El sonido de la lluvia le ha dado a este día un sentido más trágico de lo que ya es. Hoy, es la entierro de Carolina, nuestra amiga, amada hija y guerrera hasta el final de su vida. Una mujer que lo tenía todo menos lo que añoraba, salud y libertad de hacer lo que deseara. 

Enferma desde que tenía razón, cayó prisionera del cáncer y este le mantuvo presa por más de diez años hasta el final de su vida. Por lo que siempre estuvo atada a lo que sus padres decidieran y sin permiso de decidir sobre su vida, ni siquiera a la hora de casarse. 

Harta de tratamientos sin sentido que la mantenían en cama, y aprovechando un golpe de suerte, decidió liberarse a pesar del diagnóstico de su enfermedad para viajar por el mundo y así disfrutar de todos los placeres que le habían prohibido, desde la comida hasta los países que no había podido ver. 

Trato de cumplir todos sus deseos, de vivir sin restricciones, pero, al final, la enfermedad la alcanzó y frenó su vuelo por un momento. Cayó grave en un hospital y murió en paz en una cama de hospital, cabe destacar que lo hizo con una sonrisa tan grande que conmovía. 

Ahora sus amigos, su exesposo y yo, nos encontramos debajo de esta tormenta, viendo cómo sus restos son llevados a la tierra mientras los sollozos invaden el lugar. La vida es tan frágil, ayer hablé con ella una vez más y hoy, se ha perdido su voz. 

⎯ Nuestra hermana Carolina, siempre vivirá en nuestros corazones y esperamos que tenga un descanso eterno. Amén ⎯ Termina el padre, para después echar agua bendita sobre el ataúd. 

Todos nos quedamos en silencio, mientras los padres se quiebran ante el dolor de la pérdida de su única hija, aunque horas atrás me dijeron que estaban aliviados, ya no la querían ver sufrir. Supongo que todos tratamos de convencernos de lo mismo. 

⎯ No puedo creer que haya acabado ⎯ escucho la voz de Thalia, su amiga y comadre, por mucho tiempo ⎯, ahora debe estar feliz, ya no siente dolor, por fin está liberada de esa terrible enfermedad. 

⎯ Debería ⎯  respondo, en un tono tenue. 

Enrique e Izel, toman unas rosas de los múltiples ramos que le enviaron y los echan en la tumba. ⎯ Descansa en paz ⎯ dice ⎯ gracias por todo, jamás te olvidaré. 

Enrique se rompe en llanto y sé que le duele en serio. Carolina fue su esposa, su amiga y compañera por varios años y la quería. Si alguien estuvo a su lado cuando le necesitó fue él, apoyándola en cada decaída, combatiendo la enfermedad por años y no hubiese querido que ella terminara así, pero no había nada que hacer. 

Vemos como la gente se despide y va dejando a Carolina sola. Pronto, toca el turno de mis amigos y primo; yo les digo que les alcanzo luego, necesito hablar con ella. Todos se van, incluso sus padres y yo me quedo ahí, esperando el momento de poder tener un último momento con ella a solas. El último monto de tierra cae y sé que es mi turno. 

⎯ Caro ⎯ murmuro ⎯, te fuiste muy pronto y no pudiste cumplir lo que deseabas. Sin embargo, te prometo que cumpliré la promesa que te hice, de la mejor manera posible, aunque, si te soy honesto, no sé qué deseas de mí. No comprendo por qué yo, un hombre solitario y sumergido en el trabajo. No obstante, soy un hombre de palabra y lo cumpliré. Supongo que por algo pasan las cosas. 

Entonces, tomo un monto de tierra y la echo a la tumba.⎯ Descansa en paz y salúdame a mi esposa, dile que la extraño, pero, que estoy bien ⎯ recito. 

⎯ ¿Señor Caballero? ⎯ escucho una voz femenina, que confieso me asusta un poco por el lugar en donde estamos. 

Volteo y veo a una mujer blanca, robusta y de ojos azules que se posa frente a mí.  Una gabardina café la cubre por completo y un paraguas la protege de la lluvia. 

⎯ Soy yo. 

⎯ Mi nombre es Marietta, creo que hemos hablado por teléfono. 

⎯ Sí, claro, tú eras amiga de Carolina y la mujer que lleva el refugio. 

⎯ Así es… ⎯ ella se queda en silencio viendo la tierra que cubre la tumba de nuestra conocida y luego suspira.⎯ Mujeres como ella son escasas y mire, se las lleva esta terrible enfermedad. 

⎯ Es una lástima ⎯ murmuro. 

