AVISO IMPORTANTE

El capítulo a continuación contiene una escena íntima LGBT. Si este contenido no es de su interés o no desean leerlo, son completamente libres de omitirlo.

Sin embargo, si deciden continuar, les pedimos discreción, respeto y una mente abierta. Este espacio es para celebrar la diversidad y el amor en todas sus formas, por lo que no se tolerarán comentarios ofensivos, insultos o mensajes homofóbicos.

Gracias por su comprensión y respeto. ¡Disfruten la lectura!

DANIEL 

“Dan,

En dos semanas vuelo a Argentina, a comenzar de nuevo. Pero no quiero hacerlo sin ti. He estado pensando todo este tiempo, analizando lo que sucedió, lo que yo hice. He cambiado, aunque sé que no puedes verlo de inmediato. Pero te lo juro, esta vez es diferente. Nosotros podemos ser diferentes.

Te compré un boleto, porque quiero que veas que no estoy bromeando. Esto es real, y no es solo una de mis promesas vacías. Te mando el archivo en PDF para que lo tengas. Si alguna vez hubo algo que valiera la pena en esta vida, es lo que nosotros podríamos ser, tú y yo.

Sé que te cuesta creerlo, pero déjame decirte algo que tal vez no quieras escuchar: nadie te va a amar como yo te amo, Dan. Y no hablo de un amor cualquiera, hablo de lo profundo, lo verdadero, lo único. Todo lo que has vivido antes ha sido solo un juego comparado con lo que yo te ofrezco.

Entiende que esto no es solo una oportunidad para ti, también es una oportunidad para mí. Yo soy el único que puede darte lo que realmente necesitas, lo que te mereces. Yo soy el único que puede llenar el vacío que dejas atrás.

Piensa en ello. Te espero.

Raúl.”

Recibo el mensaje de Raúl en mi móvil y, junto al archivo adjunto en PDF, el peso de las palabras de su mensaje me golpea más de lo que esperaba. En la radio suena una melodía suave que no reconozco, pero Tazarte lleva el ritmo con sus manos, mientras maneja con una destreza que sólo él posee. Noto cómo sus largos y suaves dedos acarician el volante al ritmo de la música, moviéndose con naturalidad, como si el vehículo y la canción fueran parte de su cuerpo.

⎯Sólo te advierto que el piso es un desastre ⎯interrumpe mi lectura del boleto. El avión despega el día de la inauguración de la Casa de la Música.

Al menos, Raúl ya estará lejos, pienso. Esa es la única buena noticia que trae este mensaje. Me gustaría poder ignorarlo, pero las palabras de Raúl siguen resonando en mi mente.

⎯¿No te importa? ⎯pregunta Tazarte, notando que me quedo en silencio.

No le hago caso, simplemente me concentro en el archivo del boleto. Mis ojos recorren los datos, pero mi mente sigue atrapada en lo que Raúl me dijo. La idea de escapar a otro continente con él, sin importar todo lo que había pasado, me parece tan absurda como la idea de ir con él en este mismo instante.

⎯¿Dan, todo bien? ⎯insiste él, bajando el volumen de la radio.

Apago el móvil con rapidez. No quiero que nadie me moleste. No quiero que ni una palabra más de Raúl se cruce entre nosotros.

⎯Sí, lo siento. Estaba pensando en lo que mi papá me dijo por la mañana ⎯respondo, eludiendo el verdadero motivo de mi silencio.

Sé que miento, pero no quiero que Tazarte sepa más de Raúl. No me gustaría que, si su ex esposo viviera, estuviera siempre presente en nuestra conversación, como si su sombra aún siguiera influyendo en cada una de nuestras decisiones.

⎯Quiere que la próxima semana pase tiempo con ellos. Las niñas se llaman Manuela, que tiene dos años, pero le dicen Ella, y la pequeña será Lucía, le dicen Lu ⎯explico con ternura, queriendo cambiar el enfoque de nuestra conversación.

Tazarte sonríe, sus ojos brillando con un toque de ternura al imaginar lo que eso significa para mí.

⎯Serás el hermano mayor… bueno, siempre lo has sido, pero ahora… ⎯dice, con una sonrisa.

⎯Quieren que sea su guardián en caso de que algo le pase a mis padres. No sé si aceptar. ¿Algún consejo? ⎯le pregunto, mirando al frente mientras seguimos conduciendo hacia el horizonte, donde el sol ya empieza a ponerse.

