DANIEL
Tazarte estaciona el auto justo donde se lo pido, a una cuadra de la entrada de las casas.
⎯Dan, amor, creo que es algo ridículo que hagamos esto. Tu familia ya debe sospechar ⎯dice con una sonrisa divertida⎯. Sobre todo Jo, “ella sabe cosas”.
Suspiro, soltando el cinturón de seguridad mientras lo miro con complicidad.
⎯Lo sé, pero es divertido mantener la ilusión un poco más. Además, quiero entrar con discreción… si nos ven llegar empezarán a formular las preguntas. Mejor los tomamos de sorpresa.
⎯¿Y cuál es el problema? ⎯arquea una ceja, apoyando un brazo en el volante⎯. ¿Te avergüenzas de mí?
Me río y niego con la cabeza.
⎯No digas tonterías. Solo que necesito prepararme mentalmente para lo que viene. Sabes cómo es mi familia cuando se emocionan.
Tazarte sonríe y asiente con la cabeza. Lo sabe. Desde el primer momento que conoció a mi familia, aprendió que los Ruiz de Con no tienen término medio cuando se trata de amor y emociones.
⎯Además ⎯bajo la voz⎯, eres mi primer novio oficial. Ya sabes, de esos que no se esconden.
Tazarte me observa en silencio por un momento, sus ojos oscuros reflejando algo entre sorpresa y ternura. Luego, su sonrisa se suaviza y ladea la cabeza.
⎯¿Eso significa que soy un hito en tu historial amoroso?
⎯Definitivamente ⎯asiento, jugando con la tela de mi camisa para distraerme de la intensidad con la que me está mirando⎯. Eres el primero que conoce a mi familia, el primero con quien no tengo que ocultarme, el primero…
⎯¿El primero que te hace sentir así? ⎯interrumpe, con un tono más bajo, como si también estuviera midiendo el peso de sus palabras.
Me muerdo el labio y asiento sin necesidad de pensarlo mucho.
⎯Sí ⎯susurro⎯. Contigo es diferente.
Tazarte deja escapar un leve suspiro y se acerca un poco más. Su mano se desliza hasta mi mejilla y su pulgar traza un círculo suave sobre mi piel.
⎯No sabes lo feliz que me hace escuchar eso, Dan.
Su voz es un murmullo entre nosotros, íntimo y sincero. Me siento expuesto, pero al mismo tiempo, completamente seguro en su cercanía.
⎯Creo que necesito acostumbrarme a esto ⎯admito con una media sonrisa⎯. A no sentir miedo, a no estar mirando por encima del hombro.
⎯No tienes que hacerlo ⎯me asegura, inclinándose lo suficiente como para que nuestras frentes se rocen⎯. No conmigo.
Cierro los ojos por un momento, dejando que sus palabras se graben en mi mente. No tengo que esconderme. No tengo que justificarme. No tengo que esperar a que alguien me condene.
Y por primera vez en mi vida, me doy cuenta de que ser libre no significa estar solo. Significa poder compartir mi vida sin miedo.
Abro los ojos y lo encuentro sonriéndome con esa calidez que se ha vuelto mi refugio.
⎯Definitivamente, esto es nuevo para mí ⎯confieso, riendo entre dientes.
⎯Para mí también ⎯responde, con un brillo travieso en la mirada⎯. Pero podemos aprender juntos.
⎯¿Paso a paso?
⎯Nota a nota ⎯corrige, con una sonrisa juguetona.
Suelto una carcajada y le doy un beso rápido antes de separarme.
⎯Vamos, antes de que alguien salga y nos descubra.
Tazarte y yo bajamos del auto y caminamos hacia la puerta de su casa. Me siento nervioso, no sé si es por el hecho de que entraremos los dos juntos o porque conoceré a las niñas que serán mis hermanas. Él parece notarlo porque, antes de que lleguemos la puerta, toma mi mano con suavidad y la aprieta ligeramente.
⎯Respira, Dan. No es un examen.
⎯Eso dices tú ⎯murmuro, intentando mantener el humor, pero el nudo en mi estómago no se disipa.
Antes de entrar, Tazarte me toma de la mano y hace que voltee a verlo. Su toque es firme, pero reconfortante. Sus ojos oscuros me analizan con ternura, como si pudieran leer cada pensamiento que intento ocultar.
⎯Tranquilo, no tienes nada que anunciar hoy, ¿vale? Solo disfruta el tiempo con tu familia, no pasará nada.
Sus palabras deberían calmarme, pero no lo hacen del todo. Sé que tiene razón, que en teoría esto es solo un desayuno familiar y que no hay ninguna razón para que me sienta como si estuviera a punto de subir a un escenario sin haber ensayado. Pero mi familia… bueno, ellos siempre han tenido un instinto afilado, y sospecho que Jo ya sabe más de lo que debería.
