DANIEL 

A pesar de mi dolor de cabeza, abro los ojos de par en par para ver al hombre que tengo frente a mí: Raúl. Su rostro marcado y atractivo, con rasgos definidos y equilibrados, me trae recuerdos de mi primer amor, de la persona que me hizo sentir que era especial.

Recorro con mi mirada su mandíbula fuerte, la barba espesa y perfectamente bien recortada que le da un aire maduro y varonil. Sus pómulos están ligeramente acentuados, añadiendo profundidad y carácter a su expresión. Sus ojos intensos y expresivos, rodeados de esas cejas gruesas, me observan fijamente, como si esperara que dijera algo, como si estuviera midiendo cada palabra que saliera de mi boca.

Había pasado mucho tiempo, pero Raúl era como las olas del mar: siempre vuelve, no importa cuántos intentos haya hecho por alejarme de él. Y ahora, aquí está, en mi oficina, irrumpiendo en mi espacio, en mi vida, como si nunca hubiera dejado de estar presente.

⎯¿Qué quieres, Raúl? ⎯pregunto, sintiendo que la presión en mi pecho aumenta. Mi cabeza sigue doliendo, pero la presencia de él intensifica ese malestar, un nudo en mi garganta que se forma al verlo.

Raúl está allí, mirándome fijamente con esa expresión inconfundible, como si nada hubiese pasado. Su presencia, su cercanía, lo cambia todo. Me siento atrapado en su mirada, como si estuviera retrocediendo a un tiempo en el que todo era confuso, pero apasionado. Mi mente se nubló de inmediato, el dolor de cabeza, multiplicándose.

⎯Dan… ⎯pronuncia mi nombre con suavidad, como si todo lo que pasamos no fuera más que un mal sueño que ahora intenta corregir. Vine porque no me contestabas.

⎯Creo que el mensaje estaba claro. ⎯respondo con tono severo, tratando de mantenerme firme. Pero la presión en mi cabeza no me deja pensar con claridad.

⎯Necesito hablar contigo… ⎯su voz se quiebra, rogando.

⎯Pues yo no… no tengo nada qué hablar. ⎯respondo, mi respiración se vuelve entrecortada. No quiero que esté aquí.

Me quito el saco, arreglándome los puños y el cuello mientras trato de mantener el control, sin mirarlo. No lo quiero ver, no puedo. Pero, a pesar de todo, mi cuerpo reacciona ante su cercanía. Hay algo en su presencia que no puedo dejar de sentir.

⎯Dan… necesito hablar contigo. ⎯repite, y esta vez me toma de los brazos.

⎯Basta… ⎯digo, mi visión comienza a volverse borrosa, el dolor de cabeza se intensifica.

⎯Tengo tantas cosas que decirte, por favor. ⎯me suplica, pero sus palabras se vuelven una marea en mi mente.

⎯Raúl… ⎯pronuncio, mi voz temblando. De repente, siento un giro extraño en mi cuerpo. La migraña se ha concentrado en mi ojo izquierdo. Me esfuerzo por abrir los ojos, pero las sombras se ciernen.

⎯Sé que no merezco que me escuches, pero han pasado cosas y…

⎯¿Cosas? ⎯pronuncio enojado, aunque más bien es el dolor de cabeza quien habla. ¿Cómo qué cosas, Raúl? ¿También terminaste en el hospital por los golpes que te dieron? ¿Caíste en depresión? ¿Trataste de quitarte la vida? ¡Te traicionaron acaso! ¡TE HICIERON SENTIR MIERDA! ⎯grito, el dolor en mi cabeza estallando, mi cuerpo perdiendo el control.

Me suelto de los brazos de Raúl y me dirijo al baño. Enciendo la luz y, al quitarme las gafas, veo el enrojecimiento en mi ojo izquierdo.

⎯Mierda… ⎯murmuro, con la visión cada vez más borrosa.

