Karl 

¡Finalmente, después de semanas, voy a empezar a trabajar! Y realmente lo necesitaba porque me estaba muriendo de aburrimiento. Sin embargo, después de mostrarle la casa a Alegra, los planes para amueblar y decorar no se hicieron esperar, y de repente ya teníamos temática, presupuesto e ideas.

La emoción y la felicidad nos invadieron. Jamás había visto a Alegra tan feliz. Ella quería mudarnos de inmediato, así que lo primero que entramos a la casa fue un colchón que colocamos en la parte de abajo junto a la chimenea para tener calor por las noches. Luego improvisamos un ropero para la ropa y planificamos un presupuesto para comprar alimentos por un mes.

A pesar de que solo los Canarias se enteraron de lo que habíamos hecho, nos equiparon la cocina, por lo que el microondas quedó de más, y querían darnos el resto de lo que necesitábamos, pero Alegra se negó. Les dijo que entre ella y yo compraríamos el resto y que, si necesitábamos ayuda, se los pediríamos. Aun así, David Canarias le aumentó la mesada a su hija, con la condición de que fuera exclusiva para comprar cosas para sus futuros nietos.

Por eso la razón de ponerme a trabajar de inmediato, sabía que las cuentas se acumularían y que la próxima revisión en el doctor estaba próxima. Además, sé que Alegra es sencilla, pero está acostumbrada a un estilo de vida y yo se lo quiero dar, aunque ella insiste que no tiene que ser así. También sé que puedo pedirle a mi padre parte del dinero de mi fideicomiso para poder ayudarme, pero desde siempre me ha gustado pagarme todo trabajando, así que esto no será la excepción. 

Así, después de treinta minutos de viaje en metro, después de ir a dejar a Alegra, a su trabajo. Me bajo en el vecindario de Brownsville, al este de Brooklyn y comienzo a caminar por sus calles. No cabe duda que este lugar es muy diferente a dónde vivo, aunque hay cosas que nunca cambian, las calles y los edificios de ladrillo. 

A simple vista se puede notar que la comunidad ha estado en constante revitalización y que sí tiene carencias que se necesitan tomar en cuenta. Sin embargo, las aceras están llenas de actividad. Los residentes locales hablan alegremente en las esquinas, niños juegan en los parques y los vendedores ambulantes me ofrecen sus diversos artículos que yo rechazo amablemente. 

Camino así, hasta que llego a la dirección que me dieron, un edificio recientemente remodelado y con un letrero que dice “Health for all clinic” que apenas están ajustando. 

Mientras me acerco, puedo ver como algunas personas ya están formadas en la acera esperando para entrar. A paso firme, me dirijo hacia la puerta, toco dos veces y un hombre de nacionalidad India, me abre la puerta y me deja pasar.

⎯¿Karl Johansson? ⎯me pregunta, en un inglés, con un acento bastante marcado. 

⎯Sí. 

⎯One moment. ⎯Me pide, para luego alejarse. 

Contemplo la clínica con admiración al notar los significativos avances que han logrado. Aunque aún no está completamente equipada, ya cuenta con lo esencial para brindar atención a los pacientes. Dispone de un número limitado de camas, una amplia área de recepción donde cuatro enfermeras organizan documentos, y un espacio designado como farmacia, resguardado por rejas y asegurado con llave. Al parecer, el amigo de mi suegro le está metiendo dinero de poco, pero lo que ha hecho, es un gran cambio. 

⎯¿Karl? ⎯Escucho mi nombre. Volteo y veo a un hombre de aspecto latino, cabello rizado, alto, de buen cuerpo y vestido de vaqueros, un suéter polo y la bata blanca encima. 

⎯Sí, soy yo. 

⎯Mi nombre es Rico Gutiérrez, soy el encargado de atender a los pacientes de habla hispana al igual que tú. Dime Rico, nada de doctor Gutiérrez. 

⎯Perfecto. 

Él comienza a caminar por la clínica, y yo le sigo al lado. 

⎯Te recomiendo que vengas lo más cómodo que puedas, usa siempre tu bata y cubrebocas. Tus cosas personales las dejarás en aquella habitación, en un casillero bajo llave y la farmacia solo se puede abrir cuando se necesite, siempre bajo llave. 

⎯¿Quién tiene la llave? 

⎯Carla, una de las enfermeras. Cada vez que necesites algo se lo pides y ella te surtirá la receta. 

⎯Perfecto. 

