La Casa de la Música es un éxito y todavía no es la inauguración. La noticia saldrá a lo grande y esto también le dará a Tazarte la plataforma para crecer en el ámbito de la música. La fundación Canarias-Lafuente de nuevo lo hizo; David Tristán, Karl y Daniel están muy orgullosos de lo que se ha hecho.

Valentina también está sorprendida de lo que logró. Por algún momento pensó que no lo haría, que en cualquier momento descubrirían que ella no era más que una joven sin títulos ni credenciales, apenas con la preparatoria terminada. Sin embargo, confió, como siempre, en su intuición, en su tenacidad e inteligencia, en las habilidades que había desarrollado en su encierro. Lo había logrado, aunque la sombra de la duda nunca la dejaba por completo. 

Ahora que era cercana a Tristán, otras sensaciones se despertaban en ella. Sentimientos nuevos, pensamientos que jamás había tenido y que, para su sorpresa, la hacían sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado. También despertaron otros miedos, miedos que jamás pensó que llegaría a tener: el miedo a ser rechazada, a no ser suficiente, a ser descubierta.

No había sido 100% sincera con Tristán. No sabía cómo contarle todo, ni siquiera estaba segura de que él pudiera entender la magnitud de lo que había vivido. No conocía su historia completa, y aunque parte de ella quería confiar en él, otra parte temía que al conocer la verdad, él se alejara.

Pero ahora no era el momento para pensar en eso. Ahora era el momento de disfrutar. De disfrutar de la forma en la que Tristán la miraba, con ese brillo especial en los ojos, como si ella fuera lo más interesante del mundo. De disfrutar de su presencia, de su risa sincera, de la energía que él irradiaba y que inevitablemente la envolvía. De disfrutar de este éxito que, aunque le costaba creerlo, era suyo también.

Toda su vida le habían hecho pensar que no servía para nada, que su existencia era un error, que no debía estar afuera en el mundo, que no merecía nada más que el olvido. Durante años, le habían repetido que su vida no tenía valor, que debía pagar por las decisiones de sus padres, que jamás tendría una identidad propia.

Pero hoy…

Hoy, su nombre era parte del éxito de la Casa de la Música.

Hoy, su trabajo había construido algo que trascendería.

Hoy, en esta ciudad ajena que poco a poco se convertía en un hogar, había un salón de conciertos con su nombre.

Y eso significaba algo.

Por primera vez en su vida, Valentina sentía que tenía un propósito, un lugar, un significado. El nombre “Valentina” ya no era un susurro en la oscuridad, ni una sombra que debía esconderse. Hoy, “Valentina” era un nombre que resonaba con fuerza, con historia, con vida.

Eso era para ella David Tristán. Vida. No solo con sus besos, ni con sus caricias, sino con algo mucho más valioso. Le había dado vida al verla. A lo largo de los años, Valentina había aprendido a moverse entre sombras, a existir sin ser notada, a sobrevivir sin dejar huellas. Había sido un fantasma en su propio cuerpo, una presencia sin identidad, alguien que nunca terminaba de pertenecer.

Pero Tristán… él la vio. Desde el primer momento, sin esfuerzo, sin que ella tuviera que gritar o demostrar nada. Él simplemente la miró y, en su mirada, ella encontró un reflejo de algo que creyó perdido. Porque para él, ella nunca fue invisible. Para él, nunca fue un error, ni un estorbo, ni una sombra en la multitud. Para él, siempre fue alguien.

David Tristán le hizo saber que era capaz, que era importante, que tenía talento. Que lo que hacía tenía valor, que lo que pensaba importaba. Que ella importaba. Por primera vez en su vida, Valentina sintió que su existencia no era un castigo, que no tenía que disculparse por ocupar un espacio en el mundo. Él le había dado vida al creer en ella cuando nadie más lo hizo. Y eso… Eso se lo agradecería siempre.

La camioneta llega a la fundación y Karl se baja de inmediato. La soprano, con su sonrisa impecable y su aire de diva, estira la mano para que él la ayude a bajar, pero Karl, sin dudarlo, ofrece su mano primero a su esposa, Alegra. Sólo después, con la misma cortesía pero sin el mismo entusiasmo, ayuda a la invitada.

Valentina, que observa la escena desde su asiento, siente un calor extraño en el pecho. No sabe exactamente qué es, pero le gusta ver ese tipo de gestos. Piensa que todos en la familia de Tristán son unos caballeros.