⎯Dan. Sé que mi hermano te hizo sentir así, y sé que yo no hice nada para defenderte, pero debes entenderme, a mí ya me habían amenazado, iba a ser padre, mi otro hermano me tenía sujeto y… te amo. ⎯pronuncia, con un tono tan conmovedor que me hace voltear a verlo, aunque el dolor en mi cabeza es casi insoportable. Te amo, siempre te he amado y siempre te amaré. Quiero arreglar, ahora soy libre, ahora soy libre para amarte…

Esas palabras me llegan al corazón, pero mi cuerpo no responde. El dolor empeora.

⎯¡Marlen! ⎯grito, mi voz quebrándose.

⎯Dan… escucha, escucha… ⎯me pide, pero la voz de Raúl me parece lejana.

⎯¡Marlen! ⎯grito nuevamente, llevándome la mano a la cabeza. Mi visión se nubla, y la sensación de estar perdiendo el control es abrumadora. ¡Marlen!

⎯¿Dan? ⎯pregunta Raúl, mientras me toma entre sus brazos, pero no es suficiente.

⎯¡Marlen! ⎯grito, mi cuerpo debilitado por el dolor y la ansiedad.

⎯Aquí estoy… ⎯responde Marlen, entrando en la habitación, pero noto que hay alguien más entrando detrás de ella.

⎯Llama a mi tío David, dile que lo vea en el hospital.

⎯¿Cómo? ⎯pregunta, confundida.

⎯¡Solo llámalo! ⎯grito desesperado, sintiendo cómo mi cuerpo está a punto de colapsar. No llames a mis padres, llama a mi tío.

⎯Sí, sí… ¿qué pasa? ⎯pregunta asustada.

⎯Solo ve… ⎯escucho una voz que me es familiar.

De repente, siento como las manos de Raúl dejan de tocarme, y otro par me toma entre los brazos.

⎯Ven, vamos… yo te llevo. ⎯me dice Tazarte, y en ese momento, sé que es él.

⎯No puedo… ⎯pronuncio, el dolor es insoportable, y el pánico me está sobrepasando. Siento muchas náuseas.

⎯¿Dan? ⎯escucho a Raúl, pero sus palabras ya no significan nada.

Tazarte abre el grifo del baño.

⎯¿Quieres devolver el estómago? ⎯me pregunta, su voz calmante.

⎯No, quiero irme… yo.

⎯¿Estás bien? ⎯me pregunta Raúl, pero su voz ya me resulta molesta.

⎯No sé quién seas, pero ¿puedes callarte? Gracias ⎯habla Tazarte. 

Entonces, vulnerable, lleno de miedo y con un dolor de cabeza infernal, siento cómo Tazarte me levanta entre sus brazos y me carga.

⎯Tranquilo, ya te tengo. ⎯me murmura, y con ese susurro, salimos de la oficina.

⎯¿Dan? ¿Estás bien? ⎯escucho la voz de Raúl, pero ya no tengo fuerzas para responder.

Después, pierdo el conocimiento.

***

⎯El joven Ruiz de Con presentó una crisis causada por un aumento significativo de la presión intraocular en su ojo afectado por el glaucoma. Este aumento desencadenó varios síntomas que lo llevaron aquí. La migraña fue una manifestación típica de la presión elevada. Esta presión también comprometió temporalmente el nervio óptico, lo que causó la pérdida momentánea de visión en ese ojo. Afortunadamente, no hay daño permanente en este momento, pero la situación es delicada.

⎯¿Delicada? ¿Qué quiere decir exactamente con eso? ⎯pregunta mi tío, su tono ahora completamente profesional. Es impresionante cómo cambia de actitud cuando entra en modo doctor. Es como si tuviera dos personalidades: el tío relajado, que le sigue el juego a Moríns, y el doctor comprometido que salva vidas.

⎯El glaucoma de Daniel está progresando. Este episodio indica que el tratamiento actual para controlar la presión intraocular podría no estar funcionando de manera efectiva. Necesitamos ajustar su tratamiento, posiblemente con medicación más agresiva, o incluso considerar una intervención quirúrgica si el avance no se detiene. ⎯explica el doctor, tomando notas detalladas.

⎯¿Intervención? ⎯pregunto, mi voz apenas audible, el pánico acumulándose en mi pecho.