Tazarte guarda silencio por un momento, parece estar reflexionando sobre la importancia de lo que le acabo de contar. Luego, al ver cómo se aproxima una curva, toma el volante con más firmeza.

⎯Házlo ⎯contesta con seguridad, su tono firme, pero lleno de una calidez que me transmite confianza.

⎯¿Sólo eso? ⎯pregunto.

⎯Sí, házlo. Mira, de todas formas lo hubieses hecho si tus papás no te hubiesen elegido. Lo único que cambia es que te asignaron y te lo dijeron. Así que házlo. Tus padres todavía son jóvenes, así que posiblemente nunca tengas que cumplir ese papel. Esperemos. ⎯su voz es clara, pragmática, pero con un toque de ternura.

Sonrío, asimilando sus palabras. Tazarte tiene esa habilidad única de hacer que todo parezca sencillo, como si las decisiones que me asustan tanto fueran solo otra parte del camino. 

⎯No, no me importa que tu piso sea un desastre. ¿Para eso voy, no? Para ayudarte a ordenar. La verdad, hubiésemos traído a David. ⎯comento, sintiendo cómo se aligera el ambiente entre nosotros.

⎯¿A tu primo? ⎯pregunta con curiosidad, girando ligeramente la cabeza hacia mí.

⎯Sí. Es fanático de la limpieza y el orden. Hubiese hecho todo solo mientras nos platicaba de cosas sin sentido. Deja los lugares impecables. Cuando sus sobrinas y sus sobrinos nacieron, su trabajo era mantener la casa limpia. Alegra lloró cuando se fue, jamás había visto su casa tan impecable. ⎯le cuento, sonriendo ante el recuerdo de David organizando todo con meticulosidad.

Tazarte se ríe, disfrutando de la imagen que le doy de mi primo.

⎯Bueno. Yo no soy así de obsesivo, pero, mi casa tampoco está tan mal. ⎯responde, con una pequeña sonrisa de complicidad.

⎯Seré yo quién lo juzgue ⎯bromeo, riendo por lo bajo.

Entramos al barrio de La Latina, y Tazarte tarda un poco en encontrar lugar para estacionar su auto. Cuando por fin lo hace, bajamos con la comida que hemos comprado para comer en casa. Queríamos ir a otro lugar, pero después de lo de Raúl, se me quitaron las ganas y le sugerí esto; Tazarte aceptó sin dudar. A veces es necesario un cambio de planes para calmar la mente, y esta comida tranquila parece ser justo lo que necesito.

⎯El ensayo de hoy estuvo increíble ⎯me comenta, mientras abre la puerta de su piso con una sonrisa relajada. La luz natural de la tarde se filtra suavemente a través de las ventanas, creando un ambiente acogedor.

Al entrar, noto que no está tan desastroso como me dijo. Incluso la sala tiene pocas cajas y ya se ve mucho más ordenada de lo que imaginaba. Es como si Tazarte hubiera hecho magia con el lugar en pocas horas.

⎯¿Ya vieron lo de la casa hogar donde se hará el concierto para los niños? ⎯me pregunta mientras deja las llaves sobre la mesa del pasillo.

⎯David está en eso. Supongo que el lunes, cuando vuelva a trabajar, me lo dirá. ⎯respondo, mientras sigo sus pasos hacia la sala.

Tazarte acomoda todo en la mesa del comedor, dejando las bolsas de comida perfectamente organizadas. Luego se acerca al balcón y abre las ventanas, permitiendo que entre el aire fresco, llenando la habitación de una calma reparadora.

⎯Todavía no sé usar muy bien el aire acondicionado ⎯se justifica, riendo ligeramente mientras se aleja de las ventanas y se acerca a la mesa.

⎯¿Te gusta comer con música o sin música? ⎯me pregunta, ya sentado a la mesa, preparándose para comer.

⎯He comido, dormido, estudiado y trabajado con las escalas cromáticas… esa es mi respuesta ⎯le digo, mientras me siento frente a él para servirnos la comida china. Sonrío al pensar en lo poco que cambia mi relación con la música, que está tan presente en todos los aspectos de mi vida.

⎯Es difícil vivir con un músico, ¿cierto? ⎯responde en broma, mirándome con una sonrisa cómplice.

