Cuando estás acostumbrado a tener todo, es muy fácil que te aburras. Nada es suficiente y solo quieres más. La ropa de marca que te compraste la semana pasada, por una razón ya no te gusta esta semana, así que vas en busca de más, pensando que esa es la solución.
El auto que te regalaron: deportivo, bonito, moderno y sofisticado. Se te hace poca cosa cuando ves otro que te gusta más. De pronto, se vuelve obsesión y hasta que lo consigues no dejas de insistir.
Te pasa lo mismo con los demás placeres: la comida, la bebida, el sexo. Lo que ayer te gustaba puede que después ya no. La posición que antes te daba placer, se vuelve terrible después de hacerla por décima vez. Y la bebida, parece agua simple, después de algunas copas.
En pocas palabras, estás insatisfecho todo el tiempo y ese hueco que sientes en tu pecho no se puede llenar, por lo que recurres a estrategias para tratar de llenarlo. Las mías fueron: las drogas, el alcohol y la violencia.
La marihuana calmaba mi ansiedad, la constante en mi vida. Me mantenía relajado y sonriente, pasivo ante el ambiente que tenía que soportar. Podría pasar horas sentado en los camastros al lado de la piscina, fumando y viendo el mar. Mis dos actividades favoritas.
Sin embargo, por la noche, la cocaína era mi mejor aliada. Me mantenía despierto, activo, y con una alegría que podría rayar en la euforia. Con una o dos líneas podía mantenerme despierto toda la noche, hasta que veía salir el sol.
Si soy honesto, temía que algún día dos rayas no fuesen suficientes y cada vez que las aspiraba lo pensaba. No obstante, la noche era larga y la música sonaba fuerte, y necesitaba dar la imagen de que estaba al cien, y sobre todo presente. «Estoy bien, estoy bien», me repetía constantemente. Pensaba que si seguía haciendo ejercicio y en mis clases de Jiu-jitsu lo podría controlar y no me afectaría. Más tarde me daría cuenta de que no era así, y ambas combinaciones podrían ser un arma mortal.
Pero, yo era el rey de la fiesta, el que todos quería de amigo y debía mantener mi fachada. Me gustaba ser el centro de atención, porque en mi casa no lo era. Me gustaba sentir que me necesitaba, que yo podía hacer algo beneficioso por ellos y ayudarlos a divertirse.
Las mujeres me trataban de seducir para que las dejara entrar a un bar o pagara las bebidas. Los hombres querían ser mis amigos por las influencias que tenía en el ambiente nocturno. La zona VIP, donde siempre estaba, tenía su propio guardaespaldas para que no se colaran.
«La vida es una fiesta y yo soy el anfitrión», eso pensaba, y con esa frase viví durante mucho tiempo. No tenía días de descanso, al estar solo en casa no había nadie que me pusiese límites en horarios o me reclamara las ausencias. Podía llegar a la hora que quería, con quién quisiera y después hacer lo que se me daba la gana.
Nada era más fácil que tomar la tarjeta y salir de ahí, vivir en la euforia, sentir la adrenalina, sentirme apreciado e importante. Quería sentir, esa era la clave de todo, y el mundo en el que me encontraba no me lo permitía.
Entonces, un día, la fiesta dejó de importarme, pero, ya era rutina y no podía salirme de ella. Mi mejor amigo, David Canarias, trataba de hacerlo dándome otros intereses como: navegar, equitación y otras cosas más simples. Ninguna de las cosas que él hizo ayudaron. La verdad es que si no fuera por él hubiese hecho cosas peores, tal vez unas que me hubiesen llevado a prisión.
Alcancé mi límite más alto, cuando un día casi mato a golpes a un chico. Me encontraba lleno de cocaína y alcohol. No sé qué me hizo o más bien no lo recuerdo, pero me molestó. Esa tarde había también discutido con mis padres, y me descargué con él.
Lo golpeé tan fuerte que lo dejé inconsciente en el suelo, con el rostro casi destrozado y sangre en la camisa. Si no hubiese sido por David Canarias, posiblemente lo hubiese matado, y mi final hubiese sido diferente.
⎯¡Cálmate ya! ⎯ me dijo Canarias, tomándome de los hombros y jalándome lejos del pobre chico, que no respondía.
Recuerdo imágenes de lo que pasó. A la novia al lado llorando, desesperada, mientras trataba de que él reaccionara. Recuerdo las miradas de asombro y un grito que me alertó: «es un Ruiz de Con, no le puedes hacer nada».
En ese instante me di cuenta de la influencia de mi apellido, del legado que mi padre me había dado. Podría hacer esto una y otra vez, pero, yo no lo deseaba, me sentía terrible, y en el instante me arrepentí y quería repararlo.
Lancé mi cuerpo sobre el chico, tratando de despertarlo, pero, David volvió a tomarme de los brazos y me levantó.⎯ ¡Vámonos!, ya no compliques las cosas.