Mi tío me mira y, como para calmarme, su rostro se suaviza, adoptando ese tono tranquilizador que solo él sabe usar.

⎯¿Qué tan urgente sería? ⎯pregunta, sus ojos reflejando la preocupación de alguien que se preocupa profundamente.

⎯No de inmediato, pero no podemos ignorar lo que pasó. Vamos a realizar un seguimiento exhaustivo con un oftalmólogo especializado en glaucoma. Mientras tanto, hemos controlado la presión intraocular con medicación tópica y oral aquí mismo, y los síntomas han disminuido. ⎯responde el doctor, revisando su portátil, donde está todo el historial médico.

⎯¿Es posible que vuelva a pasar? ⎯pregunto, con el corazón aún acelerado.

⎯Podría ocurrir, pero si seguimos las indicaciones médicas y hacemos los ajustes necesarios en su tratamiento, podemos minimizar ese riesgo. Lo importante es que sea constante con las revisiones y cualquier indicación médica. ⎯dice el doctor, mirando a mi tío para confirmar que comprende la importancia de un seguimiento continuo.

Suspiro. Tal vez el crecimiento del glaucoma sea una señal de lo terrible que es que Raúl haya regresado a mi vida. Como si todo estuviera colapsando a mi alrededor, todo al mismo tiempo.

⎯Ayúdalo a mantener la calma, David, y a que cumpla con las recomendaciones. La ansiedad o el estrés pueden agravar este tipo de crisis. ⎯me dice Bernardo, mirando el reloj de la sala, notando que el tiempo está pasando.

⎯Entendido, gracias, Bernardo. ⎯le responde mi tío, dándole un apretón de manos antes de volverse hacia mí, con su tono habitual de alivio pero también de advertencia.

⎯De nada. Lo daremos de alta cuando lo veamos estable. Ahora, solo debe descansar. Le dejaré la receta con las enfermeras y tendrá una semana de descanso.

⎯¡Qué! ⎯exclamo, sin poder creer lo que escucho. Tengo demasiados pendientes.

⎯¿No es suficiente? ¿Quieres dos? ⎯me pregunta Bernardo, con una sonrisa sarcástica que solo me hace sentir más abrumado.

⎯No… una está bien. ⎯accedo, soltando un suspiro. Mi tío sonríe, claramente entendiendo la situación.

⎯Bien, pues, ya sabes lo que tienes que hacer. Que se recupere bien. ⎯dice, antes de darse media vuelta y salir de la habitación.

Mi tío voltea a verme, con una expresión que refleja tanto preocupación como autoridad.

⎯Debes dejar de hablarme a mí en lugar de a tus padres. ⎯comenta, revisando mis signos vitales con la misma precisión con la que siempre maneja todo. ⎯Ellos deben estar enterados.

⎯No quiero preocuparlos. Además, tú hablas doctor… ⎯respondo, algo evasivo. La sensación de querer mantener todo bajo control, de evitar más angustia, me pesa más de lo que quiero admitir.

⎯Pero no soy tu padre. Ellos deben saberlo.

Su tono se suaviza un poco, pero su mensaje sigue claro. Yo lo sé, siempre lo supe, pero no quiero que mis padres se angustien. Han pasado por tanto, y ahora que todo parece estar un poco más en calma, me cuesta enfrentarlos con más malas noticias.

⎯¿Les dirás? ⎯pregunto, mi voz temblorosa, sin querer escuchar lo que ya sé que debo hacer.

Mi tío suspira, dejando escapar un aire pesado.

⎯Ainhoa es mi hermana. Jamás le he mentido a mi hermana. Ella debe saber.

Esas palabras caen como un balde de agua fría sobre mí. Mi madre, con todo su amor y su protección, siempre ha estado ahí, y aunque soy adulto, en el fondo siempre seré su hijo. No puedo esconder las cosas de ella, pero me duele que sufra, aunque sé que no hay otra opción.

⎯No quiero preocuparla. Ella está feliz, arreglando la habitación de mis hermanas. Los problemas de… ⎯digo, sin poder terminar la frase.

