Emiliano Sainz se encontraba sentado en la silla al lado de la camilla, con las manos sobre el rostro y preocupado. Anaís se encontraba inconsciente y no se veía que fuese a despertar pronto, estaba sumida en un sueño profundo, respirando lentamente y con los párpados relajados.
Después del beso se había desvanecido, cayendo en los brazos seguros de Emiliano. Él, había intentado que ella despertara, pero, Anaís, no reaccionó, por lo que tuvo que correr al hospital, sumamente preocupado por su estado.
Sin embargo, lo que más le había llamado la atención, es que antes de perder el conocimiento, ella había pronunciado su nombre tan claro y vívido, como si lo hubiese recordado; tal vez había sido así. Necesitaba que ella se despertara para saber si estaba en lo correcto o estaba equivocado.
⎯Vamos, Anaís, te pido que reacciones ⎯ murmuró, mientras no dejaba de observarla. Él sabía que esto no iba a pasar desapercibido, aunque hubiese sucedido en otro país. Sabía que Anaís estaba bien cuidada y que podría haber repercusiones.
«¿Qué tan fuerte debió ser el beso como para que ella perdiera la conciencia?», pensó, tratando de que la culpa no le pegara tanto.
⎯¿Aún no despierta? ⎯ Se escuchó la voz del doctor, en un acento afrancesado. Emiliano negó ⎯. Bueno, según sus signos vitales se encuentra en perfectas condiciones, así que no entiendo el porqué.
⎯Tal vez le haya afectado un poco el vino.⎯ Bromeó Emiliano.
El doctor sonrío levemente de forma antipática y después salió de ahí. Al parecer no le había agradado la respuesta de Emiliano y para evitar enfrentamientos, mejor desapareció. Sin embargo, a Anaís, sí le agradó, porque después de lo que dijo, de inmediato abrió los ojos y le regaló una sonrisa.
⎯¿Qué pasó? ⎯ preguntó, en un hilo de voz y con una inocencia que sorprendió a Emiliano.
⎯Te desmayaste ⎯ le dijo, omitiendo detalles.
⎯¿Desmayarme?, ¿pues qué hacía? ⎯ Inquirió ella, bastante sorprendida.
⎯Pues… ⎯ Emiliano dudó. Al parecer, Anaís no recordaba lo que acababa de suceder, así que no sabía qué tan ético se vería que le dijera que se estaban dando un beso, pues oficialmente él era su jefe.⎯ Dijiste que te sentías mareada y se te bajó la presión.⎯ Mintió ⎯. Estábamos en una cena y veías la Torre Eiffel y bueno, te desmayaste.
De inmediato, Anaís se levantó, asustando a Emiliano. ⎯¿Me pasas mi bolsa? ⎯ le preguntó.
El hombre se puso de pie y tomando su bolso, se lo dio. Anaís sacó su móvil y, enseguida, miró las fotos del móvil. Se sintió feliz y aliviada al notar que sí había fotos y videos que habían grabado su estancia ahí.
⎯¿Qué pasa? ⎯ cuestionó su jefe.
⎯Nunca he visto la Torre Eiffel, así que me quería asegurar de que al menos tenía fotos.⎯ Anaís suspiró⎯. Salgo bonita, lástima que no lo recuerdo ⎯ dijo con melancolía.
⎯¿No recuerdas nada de que estuviste ahí?, ¿De qué la viste? ⎯ cuestionó Emiliano.
Anís negó.⎯ No nada, pero, no te preocupes, me pasa seguido. Son como desmayos involuntarios. Es como cuando un ordenador se apaga de repente y se actualiza.⎯ Relata, para de nuevo sonreír ⎯. El problema es que cuando mi mente se actualiza, borra el recuerdo y, es como si nunca hubiese pasado.
La explicación de Anaís era chistosa, sencilla, pero, triste. ¿Cuántos momentos habría perdido en esos desmayos? Emiliano se imaginó a Anaís, yendo mil veces al mismo lugar pensando que aún no lo conocía. Tal vez por eso ahora, tomaba fotos.