⎯¡No, espera! ⎯ grité.
⎯¡Vámonos! ⎯ Y con la fuerza de sus brazos me arrastró hacia la entrada y después fuera del club.
Yo aún seguía mareado por el alcohol, con el corazón acelerado por la droga y las lágrimas cayendo por mis mejillas por lo que había hecho. La culpa me invadió, subió por mi cuerpo como si la llevara en la sangre, y estalle en furia.
⎯¡Suéltame! ⎯ le grité a Canarias, pero él con fuerza me sujetó.
Fue todo un espectáculo el que hice. Uno vergonzoso que supe jamás olvidaría, y que sabría pasaría tiempo sin superarlo. Con este acto mío, también me percaté de quienes eran mis verdaderos amigos. Todos huyeron de la escena, otros simplemente vieron de lejos, fue Canarias el único que se salió junto conmigo y metió las manos al fuego por mí. ¿Dónde estaban los demás?, ¿dónde estaba mi influencia? Aquí, en mi propia fiesta, no era nadie. No era el rey, ni el protagonista, simplemente era un cero a la izquierda.
⎯¡Suéltame!⎯ le grité a Canarias. Quería regresar, ver si el chico estaba bien, tratar de remendar mi error.
⎯¡Ya basta! ⎯ habló Canarias con autoridad.
A empujones me sacó de ahí, y me llevó lejos, hacia la playa. Con furia comencé a patear la arena, tratando de bajar el ritmo de mi acelerado corazón.
⎯¡Suéltame! ⎯ grité con fuerza. Muevo mis brazos, soltándome de él y alejándome lo más posible. Caminé por la playa pateando las olas y arrojando arena con las manos ⎯¡Maldición!
⎯¿Qué demonios te pasó allá adentro? ⎯ me preguntó, bastante molesto y aún asustado.
⎯No lo sé. Es esto que me pone mal.⎯ Así, tomé la bolsa con la poca cocaína que quedaba y la tiré al mar.
⎯¡Estás fuera de ti, Tristán!, ese pobre hombre no te hizo nada, y ahora creo que lo dejarás con secuelas.
⎯¡Lo sé, lo sé!, ¡¿Crees que no estoy consciente?! ⎯ hablé, para después pararme en seco y ver hacia el mar, oscuro y frío. Tenía ganas de correr hacia allá, perderme en la profundidad, desaparecer.
David me tomó del brazo, supongo que olió mis intenciones, y me sentó sobre la arena.⎯ Tristán, no sé qué te esté pasando, pero, necesitas reaccionar.
⎯Ya lo hice, ¿qué no ves?
⎯No me refiero a eso, y lo sabes. Llevas meses así, fiesta tras fiesta, metiéndote ese polvo y bebiendo sin parar. ¿Qué es lo que planeas?, ¿morirte?
⎯Fíjate que no sería mala idea. Pero, sabes, podría morirme mañana, y a nadie le importaría.
⎯No digas eso… a mí sí ⎯ me dijo, con una sonrisa en sus labios y esa mirada profunda y expresiva.
Suspiré.⎯Dime, ¿qué se siente tener todo, Canarias?
⎯¿De qué hablas? ⎯ me preguntó.
⎯De ser un hijo deseado, querido por su madre, considerado por su padre. Con una hermana que te ama más que nada en el mundo. Próximo heredero de una empresa. Eres guapo, gallardo, inteligente.
⎯Tú igual…
⎯Lo tienes todo.
⎯Claro que no ⎯ respondió, mientras jugaba con la arena ⎯. Tú también lo tienes todo.
⎯Yo no hablo de cosas materiales, yo hablo de lo que está aquí.⎯ Y me toqué el corazón ⎯. Yo me siento vacío, por completo vacío. Me siento incapaz de amar, de sentir, de vivir. Solo camino por la tierra, pero, sin ningún motivo, tú al menos tienes uno.
⎯No digas eso, no lo digas. Tampoco mi vida es color de rosa como tú crees. No me llevo tan bien con mi padre, y me quieren casar con una Lafuente. Mi madre no es tan cariñosa y…
Sonrío.⎯ David Canarias, lo tiene todo y aun así quiere más, nunca está satisfecho ⎯ le interrumpí.
⎯Siempre me dices eso.
⎯Porque es verdad. Yo daría lo que fuese por tener un poco de lo que a ti te dan. Al menos no eres solo una pieza que hay que mover.⎯Me recuesto sobre la arena y dejo que el viento me pegue sobre el rostro.
David hizo lo mismo.⎯ Si sabes que tendrá consecuencias, lo que acabas de hacer.
⎯Lo sé.
⎯Y, ¿cómo lo arreglarás? ⎯ inquirió.
⎯Pues… supongo que se arreglará.
