Alegra 

Nueva York 

Entonces, Karl y yo reunimos nuestras pertenencias y nos mudamos a Nueva York, la ciudad que fue mi hogar durante cinco años y que ahora se convierte en el escenario donde uno de mis sueños se hará realidad. Sin embargo, no llego sola, sino con dos polizones que se esconden en mi vientre y que, a medida que pasan las semanas, anuncian su presencia, pronto serán visibles para el mundo

Pensé que el embarazo sería una tortura para mí, ya que desde pequeña escuché que a mi madre le fue pésimo en sus embarazos. Pero, al parecer, no ha sido así para mí. Mis bebés han sido amables conmigo hasta ahora. No he experimentado ningún síntoma de náuseas, fatiga ni ascos. Camino por la vida como si no estuviera embarazada, lo que me da una enorme ventaja en el trabajo para realizar mis actividades diarias.

Todo lo contrario sucede con mi hermana. Cada vez que la llamo para saber cómo está, me cuenta que las náuseas la están afectando, que no puede soportar el dolor de cabeza y que lo único que espera es que llegue pronto el segundo trimestre, cuando le prometen que todos esos malestares desaparecerán. Pensé que, al compartir la misma genética, nuestros embarazos serían similares, pero al parecer, es verdad eso de que cada embarazo es único, incluso en gemelas idénticas.

Al llegar a la ciudad, Karl y yo alquilamos una habitación en un hotel. Dada la rapidez de nuestra decisión de mudarnos a Nueva York, mi tía no tuvo tiempo de organizar y limpiar la casa que mi familia tiene aquí. Por ahora, nos quedamos en este lugar temporal.

Tan pronto puse un pie en la ciudad, mi jefa me llamó. Esta vez, tuve que ser completamente honesta al decirle que me enteré hace unas semanas de que estaba esperando gemelas o gemelos y que ya tenía un contrato firmado. Inicialmente, temí que me despidieran, incluso consideré la posibilidad de regresar a Madrid si fuera necesario.

Sin embargo, su reacción fue un “¡felicidades!”, que me cuidara mientras trabajaba y un cálido abrazo. Dos días después, me enteré de que ella también esperaba un bebé y que, al igual que yo, necesitaba seguir trabajando. Parece que Alegra buena suerte, ha llegado a mi vida. 

Por otro lado, Karl aún no ha empezado a trabajar. Me sorprendió que, en lugar de optar por un hospital de prestigio que reconociera todas sus credenciales, haya elegido ayudar al amigo de mi padre en una clínica en Brownsville, Brooklyn. Ahora está a la espera de que le otorguen el permiso para comenzar.

Mientras tanto, su rutina consiste en llevarme al trabajo por la mañana y recogerme al final del día, por lo que pasa el tiempo en el hotel. O al menos eso pensaba yo, porque hoy por la mañana, que es mi día de descanso, me dijo que después de desayunar iríamos a caminar por la ciudad porque me tenía que enseñar algo especial. 

⎯¿Cómo una sorpresa? ⎯pregunto, basante emocionada. Mientras vamos en el metro. Este viene tan concurrido que vengo recargada cerca de la puerta y él viene protegiéndome con su cuerpo. 

Desde que Karl se enteró de que estoy embarazada, su sentido de protección ha crecido al máximo, y cada vez que salimos se vuelve mi guardaespaldas privado. Cada vez que voy distraída caminando, me mueve para que no choque contra las cosas, me advierte de escalones y todo ese tipo de cosas que una persona como yo tiene. 

 Cada día que paso con él compruebo que somos la pareja perfecta, y que de pronto lo que nosotros veíamos como un defecto, es en realidad un acierto en nuestra relación. 

⎯¿Sorpresa?, solo es algo especial, pero secreto ⎯me responde, o más bien, me especifica. 

⎯Es una sorpresa, amor. ¿No lo sabías? ⎯inquiero, bastante divertida. 