⎯Bueno, pero, ¿estás bien? ⎯ inquirió Emiliano.
⎯Sí, claro. No te preocupes. Todo se arreglará. Si quieres, ya podemos irnos.
⎯¿Segura?
⎯Muy segura, solo debo apuntar algo.⎯ Así, Anaís, sacó de su bolsa una libreta tipo diario y empezó a escribir rápidamente. Emiliano tenía curiosidad de saber que escribía, sin embargo, se aguantó las ganas. No quería invadir su privacidad o exponerse, tratando de leer.
Cuando la joven terminó, cerró el diario y lo guardó en su bolsa.⎯ Listo, cuando desees ⎯ le dijo.
Él asintió con la cabeza y omentos después salió de la habitación en busca del doctor. Una hora después, ambos dejaban el hospital para ir al avión que los llevaría de regreso a Madrid.
***
«Emiliano»
Escuchó su nombre pronunciado de los labios de Anaís. El hombre recordaba el brillo de sus ojos, ese destello de recuerdo y esperanza que sintió en el momento que ella lo reconoció.
Emiliano se puso de pie, miró el reloj, estaba por amanecer. No había dormido nada a pesar del cansancio que sentía, y solo le daba vueltas al asunto. Por su mente paraban miles de recuerdos con Anaís, cuando ambos eran adolescentes y no les importaba nada, solo el poder llegar a la playa y besarse sobre la arena.
Durante años, Emiliano había puesto en el olvido a Anaís, se había concentrado en lo suyo, y seguido con su vida. Ahora, que la tenía de nuevo de regreso a su vida, era la misma físicamente, pero no de mente. La chica talentosa y creativa se había esfumado, y ahora, tenía a una mujer que día a día luchaba por recordar quién era.
Emiliano se echó un clavado al cofre de los recuerdos. Sacó una de las tantas cartas que ella le había enviado y la abrió. Con una sonrisa, él leyó lo que Anaís le relataba. Le decía lo aburrida que era su vida trabajando en la pescadería y lo mucho que le extrañaba. Finalizaba escribiéndole el verso de una de las tantas canciones que componía.
«Así que aquí estoy
cantando al viento,
a través de esta canción,
en cada momento,
recuérdame,
amor mío,
en este eterno compás,
nuestro amor persiste,
más allá del olvido que se va».
⎯Me hubiese gustado haber escuchado esa canción cantada por ti ⎯ murmuró. Un golpe de recuerdos llegó a su mente. Recordó la imagen de Anaís, tocando la guitarra mientras ambos yacían en la playa. Los veranos a su lado tenían aroma a leña quemada y besos con sabor a sal, uno que tenía arraigados en sus labios.
Era triste, en verdad, para Emiliano saber que la Anaís que había amado ya no estaba, aunque físicamente la veía en su oficina, eso sí, con la misma simpatía y amabilidad de siempre. De pronto, la idea de decirle todo, de confesarle quién era y todo lo que había pasado entre ellos, sonaba algo factible. Tal vez, si se lo decía, le ayudaría más que escondérselo.
Así, se vio, una vez más, atrapado en el dilema emocional que había pensado desde que se enteró de su accidente. Por un lado, su corazón anhelaba decirle a Anaís la verdad, revelarle que no eran simples conocidos, sino amigos de la infancia que habían sido inseparables y que algún día se habían amado. Por otro, Emiliano sentía un temor profundo y paralizante. Si se lo decía, las consecuencias sería demasiado altas y, tal vez, terminaría perdiéndola, esta vez para siempre y él, no se lo podía permitir.
Sin embargo, ¿podría Emiliano ser capaz de convivir con ella sin revelarle la verdad?, ¿ver cómo día a día perdía la memoria y no poderle ayudar más? En verdad, el beso le había dado a él la esperanza de que todo fuese diferente, y que las teorías que surgieron gracias al accidente, era solo eso, teorías.