Aun así, sonrío. No se me hace posible que una persona como Tazarte exista. Alguien que me da calma en medio del caos, alguien que me mira como si todo estuviera bien aunque mi mente diga lo contrario. Pero, al parecer, es real.
⎯Ahora vamos ⎯me pide con suavidad, dándome un leve apretón en la mano antes de soltarme.
Asiento y seguimos caminando hasta la entrada de la casa de mi padre. El portón, alto y robusto, es del mismo estilo que los de la casa de mi tía Julie y la casa de mi tío David, ahora hogar de Alegra. Desde fuera, las tres casas dan la impresión de ser una sola gran propiedad, pero por dentro cada una tiene su propio espacio, su propia historia.
Como también compartimos el jardín, ya que mis padres y mis tíos decidieron quitar las bardas que separaban el límite de cada casa y sustituirlas por puertas de rejas para que pudiésemos pasar de un jardín a otro sin problema, siempre pensé que me encontraba en un gran bosque. De niño, este lugar era un territorio sin fronteras donde siempre nos sentíamos libres y amados.
Los tres construyeron caminos de piedra y madera para conectar las casas, senderos que aún recuerdo recorrer descalzo en las tardes de verano. Las puertas del jardín siempre estaban abiertas, permitiéndonos entrar y salir de cualquier casa sin tocar, sin necesidad de avisar. Desayunábamos, comíamos y cenábamos donde queríamos; aún lo hacemos. Las conversaciones fluían entre casa y casa, y aunque cada familia tenía su espacio, al final del día todos éramos una gran familia, todos.
Por mi parte, siempre preferí quedarme en mi casa, aunque Jo, Jon y Sabina eran quienes se pasaban más tiempo conmigo y con mi hermano. Nos movíamos entre casas como si fueran habitaciones de una sola gran mansión. Pero cuando llegó la familia de mi tío David, las dinámicas cambiaron. Me la pasaba entre mi casa y la de mi primo David Tristán, donde pasé las mejores tardes de mi infancia.
Nadábamos en la piscina de los Carter hasta que nuestras manos quedaban arrugadas como pasas, jugábamos fútbol en la casa de los Canarias y, sin falta, todas las fiestas terminaban celebrándose en la casa de los Ruiz de Con Canarias, porque siempre ha sido la más grande y porque mi madre es la mejor organizando eventos; mi abuela también lo era.
Por eso, ahora que llegamos, no hay duda de que la primera puerta que cruzaremos es la de mi casa. Porque las mejores fiestas, reuniones y sábados de waffles, siempre han sido en mi casa.
⎯¿Listo? ⎯pregunto, mirándolo de reojo.
Tazarte sonríe con esa calma suya que parece inquebrantable.
⎯Siempre. Soy músico ⎯responde Tazarte con una sonrisa, mientras cruzamos juntos el portón.
Mientras entramos, no puedo dejar de pensar en algo que mi padre me dijo cuando mis primos, los Canarias Ruiz de Con, vinieron de Puerto Vallarta a vivir a la casa de al lado. Fue una frase sencilla, pero que jamás se me olvidará:
⎯La familia no son las paredes donde vives, sino las personas que dejan la puerta abierta para que entres cuando lo necesites.
En ese momento, entendí que mi familia no estaba limitada solo a quienes compartían mi apellido o mi sangre, sino que también incluía a aquellos que habían encontrado un hogar entre nosotros. Personas como la tía Xóchitl, el tío Ben, Pablo, Mar y Ana Caro, que se fueron uniendo de manera natural, como si siempre hubieran pertenecido aquí.
Cuando mis primas comenzaron a casarse, cuando los esposos y esposas se convirtieron en parte del día a día, cuando la mesa se hizo más grande y el ruido en las reuniones se multiplicó, comprendí que la familia es algo que crece, que se transforma, que nunca deja de expandirse.
Ahora es mi turno.
Así como pronto llegarán mis hermanas y mi hogar se llenará de sus risas y su presencia, siento que con Tazarte también estoy abriendo una puerta más. No sé qué dirá mi padre cuando lo vea aquí, pero sé que, en el fondo, reconocerá lo que siempre nos ha enseñado: que la familia es ese espacio donde alguien siempre te espera, con la puerta abierta y un lugar en la mesa.
⎯¡Ya llegaron! ⎯se escucha la voz de Fátima, quien viene corriendo a la puerta con la emoción desbordando en cada paso. Pero al vernos a Tazarte y a mí, baja su entusiasmo de golpe, frunciendo ligeramente el ceño⎯. ¡Ah! Son ustedes.
⎯¿”Ah, son ustedes”? ⎯repito, imitando su tono con fingida incredulidad⎯. Bueno, pues qué bienvenida tan cálida, Fátima.