⎯Dan. ⎯me interrumpe. ⎯No importa qué tanto envejezcas, tu madre jamás dejará de preocuparse por ti. Jamás. Toma una pausa, como si buscara las palabras correctas. ⎯Sila tiene treinta, es la mayor, tiene sus propios hijos, y todavía me preocupa si ya comió, si ha dormido bien. Todas las mañanas le llamo para saber cómo está. Igual a Alegra, a Lila, a David. Si ocultas algo, se sentirá peor. ¿Qué has ganado con ocultar las cosas?

Suspiro.

 ⎯Nada.

Sé que tiene razón. No he ganado nada con ocultarlo. Solo he generado más distancia, más mentiras. Mi familia merece saber la verdad, por dura que sea.

⎯Dime, ¿también les ocultarás que Raúl regresó? ⎯me pregunta, con una franqueza que me hace volver a la realidad.

Cierto, Raúl. Hace un momento lo había olvidado, pero ahí está. Volvió, y no sé cómo enfrentarme a eso. La última vez que lo vi, todo se fue a la mierda. Mi vida, la de mi familia, todo.

⎯La última vez que lo hiciste, ¿recuerdas cómo terminó? Casi mueres. Mi hijo casi muere.

⎯Tío.

⎯No quisiste demandar a Raúl y molestarlo, ¿ahora él vuelve?

⎯Tío… no va a pasar nada. ⎯respondo, sin mucha convicción.

⎯Hmmm… ⎯comenta, con una mezcla de duda y preocupación. ⎯En fin. Te dejo, debo ir a revisar unas cosas aprovechando que estoy aquí. Tienes de sobra quién te cuide.

⎯¿Cómo? ⎯pregunto, confundido por el cambio en su tono.

⎯Sebastián, Raúl y Tazarte están afuera esperándote.

⎯¿Sebastián? ⎯pregunto, la sorpresa haciéndome alzar una ceja. ⎯¿Qué hace aquí?

⎯No lo sé, averígualo tú… Y Daniel, siempre has sido un hombre pensante y sensato. Te pido que lo seas. ⎯me advierte, antes de salir rápidamente de la habitación.

Me quedo un momento solo en la habitación, tratando de asimilar todo lo que acaba de ocurrir. El dolor en mi cabeza se ha aliviado, pero la presión sigue presente en mi pecho. No puedo creer todo lo que está pasando. Por un momento, pensé que me quedaría ciego, que perdería el ojo, que toda mi vida cambiaría en un instante. Afortunadamente, eso no ocurrió, pero lo que sigue ahí, latente, es mucho más difícil de manejar.

Raúl sigue aquí. Ha regresado.

***

Tazarte

El olor a medicina me trae recuerdos. Tenía años que no entraba a urgencias, y ponía a alguien sobre una camilla para internarlo. Cargar a Daniel y traerlo aquí me trajo recuerdos, de cuando mi marido caía en crisis y yo tenía que salvarlo. La última vez, ya no fue posible.

Me encuentro sentado en una de las sillas, con el móvil en las manos y enviando un mensaje:
“No podré llegar a nuestra cita hoy. Nos vemos mañana.” Lo envío. Sé que no le agradará, pero estoy seguro de que pasaré algo de tiempo aquí.

⎯¿Eres amigo de Daniel? ⎯escucho la voz del hombre que estaba en la oficina con él. Volteo a verlo y le sonrío.

⎯Quiero pensar que soy más que eso… ¿y tú eres? ⎯pregunto, manteniendo la calma.

⎯Raúl Orvañanos. ⎯responde con una sonrisa algo arrogante.

⎯Tazarte de la Mora. ⎯me presento. Después caigo en cuenta del nombre⎯. ¿Raúl?

⎯Así es… ⎯responde con su tono seguro.

⎯¿Raúl? ¿El hijo de puta que permitió que su hermano golpeara a Daniel hasta casi matarlo? ¿Ese Raúl? ⎯le suelto, sin filtro, viendo cómo su rostro cambia de expresión.

Raúl se impresiona al escuchar lo que digo. No me responde, pero sus ojos lo dicen todo. La tensión en el aire se vuelve densa.