Amo cuando Karl descubre un término nuevo en su vocabulario o le doy nombre a alguna actividad que hace. Abre los ojos, sorprendido, y juro que puedo ver en su mirada como ese nuevo término “se graba” en su mente. Después sonríe, como si ya lo estuviese asimilando. 

⎯¿No tienes idea de lo que es una sorpresa? ⎯ pregunto con ternura. 

⎯Pues, al parecer hago sorpresas, pero no sabía que lo eran ⎯habla, y yo sonrío. 

Me abrazo a su brazo y él besa mi cabello. 

⎯No tienes idea cuánto te amo ⎯le comento. 

⎯Y yo también. Me alegra que eso sí lo puedo saber y no como la sorpresa.

Me río. 

Nos miramos a los ojos y veo ese azul especial que se ha quedado ahí desde que vimos la ecografía de nuestros bebés. No sé si soy yo o el ambiente, pero Nueva York hace a Karl más guapo. Tal vez sea el hecho de que su nuevo papel de próximo papá, lo hace a él papacito. 

⎯¿Qué piensas? ⎯me pregunta, con ternura. 

⎯Que Nueva York es mejor contigo. 

⎯¿Eso crees? 

⎯Sí. Ya había vivido aquí con mi hermana y se veía diferente. Tal vez porque las dos estábamos en otra situación en nuestras vidas. Lila y yo solíamos salir los fines de semana y divertirnos, más yo que ella, pero me seguía la corriente. Recuerdo que en mis rumbos no había tanta gente viejita en el metro. ¿A caso me estás llevando a una casa de descanso? 

Karl voltea y ve a varias personas de la tercera edad sentadas y sonríe.

⎯No, pero tampoco te estoy llevando a un club de reggaeton. 

⎯ Ufff… aquí hay uno al que deberíamos de ir antes de que mi cuerpo delate que espero gemelos. Si no me veré como una ballena bailando reggaeton. 

⎯Ale.. 

⎯Debes admitir que engordaré. 

⎯No engordarás, simplemente crecerás. Tu vientre se verá hermoso porque recuerda que es el hogar de nuestros bebés por ahora.

Sonrío. 

⎯¿Me querrás aunque parezca una ballena? ⎯insisto. 

⎯Te quiero. Para mí no pareces una ballena. No tienes aletas. 

Saco una carcajada. 

⎯¿Tampoco entiendes comparaciones? ⎯pregunto. 

Karl asiente. 

⎯Claro que sí. Para ser doctor tengo que entenderlas, porque de alguna manera debo explicar a mis pacientes. Sin embargo, es mi forma de decirte que no me importa tu físico o lo mucho que crezcas, eres la madre de mis bebés y te amo. 

⎯Y yo te creo… ⎯contesto. 

Porque sinceramente lo hago. 

⎯Ahora, ¿me dirás dónde vamos? 

⎯No, es una sopresa. 

⎯¿Ni poco? 

⎯No lo lograrás. Una cosa es cuando la gente me lo pregunta y no se me advierte que no debo contestar. Y otra es cuando yo lo interiorizo y sé que no te lo puedo decir. 

Hmmmm, hago y él se ríe. 

⎯Mi mente es algo… complicada. 

⎯Es fantástica. Me sentiré orgullosa cuando pueda descifrarla por completo y pueda decirle a todos que soy la única que te puede entender. 

⎯Eres la única que ya lo hace. 

Así, el metro se detiene y veo que estamos a punto de bajarnos en Queens. 

⎯¿Queens?, ¿qué hacemos acá? 

⎯Ya verás. ¿Qué no confías en mí? 

⎯Sí claro, solo que… 

⎯Vamos, te prometo que te va a gustar. 

Así, salimos del metro y comenzamos a caminar. De pronto, me veo envuelta por calles arborizadas, con árboles a cada lado y con hermosas sombras que nos cubren de sol que aún brilla. Las hojas, color miel, caen sobre la acera y al caminar podemos escucharlas crujir. Sé que seguimos en Nueva York, pero no me parece así. 