⎯No me lo tomes a mal, tío Dan, pero estamos esperando a Lu y a Ella ⎯explica con un encogimiento de hombros, antes de girarse hacia Tazarte con una sonrisa⎯. ¡Hola, Tazarte!
⎯Hola, Fátima ⎯contesta él con naturalidad, sin perder su buen humor⎯. Te entiendo, ¿quién querría ver a dos tipos como nosotros? Es triste, porque… ¿qué haré con estos caramelos? ⎯Y en ese momento, saca de su bolsa unas paletas de colores, sorprendiendo no solo a Fátima, sino también a mí.
⎯¡Taz nos trajo caramelos! ⎯grita la niña con entusiasmo. Y como si hubiera activado una alarma de emergencia, la sala se llena de inmediato con la nueva generación de esta familia. Pequeñas cabezas rubias, castañas y de cabello negro aparecen de todos lados, acercándose a nosotros con ojos brillantes.
⎯Es uno para cada quien, ¿eh? ⎯advierte Tazarte, con una sonrisa divertida.
Lucho se adelanta y Taz se baja a su altura, entregándole dos en lugar de uno.
⎯Son dos para ti, pero no le digas a tu hermana ⎯le susurra con complicidad.
⎯Gracias ⎯responde el niño con una enorme sonrisa, aferrándose a su botín como si fuera el tesoro más preciado del mundo.
Cruzo los brazos y miro a Taz con sospecha.
⎯¿De dónde sacaste esos caramelos? ⎯pregunto, entre curioso y divertido.
⎯Soy músico, sé improvisar ⎯responde, guiñándome un ojo.
En ese momento, mi hermano Héctor aparece al pie de la escalera. Al verme, su rostro se ilumina con una sonrisa y, sin pensarlo dos veces, se acerca para darme un fuerte abrazo.
⎯Te ves… ¿diferente? ⎯le digo, notando algo en él que no logro identificar del todo.
Desde hace tiempo ha estado apagado, como si cargara un peso invisible sobre sus hombros. Pero hoy, por primera vez en mucho tiempo, parece… ligero.
⎯¡Es un día feliz! ¡Muy feliz! ⎯contesta con un entusiasmo que me toma por sorpresa.
Pero entonces su voz se quiebra, y en lugar de soltarme, me abraza más fuerte.
⎯¿Todo bien? ⎯pregunto con suavidad, sintiendo cómo en su abrazo hay algo más, algo que no me ha dicho en semanas.
Me siento terrible. Héctor y yo siempre nos contábamos todo, éramos confidentes. Pero después de lo de Raúl, me aislé, y Héctor… Héctor perdió a un hermano.
Se supone que yo soy el mayor, el que debería haberlo protegido, el que debía estar ahí para él. Pero los papeles se invirtieron. Mientras yo luchaba contra mis propios demonios, él y David fueron quienes me sostuvieron. Los ataques de pánico fueron llevaderos gracias a ellos. Héctor siempre ha estado preocupado por mí, asegurándose de que viva un día más. Estoy seguro de que fue él quien mandó a Jo ese día en el que intenté quitarme la vida. Estoy seguro de que me salvó. Y no sé si he sido lo suficientemente agradecido por eso.
⎯¡Voy a ser hermano mayor! ⎯dice de pronto, entre risas y con una emoción tan grande que me sacude.
Parpadeo.
⎯¿Qué?
⎯Sí ⎯su sonrisa se ensancha⎯. Ya sabré qué se siente. Y tú, hermano, serás el hermano mayor más viejo.
Lo miro con sorpresa, pero sin poder evitar que una risa suave escape de mis labios.
⎯Pero el más guapo ⎯respondo, sin perder la oportunidad.
Héctor me golpea suavemente el brazo y luego mira a Tazarte, evaluándolo con una sonrisa de complicidad.
⎯¡Al fin! ⎯exclama con diversión⎯. En esta familia hacemos apuestas, y por primera vez todos coincidimos en algo: que tú y Daniel terminarían juntos. No podíamos apostar en contra de eso porque siempre lo supimos.
Se vuelve hacia Tazarte y le extiende la mano con calidez.
Tazarte y yo nos acercamos a la terraza, donde el desayuno ya está en pleno proceso de preparación. El ambiente es cálido y lleno de vida, como siempre lo ha sido en esta familia. Para aprovechar las mañanas de verano, todos prefieren desayunar, comer y cenar al aire libre, disfrutando de la brisa matutina y la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles.
Desde donde estamos, puedo ver a mi tía Luz organizando la mesa con una precisión casi militar, revisando cada detalle con una lista en la mano. No tengo duda de que es una lista escrita por mi mamá, con instrucciones detalladas sobre la disposición de cada plato, cada vaso, cada servilleta. A unos metros, mi tía Julie da indicaciones a Jon, quien cuelga los globos que dicen “Bienvenidas” en lo alto de la terraza. David, mi primo, ayuda a su madre a alinear los cubiertos con una paciencia admirable.