⎯No, es difícil vivir con mi hermano Héctor ⎯digo, y ambos estallamos en una risa conjunta; ambos conocemos a mi hermano, sabemos de lo que estamos hablando. 

Tazarte va hacia el sofá y se sienta a mi lado. Los dos morimos de hambre después de un día largo, así que nos concentramos en comer y platicar de temas con poca profundidad, dejando atrás temas complicados. La música clásica de fondo, Clair de Lune de Debussy, llena el espacio con una serenidad que me envuelve, como si la melodía misma estuviera acompañando nuestra conversación. 

La tarde se alarga, el ruido de la ciudad queda detrás de las paredes del apartamento, y siento que todo está bien. La compañía de Tazarte, con su humor y su serenidad, es todo lo que necesito para sentirme en paz. A medida que hablamos, me doy cuenta de lo natural que es estar con él, como si hubiera estado presente en mi vida durante mucho tiempo, aunque en realidad no sea así. La familiaridad de su presencia me tranquiliza.

No puedo parar de reír con sus anécdotas. Hay algo en su manera de contar historias que me atrapa, como si pudiera transportarme a esos momentos y hacerme sentir cada emoción que él vivió. Su risa es melodiosa, ligera, como una pieza musical que llena el espacio con una energía vibrante y cálida.

No puedo dejar de deleitarme con su hermosa voz. Es como si cada palabra que saliera de sus labios estuviera acompañada de una melodía. Sus frases se entrelazan de manera armoniosa, y sus manos grandes y de dedos largos se mueven con tal destreza y delicadeza, como si siempre estuviera dirigiendo una sinfonía. Los gestos, tan naturales, me fascinan.

Sus ojos, profundos y bellos, brillan con una intensidad que me hace sentir que, a través de su mirada, puede leer cada rincón de mi alma. Me siento expuesto, pero al mismo tiempo, seguro, como si me estuviera ofreciendo un espacio seguro, sin juicio, solo comprensión.

Su personalidad es atrapante, magnética. Hay una calma en él que me atrae, pero también una energía que me impulsa hacia él. Me gusta, me gusta mucho, y jamás me había gustado alguien como me gusta él.

El miedo comienza a surgir, tímido, como una sombra que se desliza por mis pensamientos. Me siento tan cómodo, tan a gusto con él, que me asusta. Me asusta lo fácil que es estar aquí, lo sencillo que se vuelve compartir momentos con él. Porque cuando algo es tan fácil, tan natural, siempre existe el miedo de que algo pueda interrumpir esa paz. Pero por ahora, solo me dejo llevar, sin pensar demasiado en el futuro, disfrutando de este momento que, por fin, siento que merezco.

La tarde se hace noche, y cuando menos me doy cuenta hemos pasado horas platicando y riendo. Hemos escuchado miles de piezas de música de concierto, y ahora, una suave melodía acompaña esta noche de verano. Las luces del piso están completamente apagadas, solo nos alumbra las luces de las farolas de afuera, y se puede ver el botón de encendido de la radio. Cada vez estamos más cerca. En la tarde manteníamos la distancia, pero, ahora que la luna es nuestra protectora, nos acercamos más. Yo estoy acostumbrado a amar en las sombras, Tazarte no. Aun así, no enciende las luces.

⎯¿Cómo se llama esta melodía? ⎯le pregunto, mientras mis labios rozan los suyos.

⎯Liebestraum No. 3 ⎯contesta, con su voz suave cerca de mi oído⎯. Literalmente se llama “Sueño de amor”, es de Franz Liszt.

⎯Me gusta ⎯murmuro.

Las manos de Tazarte tocan mi rostro, y bajan lentamente hacia mi cuello. Me siento nervioso. Sé donde llevan estos besos, pero no me siento listo para lo que sigue. Sin embargo, me gusta, me dejo llevar, seguro de que él entiende lo que sucede. La suavidad de sus dedos sobre mi piel me hace sentir un calor que no había reconocido, como si su tacto fuera el único que pudiera calmarme ahora.

⎯Me encanta que me toques así ⎯confieso⎯. Pero, no estoy listo ⎯confieso con miedo de que esto rompa el encanto. Solía pasar con Raúl.

⎯Yo tampoco estoy listo ⎯me murmura en la oscuridad. Apenas veo el brillo de sus ojos viendo a los míos, mientras acaricia mi cabello⎯. Pero, no tiene nada de malo que nos dejemos llevar, ¿o sí?