Cuando le toca el turno a David Tristán, él repite el gesto con Ana Carolina. Ella se ve un poco pálida y cansada, y él se mantiene a su lado con discreción. Durante el recorrido en la camioneta, permanecieron juntos, pero en silencio, como si entre ellos se hubieran dicho todo lo necesario sin necesidad de palabras.

Finalmente, cuando Valentina está a punto de bajar, Tristán se gira hacia ella y le ofrece su mano con una sonrisa ligera.

⎯Con cuidado, señorita de la Torre ⎯le dice con ese tono alivianado que a ella la desarma.

Valentina sonríe, agradecida, y coloca su mano en la de él.

⎯Gracias.

El contacto es breve, pero lo suficiente para hacerla recordar la noche anterior. La calidez de su piel, la manera en que sus cuerpos se habían encontrado en la oscuridad, el sonido de su voz ronca llamándola por su nombre entre las sábanas. Todo regresa a su mente en un instante, y se odia a sí misma por no poder controlar el rubor en sus mejillas.

No sabe cómo comportarse después de haber estado con él, después de tocar su piel y disfrutar sus besos sin reservas. Le parece irreal estar aquí, en plena luz del día, rodeada de tantas personas, mientras su cuerpo aún guarda el eco de todo lo que pasó entre ellos.

Antes de que pueda perderse más en sus pensamientos, la voz de la soprano interrumpe la calma del momento.

⎯¡Qué les parece si vamos a comer algo! ⎯expresa con entusiasmo, mirando directamente a Tristán⎯. Me dijo Daniel que tu prima tiene excelentes restaurantes.

Tristán la observa con cortesía, pero sin demasiado interés.

⎯Sí. Jo tiene dos restaurantes en la ciudad ⎯admite él.

⎯¡Pues festejemos y vayamos a comer! ⎯insiste la soprano, dando un paso más cerca de él.

Valentina observa cómo Nicole está a punto de tomarle del brazo para cerrar el trato, como si su aceptación fuera cuestión de trámite. Pero Tristán, con la elegancia natural que lo caracteriza, gira sutilmente su cuerpo en dirección a Karl, ignorándola sin brusquedad, pero con intención.

⎯Lo siento ⎯responde con calma⎯. No puedo ir a comer. Debo ver algunas cosas con la señorita de la Torre antes de la inauguración. Sobre los patrocinadores.

Valentina siente un ligero escalofrío al escucharlo. Su mirada la busca de inmediato, y ella siente el peso de su atención sobre su piel.

⎯Además, justo tengo que hablar con Jo para la cena después del concierto. Tengo entendido que Nicole es vegana ⎯comenta, volviendo a mirar a la soprano con una sonrisa diplomática⎯. ¿O estoy mal?

La soprano abre los ojos con emoción, completamente encantada.

⎯¡Dios! ⎯exclama, llevándose una mano al pecho⎯. ¡Qué detallista! Pensé que tendría que conformarme con lechuga de nuevo. ¡Me alegra que lo hayas notado!

⎯Tenemos que ampliar un poco nuestro menú ⎯responde él con simpleza⎯. Iré a hablar con ella.

Valentina no puede evitar sentir una punzada de satisfacción al ver cómo Tristán, sin ser grosero, marca una clara distancia entre él y la soprano. No hay interés más allá de la cortesía, no hay coqueteo, no hay segundas intenciones. Él ha sido clar y lo mejor de todo es que ha dejado en evidencia, ante todos, que su prioridad en este momento no es otra que ella.

La señorita de la Torre.

Valentina baja la mirada para ocultar la sonrisa que amenaza con asomarse en sus labios, y se lleva la mano a la boca simulando que se va a rascar la nariz.

⎯Pero, podemos ir nosotros, ¿no es cierto? ⎯habla Daniel⎯. Podemos llevar a la señorita Nicole a un restaurante vegano.

Daniel voltea a ver a Tazarte, esperando su respuesta. Él, de manera diplomática, accede con un leve asentimiento, aunque su expresión es neutral. Valentina no puede evitar notar que algo pasa entre ellos, una tensión silenciosa, una conversación no dicha.

⎯Yo me iré a casa ⎯expresa Ana Carolina de repente⎯. No me siento muy bien.

Tristán reacciona de inmediato, su preocupación reflejada en su rostro.

