AMIRA
Zafira vive en los márgenes del pueblo, donde el camino de piedra se convierte en tierra y los árboles comienzan a cerrar el cielo con sus ramas entrelazadas. Su casa no está en un vecindario ni aparece en los mapas. Hay que desviarse por un sendero apenas visible entre la maleza, donde un letrero de madera marca la dirección. El aire cambia conforme uno se adentra en el sendero. Huele a romero, incienso y tierra húmeda, como si todo allí hubiera quedado detenido en el tiempo.
Sin embargo, la casa de Zafira parece bastante normal, la única diferencia es que la fachada es vieja, carente de mantenimiento y con un jardín si se puede llamar así, es una jungla controlada de plantas, flores y una banca vieja. Noto que la puerta de entrada tiene símbolos tallados a mano y tiene una aldaba de hierro en forma de luna creciente.
Es un espacio al que nunca asistiría, pero también, uno donde nadie llega allí por accidente.
⎯Por aquí, señorita Amira ⎯me indica Omar, mientras toca la puerta.
Mi vestido se enreda levemente en la hierba crecida, pero no me retracto, espero pacientemente a que Zafira abra la puerta.
Momentos después, el olor a incienso y hierbas me golpea en el rostro, y una mujer de edad aparece en el umbral de la puerta.
⎯Pasen, pasen…
Omar me deja pasar primero, y tan solo entro, puedo ver una casa decorada de forma diferente, con totems y estatuillas. Hay de todo tipo de colgantes en el techo, y una mesa llena de frascos y hierbas.
⎯Estaba preparando café, ¿gustan un poco? ⎯nos pregunta.
⎯No gracias… ⎯contesto, con educación, mientras me quito el sombrero.
⎯Se lo pierden, es buen digestivo ⎯nos alecciona⎯. Supongo que vienen acá para saber algo.
Volteo hacia las ventanas, y noto que están completamente cerradas. En caso de necesitar algo o de que pase cierta situación, nadie sabrá que estoy aquí.
⎯La señorita Lafuente viene por protección, Zafira ⎯habla Omar.
⎯¿Protección? Creo que la señorita ya está muy protegida ⎯contesta, con una seguridad que me sorprende.
⎯¿Cómo sabe? ⎯pregunto.
⎯¿Vienes a cuestionarme a mí casa sobre los dones que poseo? ⎯me pregunta segura.
Zafira se sienta en la mesa de la cocina y con un gesto me llama.
⎯Ven… siéntate.
Veo a Omar, y él me invita a que lo haga. Me siento con timidez y cuando estoy frente a ella me sonríe.
⎯Dame tus manos, niña de luz ⎯murmura, en una voz rasposa y suave al mismo tiempo.
Extiendo las manos con cierta duda. Ella las toma entre las suyas, frías y delgadas, y las observa en silencio durante unos segundos que parecen eternos.
⎯Tu destino está marcado por una alianza que no fue hecha en este plano ⎯susurra⎯. Y tu espíritu… tu espíritu ha sido elegido para romper una maldición muy antigua.
Trago saliva.
⎯¿Qué tipo de maldición?
Zafira no responde. En cambio, cierra los ojos y comienza a hablar en un tono más bajo, como si recitara algo que no le pertenece del todo.
⎯Te casarás con un hombre que no tiene apellido. Un hombre sin fortuna, repudiado por los suyos. Será un matrimonio que nacerá entre sombras… y fuego.
Mi cuerpo se tensa. Omar me observa desde un rincón, atento pero en silencio. Miro a Zafira, confundida, con un nudo en el estómago.
⎯¿Amir? ⎯murmuro, como si pudiera confirmar mis peores temores⎯. ¿Habla de Amir?
Zafira entreabre los ojos y sonríe de lado, con una mueca críptica.
⎯El destino es un espejo roto, niña. Solo ves fragmentos. Pero lo que importa no es el nombre, sino el fuego.
Me estremezco.
