lo que habían hecho por ella, y sentía que su sitio, al menos esa noche, no estaba en el centro de las miradas. Así que se dirigió a la mesa de los niños, donde los sobrinos de Lila ya la esperaban con entusiasmo. 

Para su sorpresa, no mucho después de que se acomodara, David se levantó de la mesa principal y se fue a sentar con ella. Al llegar, Fátima soltó una risita de pura emoción, sus ojos brillaban ante la presencia de su tío favorito. La pequeña no podía contener su felicidad, y Valentina no pudo evitar sonreír ante la reacción. Parecía que en esa mesa, entre risas infantiles y charlas animadas, el ambiente era mucho más relajado, casi íntimo.

Comieron juntos mientras la conversación se enfocaba en cosas importantes para los niños: los últimos videojuegos, los libros favoritos de Fátima, y las aventuras imaginarias que planeaban para el verano. También se enfrentó a las preguntas de Fátima, que Valentina contestó con mucha astucia. La niña expresó su deseo de ser psicóloga y científica, asegurado que podría ser esas dos cosas a la vez; nadie se lo negó. 

Conforme la fiesta avanzaba y el ambiente se volvía más relajado, en la mesa de los niños surgió una pequeña revolución. En lugar de unirse a los bailes y las fotos de la pista principal, Valentina y David, junto a los sobrinos, comenzaron a jugar Pictionary, uno de los muchos juegos de mesa que habían sido colocados en la guardería para los más pequeños. Las risas se multiplicaban con cada dibujo descifrado, y por un momento, aquella mesa se convirtió en su propio mundo, lleno de creatividad y complicidad.

⎯No es justo ⎯reclama David, al notar que su dibujo es horrible⎯. Eres ingeniera, sabes dibujar. 

⎯Es muy fácil dibujar un zapato, David, no tiene mucha ciencia ⎯expresa Valentina entre risas. 

⎯Sí tío… 

⎯Bueno, entonces yo reprobé ciencias ⎯concluyó David, entre sonrisas. 

La música comenzó a ponerse más animada, y David se percata de que ha pasado mucho tiempo jugando con sus sobrinos. 

⎯Fati, pequeña, ¿crees que pudieras ir a jugar con los otros niños y tus primos a la guardería o el jardín?, creo que Valentina y yo necesitamos un descanso. 

Fátima vio la escena y supo que era momento de retirarse. En ese aspecto era como su madre, prudente en acciones, imprudente al preguntar. 

⎯Pero, ¿luego jugamos? ⎯dijo. 

⎯Sí, luego jugamos ⎯asegura Tristán. 

Los niños se levantan, y como un ejército de nuevas generaciones salen corriendo hacia el jardín. Valentina y Tristán se quedan solos en la mesa, mientras al fondo ven cómo todos bailan reguetón y otros invitados platican. Los primos, cuñados y hermanas de Tristán se encuentran en la pista bailando; incluso el acompañante de Daniel y Vera Moretti. Valentina se sintió mal en ese instante por ser ella misma; en realidad no era su culpa, o ya no lo sabía. 

⎯¿Te la estás pasando bien? ⎯pregunta David. 

Valentina sonríe y asiente. 

⎯Mucho, gracias. No está tan mal. 

⎯No, no lo está. 

Valentina suspira. 

⎯Si quieres ir a bailar con tus primos y hermanas por mí está bien, no tienes que quedarte. 

⎯No, quiero estar aquí ⎯dijo él sonriendo⎯. No tengo muchas ganas de bailar en la pista. 

Prácticamente, la mesa donde Tristán y Valentina se encontraban estaba pegada a la terraza, desde ahí se podía ver el jardín, y escuchar la música sin problema. 

⎯¿Quieres ir a caminar? ⎯pregunta David⎯, mientras se pone de pie y se quita el saco. 

Valentina asiente, y se pone de pie para, en seguida acomodarse la falda. Se sorprende cuando Tristán le ofrece su brazo para caminar. 

⎯Vamos. 

Atrás queda la música, mientras ambos salen al jardín. Valentina lanza un suspiro fuerte, como si estuviese recuperándose y tomando aire puro. 

⎯¿Todo bien? ⎯pregunta David. 

⎯Sí. Solo no estoy muy acostumbrada a estar entre tanta gente ⎯responde Valentina. 

⎯No eres mucho de fiestas, ¿cierto? 

⎯No. En realidad no soy mucho de muchas cosas ⎯habla en un tono de pena⎯. A mis 25 años no he experimentado muchas cosas. Es vergonzoso, pero, es verdad. 

⎯¿Nunca has ido a un concierto? ⎯pregunta David. 

Valentina niega con la cabeza. 

⎯¿En verdad?, es más… ¿Qué música te gusta? 

⎯Pues… ⎯Valentina piensa un poco. Se siente nerviosa en ese momento; entre al aroma de David y la fuerza de su brazo no sabe qué pensar. 

⎯¿Nadie? 

⎯Es que… no sé. Sé que pensarás que he vivido debajo de una piedra y tal vez sea así. 