⎯¿Te llevo?

⎯No, no. Ya llamé a Dan… ⎯hace una pausa breve antes de corregirse⎯. Al chofer, pasará por mí.

Tristán la observa por un momento, como si no estuviera completamente convencido de dejarla ir sola, pero respeta su decisión. Entonces, sin importarle la presencia de los demás, toma sus manos con suavidad y la aleja unos pasos, sumiéndolos en una conversación privada. Sus rostros están cerca, y aunque Valentina no puede escuchar lo que dicen, sí percibe la ternura en la manera en que Tristán la mira.

Antes de despedirse, él deposita un beso en su mejilla, un gesto lleno de cariño y respeto. Valentina observa la escena con una sensación difícil de describir. No son celos, pero sí un sentimiento extraño que le aprieta el pecho. Es la certeza de que, aunque su relación amorosa terminó, Ana Carolina y Tristán siempre tendrán un lazo especial.

Sabe que no tiene razones para sentirse insegura. Sabe que Tristán la eligió a ella. Pero en su interior, aún batalla con esa voz que le susurra que hay cosas en la vida de él que ella nunca podrá igualar o que posiblemente ella no pueda entender. 

Aquí tienes el desarrollo del texto con el fragmento inicial que solicitaste:

La voz de Nicole rompe su línea de pensamiento.

⎯Insisto en que vayamos a comer, Tristán. Me gustaría saber más sobre los proyectos a futuro que tiene la fundación con respecto a las artes.

⎯Y, a mí me encantaría ir ⎯responde con una sonrisa encantadora⎯, pero en verdad tenemos que irnos. Quiero que todo quede perfecto, tan perfecto como usted.

“Ugh”, piensa Valentina, resistiendo la urgencia de soltar un suspiro de fastidio. Al parecer, no es la única que lo piensa, porque Alegra pone los ojos en blanco con disimulo.

⎯¡Basta! ¿No es encantador, Karl? ⎯pregunta Nicole con una risita, buscando apoyo.

Karl levanta una ceja, mirando de reojo a su esposa antes de responder con tono exageradamente teatral:

⎯¡Uy, muchísimo!

Valentina no puede evitar soltar una risa baja, y Tristán también, aunque con más disimulo.

⎯Bueno ⎯Tristán voltea a ver a Valentina y le extiende una mano⎯. ¿Lista para trabajar, señorita de la Torre?

Su tono es firme pero amable, un contraste entre el Tristán encantador y el Tristán que es solo de ella. Valentina asiente con la cabeza y abraza su libreta contra el pecho antes de comenzar a despedirse de los demás.

⎯La espero, Valentina ⎯le dice Karl antes de irse⎯. Con un vestido de gala.

⎯Claro ⎯comenta ella, con una pequeña sonrisa.

Cuando se gira para alcanzar a Tristán, él ya se encuentra en las escaleras, esperando en la entrada del recibidor. Su postura relajada, una mano en el bolsillo del pantalón y la otra deslizándose por la barandilla, le da un aire despreocupado, pero Valentina sabe que no lo es. Está esperando por ella.

Cuando llega a su lado, él la mira de reojo y con una sonrisa traviesa murmura:

⎯¿Lista para trabajar? ⎯le pregunta.  

⎯Claro ⎯responde Valentina sincera. 

⎯⎯⎯⎯⎯⎯

El auto se desliza con suavidad por las calles de Madrid. La tarde avanza, y el tráfico comienza a formarse, pero Valentina está demasiado perdida en sus pensamientos para notarlo. Tristán conduce con una mano en el volante y la otra apoyada en la palanca de cambios, tarareando una melodía sin darse cuenta.

⎯¿A dónde vamos? ⎯habla Valentina, rompiendo el silencio.

⎯A un lugar especial.

⎯¿Especial para quién?

Tristán la mira de reojo antes de volver la vista al frente.

⎯Para mí. Pero creo que también te gustará.

Valentina arquea una ceja, intrigada.

⎯¿Y por qué me llevas ahí?

⎯Porque quiero compartirlo contigo.

Su respuesta es simple, pero Valentina siente cómo su pecho se aprieta ligeramente. No está acostumbrada a que alguien quiera compartirle algo especial, algo íntimo. Tristán gira por una calle más estrecha y finalmente se detiene frente a un edificio de fachada antigua. Valentina lee:

“Academia Ainhoa Canarias”. 