⎯¿Están tratando de hacerme daño? ⎯pregunto, más con miedo que con coraje.
⎯Sí ⎯responde Zafira, sin rodeos⎯. Están tentando tu espíritu, provocándote. Quieren verte débil. Pero no podrán. Tienes protección.
⎯¿Protección?
Zafira suelta mis manos y toma el cuenco de agua. Sopla sobre la superficie y, de pronto, veo reflejos en el líquido: un jazmín, una figura en sombras, una mano masculina que se extiende hacia la mía. Nadir. Estoy segura de que es Nadir, aunque su rostro no aparece.
⎯Alguien ya te protege ⎯dice la bruja⎯. No con magia, sino con algo más fuerte: con verdad.
Cierro los ojos, tratando de entender, pero me siento más confundida que antes. El miedo se mezcla con una leve esperanza.
⎯¿Y seré feliz? ⎯pregunto, con la voz quebrada.
Zafira asiente lentamente.
⎯Después de muchas puertas cerradas, verás la que se abre al sol. La felicidad llegará… aunque no como tú la imaginas.
Sus palabras quedan flotando en el aire, envueltas en incienso y misterio.
Me levanto con lentitud, sin saber si agradecer o salir corriendo. Pero hay algo en su voz que me hace quedarme un instante más.
⎯Recuerda esto, Amira: el hombre sin nombre… traerá luz. Aunque primero… venga con sombra.
Y con eso, Zafira vuelve a cerrar los ojos, como si el mensaje ya estuviera dicho. Como si ahora, me tocara a mí interpretarlo.
⎯¿Eso es todo? ⎯pregunto, sin poder ocultar la decepción en mi voz.
Esperaba… no sé, una señal, algo más claro. Algo que me dijera si lo que siento por Nadir tiene futuro, si lo que compartimos es real o si simplemente estoy jugando con fuego. No esperaba que me dijera que al final sería feliz con Amir… Amir, el nombre que no quiero en mi historia.
Zafira no se inmuta. Sus ojos siguen cerrados, como si aún estuviera conectada a algo más allá de esta realidad. Pero entonces, con un movimiento lento, como si el tiempo no la afectara, extiende su brazo hacia un pequeño estante detrás de ella. Sus dedos largos toman un pequeño objeto envuelto en una tela oscura.
⎯No ⎯responde finalmente, abriendo los ojos⎯. No es todo.
Desenvuelve con cuidado la tela y me muestra un colgante antiguo. Es una piedra ovalada, de color verde oscuro, montada en un hilo de cuero. No parece valiosa, pero tiene un brillo extraño, como si latiera con vida propia.
⎯Esto es para ti ⎯dice, tendiéndomelo⎯. Llévalo siempre contigo. No lo quites, ni siquiera para dormir. Esta piedra fue lavada con agua de luna y enterrada durante una noche en tierra consagrada. Tiene una sola misión: protegerte de quienes te desean el mal… y de lo que no puedes ver.
Tomo el amuleto con ambas manos. Es más cálido de lo que esperaba, como si hubiera estado esperándome.
⎯¿De verdad crees que esto me protegerá? ⎯pregunto, apenas en un susurro.
Zafira me sostiene la mirada, y por un momento siento que ve dentro de mí.
⎯No es la piedra. Es lo que has despertado en ti. Esto solo te lo recuerda.
Guardo silencio, procesando sus palabras.
⎯Y recuerda, Amira… ⎯agrega, mientras vuelve a recostarse en su silla⎯. El amor verdadero no siempre llega con nombre claro. A veces, se presenta vestido de sombra… pero trae luz.
Acaricio el colgante entre mis dedos. No entiendo todo lo que me ha dicho. No sé si alguna vez lo haré. Pero algo en mi pecho se siente distinto… menos solo.
Quizá la brujería sea un cuento.
Pero la intuición… esa no miente.
Y algo me dice que este amuleto no me protegerá del peligro.