⎯No tenemos consultorios, revisamos en el salón. Si se necesita observación lo enviamos a cama, si no, se va a casa. El único lugar que tiene puerta es el dentista. Aún no llega el dinero para el segundo piso donde habrá más consultorios. No tenemos quirófano equipado, así que ruega porque no llegue nadie necesitándolo. ¿Cuál es tu especialidad? 

⎯Cardiólogo…

⎯Bien, siempre es bueno tener uno por acá. Sin embargo, ayudarás en las consultas generales. Ten cuidado con las medicinas que administres, se las pueden robar y espero que no traigas nada de valor porque puede desaparecer. 

⎯Vale ⎯respondo. 

⎯¿Cuántos pacientes puedes atender? 

⎯Pues… no sé. Todo depende. 

⎯¿Qué te parece si lo vemos? ⎯ me pregunta, y hace la señal para que las puertas de la clínica se abran y las personas comiencen a entrar. 

Cuando venía para acá, calculé que había unas veinte personas afuera, pero, al parecer, en los minutos del recorrido se juntaron más y ahora, el trabajo ha llegado. 

⎯Me dijeron que además de español, hablas otros idiomas. 

⎯Sí, francés, holandés, inglés y nociones de chino. 

⎯Pues, es momento de que pongas todos en práctica. Te presentaré con Williams, él es el encargado del área de inglés. 

⎯Vale… 

⎯Bien, Karl. Bienvenido a la clínica, espero que disfrutes tu trabajo. 

⎯Lo haré. ⎯Aseguro, mientras me acomodo la bata. 

Entonces, la clínica comienza a llenarse de personas y las conversaciones apagan el silencio que antes había. Tan solo empiezan a llenar las solicitudes, los primeros pacientes pasan conmigo y sin perder el tiempo, me pongo a trabajar. 

Diagnóstico y veo de todo: gripes comunes, dolores de estómago, migrañas, piernas rotas y esguinces. De pronto me siento sumergido en una adrenalina que jamás había sentido en otro lugar. Me encuentro caminando de aquí para allá, usando mis pocas nociones de chino con una familia, tratando de tranquilizar a un niño que viene con malestares de días, hasta personas que jamás han tenido una revisión médica. 

Mientras observo la clínica, no puedo evitar notar la diversidad de personas que acuden en busca de atención médica. Aquí convergen migrantes de distintas partes del mundo, recién llegados a esta comunidad vibrante. Entre ellos, también encuentro a personas de bajos ingresos, vecinos locales enfrentando desafíos económicos y familias que buscan atención para sus seres queridos.

Definitivamente, esta clínica está en el lugar indicado, y se necesita que esté equipada por completo, ya que hay tantas personas que estás sobrepasan la capacidad. Sin embargo, no les puede decir que no, ni cerrar las puertas, no se tiene el corazón para dejar a las personas afuera sufriendo todo tipo de dolores sin saber cuánto tiempo llevan así. 

Las horas pasan sin que yo me dé cuenta. Poco a poco las personas se van yendo y la clínica baja la intensidad. Rico y yo nos relajamos en un pequeño cuarto que han adaptado como sala de doctores, donde podemos tomar café o comer. Hay personas de la comunidad de que llevan pan, café, dulces y comida para agradecer un poco el servicio, por lo que todos logramos comer un poco.

⎯¿Jamás habías trabajado en un lugar así? ⎯me pregunta, mientras toma un sorbo de café. 

⎯Así, no. Pero he trabajado por muchos años para la fundación Sila Canarias, y estuve mucho tiempo en un pequeño sitio en México. 

⎯Ya lo noto. Vienes en verdad recomendado por David Canarias. Dice que eres el mejor cardiólogo que ha conocido. 

Me río bajito. 

⎯Creo que está exagerando. 

⎯Aun así, me alegra que hayas venido. No muchos aceptan trabajos así.

⎯Y tú, ¿por qué lo aceptaste? 

⎯Yo soy de aquí. Mi familia vino de Puerto Rico a Nueva York cuando tenía tres años y siempre he vivido aquí. Conozco a estas personas como si fueran mi familia, y fui de los pocos que no cayó en las bandas locales o se metió en problemas. Cuando me hice doctor, dije que vendría a ayudar a las familias que más lo necesitaran y, aquí, estoy. Zimmer me dio la oportunidad. Y tú, ¿qué es lo que haces aquí?, se nota que eres de otras esferas. 

⎯Por amor… ⎯Admito⎯. Estoy aquí por amor. Mi pareja tiene su trabajo ideal en Nueva York y nos venimos a vivir para acá. Hace unas semanas era jefe de cardiología en un hospital prestigioso en Madrid y ahora… 

⎯Vienes a uno de los peores barrios a trabajar. 