Ella abre la gabardina y saca un sobre blanco con mi nombre escrito a mano.⎯ Es para ti, Carolina lo dejó en el refugio antes de que la llevásemos al hospital ⎯ tomo la carta y reitero que es mi nombre el que está escrito. Ella me sonríe ⎯, me pidió que la leyera antes de tomar una decisión, así que supongo que es el momento perfecto para que se la dé. 

⎯ Gracias ⎯ respondo. 

Marietta asiente con la cabeza ⎯ nos vemos mañana, señor Caballero ⎯ y después se aleja dejándome solo. 

Espero unos minutos, y posteriormente voy hacia el auto donde el chofer me está esperando. Abre la puerta y entro a refugiarme del frío y de la lluvia. 

⎯ ¿A la casa, señor? ⎯ me pregunta. 

⎯ A la casa ⎯ afirmo, para después cerrar los ojos y relajarme. 

La última vez que estuve en un velorio eran mi mujer y mi bebé los que estaban en esos montos de tierra, hoy es una amiga. Definitivamente, la vida es muy corta. 

***

Llego a mi casa y la tormenta regresa. María, mi ayuda, toma mi gabardina y la cuelga al en el armario de la entrada. 

⎯ La cena estará lista en unos momentos ⎯ me comunica, para después alejarse y dejarme solo. 

Esta casa, hace meses atrás, estaba llena de ruido gracias a mi ahijado, Toño, que vivía conmigo y con su madre, Izel. Ahora, se han ido lejos y mi propia casa se me hace enorme, estoy a nada de venderla y mudarme a un piso más pequeño. Sin embargo, hay algo que me mantiene aquí, no sé si es el hermoso jardín o el hecho de que la decoración que dejó Izel es hermosa; tal vez solo tengo flojera de mudarme. 

Entro a mi oficina y me siento sobre el sofá, dejo el sobre al lado y vuelvo a cerrar los ojos, disfrutado el sonido de la lluvia y el olor. Momentos después, los abro para tomar el sobre que Marietta me dio y veo la hermosa letra de Carolina. 

⎯  ¿Últimas palabras? ⎯ hablo al aire ⎯ ¿tan afortunado soy? 

Lo abro con cuidado y una carta salta a la vista. La saco y sin más comienzo a leerla. 

Estimado Miguel, o más bien, querido: 

Sé que tal vez esta carta no te tome por sorpresa, aunque mi petición sí. Solo sé que cuando leas esta carta yo ya no estaré presente para explicarte nada, o simplemente ya te habré pedido lo que más deseo antes de morir, por lo que estas letras las escribo con la esperanza de que lo aceptes. 

Miguel, yo sé que no nos conocemos tanto, que incluso lo que te pedí pudo haber sido para Enrique o para Izel. Sin embargo, y aunque sé que ellos lo habrían hecho sin problema, ya han pasado por mucho. Además, ellos están acompañados y son una familia, algo que tú necesitas. 

Jamás he pedido nada en la vida, Miguel, nada, ni siquiera con mi propia enfermedad y por eso me siento con la libertad de pedirte lo siguiente, esperando que lo aceptes: adopta a Mía, ella te necesita. 

Dejo de leer la carta justo en esa frase y suspiro. Yo sabía que ella me pedía que la ayudase, pero jamás que adoptara a la niña. Continúo leyendo. 

Estoy segura de que esto es muy diferente a lo que te dije antes de irme, pero son mis verdaderas intenciones y lo que realmente quiero. Adopta a la niña, protégela, hazla feliz, te lo pido, yo sé por qué te lo digo, no ignores mi petición, ¿sí?  Te lo ruego, adopta a la niña. 

La urgencia con la que me lo pide me sorprende y no sé por qué, es muy diferente al tono con que me lo dijo hace días atrás. 

Eres un buen hombre, he visto que ayudas a todas las personas que te lo piden, ayúdame a mí y adopta a la niña. Está sola en este mundo, y tú sabes cómo puede ser de cruel, te lo pido… adopta a Mía, ella será feliz contigo… Tú estás solo, ella está sola, tal vez se puedan hacer compañía. 

Me despido… 

Carolina. 

La última frase me llega hasta el alma, y no sé por qué. Tal vez es el hecho de saber que Carolina escribió esto con sus últimas fuerzas y sus palabras son para mí o porque tiene razón, yo estoy solo desde hace muchos años y la niña, está sola en este mundo. 

Así me pongo de pie y tomo el expediente y leo, Mía Pérez Ortiz, y al abrirlo veo la foto de una bebé de apenas seis meses. 

⎯ Seis meses y ya estás sola, definitivamente la vida no es justa ⎯ murmuro, en un tono de melancolía. 

2 Responses

  1. Ana ya no me acordaba de esta historia, la voy a seguir leyendo… Desde ya me encanta.

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