Sonrío, aliviado por sus palabras. Algo en su tono, en la suavidad con la que se expresa, me hace sentir que no estoy solo en esto. Es como si nuestros corazones latieran al mismo ritmo, y las dudas se disolvieran en la oscuridad.

⎯Es que, yo tampoco… ⎯hablo, insinuando que yo no solía hacer esto con Raúl.

No teníamos tiempo para conocernos, tocarnos, descubrirnos. El miedo siempre estaba presente. El miedo a ser descubiertos. Ahora, en el silencio de la noche, solo existe este momento entre nosotros, donde las palabras sobran y los sentimientos se dicen con caricias.

⎯Estás en un lugar seguro ⎯me murmura Tazarte, como si adivinara mis pensamientos⎯. Nadie nos juzgará, nadie nos atacará. Estás conmigo, yo te protegeré ⎯confiesa⎯. Este es nuestro refugio. Aquí no pasará nada.

Esas palabras, suaves y firmes, me llenan de una calma que no sabía que necesitaba. La certeza de estar a salvo en sus brazos me hace sentir como si todo lo que hubiera sido complicado antes, todo lo que había temido, simplemente desapareciera. Todo lo que siento ahora es lo que importa. Mi corazón late fuerte, pero es el único sonido que quiero escuchar.

Sus manos se mueven con suavidad y deseo, explorando, buscando respuestas sin palabras. Cada beso que me da es un nuevo descubrimiento, una nueva capa de confianza que se construye entre nosotros. Me siento vulnerable, pero nunca tan lleno de seguridad. Tazarte me ha mostrado una forma de amor que nunca conocí, una forma que no tiene prisas, que no exige nada, solo existe.

Puedo sentir nuestras respiraciones entrecortadas, las mías también, mientras nos acercamos aún más. Su rostro tan cerca del mío, los labios casi tocándose, y la sensación de estar tan completos que no importa cuánto tiempo pase. Todo lo que necesito es este momento, esta conexión silenciosa y profunda que solo él y yo compartimos.

Tazarte me besa. Sus labios están calientes, llenos de deseo. El beso transmite ese calor, haciendo que mi cuerpo arda. Lo deseo, lo quiero, necesito que sus manos me toquen. Mi respiración se agita mientras mis manos se aferran a su camisa.

Lentamente nos separamos, y al vernos, sonreímos. Una sonrisa cómplice, como si el silencio entre nosotros ya no fuera necesario, como si todo lo que estaba sucediendo fuera natural, inevitable.

⎯Creo que es mejor que paremos si… ⎯me avisa, tratando de meter un poco de cordura en lo que está pasando. Su tono es suave, pero sus palabras cargan una advertencia, un intento de detener lo que ni él mismo sabe hasta dónde puede llegar.

⎯No… ⎯respondo, y mi voz suena más firme de lo que siento. La contradicción me invade, pero la respuesta fluye sin pensar. Es todo lo contrario a lo que él acaba de decir, pero es lo que quiero, lo que necesito, aunque me asuste.

⎯¿No? ⎯pregunta, un destello de duda cruzando su mirada. Hay un momento de quietud en el aire, como si todo alrededor de nosotros dejara de existir, como si nada importara más que este instante.

En ese momento, sin que, incluso yo misma me lo espere, me quito la camisa y dejo mi torso al descubierto. Un gesto impulsivo, descontrolado, una mezcla de deseo y desesperación por algo que ni yo sé explicar del todo.

⎯Quiero que me toques ⎯le pido, casi en un susurro, pero con una intensidad que resuena en el espacio entre nosotros⎯. Quiero que tus hermosas manos me toquen. La urgencia en mis palabras me toma por sorpresa, pero ya no hay vuelta atrás. El miedo a lo que vendrá se diluye frente a la necesidad de sentirlo, de experimentar algo más allá de lo que hasta ahora he conocido.

Él se queda en silencio, mirando mis ojos, como si estuviera evaluando algo más que la simple acción que acabo de mostrar. Siento que el tiempo se detiene por un segundo, y luego, con una lentitud casi dolorosa, se acerca, sus manos temblando ligeramente antes de rozar mi piel.