***
Las esperanzas de la mañana se esfumaron por la tarde, cuando después de terminar la jornada, ella apreció en la oficina. Había esperado a que Anaís se marchara para así llegar de sorpresa y evitar otro tipo de situaciones que podrían afectarla.
Emiliano, al verla, se lamentó el haberse quedado a ver unos pendientes, cuando podía hacerlo desde casa. Podría haber fingió, también, que estaba en una junta y salirse por otra puerta para evitarla, pero, ella había sido más astuta y ahora no la podría evitar. Además, ella sabía perfectamente dónde vivía.
⎯Emiliano Sainz.⎯ Pronunció su nombre en un tono serio.
⎯Belinda Rodrigo ⎯ contestó, dejándola entrar.
La mujer de cabello rojizo, entró a la oficina y esperó que el sonido de la puerta cerrándose se escuchara, para después comenzar su discurso.
⎯¡Qué demonios pasó ayer! ⎯ le gritó, escuchándose por toda la oficina y asustando a Sainz.
⎯Shhhh.⎯ La calló.
⎯Nada de “Shhh”, ¿por qué terminó Anaís en un hospital?, ¡dime!
Emiliano dudó por un segundo en decirle; estaba en su derecho. Sin embargo, sabía que nada se le escapaba a Belinda. La conocía tan bien, desde la infancia, y sabía de lo que era capaz.
Ella era la cuidadora de Anaís. Se hacía pasar por su compañera de piso y había viajado directamente a Madrid, por petición de sus padres, para ayudarla.
Al ver que Anaís no conseguía trabajo, ya que su condición no se lo permitía, fue Belinda quien contactó a Sainz y le pidió que le ayudara, haciéndole el favor de contratarla.
⎯¿No me lo vas a decir? ⎯ Continuó.
Sainz, esquivó su mirada y se dirigió a otro lado de la oficina.⎯ ¿Qué no te contó ella? ⎯ le preguntó.
⎯Me dijo que se desmayó en París.
⎯Pues eso fue lo que pasó.⎯ Admitió Sainz.
Belinda suspiró.⎯ Sainz, los desmayos que tiene Anaís, solo suceden cuando algo fuerte sucede. Es la manera en que su cerebro se protege de los impactos. No soy tonta, dime, ¿qué fue lo que pasó para que eso sucediera?
⎯Pues, estábamos cenando y ella se puso muy feliz porque la llevé a ver la Torre Eiffel. Me dijo que jamás la había visto y quise complacerla.
⎯¿Complacerla? ⎯ Repitió Belinda.
⎯Tal vez, al ver la torre desde cerca le impactó, provocando el desmayo.
Belinda sonrió. Sainz pensó que la había librado, pero, al parecer, no lo había logrado. Ella se acercó a él, le tomó de los hombros y viéndole a los ojos, le preguntó.
⎯¿Qué fue lo que pasó?, Anaís no me lo dirá porque no lo recuerda, y no lo hará nunca, pero sé muy bien que la Torre Eiffel no le causa un desmayo. Dime, ¿qué pasó Sainz?
Emiliano se sintió acorralado. Odiaba que Belinda lo conociera tan bien. Dio un suspiro y confesó. ⎯ La besé.
⎯¡Emiliano!⎯ dijo su nombre en forma de reclamo.
⎯Lo siento, Beli, pero no me pude resistir. Era el momento adecuado, la atmósfera; fueron los recuerdos. Ella y yo nos amábamos, teníamos algo y…
⎯¡Te dije que la contrataras, no que la enamoraras! ⎯ Interrumpió Belinda.
⎯¿Está enamorándose de mí?⎯ cuestionó, inocentemente.
⎯¡No! ⎯ gritó Belinda ⎯. Emiliano, esto no es un juego. Te expliqué con lujo de detalles lo que le está pasando a Anaís.
⎯Lo sé.
⎯Sabes de los posibles riesgos emocionales y psicológicos que Anaís podría enfrentar si descubre su pasado tan abruptamente. El shock de saber que perdió años enteros de su vida puede traer consecuencias a su estabilidad mental.