⎯Llegamos ⎯dice Tristán, bajando del auto y rodeándolo para abrirle la puerta.

⎯¿Qué es este lugar? 

⎯Ya lo verás.

Valentina sale del auto, aún sin entender del todo, pero con una extraña sensación de emoción en el pecho. Entran al edificio, que al parecer está completamente vacío. 

⎯Ya en serio… ⎯pregunta Valentina. No le gusta mucho la incertidumbre porque toda su vida ha estado rodeada de esa sensación. 

Tristán se voltea. 

⎯¿Confías en mí? ⎯dice en voz seria. 

⎯Claro que sí. Siempre. 

⎯Bueno, entonces vamos ⎯le comenta. 

Por primera vez, en todo este tiempo que han estado juntos, Tristán toma de la mano a Valentina y ella se emociona. Jamás había sentido un contacto tan puro, tan amoroso, tan real. 

Ambos caminan hacia el elevador, que va acorde al tipo de edificio, y comienzan a subir. Valentina aprieta de la mano a Tristán para desahogar un poco los nervios. 

Cuando llegan a la parte de arriba, donde hay dos puertas cerradas. Tristán las abre y Valentina nota que toda la planta de arriba es como un auditorio. 

⎯Mi tía Ainhoa hace aquí los recitales de danza. Antes, también era el lugar de ensayo de la orquesta juvenil. Sin embargo, ahora que tiene su propia casa, gracias a ti. ⎯Le hace saber⎯. Ahora queda libre. 

⎯Ok ⎯responde Valentina dudosa. 

Ve que hay dos sillas esperando por ellos y un telón. 

⎯¿No me trajiste a ver a la soprano, cierto? ⎯pregunta ella. 

Tristán se ríe. 

⎯No. Pero, en tu lista dijiste que querías ir a un concierto, y yo prometí que cumpliría los deseos de esa lista y bueno… 

Tristán invita a Valentina a sentarse. Cuando él se sienta, una persona sale de una puerta y baja las luces y enciende las del escenario. 

⎯¿No es Moríns, verdad? ⎯pregunta ella entre risas⎯. Aunque lo preferiría ante la soprano. 

⎯No… ya verás. 

De pronto, una guitarra flamenca se escucha del otro lado del telón y una voz que a Valentina se le hace conocida. Cuando la reconoce, voltea a ver a Tristán. 

⎯¿Es en serio? ⎯pregunta, sorprendida. 

⎯Te dije que me gustaba, te dije que la conocía, pero no te dije que tenía forma de contactarla. 

El telón se abre con un movimiento suave y elegante, revelando una escena que parece sacada de un sueño. Bajo la luz cálida de los reflectores, Rosalía está de pie en el centro del escenario, con su inconfundible presencia y magnetismo. Su mirada se posa en Tristán y Valentina, y una sonrisa cómplice cruza sus labios antes de que los primeros acordes de la guitarra inunden el auditorio.

Viste un conjunto negro con detalles en rojo carmesí, evocando el alma más pura del flamenco, con volantes en las mangas que se mueven como olas con cada gesto. Su cabello está recogido en una coleta alta, y sus labios rojos destacan contra su piel iluminada por las luces del escenario.

Valentina apenas puede creer lo que está viendo. Sabe que Tristán es un hombre que consigue lo que se propone, pero jamás imaginó que podría hacer esto.

⎯Esta es mi canción favorita ⎯le dice en un susurro, cuando los acordes de Como una G comienzan a sonar⎯. Creo que es una obra de arte.

La voz de Rosalía resuena con esa melancolía desgarradora que solo ella sabe transmitir. Su canto llena el auditorio vacío, envolviendo a Valentina y Tristán en una atmósfera casi irreal. La guitarra flamenca vibra con una profundidad que traspasa la piel, como si las notas estuvieran narrando una historia sin palabras, una historia que, de alguna manera, también les pertenece a ellos.

Valentina siente un escalofrío recorrerle la piel. No solo por la belleza de la canción, sino por la intimidad del momento. Es como si el tiempo se hubiese detenido, como si el universo hubiese conspirado para darles este instante de absoluta perfección. Tristán la observa de reojo y sonríe, disfrutando más de su reacción que del propio espectáculo.

⎯Nunca me imaginé algo así ⎯susurra Valentina, sin apartar la mirada del escenario.