Tazarte quiere esconderlo. Pero sé que, para él, esto es también un gran paso, un paso más grande de lo que está dispuesto a admitir. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo así con un hombre? La pregunta me golpea de repente. ¿Cuándo fue la última vez que permitió que alguien lo tocara de esa manera, sin miedos, sin reservas? Y al mismo tiempo, me pregunto cuándo fue la última vez que pudo hacer esto con su esposo, con Alexander, cuando las circunstancias, las complicaciones de la vida, les impidieron estar tan cerca, tan conectados. Tal vez fue hace años. La realidad me pesa, y siento que esta situación se está convirtiendo en algo más complejo de lo que había imaginado.

Lo miro, observando sus ojos, sus labios tensos. ¿Cómo se sentirá ahora? ¿Abrumado? ¿Culpable? La duda me consume, pero antes de que pueda darle más vueltas, siento una punzada de autocrítica. De pronto, me siento mal. Solo había pensado en mi deseo, en lo que necesitaba, pero no había considerado lo que esto podría significar para él. La carga emocional que puede estar llevando consigo sin que yo lo sepa. Mi impulso de arrepentirme crece en mi pecho, pero cuando lo miro, veo una decisión tomada en sus ojos. Veo que él está dando también su propio paso, uno que no tiene vuelta atrás.

De repente, veo que se desabrocha la camisa. En un gesto lento, la deja caer, revelando su torso, desnudo ante mí. No es el cuerpo de un modelo de gimnasio, como el mío, pero eso no hace que deje de ser hermoso. La suavidad de su piel, la suavidad que solo alguien que ha sido amado y cuidado puede tener, me hace sonrojar.

⎯No soy tan atlético como tú, pero… ⎯comenta, como si esa diferencia pudiera importar, insinuando el torso marcado por el ejercicio, por las horas de trabajo en el gimnasio que siempre me han mantenido en forma.

⎯Es perfecto ⎯murmuro, sin pensarlo demasiado, mis dedos recorriendo su piel, sintiendo su calor, un calor que me quema con la intensidad de lo que estamos viviendo⎯. Eres perfecto… Mis palabras salen con una suavidad que no esperaba, y me doy cuenta de que no solo estoy hablando de su cuerpo. Es todo él. Es lo que me hace sentir al estar tan cerca.

Y en ese preciso momento, Tazarte me besa. Toma mi rostro con una suavidad que contrasta con la urgencia de su beso. Me besa como si fuera lo único que importa en ese segundo, como si estuviera arriesgando todo al entregarme ese momento. Mi cuerpo reacciona sin control, empujándome hacia atrás, sintiendo el roce de nuestra piel, la necesidad que arde entre nosotros. Él termina sentado sobre mí, con las piernas entrelazadas con las mías, desbordando cualquier barrera que habíamos impuesto, ambos inmersos en la pasión de ese instante. No hay vuelta atrás.

Sus manos me tocan con una pasión que se entrelaza con una ternura inesperada, como si estuviera buscando no solo explorar mi cuerpo, sino conocerme, cada rincón, cada pliegue de mi ser. Recorren mi cabello, mi rostro, mi cuello, mi torso. La suavidad de sus dedos me hace estremecer, y en respuesta, mis manos van directo a su trasero. Lo acaricio por encima de su pantalón, disfrutando de la firmeza de su cuerpo, del contacto que nos une aún más. El frote de la tela contra mi propia tela nos provoca una fricción que nos excita, pero ambos sabemos que no hay más, que no tenemos intención de llevar esto más allá. Es suficiente. Lo que estamos haciendo, lo que estamos sintiendo, es suficiente.

Sin embargo, el simple hecho de estar así, tan cerca, tan entregados el uno al otro, nos encanta. Nos excita. Nuestros cuerpos se rozan, se buscan, y pequeños gemidos se escapan de nuestras gargantas, sin que podamos controlarlos, sin que queramos detenerlos. Es un vaivén que nos consume sin prisa, sin necesidad de apresurarnos. Solo el presente, solo el aquí y ahora.

⎯Tazarte ⎯pronuncio su nombre, llevado por el deseo. El sonido de su nombre en mis labios es suave, pero cargado de todo lo que siento en ese momento. Es un susurro que refleja la entrega, el deseo de estar más cerca, de sentirlo aún más.