⎯¡Lo sé!, ¡lo sé!, pero, ¿qué quieres que haga? Nos amábamos y yo nunca en verdad dejé de hacerlo. ¿Crees que a mí no me duele saber que la mujer que amaba ahora ni siquiera me recuerda?, ¿crees que es fácil fingir? ⎯ respondió él, apresurado.
⎯ ¿Crees que con eso vas a justificar tus actos?. Te recuerdo que fuiste tú quien le rompió el corazón. Quien la dejó sola a pesar de las múltiples promesas de amor.
⎯Lo sé y las recuerdo cada día.
⎯Pues, tal vez deberías dejarlo así, ¿no crees? ⎯ habló Belinda con frialdad.
Emiliano suspiró.⎯ Ella recordó mi nombre, Belinda.
⎯¿Cómo? ⎯ inquirió ella, bastante sorprendida.
⎯Lo mencionó en forma de pregunta como si me recordara. Creo que hay esperanza de que ella recupere la memoria.
⎯¿Esperanza? ⎯ inquirió Belinda, bastante sorprendida ⎯¿Cómo puedes hablar de esperanza cuando no sabes por todo lo que ha pasado?, tú no sabes el esfuerzo que me ha costado mantenerla estable durante todos estos años. Cómo me puedes hablar de esperanza, cuando Anaís tiene que apuntar si ya desayunó o no. ¿Cómo te atreves a pensar que hay solución, cuando ella debe tomar fotografías donde ha ido para recordarlo después?, ¿cómo me puedes llevar la contraria, cuando la escucho llorar por las noches porque no recuerda donde puso las cosas? A veces, tiene destellos y por un momento recuerda quién fue y canta por toda la casa, para luego entrar a una habitación y salir sin recordar nada ⎯ habló Belinda con melancolía.
⎯Yo pensé… ⎯ Trató de hablar Emiliano, pero Belinda se lo prohibió.
⎯Sainz. Un día Anaís se va a despertar y no recordará ni siquiera quién es. Te olvidará a ti, a mí, a sus padres, y después olvidará como: comer, escribir, respirar. Su mente tiene un límite de tiempo, se va deteriorando de a poco. No aceleres las cosas haciendo tonterías, ¿vale?
Belinda terminó de hablar y un rostro de tristeza se dibujó en ella. Anaís había sido su mejor amiga y ahora, ni siquiera recodaba todo lo que habían pasado juntas. Él, no sabía que la condición de Anaís fuese tan grave y ahora, la idea de confesarle la verdad, era imposible.
⎯Te pido que te limites al trabajo. Deja que Anaís se sienta bien y útil. Mantenla brillando mientras se pueda. Es como una estrella, algún día se apagará y se sumirá en la oscuridad. Tratemos de que brille por mucho tiempo. ⎯Emiliano asintió. No tenía nada más que hacer. Belinda era la persona que mejor la conocía y sabía que tenía razón ⎯. Los padres de Anaís te están agradecidos por lo que haces por ella. Me pidieron que te dijera.
⎯De nada.
⎯Y otra cosa. Sigue fingiendo que no me conoces, te lo advierto porque veo que eres pésimo para seguir reglas.
⎯No te preocupes, Belinda.
Ella caminó hacia él y lo abrazó.⎯ Sainz, hazme caso, es lo mejor para ti. Ya la perdiste una vez, no querrás perderla de nuevo. Porque esta vez será más doloroso para ti. Anaís ya te olvidó una vez y, ahora, te olvidaría para siempre. No querrás que te olvide dos veces, ¿o sí?.⎯ Sentenció, para después salir de ahí.
Emiliano se quedó en silencio, escuchando la última frase de Belinda. Si Anaís le recordaba podría herirla y ya lo había hecho una vez; no podría hacerlo de nuevo. No había solución, tendría que mantener sus sentimientos por ella en secreto.
Uy pero qué fue lo que le pasó a Anaís?
Emiliano debería buscar especialistas que estudien su caso 🙁