⎯No quise decir eso… 

⎯No, eso habla bien de ti. Quiere decir que no te da miedo empezar de cero y donde sea… hay muchos doctores que se hacen doctores por el dinero… no por la vocación. 

⎯Me gusta mi vocación. 

⎯Se nota ⎯conesta Rico, para después darme una palmada sobre la espalda⎯. Esa mujer es bastante afortunada. Si supieras las que yo he perdido por esta vocación. 

⎯Tal vez si buscas una dentro de la vocación… ⎯le sugiero. 

Él sonríe. 

⎯Ese es el problema… no me gustan. 

De pronto, nuestra plática es interrumpida cuando escuchamos gritos de auxilio de una de las enfermeras. 

⎯¡Un hombre!, ¡acaban de tirar a un hombre! ⎯nos dice. 

Rico y yo corremos hacia la entrada, y vemos a un hombre gravemente herido por heridas de bala, que acaba de ser tirado en la puerta de la clínica. Él se tira al suelo para escuchar sus signos vitales y se percata que está muy grave. 

⎯Entró en paro ⎯me anuncia. 

⎯No tenemos desfibrilador ⎯le aseguro. 

Rico niega con la cabeza, por lo que yo me tiro al suelo y con todas mis fuerzas comienzo a hacer reanimación cardiopulmonar con mis propias manos. Cada compresión que hago es un intento desesperado de devolverle la vida a este hombre que yace en la delgada línea entre la vida y la muerte. 

Siento como el tiempo se congela, como cada segundo cuenta, y como la frente me suda al canalizar toda mi energía en cada compresión que estoy haciendo.  

⎯¡Venga Karl! ⎯ me anima Rico, quien está tratando de ayudarme. 

Las enfermeras observan con expectación, los rostros de los pacientes reflejan la preocupación, y el solo saber que la vida del hombre pende de un hilo, me hace rogar entre dientes que haya un pequeño pulso. 

⎯Vamos, vamos ⎯murmuro. 

De repente, un débil pulso se hace sentir, y cuando Rico lo siente con los dedos, sonríe. 

⎯¡Hay pulso! ⎯anuncia, para que tanto las enfermeras como los voluntarios, lleven al hombre adentro y comiencen a darle los cuidados necesarios.

 La gente estalla en un suspiro colectivo de alivio. He logrado traer de vuelta a este hombre y las felicitaciones no se hacen esperar. Sin embargo, el festejo dura poco, cuando noto que mis manos están manchadas de sangre, al igual que mi bata y parte de mi pantalón. El hombre, se estaba desangrando y si no se moría de ese paro, probablemente lo haría por sus heridas. 

Rico lo nota, y me da una palmada sobre la espalda. 

⎯Lo hiciste bien, hiciste tu trabajo. 

⎯Aun así morirá ⎯le digo. 

⎯Todos moriremos… pero tú, hiciste tu trabajo y lo sabes. Las decisiones que lo llevaron a recibir esos impactos de bala, no son tu problema. ⎯Suspira⎯. Como ves, Karl, este trabajo es algo peligroso. No te preocupes, aquí nos cuidamos todos, pero, tal vez, lo que veas sea en realidad impactante y fuerte. Si no crees que estás preparado. 

⎯Lo estoy ⎯contesto, sin dudarlo ni un segundo y aun con la adrenalina, recorriendo mi cuerpo y haciéndome cosquillas en las manos. 

⎯Bueno ⎯contesta. Después se da la vuelta para entrar, pero, antes de hacerlo, regresa a verme y me dice⎯:tenía razón David Canarias. 

⎯¿De qué soy buen cardiólogo? 

⎯No, de que eres uno de los mejores hombres que ha conocido… 

Sonrío, jamás pensé que el padre de mi pareja pensara así. 

⎯Antes de ir a casa, lávate y dale tu bata a la enfermera Chan. Sus padres tienen una lavandería y nos ayudan lavando todo. Así no tendrás que llegar a casa a lavarla.

«Y asustar a Alegra», pienso. 

⎯Gracias. 

⎯Bienvenido Karl. En verdad me da gusto verte por aquí ⎯me comenta, para ahora si dejarme solo en medio de la acera. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, a pesar de lo que acabo de vivir. 

⎯Mi suegro piensa que soy uno de los mejores hombres que ha conocido… algo debí haber hecho bien ⎯murmuro. 

Amar a Alegra me ha brindado más cosas de las que podría haber imaginado: una nueva vida, un nuevo trabajo, y nuevas aventuras. Pero, sobre todo, ha reavivado mi pasión por mi vocación.

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