⎯Crea fama y échate a dormir, dicen. ⎯murmuro, tratando de mantener la calma.

Raúl me toma de la camisa y me levanta, con furia en su mirada.

⎯¿Quién te crees para decirme eso? Tú no tienes idea de nuestra historia, de lo que pasamos, de nuestro amor. ⎯me recrimina, su respiración entrecortada por el enojo.

⎯Sí, si tengo una idea. Sé que eres el cabrón que no defendió al hombre que amaba y le dejó una huella imborrable. Y todavía tienes los huevos de regresar. ⎯contesto, sin miedo, sintiendo que la ira que tengo guardada por tanto tiempo sale con cada palabra.

⎯Déjalo, Raúl. No le hagas caso. Taz tiene ese síndrome del sálvador. Pero, a mi parecer, no necesita que nadie salve a Daniel; él puede solito. ⎯interrumpe Sebastián, que había estado observando, como siempre, en la sombra, esperando su momento.

Sonrío sin poder creerlo.

⎯Sebastián, Sebastián, siempre queriendo ser protagonista de todo. Si vas a un velorio, quieres ser el muerto… Todos pueden pensar que eres un hombre muy seguro, pero, por dentro, buscas atención y doblegar, porque en realidad nadie te hace caso. Ni siquiera Daniel… ⎯le lanzo, sabiendo que las palabras le duele.

⎯¿Muy seguro te crees, músico de cuarta? ⎯me pregunta Sebastián, con tono desafiante.

⎯Pues músico de cuarta o no, pero él me prefiere a mí. ⎯respondo seguro, viendo cómo su rostro se endurece.

⎯¡Me las vas a pagar! ⎯grita Sebastián, acercándose, intentando intimidarme.

⎯¡Basta! ⎯interrumpe Raúl con firmeza. ⎯No es el momento.

⎯¿Ahora vienes a tener la razón? Pocos huevos. ⎯le respondo, dejando escapar el desdén.

La tensión en la habitación llega a su punto máximo. Todos estamos a punto de explotar, pero en ese instante, la enfermera entra, y su presencia nos hace callar al instante.

⎯¡Este no es lugar para peleas! ⎯nos grita con fuerza, su voz autoritaria cortando la atmósfera cargada. ⎯Si siguen así no los dejaré pasar. ¿Quién es Tazarte? ⎯pregunta, mirando a todos.

Me quedo en silencio por un momento. Todo está pasando demasiado rápido. Sebastián, Raúl, las palabras que se intercambiaron, todo está revuelto en mi cabeza. Me pregunto si es hora de poner un límite, de decidir qué quiero hacer con todo esto. Pero por ahora, me quedo quieto, esperando que las cosas se calmen.

⎯Soy yo. ⎯respondo finalmente, mirando a la enfermera con calma, como si todo lo que acaba de suceder no fuera nada más que un mal sueño.

⎯El paciente quiere verte. Tiene también mensajes para ustedes dos. ⎯la enfermera lee con atención. ⎯Sebastián, luego te llamo. Raúl, no te atrevas a quedarte.

Raúl suspira. Supongo que planea otra manera de acercarse a Daniel. Asiento con la cabeza y me dirijo hacia la puerta de la sala de emergencias, dejando atrás la tensión que queda flotando entre nosotros.

⎯No puedes ser tan perfecto, Tazarte… lo sé ⎯me advierte Sebastián con una sonrisa sardónica.

⎯Yo nunca dije que era perfecto. Al menos sé quién soy ⎯respondo, sin detenerme y sin mirar atrás.

La enfermera me lleva hacia la habitación donde se encuentra Daniel. Al abrir la cortina, lo veo recostado sobre la cama, con el ojo cubierto, su rostro un poco pálido, pero su sonrisa al verme me calma.

⎯Taz… ⎯murmura, su voz suave pero llena de afecto.

⎯¿Cómo estás? ¿Mejor? ⎯le pregunto, acercándome lentamente. Él asiente, su sonrisa se ensancha un poco. ⎯Solo quiero decirte que debes pagar la multa por exceso de velocidad.

Daniel suelta una pequeña risa, la que alivia un poco la tensión en el aire.