⎯¿Dónde estamos? ⎯inquiero. 

⎯En Astoria. 

⎯¿Astoria? 

Mientras vamos platicando voy viendo la diversidad de locales y personas que hay aquí. Veo los parques, escucho la tranquilidad y huelo los deliciosos sabores que salen de los restaurantes y las cafeterías. 

⎯Sí. Yo solía vivir por aquí. 

⎯¿Tú?, ¿el hijo del embajador? 

⎯Sí, es una de las mejores áreas para vivir. Es bonito, tranquilo, está cerca de Manhattan y… hay más espacios libres para caminar, venir al parque… tener un jardín. 

⎯¿Un jardín? ⎯inquiero. 

⎯Así es… un jardín. 

Así, comenzamos a caminar por calles más pequeñas a la calle principal, hasta que llegamos a un espacio donde se empiezan a ver niños, familias, locales más pequeños y edificios antiguos. Entre más caminamos, más amplio se vuelve el espacio y comenzamos a ver casas. 

⎯¿Karl? 

⎯Ya casi llegamos… ⎯me contesta, para luego caminar un poco más. 

Entonces, después de unos minutos, nos paramos en medio de la acera y él saca una bufanda y me cubre los ojos. 

⎯¿No vamos a hacer nada aquí…? ⎯pregunto, con mucha duda.  

⎯No amor, claro que no. Solo que no quiero que veas. 

⎯¿No quieres que vea? 

⎯Venga, ya no más preguntas. Solo, déjame cubrirte los ojos. Es la primera vez que estás tan renuente. 

Sonrío. Dejo, entonces, que Karl cubra mis ojos para luego sentir su mano sobre la mía y como caminamos un poco más. Después de varios segundos nos quedamos de pie y él suspira. 

⎯Ale, llegamos hasta aquí caminando porque quería verme romántico, pero te advierto que hay una estación del metro a cinco minutos de aquí. 

⎯Ok. 

⎯También quería que vieses el lugar, el ambiente y los alrededores. 

⎯Ok. 

⎯Y también, quería comentarte lo siguiente. ⎯Karl respira profundo⎯. Como sabes, yo siempre fui un niño que viajó de un lugar para otro. No tuve un sitio al que pudiese llamar un hogar permanente, a pesar de que siempre estaba con mis hermanos y mis padres. Siempre las cajas estaban medio desempacadas, las maletas listas para el próximo destino y mi vida almacenada en lugares temporales. Pero, de pronto, llegaste tú y mi mundo empezó a tomar forma. 

Al escuchar eso, sonrío. Karl puede que no se considere romántico, pero, la forma en la que habla siempre suena como una poesía y me encanta. 

⎯Nunca imaginé que llegaría el día en que desempacar mis cajas por completo me quedaría en un solo lugar. Uno que no solo es un punto en el mapa, sino un santuario y ese lugar, Alegra, eres tú. Tú eres mi hogar. 

⎯Karl ⎯murmuro su nombre emocionada. 

⎯Ahora, mientras nos preparamos para convertirnos en padres, siento la responsabilidad de ofrecerles a nuestros hijos algo que nunca tuve: un hogar estable. No quiero que sus vidas estén llenas de cajas y despedidas, sino de risas en una habitación, de juegos en un jardín, de dibujos pegados con imanes en el refrigerador y una sala llena de juguetes. Quiero darles un lugar estable, uno donde llenes de fotografías nuestros muros. Así que… quiero regalarte esto. 

Entonces, Karl me quita la bufanda de los ojos y veo frente a mí una hermosa casa, con flores en la entrada, de fachada hecha de ladrillo y unas ventanas preciosas que dan hacia la calle. 

⎯¿Qué? ⎯pregunto, emocionada. 