⎯No, jamás opino cosas negativas de las personas. Ya te dije lo que pienso de ti. 

Valentina se sonroja al recordar lo que le confesó hace unos días. 

⎯¿Siempre eres así? ⎯inquiere ella, mientras sigue caminando por el hermoso jardín, decorado para la ocasión. 

⎯¿Cómo? ⎯pregunta él, y sus ojos se cruzan con la mirada de Valentina. 

⎯Así… ⎯Valentina trata de encontrar las palabras.

⎯¿Presumido? ⎯David arquea una ceja, divertido.

⎯No ⎯niega Valentina, con una sonrisa nerviosa.

⎯¿Ya no soy presumido? ⎯pregunta él en tono juguetón, acercándose un poco más.

⎯Bueno, sí, un poco, pero no es eso…

⎯¿Entonces soy presumido o no? ⎯David ríe suavemente⎯. Usted, señorita de la Torre, me confunde mucho.

Sus miradas se intensifican. El aire a su alrededor parece vibrar con una energía especial. Valentina trata de controlar su respiración, pero la proximidad de David la desarma. Él, por su parte, no deja de admirar sus ojos, esos que siempre brillan como luceros en la penumbra de la noche.

Están en una terraza iluminada por luces cálidas, con el murmullo suave de la fiesta de fondo. Todo parece distante, como si el mundo hubiera decidido detenerse solo para ellos. De repente, empieza a sonar “Por Debajo de la Mesa” de Luis Miguel, una melodía que envuelve la escena con una atmósfera íntima, romántica.

⎯¡Dios!, Moríns ya empezó con su lista de reproducción noventera de Luis Miguel ⎯se queja entre risas Tristán.

Valentina se ríe. 

⎯A él sí lo conozco. ¿Sirve como respuesta de música favorita? ⎯dice, entre sonrisas. 

⎯No, pero al menos es algo… ⎯confiesa Tristán.  

Entonces, sin decir una palabra más, él extiende su mano hacia Valentina, invitándola a bailar. 

⎯No, yo no sé bailar… ⎯admite. 

⎯Yo tampoco ⎯contesta Tristán, en un murmullo. 

Ella lo mira, duda por un segundo, pero al sentir el calor de su mirada, acepta. David la rodea suavemente con un brazo, su otra mano está entrelazada con la de ella, manteniendo una cercanía que hacía difícil ignorar la tensión entre ambos. 

Cada nota de la canción parece vibrar entre ellos, envolviéndolos en una burbuja donde solo existen sus miradas. Sus cuerpos se mueven lentamente al ritmo de la música, como si fuesen hechos para bailar juntos.

⎯Por debajo de la mesa… acaricio tu rodilla ⎯susurra David, acompañando la letra con un ligero roce de su mano en la cintura de Valentina, lo justo para que ella lo sintiera, pero no demasiado como para quebrar el hechizo.

Valentina respira hondo, sintiendo cómo su corazón late más rápido con cada segundo. Sus manos siguen entrelazadas, pero la conexión va mucho más allá del simple contacto físico. El aire entre ellos es denso, cargado de deseos no dichos, de miradas que hablan de una atracción profunda.

Los ojos de David no se apartan de los suyos, y Valentina siente cómo las rodillas tiemblan ligeramente. No hay prisa, solo la suavidad de sus cuerpos moviéndose al ritmo de una canción que parece hecha para ellos. 

Mientras los versos siguen, David se acerca un poco más, lo suficiente como para que Valentina pueda sentir el calor de su aliento en su mejilla.

⎯Me absorbes el espacio, despacio me haces tuyo ⎯susurra él, su voz baja y grave, tan cercana que parece envolverla.

Valentina se deja llevar, apoyando su cabeza ligeramente en su hombro, sintiendo su respiración entrecortada por la cercanía. El mundo exterior se desvanece; en ese momento, solo existen ellos dos, el suave vaivén de sus cuerpos y la magia de la canción que los envuelve. 

Cuando la música comienza a desvanecerse, David levanta su rostro con delicadeza, sus dedos apenas rozan la barbilla de Valentina. Sus miradas se encuentran de nuevo, y en esos ojos oscuros y profundos, ella ve todo lo que él no se atreve a decir en voz alta. 

Por un instante, el mundo dejó de girar. La electricidad entre ellos es innegable, y en el brillo de la terraza, parece que cualquier cosa podía pasar.

⎯Valentina… ⎯susurra, apenas audible, como si el peso de todo lo que siente se condensara en su nombre.

Ella solo le devuelve la mirada, con los labios entreabiertos, sintiendo cómo todo su ser vibra en sincronía con él. Y aunque las palabras sobran, en ese instante ambos supieron que algo ha cambiado para siempre entre ellos. 

⎯Valentina… ⎯vuelve a murmurar Tristán, acercándose a ella, su rostro a escasos centímetros del suyo.