El olor a waffles invade el aire, mezclado con el aroma del café recién hecho. Desde la cocina, se escuchan risas y voces animadas. Mis primas se ríen a carcajadas mientras Moríns, como siempre, cuenta alguna de sus anécdotas.
Cuando llegamos a la puerta, vemos la escena en su máximo esplendor: Karl está al mando de la wafflera, con Antonio de aprendiz observando atentamente, y Moríns preparando el café mientras narra su historia con dramatismo exagerado.
⎯Tu mujer ⎯dice señalando a Karl⎯ hizo el café más feo que pudimos haber probado.
⎯Tú no debiste estar ahí ⎯le reclama Alegra entre carcajadas⎯. Ni doctor eres.
⎯El rostro de mi suegro fue épico ⎯continúa Moríns, con una sonrisa traviesa⎯. Recuerdo que vio a Alegra y dijo en un susurro “¿qué mierda es esto?”.
⎯¡Claro que no, Moríns! ⎯lo defiende Sila entre risas.
⎯¿No? ⎯pregunta él con fingida inocencia⎯ Bueno, tienes razón, no dijo “mierda”, dijo “chingadera”, que, sinceramente, me dio más risa.
Voltea hacia Antonio con una expresión casi académica.
⎯Chingadera significa…
⎯Sé lo que significa ya… es una palabra común en mi casa ⎯responde Antonio con una sonrisa.
Las risas continúan, y Lila, sin perder la oportunidad, agrega con diversión:
⎯Les dije que mi hermana es malísima para cocinar y hacer bebidas. ¿Recuerdan el agua de horchata?
La carcajada general es instantánea.
⎯De horchata no tenía nada ⎯contesta Sila.
⎯Alegra tiene el don de hacer los líquidos de sabor más insípidos que la misma agua ⎯agrega Moríns.
⎯¡Yo era la encargada de las fotos! ⎯se defiende Alegra⎯. Si hice el café fue porque entré en pánico al tirarlo cuando me tropecé con el cable.
Karl, sin perder el ritmo de la conversación, le sonríe con ternura mientras saca otra tanda de waffles.
⎯Cariño… yo amo tu café.
⎯No mientas por convivir, Karl ⎯comenta Moríns, divertido.
⎯Que mienta me da sexo. Es un fetiche que tenemos ⎯responde Karl, encogiéndose de hombros.
⎯¡Dios! ⎯exclaman todos al unísono, entre risas y caras de horror fingido.
Tazarte se inclina ligeramente hacia mí y me susurra con una sonrisa:
⎯No sé qué es más impresionante… la dinámica familiar o la falta de filtros.
⎯Ambas ⎯respondo, riendo⎯. Cuídate de Moríns, todo puede ser usado en tu contra.
⎯Gracias por la advertencia ⎯contesta Tazarte con una sonrisa.
Ambos entramos a la cocina y, justo en ese momento, Moríns nos ve aparecer. Con su habilidad innata para soltar comentarios sin filtro, nos señala con dramatismo exagerado y suelta:
⎯¡Miren nada más, la parejita feliz! ¿Qué? ¿Van a querer un cafecito o ya traen suficiente azúcar entre ustedes?
⎯Basta, Moríns ⎯le pido, mientras entro saludando a todos⎯. Y, ¿los Carter Cho? Vi a sus ternuras afuera.
⎯Están arriba arreglando la habitación de las niñas ⎯responde Karl mientras revuelve una mezcla para waffles.
⎯Vaya.
⎯¿Entonces? ¿Ya te podemos incluir en la pelea por los terrenos familiares? ⎯bromea Moríns con una sonrisa pícara.
Tazarte se ríe, pero no deja pasar la oportunidad de soltar una respuesta con la misma rapidez.
⎯No necesito terrenos, yo ya gané. Porque tengo a Daniel.
Un “¡Awww!” colectivo resuena en la cocina. Alegra es la primera en reaccionar, corre hacia mí para darme un abrazo fuerte.
⎯Dan tiene novio… Dan tiene novio ⎯canta con entusiasmo, como si fuéramos adolescentes.
⎯¡Basta! ⎯protesto entre risas, pero ya es demasiado tarde.
La cocina entera se alborota. De repente, todos se acercan y comienzan a abrazarnos, a darnos palmadas en la espalda, a hacernos preguntas, a celebrar como si esto fuera un evento oficial que estuvieran esperando desde hace siglos. La escena se me hace de lo más graciosa y tierna. Todos lo sabían o lo presentían, menos yo, supongo.
⎯¿Qué pasa aquí? ⎯se escucha la voz de una muy embarazada Sabina, quien entra a la cocina con cautela, con una mano en la cadera y otra sobre su vientre.