Karl me toma de las manos y me dice: 

⎯No es tan lujosa como la casa de Madrid de tus padres, y creo que no se parece en lo mínimo a la de Puerto Vallarta, pero, es sencilla y amplia, con habitaciones para nuestros hijos y nosotros y un bonito jardín trasero para que Arqui pueda correr. Además, en la parte de arriba hay un espacio que puedes tomar para ti y poner tu propio estudio, así nadie te molestará y…

⎯Espera, espera… ⎯Le pido, mientras lo tranquilizo con las manos⎯, ¿me estás proponiendo que rentemos esta casa? 

Karl niega con la cabeza. 

⎯No, ya compré la casa.

Al escuchar la respuesta me quedo completamente impactada. 

⎯Todo este tiempo he estado viendo casas en los mejores lugares y haciendo citas con corredores. Al ver esta casa me enamoré e hice una propuesta para comprarla. Tomé mi dinero ahorrado y pues… 

⎯Espera… ¿Me compraste una casa, Karl Johannson? ⎯pregunto bastante seria. 

⎯Sí, ¿hice mal?

Y él pone un rostro de preocupación que me enternece por completo. Sin que yo pueda evitarlo, las lágrimas comienzan a caer sobre mis mejillas y sin pena, comienzo a llorar. 

⎯¿Qué pasa? ⎯pregunta, Karl. 

⎯¡Ay, no sé!, ¡no sé! ⎯le confieso, pero en realidad sé que son las hormonas del embarazo. 

Desde que supe que estoy embarazada, siento que cualquier cosa puede hacerme llorar, o al menos eso parece. Supongo que no experimentaré molestias físicas como las de Lila, pero mis emociones están en una montaña rusa, convirtiéndome en una persona increíblemente sensible.

Entonces, me lanzo a sus brazos y lo abrazo con fuerza. 

⎯Karl Johansson, nos compraste una casa ⎯le murmuro. 

⎯Así es… ⎯responde, mientras acaricia mi cabello⎯. Y espero que la hagamos un hogar. 

Jamás en mi vida había comprendido plenamente las palabras de mi abuelo sobre “el hogar nunca cambia”, hasta el día de hoy. Mis padres, en el pasado, me ofrecieron su interpretación personal: que, a pesar de las transformaciones externas de la vida, las relaciones y los entornos, lo que permanece constante es la seguridad, la pertenencia y el amor.

Evidentemente, esa es una definición muy propia de ellos, al igual que mis tíos tienen la suya, mis primos y hermanos, la suya. Y hoy, con alegría, puedo afirmar que he forjado la mía. Para mí, significa que Karl ha sido testigo de todos mis colores, en todas mis formas. Me ha visto en medio del caos y en la calma, en mis tristezas y en mis alegrías. En mis momentos de inseguridad y en los de confianza, en mis fracasos y en mis triunfos, y en todos, absolutamente todos, me ha amado sin titubear. 

En Karl encuentro la esencia de mi hogar. La certeza de que, con él a mi lado, independientemente de los cambios que traiga la vida, tengo un refugio donde la aceptación y el amor son inmutables. Y que, no importa lo que a pesar de las vicisitudes del tiempo y las circunstancias, nada del amor que me tiene cambiará en él, así como tampoco cambiará en mí. 

⎯Karl Johansson, me compraste una casa ⎯repito. 

⎯Alegra Canarias, tú me diste un hogar ⎯contesta, mientras su mano yace sobre mi vientre. 

Fin de la parte II 

9 Responses

  1. Que bello capitulo ellos ahora ya tienen un lugar al que llamar hogar y alegra al fin está viviendo sus sueños gracias Ana por permitirnos leer tus historias de esta forma

  2. Llorar a moco tendido, amar a esta pareja y su forma de demostrar su cariño.
    Gracias Ana por tus historias 😭🤧

  3. El aburrido le dio una casa a la ingobernable y juntos formarán un hogar para ellos y sus polizontes.
    Que bellos son (♡ . ♡)

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