Las sensaciones que me despierta son tantas que no sé cómo describirlas. Hay algo profundamente real en este instante, algo que va más allá del deseo físico. Esto es mutuo. Sus caricias, sus besos, sus palabras, nuestros gemidos, todo fluye con una sincronía que me llena de una sensación de conexión única, como si no hubiera nada más en el mundo fuera de nosotros. No hay miedo, no hay pesares, no hay arrepentimiento ni reclamos… solo hay amor. Y con el amor viene todo lo demás: seguridad, felicidad y dicha.

La mano de Tazarte juega conmigo, con una habilidad que me sorprende, una forma excepcional de hacerme sentir deseado y cuidado al mismo tiempo. Cuando menos lo espero, un gemido escapa de mis labios, un sonido que llena el aire, que recorre todo mi cuerpo, y después, mi cuerpo se relaja, envuelto en una sensación de paz y satisfacción, como si el tiempo hubiera dejado de existir por un segundo. Y todo lo que queda es él y yo, sin reservas, sin máscaras, solo lo que somos el uno para el otro.

⎯Taz… ⎯pronuncio su nombre, casi como un susurro, una mezcla de deseo y ternura que resuena en el aire entre nosotros.

⎯Disfruta… ⎯responde, aún jugando conmigo, pero su tono ha cambiado, se ha vuelto más suave, más consciente de lo que estamos viviendo, como si quisiera que me dejara llevar sin preocupaciones.

Bajo mi mano hacia su pantalón, buscando más, queriendo sentir más. Siento su excitación, pero antes de que pueda ir más allá, él me detiene con un gesto firme pero delicado.

⎯No, no es necesario. Solo disfruta, es tu momento. Quiero que recuerdes esto como un momento íntimo entre los dos.

Sus palabras me golpean suavemente, como una revelación. No entiendo del todo al principio, pero hay algo en su voz que me hace detenerme, algo que me hace sentir que este momento tiene un valor mucho más profundo de lo que pensaba.

⎯¿No lo deseas? ⎯pregunto, la duda surgiendo en mi voz, aunque sé que la respuesta es más complicada de lo que quiero admitir.

⎯¿Qué no me sientes? ⎯me pregunta, como si fuera de lo más lógico, su mirada intensa en la mía⎯. Te deseo más que a nadie, pero, hoy es tu momento. Quiero mostrarte que no siempre es así. Cuando estés listo, cuando estemos listos… será mejor. Ahora… disfruta.

Sus palabras me calman, pero también me llenan de una nueva comprensión. No es solo el deseo lo que nos mueve en este instante, es algo más profundo, algo que no se puede forzar, algo que nos pertenece solo a nosotros dos. Hoy no es el momento de cruzar límites, hoy es el momento de disfrutar de lo que somos, de lo que tenemos.

Tazarte vuelve a besarme, y yo respondo a su beso, dejándome llevar por la suavidad de sus labios, por el calor de su presencia. Nos quedamos así un rato, besándonos, acariciándonos, como si el mundo fuera solo nuestro, como si no importara nada más.

En esa noche, Tazarte borró todas las experiencias negativas que había tenido durante años. Las heridas, los miedos, las inseguridades, todo desapareció, no por magia, sino por el simple acto de estar juntos, de compartir algo que iba más allá del deseo físico. Una noche y él, con su paciencia, su ternura y su deseo genuino, me respondió lo que siempre me había preguntado: esto era amor. Un amor que no necesitaba ser perfecto, solo real. Y en ese instante, entendí que, por fin, lo había encontrado.

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Ana Maros

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6 Responses

  1. Awww!! Tan tiernos!! Aunque ambos aun tiene traumas que duperar, más Daniel que Tazarte, han dado un gran primer paso a encontrar esa felicidad que merecen. Me encanta la historia, aunque todavía Taz tiene que confesar lo de Bart, como lo tomará Daniel?? Espero que no se separwn por mucho, hemos esperado bastante para llegar a verlos juntos. Ah y que bien que se va Raul, y que no vuelva 🤭

  2. Ay ese Raul es corrosivo, dizq nadie lo va a amar como el, y q solo existe el pues. Loco desgraciado. Ay q bonito momento, que lindo Taz, comprensivo, amoroso, enseñandole a Dan que eso es amar. Que se desapareza ese Raul ya. Sera que Taz se da cuenta de esos mensajes, yo creo que si. Y no le va a gustar nada.

  3. Entenderse a través del lenguaje de la piel también genera una conexión especial, me encantan! Fuera Raúl.

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