⎯Taz y Dan son novios… ⎯expresa Lila, como quien anuncia que el mundo se ha vuelto un lugar mejor de la noche a la mañana.
⎯¡Vaya! ⎯exclama Cho con una sonrisa satisfecha, acercándose para abrazarme con cariño⎯. Siempre supe que encontrarías a alguien que te entendiera esos razonamientos matemáticos.
⎯¡¿Y por qué todos sabían menos yo?! ⎯exclamo, medio en broma, medio en serio.
⎯Porque a veces las mejores ecuaciones se resuelven solas, sin que el matemático se dé cuenta ⎯contesta Jon, entrando con un café en la mano y una sonrisa de “te lo dije”.
Moríns chasquea los dedos.
⎯¡Vaya frase para enmarcarla en la boda!
⎯¡Aún no sé si habrá boda! ⎯respondo de inmediato, y la cocina estalla en carcajadas.
⎯¿Quieres apostar? ⎯Y, como si Moríns hubiese dicho la palabra mágica, todos se emocionan.
⎯Familia… sus apuestas. ¿Quién se casará primero, Daniel o David Tristán? ⎯pregunta Cho, sacando un poco de dinero y poniéndolo sobre la mesa.
⎯¿No van a pretender que yo lleve esta apuesta? ⎯protesto.
⎯La llevaré yo ⎯dice Antonio, tomando el dinero.
Tazarte se ríe a mi lado, disfrutando del caos que mi familia puede generar en cuestión de segundos. Jon aparece con su billetera en mano, sacando unos billetes mientras revisa los rostros de los “concursantes”.
⎯A ver, David Tristán tiene novia estable desde hace años, pero Daniel… ⎯hace una pausa dramática, mirándome con burla⎯. Daniel ya quitó candidatos de su camino… y David, por cierta información que sé… apuesto por Daniel.
⎯¿Es en serio?⎯pregunto, y él se encoge de hombros divertido.
David Tristán entra justo en ese momento, frunciendo el ceño al ver el montón de dinero sobre la mesa.
⎯¿Qué está pasando aquí?
⎯Tu destino está siendo decidido por apuestas ⎯le informa Karl, bebiendo café con toda la calma del mundo.
⎯¿Qué?
⎯Apostamos quién se casará primero, si tú o Daniel ⎯explica Sabina con una sonrisa pícara.
David Tristán me mira como si esto fuera mi culpa, y yo levanto las manos en rendición.
⎯Que conste que no fui yo quien empezó esto ⎯me defiendo⎯. Moríns dijo “boda” y todo se salió de control.
⎯¿Como todo en esta familia? ⎯pregunta con sarcasmo.
⎯Exacto ⎯responde Jo, entrando con una taza de té⎯. Y, por cierto, yo apuesto por Daniel.
⎯¿Ninguno de ustedes piensa que David se casará primero? ⎯pregunto, cruzando los brazos.
Todas las miradas se dirigen a mi primo, quien, sin perder la compostura, pone los ojos en blanco y suspira con resignación.
⎯¿Qué apostamos? ⎯se escucha de pronto el acento inconfundible de mi tío Robert, quien entra con la naturalidad de alguien que está acostumbrado a este tipo de conversaciones.
⎯¿Quién se casará primero? Daniel o David ⎯explica Jon, señalando el montón de billetes sobre la mesa.
Mi tío observa la situación con detenimiento y, sin dudarlo un segundo, pone unos billetes en la pila que lleva mi nombre.
⎯Tío… ⎯lo miro con falsa indignación⎯. ¡Ni siquiera lo pensaste!
⎯Le regalaste los armarios… es lógico ⎯responde encogiéndose de hombros.
En ese momento, Cho se gira hacia mí con el ceño fruncido, claramente sorprendido.
⎯¡Le regalaste los armarios a Tazarte!
⎯¿Qué significa eso? ⎯pregunta Tazarte, confundido, mirando a todos con cautela.
Yo dejo escapar un suspiro y ruedo los ojos.
⎯Es una tontería ⎯digo, aunque sé que no lo es⎯. Pero dice la leyenda que cuando mi tío Robert hace un mueble para un miembro de la familia y/o allegados, significa algo importante. Todo comenzó cuando era novio de mi tía Julie y ahora es como el regalo de bienvenida… o eso dicen.
⎯Para resumirlo, todos los que tenemos hijos recibimos cunas hechas por Robert, y siempre hay un regalo especial para los nuevos miembros de la familia ⎯comenta Karl, sonriendo⎯. Al parecer, tú tuviste armarios.
Tazarte arquea una ceja, procesando la información.
⎯O sea… ¿que me regalaron armarios porque…?
⎯Porque te quedas ⎯responde Cho con naturalidad.