⎯Quería sorprenderte ⎯responde Tristán, inclinándose un poco hacia ella⎯. Quería que supieras que todo lo que está en esa lista que escribiste lo voy a hacer realidad.

Valentina traga saliva. Siente los ojos humedecerse por la emoción. Toda su vida creyó que sus sueños eran demasiado grandes, que estaban destinados a quedarse en una libreta, en la fantasía de lo inalcanzable. Pero aquí estaba él, un hombre que no solo la veía, sino que hacía lo imposible para demostrarle que era digna de cada deseo que alguna vez tuvo.

Rosalía cierra los ojos mientras canta, completamente entregada a la melodía. Su voz quiebra el aire con una mezcla de dolor y belleza, y Valentina se da cuenta de que esta canción, que tantas veces ha escuchado, ahora tendrá un significado diferente para ella.

Sin pensarlo, busca la mano de Tristán y entrelaza sus dedos con los de él. No necesita decir nada. No hay palabras que puedan expresar lo que siente en este momento.

Tristán la aprieta suavemente, sin apartar la mirada del escenario, pero con una sonrisa satisfecha en los labios.

⎯Espero que te haya gustado la sorpresa ⎯murmura.

Valentina asiente, pero en realidad, las palabras se quedan cortas. No es solo la sorpresa. Es él. Es la manera en la que la mira, en la que la hace sentir, en la que, sin necesidad de grandes discursos, le demuestra que su felicidad es su prioridad.

De pronto, Tristán se voltea y le ofrece su mano. 

⎯¿Me concede esta pieza, señorita de la Torre? ⎯le pregunta. 

Valentina siente su corazón se encoge de ternura. No sabe bailar así, en realidad, no sabe bailar nada, pero con él no importa. 

⎯Eres la persona más romántica que he conocido, ¿lo sabías? Como sacado de una novela de amor ⎯le confiesa. 

⎯Tienes suerte de que yo también leo novelas de amor. 

Ella toma su mano, y con un movimiento suave, Tristán la acerca a su cuerpo. Sus brazos la envuelven con una seguridad que la hace sentir protegida, como si en ese instante nada malo pudiera alcanzarla. Se balancean lentamente, siguiendo la música en un ritmo que no necesita pasos exactos, sólo la sincronía de sus cuerpos, de sus corazones latiendo al mismo compás. Valentina apoya su cabeza en el pecho de él, escuchando su respiración pausada y el latido firme bajo su camisa. 

⎯Gracias ⎯susurra contra su piel. 

⎯¿Por qué? 

⎯Por hacerme sentir especial.

Tristán la estrecha un poco más, como si quisiera asegurarse de que ella entienda que no hay nadie más importante para él.

⎯Eres especial, Valentina. No porque yo lo diga, sino porque siempre lo has sido. Solo necesitabas a alguien que te lo recordara.

⎯¿Me dices eso para que después de esto ame a La Rosalía? ⎯pregunta, con una sonrisa juguetona en los labios.

Tristán se ríe bajito, ese sonido grave y envolvente que a Valentina le provoca escalofríos en la piel.

⎯Si no te convenzo así, lo haré más tarde, no te preocupes ⎯responde con una sonrisa coqueta y una ceja ligeramente arqueada.

Valentina siente un vuelco en el pecho. No sabe cómo lo hace, pero Tristán tiene el poder de hacerla reír, de hacerla sentir segura, de hacerla desear cosas que antes ni siquiera se permitía soñar.

La música sigue sonando de fondo, una melodía suave que parece mecerlos en su propio universo. Tristán la gira lentamente, deslizando sus manos por su cintura, acercándola más a él. Valentina cierra los ojos un momento, sintiendo la calidez de su cuerpo, la firmeza de sus brazos, la seguridad que le transmite con solo sostenerla.

Alguien que le recordara quién era… piensa ella. Eso es justo lo que siempre había buscado, sin saberlo. Alguien que le recordara lo bonito de vivir, de existir.

Y más tarde, lo sabía, él le recordaría el fuego que llevaba en la sangre.

4 Responses

  1. Hermoso capítulo, que difícil para Valentina haber vivido tanto tiempo segregada y de paso cargar con el peso de no poder ser totalmente honesta con David Tristán

  2. Awwww, muy enamorada de esta parejita. Si son bellísimos. Luz y David se lucieron criando a este picaflorcito, siempre tiene las palabras precisas para toda ocasión. Lo amo 💖

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