El aire entre ellos es denso, cargado de tensión, y cuando sus miradas se cruzan una vez más, ella siente como si el tiempo se hubiese detenido. El calor de sus cuerpos, la cercanía de sus labios… todo apuntaba a un momento inevitable. Pero justo cuando Tristán inclina la cabeza, listo para romper esa distancia, una voz irrumpe en el aire:

⎯¡Tristán! ⎯grita alguien desde el otro lado de la terraza.

El hechizo se rompe de inmediato. Valentina da un paso atrás, sobresaltada, mientras ambos giran hacia el sonido. Ana Carolina, radiante y sonriente, sale del salón caminando hacia ellos. 

Tristán parpadea, como si recién despertara de un sueño, y rápidamente se separa de Valentina. Le dedica a Ana Carolina una sonrisa cálida, la misma que solía ofrecerle a Valentina momentos antes.

⎯Ana Carolina… ⎯dice él, con la voz suave y cargada de sorpresa⎯. ¿Qué haces aquí? 

⎯Logré llegar de La Rioja para llegar a la boda. No podía perdérmela por nada del mundo. ⎯Ella llega, y le planta un beso a Tristán sobre los labios y lo abraza⎯. Tenemos mucho que hablar, ¿crees que podamos hacerlo ahora? 

⎯Sí, claro… ⎯responde Tristán, todavía sin saber qué pasó. 

Valentina, viendo la escena frente a ella, siente que su corazón se comprime. La realidad la golpea con una fuerza abrumadora.

⎯Perdón… ⎯murmura, con la voz temblorosa⎯. Creo que ya es tarde y tengo sueño, mejor me retiro.

Sin esperar respuesta, les lanza una última sonrisa forzada y se despide rápidamente. Se gira, alejándose de la pareja, y comienza a atravesar el jardín, con el sonido lejano de la música de la fiesta resonando en el fondo.

 Los pasos se le hacen pesados, y cada respiración más difícil que la anterior. Cruza el salón sin detenerse a mirar a nadie, con una sensación de vacío en el pecho que se hace cada vez más insoportable.

Cuando finalmente llega al elevador, pulsa el botón y espera, deseando poder escapar. Las puertas se abren y entra sin pensarlo dos veces. Justo cuando las puertas se cierran a sus espaldas, las lágrimas que había estado conteniendo se desbordan sin control. Se sujeta del pasamanos, incapaz de mantenerse firme ante la ola de emociones que la golpea.

En ese instante, Valentina se da cuenta de la verdad que ha evitado enfrentar: en sueños, en el mundo onírico, Tristán es de ella. En esos breves momentos robados, donde la realidad no pesa, él la mira como si fuera todo lo que importa. Pero la vida real es otra. Aquí, en el mundo tangible, Tristán pertenece a Ana Carolina, y Valentina está completamente sola. Tristán nunca estará a su alcance y Ella tiene que entender su lugar.

11 Responses

  1. Ahhhhhhh!! 🫢 No puede ser… 💔 Mi presión sube y baja con estos chicos!… Lo siento por Valentina que llegó a la vida de Tristán en un tiempo lleno de confusión… Espero que no sufra tanto por la desilusión 🥺.
    Ay Tristán, no juegues con fuego, hijito. Mantente firme y respeta los límites, como lo has venido haciendo 👍🏼.

    PD. Amé el capítulo 💖

  2. Ay nooooooooooo…… Casi me da algooooooo. Que señor capitulazooo… ufff Ana muchas gracias. Me encantoooo. Me erizó, me emocionó, me dejo el corazon a mil

  3. Hayyy que bello capítulo hasta que llego Ana Carolina 😐

    Valentina ojalá y no sufra mucho por todo lo que esta sintiendo 💔

  4. Oohhh el capítulo está fuerte 🔥🔥🔥😍🥰 el corazón latiendo a mil por horas💓💓💓 y de repente puff!! Todo se desvanece 🙃 pobre Valentina 🥺🥺 qué pasará ahora?

    A todas está, la familia se ha dado cuenta de lo que pasa entre ellos?

  5. Me he transportado a la boda leyendo este capítulo, y casi me sentí Valentina, puse mis labios así…😘😘😘🤪🤪🤪
    Ana Caro, quien te manda a venir justo ahora, sigue con tus vinos😠😠🫢
    Ay Tristan ponle fin a esa relación, ya sabes que Valentina te hace tilin tilin…🥰🥰🥰

  6. Amé que nos dejaras en suspenso sobre quien es el acompañante de Daniel. Cruzo los dedos para que sea Tazarte y no Sebastián.

  7. Yo soy la tía metiche que ve todo desde aquí, por que el vestido de valentina me lo he imaginado a la perfección, solo extrañe que la familia cho carter no tuviera mención y espero que Tristan termine ya de una vez con ana caro la inoportuna

  8. Mi corazón se hace pequeñito!! Creo que estoy sufriendo más que Valentina!!
    Yo estaba en ese trance, escuchando la música de fondo, bailando, mejor dicho flotando!!!! Y plop caí de golpe!!

    Tristán debe estar en un mar de emociones, y contradicciones, entre lo nuevo y lo conocido!!

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