⎯Exacto ⎯agrega Moríns con una sonrisa burlona⎯. Felicidades, muchacho. Ahora eres oficialmente uno de nosotros. Puedes pelear por los terrenos.
⎯¡Ya llegaron! ⎯se escucha la voz de Fátima con una emoción contagiosa⎯. ¡Llegaron las primas!
De pronto, la apuesta sobre quién se casará primero pasa a segundo plano. Como si alguien hubiera dado una señal, todos en la cocina abandonamos lo que estábamos haciendo y nos dirigimos hacia la entrada. Afuera, los niños de la familia, de diferentes edades y estaturas, se han alineado. Hay algo mágico en la forma en que esperan, como si este momento fuera uno de los más importantes en sus pequeñas vidas.
⎯Recuerda, Fátima. No seas tan intensa ⎯le pide mi tía Luz con dulzura.
⎯No soy intensa, abuela. Soy entusiasta ⎯corrige la niña con aire digno, cruzándose de brazos.
⎯Y un poco mandona ⎯agrega Sirena.
Las dos son las mayores de la nueva generación y, sin duda, las líderes del grupo. Me recuerdan a David y a mí cuando éramos pequeños, siempre teniendo la última palabra en cualquier plan.
⎯Bueno, sí… pero es que no hacen caso ⎯se defiende Fátima, elevando la barbilla.
Los demás niños ríen, y en ese instante, la puerta se abre lentamente. El aire parece llenarse de una emoción contenida cuando mi madre y mi tío David entran con una niña pequeña de cabello negro, peinado en dos trenzas perfectas. Sus grandes ojos marrones miran con curiosidad al grupo que la recibe.
⎯¡Bienvenida, Ella! ⎯exclama Fátima, dando un paso al frente con la autoridad de quien ya ha decidido que será la anfitriona de este encuentro⎯. Ellos son tus primos… él no, él es solo Rocky.
Un murmullo de risas recorre al grupo. Hay tantos primos que, por un momento, confundí a Rocky con uno más de ellos; aunque, siendo sinceros, ya es parte de la familia.
Después, la puerta vuelve a abrirse y mi padre aparece, cargando con ternura a otra pequeña. En su abrazo protector se encuentra Lucía, su cuerpecito lleva un vestido igual al de Ella, con su cabeza apoyada en el hombro de mi padre.
⎯Hola… ella es Lucía. Lu, ellos son tus primos ⎯dice con una voz suave, como si no quisiera despertarla.
⎯Menos Rocky…
⎯Eso se vera ⎯murmura él, que se ha acercado.
Mi padre se arrodilla para que todos puedan ver bien a la pequeña Lucía. La niña sigue profundamente dormida, ajena al revuelo que su llegada ha causado.
⎯Es tan pequeñita ⎯susurra Sirena con asombro.
⎯Como un bebé de verdad… ⎯agrega Lolo, observándola con una mezcla de fascinación y respeto.
⎯Pues claro, es un bebé de verdad ⎯responde Fátima, poniendo los ojos en blanco.
⎯Es como una de mis muñecas ⎯habla Alegrita.
⎯¿Ya sabe hablar? ⎯pregunta Jaz.
⎯No, ahora solo sabe dormir, comer, rodar… ⎯contesta mi papá.
⎯Una vida muy buena ⎯habla Maël.
Tazarte observa la escena con una sonrisa. Su mano roza la mía de forma instintiva, y cuando lo miro, veo en sus ojos una ternura que me derrite.
⎯¿Quieres cargarla? ⎯me pregunta mi papá con una sonrisa cálida.
Él se acerca con Lu en brazos, su pequeño rostro sereno y sus pestañas largas descansando sobre sus mejillas. Nunca pensé que a los 26 años recibiría en mi hogar a una hermanita. La miro y un nudo se forma en mi garganta. Es tan pequeña. Tan frágil.
⎯Sí… ⎯respondo en un susurro, como si temiera que mi voz pudiera despertarla.
Papá se inclina con cuidado y me la coloca en los brazos. Su peso es liviano, pero en ese instante, siento que sostengo el mundo entero entre mis manos. Lu se mueve ligeramente y su diminuta boca se abre en un pequeño bostezo que me deja completamente cautivado.
⎯Mírala ⎯murmuro sin poder apartar los ojos de su carita⎯. Es… perfecta.
Mis dedos, temblorosos, acarician su mejilla con suavidad. Su piel es tan tersa, tan cálida. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando me regala una sonrisa. Algo en mi interior se sacude. Es un sentimiento que nunca había experimentado con esta intensidad.
⎯Te quiere ⎯susurra mi madre, observándome con dulzura.
⎯No me conoce aún ⎯respondo, sin apartar la mirada de Lu.
⎯Eso no importa ⎯dice papá⎯. Eres su hermano. Al parecer lo sabe.