⎯Tristán, ese el problema contigo, no sabes enfrentar los desastres que provocas. Siempre dejas que alguien los arregle por ti ⎯ me habló, con ese tono de seriedad que siempre usa⎯. Haces cosas por hacer y luego, te lavas las manos como si nada hubiese pasado. Un día, algo que hagas te traerá problemas en verdad grandes, y a la hora de tomar una decisión no sabrás qué hacer.
Me quedé en silencio. David siempre me daba esas enseñanzas que ni mi padre se había tomado la molestia de darme, y odiaba eso. Se supone que un amigo era para divertirse, no para que te regañara como si fueses su hija. Aun así, supe que tenía razón y que algún día me metería en un problema tan grande que no sabría como salir y David no estaría ahí para ayudarme.
⎯¿Crees que lo haya matado? ⎯ inquirí.
David encogió los hombros.⎯ No sé.
⎯Si no muere, le pagaré una pensión el resto de su vida ⎯ hablé. David volteó a verme ⎯. ¿Y si muere?
⎯Supongo que, tendré que ir a la cárcel.
Él comenzó a reírse, pero no como si se estuviera riendo de un chiste, sino, más bien, como si se estuviese burlando de mí. David se puso de pie, se sacudió la arena del pantalón y se arregló la camisa.
⎯¿Cárcel, Tristán?, mencionas la idea de la prisión como si fuera un simple viaje a las islas Griegas, como si pudieras empacar tus pertenencias y marcharte a un retiro espiritual. Pero la realidad es mucho más cruda y desafiante. ¿Realmente comprendes lo que significa estar tras las rejas? La vida en prisión difiere enormemente de cualquier experiencia que hayas tenido hasta ahora y puede resultar extremadamente ardua.
»Que hables así de la cárcel con tanta naturalidad me resulta inquietante, ya que ignoras las dificultades de ese entorno. ¿Te consideras valiente o responsable al mencionar que estás dispuesto a enfrentarla? Sin embargo, la realidad es que sobrevivir en prisión no es tan sencillo como lo pintas. Parece que ves la cárcel como una solución, en lugar de temerla. Sería prudente de tu parte reflexionar sobre tus acciones antes de tomar decisiones impulsivas.
»Es evidente que aún no has comprendido plenamente las consecuencias de tus acciones recientes. Has estado al borde de cometer un acto de violencia grave, golpear a ese hombre en medio de una arrebato. ¿No te das cuenta del peligro y la gravedad de tus acciones?
David me dejó en silencio, él siempre fue más maduro que yo a pesar de tener la misma edad. De pronto me di cuenta de la tontería que había dicho. Solo tenía diecisiete años, era el hijo de un hombre rico, si iba a la cárcel viviría un infierno, y no estaba preparado para eso.
⎯¿Qué harías tú? ⎯ pregunté.
David suspiró.⎯ Rogaría porque no estuviese muerto, eso es lo que haría.
Me puse de pie. Sabía que tenía que caminar de regreso para enfrentar lo que había hecho, y moría de nuevo. Voltee a ver a David.⎯ Si voy a la cárcel, ¿seguirás siendo mi amigo? ⎯ le pregunté.
David asintió.⎯ Lo sería.
⎯¿Cómo puedes ser amigo de un hombre como yo? ⎯ cuestioné.
Él me dio una palmada sobre el hombro.⎯ Porque te conozco mejor que nadie en este mundo. Y sé, que ese Tristán que vi hace unos minutos, no eres tú.
David en verdad siempre me tuvo fe, en todo. A pesar de la vida descontrolada y cao´´tica que llevaba, siempre me pedía consejo y los seguía. Él decía que era un hombre inteligente, y por mucho tiempo no me lo creí, hasta que un día, tuve que hacerlo.
Para mi fortuna, el hombre que golpee no murió. Sin embargo, le arruiné la vida. Quedó ciego de un ojo y me comprometí a pagarle una pensión de por vida, aunque la culpa me persiguió hasta mi último aliento; solo aprendí a lidiarlo, como lo hacía con todo.
Nunca supe si mi padre o mi madre se enteraron del asunto, toda la isla lo hizo, así que supongo que ellos simplemente decidieron ignorarlo al ver que estaba solucionado. Finalmente, ese día, solo la persona a la que le importaba más en el mundo estuvo ahí, y si no fuera por él, tal vez, hubiese estado más perdido.
Sin embargo, dos años más tarde, lo perdería, cuándo él tomase otro rumbo diferente al mío. Marcándome así el camino que, después, seguiría yo en otro lugar, aunque muy lejos, lejos de aquí. Por mientras, David seguiría a mi lado, y por él, empezaría el negocio de mi vida, ese que me sacaría de la depresión y me daría la confianza para luego negociar mi libertad.
Que capitulo tan duro, le pegaron muchas cosas de golpe a Tristán, es verdad que todo puede cambiar de un minuto a otro y marcarte, pero da paz saber que David estaba ahí