⎯Gracias ⎯dice.

⎯No hay de qué… te veías muy mal ⎯le contesto, sin poder evitar mostrar algo de preocupación en mi rostro.

⎯Al menos sé que puedes actuar en momentos de estrés… ⎯responde, su tono algo juguetón.

⎯Si tú supieras ⎯murmuro, medio sonriendo, medio preocupado.

Él me pide que me acerque, y cuando lo hago, me toma la mano. La acaricia con ternura, como si necesitara ese contacto para sentirse más seguro.

⎯No sé cómo decir esto… ⎯comienza, su voz vacilante, pero cargada de sentimientos. ⎯Preparé todo un discurso, pero con lo que ha pasado lo he olvidado. Solo te puedo decir que estoy emocionado, y… si has visto lo peor de mí y aún decides quedarte, te prometo que verás lo mejor de mí. ⎯recita, escuchando la sinceridad en su voz⎯. Yo, pensé que sabía lo que era estar enamorado, pero lo descubrí apenas y estoy aterrado…

Sus palabras me golpean con suavidad, como una ola que te arrastra poco a poco. La calidez en su voz me hace pensar en todo lo que hemos compartido, en todo lo que ha pasado. No puedo evitar suspirar, sintiendo que este es el momento.

⎯Repítelo… ⎯le pido suavemente.

⎯Estoy aterrado… ⎯dice, su voz temblando un poco, pero firme en lo que transmite.

⎯No ⎯le interrumpo, tomando un respiro profundo⎯, la parte donde dices que estás enamorado.

Daniel se sonroja, un ligero rubor aparece en sus mejillas, y su expresión se torna un tanto tímida. Se muerde el labio inferior, como si eso le ayudara a encontrar la valentía para decir lo que lleva dentro.

⎯Estoy enamorado… y es de ti, Tazarte. ⎯pronuncia finalmente, su voz cargada de sinceridad, pero también de inseguridad.

Sonrío, completamente abrumado por lo que acaba de decir. Me cuesta creerlo, pero en sus ojos, en sus palabras, hay una verdad que me llega al corazón.

⎯¿Seguro que es de mí? ⎯bromeo, para aligerar el momento, pero mi voz tiembla un poco, revelando lo que realmente siento.

⎯Basta. No tengo muchas fuerzas ahora… solo te puedo decir eso. Estoy enamorado de ti, pero necesito que me tengas paciencia, mucha paciencia, todavía hay demonios que rondan.

Lo tomo de la mano y la aprieto levemente, buscando transmitirle toda la calma que su confusión y sus miedos no le dejan sentir.

⎯Pero no estás solo… ⎯le digo con toda la certeza que tengo, sabiendo que, aunque no podamos resolver todo ahora, estaremos juntos en esto.

Daniel asiente con la cabeza, y con una sonrisa tímida, me pide que lo abrace.

⎯¿Seguro? ⎯le pregunto, sabiendo que no le gusta hacer muestras de afecto en público.

Él asiente de nuevo, su expresión mostrando una vulnerabilidad que no había visto antes. Me acerco a él con cuidado, envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo, tratando de no lastimarlo, ya que aún parece un poco débil.

⎯Te besaría, pero tengo la sensación de que volví el estómago… ⎯me dice discretamente, su voz suave pero sincera.

⎯Así es, me debes el lavado de vestiduras del auto ⎯le contesto, entre risas, tratando de aliviar el momento con algo de humor.

Nos quedamos allí, abrazados, en silencio, solo escuchando nuestras respiraciones. En este instante, todo lo demás parece desvanecerse. No hay presiones, no hay complicaciones, solo el aquí y ahora. Algo ha cambiado entre nosotros. No solo hoy Daniel descubrió lo que es estar enamorado, sino que yo también he descubierto que estoy listo para el amor.

3 Responses

  1. Ay desgraciado ese Raul, llega es a dañar todo a su paso, y ese sebastian si es chocante. Y que lindo Dan y Taz. 😱😱😱😱😱😱 mori con esa declaracion. Se atrevio Dan. Siiiiiii

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *