Alegra
Después de una ceremonia preciosa y de unos votos conmovedores por parte de Lila y Antonio -que, además, incluyeron una hermosa sorpresa-, Karl y yo ya estamos oficialmente casados.
Nos tomamos fotos con nuestros hijos, nuestras familias y nuestros padrinos. La felicidad se notaba en cada rostro, en cada abrazo, en cada mirada. Después de las fotos, nos dirigimos a cambiarnos para nuestra entrada estelar a la recepción.
Ahora llevo un vestido completamente distinto, más atrevido, más mío. Se ajusta a mi cuerpo como una segunda piel, con un escote en forma de corazón suavemente drapeado que realza mi silueta con precisión. El blanco puro de la tela brilla con cuentas y lentejuelas bordadas a mano, que capturan la luz con cada movimiento. Las mangas largas, translúcidas y decoradas con pedrería delicada, le dan un aire de glamour sin perder ligereza. La falda cae con un drapeado impecable y se abre en una atrevida abertura en la pierna izquierda, revelando sin mostrar demasiado, equilibrando lo sensual con lo sofisticado.
Lila también se ha cambiado de vestido, optando por algo más cómodo, aunque igualmente elegante. Ambas esperamos detrás de las puertas del salón mientras nos preparan para la entrada triunfal. El corazón me late rápido, no por nervios, sino por la emoción de lo que está por venir.
Karl me observa de arriba abajo con una sonrisa descaradamente encantada.
⎯Qué bueno que no llevaste ese vestido a la misa ⎯bromea en voz baja, inclinándose hacia mí⎯. Hubiese sido un pecado.
⎯Deberías esperar a ver el de la noche de bodas… solo digo: más lentejuelas y menos tela ⎯respondo, mordiéndome el labio entre risas.
⎯No están solos ⎯interviene Antonio con tono de advertencia, aunque no logra ocultar la sonrisa divertida en sus labios.
Los cuatro reímos ante mi comentario indiscreto, justo cuando la música del exterior se detiene por un segundo. Entonces, estalla el primer beat vibrante de “Pose” de Daddy Yankee. Las luces se atenúan, un foco nos busca desde la pista de baile y en ese instante lo sabemos: es nuestra entrada.
“Pose, pose, pose…”
Esa canción es especial para mí. Fue con la que descubrí el reguetón y aprendí a bailar sin miedo, sin juicio, solo por el placer de moverme. Por eso, no podía imaginar nuestra entrada de otra forma. Además, dejamos cámaras desechables a cada invitado con una pequeña nota: “Toma fotos de lo que quieras, pero hazlo bailando.” Durante toda la boda iremos renovando las cámaras, y luego revelaremos los rollos para armar pequeños álbumes personalizados. Una cápsula del tiempo, llena de alegría y ritmo.
Karl me guiña un ojo. Yo me acomodo el vestido con una sonrisa cómplice y él se ajusta el saco con un gesto exagerado, como si estuviéramos a punto de salir al escenario. Nos tomamos de la mano como si nos lanzáramos a una aventura… y, en efecto, lo estamos haciendo.
⎯¿Lista? ⎯me pregunta, conteniendo la risa.
⎯Nací lista ⎯le respondo. Y salimos.
Apenas cruzamos las puertas, la canción estalla y el público rompe en gritos, aplausos y ovaciones. Karl y yo comenzamos a bailar como si lleváramos semanas ensayando una coreografía, pero no hay nada planeado. Solo seguimos el ritmo con libertad, con risas, con puro corazón. Los clicks de las cámaras se mezclan con la música como si fueran parte del beat.
“Pose, pose, pose…”
Bailamos entre las mesas, saludamos, giramos. En un momento invito a mi hermano David y a mi primo Daniel a unirse. Recordamos aquellos días de adolescentes, cuando bailábamos reguetón sin pena alguna en el club familiar.
⎯Miss Latina, next top model, tienes un estilo caro… ⎯canta Daniel entre risas, bailando a mi lado con soltura.
⎯Cuando baila con nadie la comparo… ⎯respondemos David y yo al unísono, riendo y moviéndonos con energía.
Incluso Lila, que nunca ha sido fan del reguetón, está bailando con nosotros, cantando la canción de memoria con una sonrisa que ilumina toda la pista. Toda la familia comienza a rodearnos, creando un círculo de pura euforia. Los niños, como siempre, sienten la vibración de la música y corren a unirse, contagiados de la alegría colectiva.
La música cambia. Suena “La Gasolina”, y el grito es unísono:
⎯Who’s this? Da-ddy Yan-kee! ⎯cantamos todos al unísono, con brazos en alto.
Hasta nuestros tíos se han sumado al ritmo. Tazarte levanta a su hija sobre los hombros y ella aplaude feliz, sintiendo cómo la música retumba en su pecho. Es un momento puro, explosivo, inolvidable.
Todos nos concentramos en el centro de la pista. Tomo el micrófono y, con el corazón desbordado de emoción, digo:
⎯¿Y pensaban que íbamos a entrar con un vals?
Las carcajadas se escuchan por toda la sala.
⎯¡Eso es más tarde! ⎯responde Lila entre jadeos, brillando de felicidad.
⎯Y todavía les tenemos más sorpresas… ¡DISFRUTEN DE LA BODA!
Entonces, como si el universo supiera que era el momento justo, la música cambia una vez más. Suenan los primeros acordes de Suerte de Shakira, y el público estalla en un grito aún más fuerte. Es el turno de Lila y Antonio, con las dos canciones que ellos eligieron para su gran entrada. Aparecen felices, tomados de la mano, cantando a todo pulmón, contagiando a todos con su energía.
Y así, oficialmente, la fiesta comienza.
Después de la entrada, todos vuelven a sus mesas y nosotros ⎯los novios⎯ nos dedicamos a saludar a los invitados, acompañados por mis padres. Nos llueven las felicitaciones. Hay amigos de la escuela, socios del conglomerado, figuras del ámbito político y cultural, y algunos trabajadores que han sido parte de nuestra historia familiar durante años.
Linda y Carlitos están aquí, sonriendo con orgullo; también Marlen y Mara, y el inseparable asistente de Moríns, Chus ⎯que en realidad se llama Jesús⎯, pero ya nadie lo llama así. Poco a poco se ha ganado el cariño de toda la familia con su sentido del humor tan parecido al de mi cuñado.
También han venido Betty y el señor Minor, los padres de Moríns, quienes no se pierden una sola celebración familiar. Son de los primeros en llegar y los últimos en irse, siempre con una sonrisa y palabras cálidas para todos. Desde México ha llegado Carlos, el primo de mi madre y de mis tíos, acompañado de toda su familia, entusiasmado por reencontrarse con viejos conocidos y conocer a los nuevos miembros de la familia.
Los Lafuente están completos, como siempre: puntuales, elegantes y bien educados. Y, por supuesto, mi tío Nadir no podía faltar. Llegó acompañado de su esposa Jenna y de sus hijos, Amira y Zais, quienes están sentados junto a ellos con cara de expectativa, esperando que algún niño Ruiz de Con, Canarias o Carter venga por ellos para llevarlos a jugar. Todos los niños se han apropiado ya de un rincón del jardín, que hemos acondicionado con juegos, cojines y helados interminables.
Me acerco a saludar a mi tío Nadir y lo abrazo con cariño.
⎯Gracias por tu donación a La Ruta del Agua ⎯le digo, sinceramente conmovida⎯. Esta mañana nos llegó la lista con los nombres de quienes participaron, y el tuyo fue de los primeros que vi.
⎯De nada, sobrina. También doné al Proyecto Raíz ⎯me dice con una sonrisa⎯. Y Jenna decidió apoyar a la organización de apoyo psicológico. Supongo que en algún momento verás su nombre también.
⎯Muchas gracias, tía ⎯dice Lila, acercándose para abrazarla también.
⎯Se nos hizo muy bonito de su parte ⎯añade Jenna⎯ que los regalos de boda fueran donaciones a distintas causas. Nos pareció un gesto con mucho corazón.
⎯Nosotros tenemos todo… ya no necesitamos más. Incluso, los cuatro también dimos una donación generosa además de lo que les está llegando ⎯agrega Antonio.
⎯Me parece perfecto. Por cierto, Antonio, me gustaría hablar contigo, tengo un negocios para ti ⎯habla mi tío.
⎯Lafuente, sabes que los negocios en reuniones familiares no están permitidos ⎯interrumpe mi padre, quien ha llegado por nosotras porque quiere que saludemos a alguien⎯. Mandato familiar.
⎯Lo sé, pero le conviene. Toma un espacio, ¿quieres?
⎯Claro que sí, responde ⎯Antonio.
Nos despedimos de ellos y nos alejamos junto con mi padre. Hoy se ve más guapo que nunca, con el cabello rizado recogido, la barba perfectamente recortada y el traje especial que Lila le hizo para la ceremonia.
⎯Hija, sé que te dije que no hablaríamos de trabajo en la boda ⎯dice, con una sonrisa traviesa⎯. Pero quiero mostrarte algo. Sólo te tomará cinco minutos.
Lo sigo con curiosidad hasta que nos acercamos a una mujer elegante, de unos cincuenta años, con un vestido verde olivo que le cae como seda y un broche dorado en forma de pluma en el hombro.
⎯Alegra, te presento a Lucía Gamarra. Es arquitecta y restauradora. Tu madre la conoció hace unos años, cuando le hizo los retratos para su familia.
⎯Un gusto conocerte ⎯dice Lucía, estrechándome la mano⎯. He oído hablar muchísimo de ti.
⎯¿Y qué es lo que me quieren mostrar? ⎯pregunto, aún intrigada.
Lucía saca su tablet y la enciende. En la pantalla aparece un edificio encantador en una calle empedrada de Lavapiés, con ventanales amplios y una fachada restaurada con elegancia. Pasa a las siguientes fotos: techos altos con vigas expuestas, pisos hidráulicos, una terraza pequeña llena de luz.
⎯Sé que estás buscando un nuevo espacio para tu estudio ⎯dice Lucía⎯. Así que pensé que tal vez te gustaría ver este. Es un lugar con historia, pero con posibilidades infinitas. Mucha luz, buena ubicación… y un encanto difícil de encontrar.
Paso las imágenes una a una, imaginándome ahí. Las mesas, los libros, las ideas. El aroma a café. Mi nombre en la puerta.
⎯¿Esto está disponible? ⎯pregunto, tocando la pantalla⎯. Porque es precioso. Es exactamente lo que estaba buscando.
Lucía sonríe y asiente, pero guarda silencio.
Entonces mi padre da un paso al frente, con una mano en el bolsillo y esa sonrisa suya, mitad orgullosa, mitad traviesa.
⎯¿Te gusta? ⎯me pregunta, mirándome directo a los ojos.
⎯Me encanta ⎯respondo, aún sin poder creerlo⎯. Es perfecto.
⎯Entonces no busques más ⎯dice él⎯. Porque ya es tuyo.
Parpadeo. Lo miro a él. Luego a Lucía. Y después, otra vez a mi padre.
⎯¿Cómo que ya es mío?
⎯Es mi regalo de bodas para ti ⎯responde con voz suave, como si lo hubiera guardado durante meses⎯. Para que sigas construyendo tus sueños… a tu ritmo, a tu manera.
Siento un nudo en la garganta. Las lágrimas me queman los ojos antes de asomarse. Me lanzo a sus brazos y lo abrazo con fuerza.
⎯Papá… gracias. No sé qué decir…
⎯No digas nada ⎯susurra contra mi cabello⎯. Solo prométeme que ahí vas a crear cosas maravillosas.
⎯Lo prometo ⎯respondo con la voz rota, sin soltarlo todavía.
Lucía sonríe, cierra la tablet y me lanza un guiño.
⎯Sabía que te iba a gustar.
Miro a Lila, que ha estado observando todo con esa expresión tierna que le sale cuando algo la conmueve. Sonríe.
⎯No te preocupes ⎯me dice, divertida⎯. A mí también ya me regalaron algo.
⎯¡Ay, papá! ⎯murmuro, entre risas y lágrimas.
⎯¿Recuerdas cuando viniste a pedirme dinero para invertir con tu exjefe? ⎯me dice, con esa mirada llena de memoria⎯. Y que te dije que no.
⎯Porque no era mi sueño… ⎯susurro, bajando la mirada.
⎯Exacto ⎯asiente, levantándome el mentón con un dedo⎯. Y ahora lo es. Invertir en los sueños de mis hijos… esa sí es mi pasión.
Las lágrimas fluyen libremente ahora, y él vuelve a abrazarme.
⎯No sabes lo feliz que soy… de verdad.
⎯Lo sé, hija. Y yo también. Pero ahora… ⎯me suelta con una sonrisa traviesa⎯ mejor ve a disfrutar la fiesta. Ya tendrás tiempo para llorar más ⎯bromea.
Volteo a ver a Karl, y él me sonríe con esa expresión suya que me derrite.
⎯¿Lo sabías, cierto? ⎯le pregunto, entornando los ojos.
⎯No. No lo sabía. Pero lo sospeché cuando tu madre me preguntó si ya habías encontrado un lugar.
⎯¿Sabes lo que esto significa? ⎯le digo, con la voz temblorosa de emoción.
⎯Significa… ⎯responde, acercándose un poco más mientras me toma de la cintura⎯ que después yo te daré mi regalo.
⎯¡Karl! ⎯murmuro, al sentir cómo el tono de su voz me hace sonrojar.
⎯No, no es eso… ⎯se ríe⎯ es otra cosa que te va a gustar. Aunque… lo otro también es buena idea ⎯agrega con picardía.
Me río bajito, negando con la cabeza.
⎯Ahora mejor vamos a comer algo, ¿te parece? ⎯me dice con ternura⎯. Y también vamos a ver a los niños… que tengo el presentimiento de que ya están volviendo loca a la niñera.
Él me toma de la mano, y así, entre risas, promesas y miradas cómplices, seguimos celebrando lo que será el inicio de una nueva etapa.
Siempre tan espléndido Picaflor 🤩
Me encanta su ternura
La esposa de Nadir no es Amira?? Quien es Jenna?