Me protegerá de lo que viene.
***
Omar y yo salimos de la casa de Zafira, y no puedo evitar sentirme decepcionada. Sí, seré feliz… algún día, con alguien. Pero según ella, con un hombre sin apellido, sin fortuna y repudiado. La profecía suena más a condena que a promesa.
De las tres hermanas, no cabe duda: yo soy la de peor suerte.
⎯Zafira es muy sabia ⎯dice Omar, con ese tono esperanzado que sólo él puede tener⎯. Estoy seguro de que ese amuleto la protegerá… y que lo que le dijo es algo bueno.
Lo miro de reojo, irritada.
⎯¿Casarme con un hombre sin apellido, repudiado? ¿Eso es bueno? ⎯pregunto, con evidente sarcasmo.
⎯Pues… ella dijo que al final será feliz ⎯responde él, intentando suavizar la conversación.
⎯Claro ⎯replico, rodando los ojos⎯. De pronto, mi felicidad está atada a la miseria.
Seguimos caminando en silencio por el malecón, rumbo a la parada del camión. El sol ya se ha posado alto y quema la nuca sin piedad. Estoy cansada, me duelen los pies, tengo hambre… y, para colmo, Zafira me cobró una fortuna por su “protección”.
Miro el amuleto colgando de mi cuello. La piedra verde sigue cálida, como si llevara vida dentro.
¿Y si es verdad? ¿Y si no estaba hablando de Amir? ¿Y si…?
Sacudo la cabeza. No quiero pensar más. Solo quiero volver al hotel, quitarme los zapatos y encerrarme en mi habitación, donde nadie me mire, donde pueda ser yo sin que el apellido Khalil pese sobre mis hombros.
⎯¿Sabe qué pienso, señorita Amira? ⎯dice Omar, justo cuando el camión aparece en la curva del camino.
⎯¿Qué? ⎯respondo con desgano.
⎯Que la verdadera maldición no es casarse con un hombre sin fortuna… ⎯hace una pausa, y me mira con calma, como si hablara desde una verdad más profunda⎯. Es hacerlo con uno sin alma.
Suspiro, sintiendo cómo sus palabras se clavan en mí con más fuerza de la que esperaba.
⎯La verdadera maldición fue haberme enviado aquí para casarme con Amir y pertenecer a la familia de Aida ⎯murmuro, sin siquiera intentar disimular mi tristeza.
⎯Yo trataría de verlo de otra manera ⎯responde Omar con serenidad⎯. Zafira dijo que su alianza iba más allá de un matrimonio. Que sería destinada a romper una maldición.
Lo miro con escepticismo, pero no digo nada. Después de todo lo que he escuchado hoy, las certezas parecen cada vez más frágiles.
⎯La pregunta es… ⎯añado, con la voz baja y cargada de amargura⎯ ¿quién es el que está maldito? ¿Yo? ¿Amir?
Omar guarda silencio por un momento, y luego me responde con esa calma suya que empieza a resultarme familiar.
⎯Lo averiguará… todo a su tiempo.
El camión se detiene frente a nosotros con un leve chirrido. Subimos sin hablar más. Tomo asiento junto a la ventana, pero no miro el paisaje. Apoyo la cabeza en el cristal, con los hombros tensos y el corazón pesado.
En lugar de despejarme, como esperaba esta salida, me siento más agobiada. Más confundida. Más… atrapada.
Y mientras el camión avanza, con el mar quedando atrás y la ciudad desapareciendo entre las curvas, me doy cuenta de algo que me hiela el alma:
Hoy no he ganado claridad.
He ganado miedo.
Tranquila Amira. Estoy segura q te protegerá el amuleto. Paciencia y fuerza para los días grises y paciencia y fe al porvenir de felicidad
Tranquila Amira como dijo Omar todo a su tiempo
Aaaish…. todo a su tiempo Amira!
Ay Amira, la vida te va a dar el lugar que te mereces, ánimo 🙂