Un torrente de emociones me invade. La idea de ser hermano mayor de nuevo, después de tantos años, me llena de una sensación de responsabilidad y amor que no esperaba sentir de esta manera.
Todas mis sombras se van. En ese momento, me prometo a mí mismo que siempre estaré para ella. Que la cuidaré, la protegeré, y que cuando crezca y necesite apoyo, sabrá que siempre tendrá un hermano en quien confiar.
Tazarte se acerca lentamente y observa la escena con una sonrisa serena.
⎯Te queda bien ⎯comenta en voz baja.
Levanto la mirada y lo veo. Hay algo en sus ojos, una suavidad que me dice que entiende lo que estoy sintiendo. No necesito decirle nada. Simplemente lo sabe.
Lu se mueve ligeramente y, por un instante, abre sus ojitos oscuros. Un sonido pequeño y adormilado escapa de sus labios antes de volver a acomodarse contra mi pecho. Y entonces lo sé:
No importa qué pase, este momento quedará grabado en mi memoria para siempre.
⎯Ahora me toca ⎯dice Héctor con entusiasmo, extendiendo los brazos.
Me acerco a él con cuidado y le paso a la bebé. Lu apenas se mueve, su carita relajada y tranquila mientras se acurruca en los brazos de nuestro hermano. Héctor sonríe con esa calidez que siempre ha tenido cuando se trata de cuidar de los demás.
⎯Hola, Lu. Yo soy Héctor, tu hermano mayor y el más guapo.
⎯Espera a que conozca a su tío Moríns ⎯responde Moríns con rapidez, haciendo que todos riamos.
Héctor ignora el comentario con una sonrisa y sigue hablando con la bebé como si pudiera entender cada palabra.
⎯Bueno, seré el más talentoso. Te enseñaré a tocar el piano, y te cambiaré los pañales y… ⎯De pronto, su voz se quiebra y su rostro se transforma.
Un segundo después, sus ojos brillan con lágrimas que no puede contener.
⎯¿Está llorando? ⎯pregunta Sirena con inocencia, ladeando la cabeza.
Todos nos quedamos en silencio, mirándolo. Pero nadie dice nada. Nadie se burla, nadie interrumpe.
⎯Lo siento… es que estoy emocionado ⎯responde Héctor con un intento de sonrisa, aunque su voz sigue temblando.
Sé que es más que emoción. Sé que hay algo dentro de él que no nos ha contado. Lo conozco demasiado bien, como para creer que todo esto es solo felicidad.
⎯No me hagan caso ⎯pide con un hilo de voz⎯. No quiero arruinar el momento.
Pero no lo ha arruinado. Al contrario. Sus lágrimas parecen haber abierto una compuerta en todos nosotros, porque de pronto, mi madre también tiene los ojos vidriosos. Mi tía Julie se limpia discretamente con un pañuelo y hasta mi tío David se aclara la garganta con un gesto incómodo, como si intentara contener su propia emoción.
⎯¡Soy mamá de dos niñas! ⎯exclama Ainhoa, con la voz temblorosa de emoción.
Las palabras parecen encender un eco en todos nosotros, como si finalmente la realidad cayera con todo su peso. En la sala, los ojos brillan de lágrimas contenidas y las sonrisas se expanden con la calidez de quien sabe que este es un momento irrepetible. Miro a mis primos y veo sus expresiones reflejar la misma emoción. Tazarte, nos observa con una sonrisa suave, como si este torbellino de sentimientos fuera algo que le gusta atesorar en silencio.
Moríns, siempre fiel a su papel en la familia, decide que ya fue suficiente sentimentalismo.
⎯Bueno, después de esta sesión emocional, ¿qué tal si celebramos con waffles?
Las risas irrumpen entre los sollozos, ligeras, espontáneas. Como si nos hubiéramos dado permiso de volver a respirar después de tanta emoción.
⎯¡Sí! ¡Waffles para celebrar a Lu y a Ella! ⎯grita Fátima, siempre la primera en retomar la energía de la casa.
Todos giramos a ver a Ella, quien ahora intenta bajarse de los brazos de mi madre. Mamá, con su intuición de madre, la deja bajar con cuidado, y la pequeña, sin dudarlo, camina hasta Sirena, tomándola de la mano con firmeza.
⎯¡Le agrado! ⎯dice Sirena con alegría, como si acabara de ganar el premio más grande del mundo.
⎯¡Allá! ⎯dice Ella con voz pequeña, señalando hacia el jardín.
⎯¡Vamos! ⎯responde Sirena, y sin dudarlo, toma la mano de Fátima.
En cuestión de segundos, la pequeña procesión de niños se mueve en dirección al jardín. Todos los siguen como si fueran una revolución infantil. Y entonces, la voz de Eva irrumpe en la sala con una declaración que congela a todos por un segundo.
⎯¡También celebremos que Tazarte ya es nuestro tío!
Las cabezas se giran al instante. Y claro, todos miramos a Moríns.
Él levanta las manos en un gesto de inocencia.
⎯Yo no dije nada, esta vez.
No le creo ni un poco.
Tazarte suelta una carcajada, pero no dice nada. Solo mira alrededor, como si aún estuviera procesando lo que significa que, en cuestión de semanas, ha sido absorbido por esta familia en la que no hay medias tintas ni medias palabras.
Mi padre se acerca a él con la misma calma con la que siempre enfrenta los momentos importantes. Hay algo en su expresión que refleja aprobación, ese gesto sutil que ha dado en contadas ocasiones cuando algo realmente le agrada.
⎯Bienvenido… ⎯dice, mientras le da un abrazo.
Sé que le dice algo en voz baja, algo que no logro oír, pero veo cómo los ojos de Tazarte reflejan un respeto inmediato. No es común que mi padre reciba a alguien así, con una aceptación tan clara. Cuando se separan, Tazarte asiente y sonríe con gratitud, como si hubiera entendido algo que solo los dos saben.
Y en ese instante, lo sé con certeza. Tazarte ya era parte de la familia mucho antes de que lo hiciera oficial. Y lo mejor de todo, es que lo quiero así.
La algarabía sigue, la familia se mueve al jardín entre risas y exclamaciones, pero nosotros nos quedamos un momento en el umbral, con el murmullo de las voces de fondo.
⎯¿Ves cómo no era tan difícil? ⎯me dice Tazarte, dándome un leve codazo.
Me río, sin poder evitarlo.
⎯Al parecer me estresé de más.
⎯Podríamos decir que fue adorable verte tan nervioso ⎯bromea, cruzándose de brazos mientras me observa con diversión.
⎯No te acostumbres.
⎯Oh, sí que me acostumbraré.
Su tono me hace rodar los ojos con una sonrisa. Me siento ligero, como si me hubiera quitado un peso de encima que ni siquiera sabía que estaba cargando.
Tazarte me mira con esa expresión suya, entre traviesa y tierna, y da un paso más cerca.
⎯Te daría un beso, pero no te gustan las pruebas de afecto en público ⎯murmura, inclinándose ligeramente hacia mí.
Lo observo por un momento y, sin pensarlo demasiado, le tomo la mano y entrelazo nuestros dedos.
⎯No me gustan los besos en público ⎯admito, sintiendo su piel cálida contra la mía.
Tazarte sonríe con esa expresión suya de diversión y ternura combinadas, como si estuviera disfrutando cada segundo de mi incomodidad. Suelto un suspiro y, sin darle más vueltas, lo tomo de la barbilla con mi otra mano, inclinándome hacia él.
⎯Pero esto… esto sí.
Y lo beso.
No es un beso largo ni apasionado, pero es firme y sincero. Es la primera vez que rompo mis propias reglas y me dejo llevar sin pensar en quién nos ve o en lo que podrían decir. Siento el leve jadeo de sorpresa de Tazarte antes de que sonría contra mis labios y corresponda con suavidad.
Cuando me separo, la sonrisa en su rostro es radiante, casi burlona.
⎯Vaya… así que sí te gustan las muestras de afecto en público ⎯susurra, con una mirada intensa.
Le doy un leve empujón en el hombro, fingiendo molestia.
⎯No te emociones.
⎯Demasiado tarde.
Y con nuestras manos aún entrelazadas, seguimos caminando hacia el jardín.
Wao cuanta alegría y emociones, sólo los Ruiz de Con, Canarias, Carter, etc lo pueden lograr. Ana siempre tan maravillosa con tus historias
Me quedé con ganas de seguir la fiesta,
Hermoso verlos a todos juntos y felices y que ya antonio este tan unido a la familia como Karl y moris siendo morins y tazarte ya muy acoplado
Ame este capítulo, olvidaron la frace de Tristán Ruiz de Con…la Familia nunca cambia…
Super el capitulo que sigan los buenos momentos
El momento en la cocina fue tan genial, todo el capítulo fue muy emocionante❤️❤️❤️ gracias Ana
Hermoso capitulo!!!! Son la familia más bella, intensa y feliz…… Ya tenemos nuevo integrante….. Bienvenido Taz, Lu y Ella ♥️♥️♥️🥰🥹
Se vale llorar de alegría por esta hermosa familia
Hermosooooooo!!!! Me hiciste llorar y reír a la vez, como en todas las novelas ya leídas. Te queremos Ana gracias por tus escritos
💓💓💓💓
Que lindo capitulo, definitivamente que lindas bienvenidas
Capitulazooooo. Me encanta esa revolucion de todos juntos. Los amo. Ay Hector 💔. No hay palabras para describir todo lo que esta familia hace sentir. Gracias Ana.