Una vez más pasamos la tarde en el hospital. Mía, una vez más, tiene alergias que no sabemos de dónde proceden. La pequeña, a tan corta edad, ya está cansada de esto, pero, aun así, trata de llevarlo con alegría y siendo lo más positiva posible. 

El tratamiento, como siempre, fueron unas gotas para tomar y otras tantas para los ojos. Debemos ayudarle a purificar los pulmones con una medicina que se mezcla con el vapor y debe ponerse la crema especial para que le cubra el cuerpo. Cada vez que salimos del hospital, vamos cargando una enorme bolsa con todas las medicinas, y parece que acabamos de ir de compras el supermercado o que estaban regalándolas en la farmacia. 

Siempre que pago el total de todo lo que debe tomarse, no puedo dejar de pensar en, ¿qué hubiese pasado si no la hubiera adoptado?, ¿en la casa de cuna hubiesen podido adquirir tantas cosas?, ¿hubiese recibido un buen tratamiento? Por eso me tranquiliza que esté conmigo, porque puedo darle todo y mucho más. 

Entonces, llegamos a la casa con una Mía bastante mejorada, aunque es evidente que las alergias aún no se han ido. Tiene la nariz completamente roja, y mientras juega se la talla, al igual que los ojos. Por momentos, se recuesta sobre el sofá y se queda quieta, como si se le hubiese drenado toda la energía y quisiese dormir todo el día. 

Aun así, es increíble como se empeña en irradiar una energía positiva, y está dispuesta a seguir su vida sin que esto lo detenga. Espero que, a medida que crezca, las alergias se desaparezcan o al menos, sepamos controlarlas para que haya más lapsos de tiempo libres de ir al hospital o tomar medicinas. 

⎯ Venga Mía, una aspiración más ⎯ le pido con cariño, mientras el vapor sale del vaporizador. Un aroma a eucalipto y mentol invade la habitación. Ambos nos encontramos sentados sobre el suelo, ella encima de mis piernas y yo sosteniéndola para que esté quieta. 

⎯Esto sería más fácil si Mía pudiese hablar ⎯ comenta Su, mientras se sienta a mi lado. 

Volteo a verla con rostro de pocos amigos, por lo que acaba de decir, pero, es verdad. Si Mía pudiese expresar lo que siente no tendríamos que estar adivinando lo que le pasa o le duele. 

⎯Vamos, mi amor, acomódate.⎯ Le pido, moviéndola con cariño sobre mis piernas para que ella pueda recargarse. Finalmente, queda con la posición que es correcta y yo la tomo del rostro, posicionando mi mano sobre la frente, y haciendo que el vapor pegue exactamente en su nariz. 

Por unos momentos, Mía se siente incómoda, pero, gradualmente, se va acostumbrando al vapor, los aromas y el proceso y caer relajada para luego dormirse. 

⎯Al fin ⎯ murmuro. 

⎯Pobre criatura, ¿cómo es que se sacó la lotería de las alergias? ⎯ me pregunta mi niñera. 

El ruido del vaporizador hace eco en toda la habitación. Es un ruido blanco, de esos que se usan para calmar a los bebés cuando son pequeños y les ayude a dormir.

De reojo, puedo observar como el pecho de Mía sube y baja constante, cayendo en un sueño profundo y al dejar de roncar, sabemos que el tratamiento ha hecho efecto y que sus pulmones están totalmente abiertos. 

⎯La primavera es la peor de las épocas ⎯ menciono, al recordar que pronto el único lugar seguro de mi hija será dentro de la casa. 

⎯Lo sé, debemos prepararnos. Por cierto, María dice que ya no cocinara más la comida especial de Mía. Que es mucha lata quitar lo que le puede hacer daño y que nada tiene sabor.⎯Señala⎯.En pocas palabras que es una lata. 

Suspiro. Su y María son como amigas y enemigas. Se llevan bien en unas cosas, como por ejemplo en exigir aumentos, pero, la mayoría del tiempo se llevan mal, porque Su protege a Mía y María simplemente no le gusta a niña. 

⎯Hablaré con ella ⎯ contesto. 

⎯Mejor despídala. Así que se diga que su comida tiene sazón… ⎯Insinúa, haciéndome sonreír ⎯. Está mas buena la comida de los hospitales. 

⎯Hablaré con ella⎯.Recalco ⎯.María lleva mucho tiempo a mi lado y no la despediré solo por eso. Además, siempre cocinó bien, lo único que le pesa es tener que seleccionar con cuidado los ingredientes, supongo que le quita tiempo. 

⎯Pero, pues es su trabajo, ¿qué no?⎯Y Su manotea en el aire, expresando que está molesta ⎯.Yo digo que la despida y nos las arreglamos sin ella. 

En eso, el sonido de la puerta nos interrumpe y María entra con gracia después de escuchar la orden para que entre. Cuando las miradas de ella y Su se cruzan, sabemos que escuchó, al menos, lo último de la conversación. 

⎯Dime ⎯ comento. 

⎯Lo está esperando abajo el chofer de la señorita Carol Parker – Thys. Dice que ha venido por usted para llevarlo a la cena. 

⎯¿Cómo? ⎯pregunto, en verdad sorprendido. 

⎯Eso me comunica, ¿qué le digo? ⎯ insiste María. 

Su voltea y me ve a los ojos.⎯Usted me dijo que no iría. 

⎯Y eso es justo lo que estás viendo.⎯Le muestro con un movimiento de mi rostro que estoy en pijama y sosteniendo la cabeza de Mía para que el vapor pueda entrar por sus fosas nasales ⎯.Yo jamás le aseguré que iría y mucho menos le pedí que me enviara un chofer.

⎯¿Entonces?, ¿qué le digo? ⎯ insiste María. 

Suspiro.⎯Su, pásame el móvil.⎯Los ojos de Su se clavan en los míos. Es evidente que esta molesta por lo que está sucediendo pero, no hace tampoco nada para resolverlo⎯.Que me lo pases. 

⎯¡Dios Mío! ⎯ exclama molesta. 

Momentos después, me pone el móvil en la mano y yo noto que tengo 10 llamadas perdidas de Carol. Al parecer, me estuvo llamando y yo por estar ocupado con mi hija me fue imposible responderle. Así que, simplemente le regreso la llamada y a los pocos segundos escucho su voz. 

⎯ Espero que ya vengas para acá, querido. Me tenías muy preocupada al no atender mis llamadas ⎯ contesta. 

⎯Lo siento, desde que soy padre pierdo muchas llamadas o mensajes. A veces no tengo ni tiempo de ver el móvil.⎯ Me justifico. 

⎯Te entiendo. En fin, todos te están esperando, mueren por conocerte. Tengo un amigo que viene desde Milán que es el más interesado. También se dedica al negocio de las joyas y quiere hablar contigo. 

⎯Lo…lo siento Carol.⎯Sale de mis labios ⎯. No podré ir. Mi hija está con alergias y en este preciso momento huelo a mentol, y a medicinas que le he dado. Será para otra ocasión. 

Se hace un silencio entre los dos. No sé si esté molesta o no, pero, le he dicho toda la verdad. 

⎯Anda, aunque sea un rato pequeño. Te prometo que estarás en tu casa antes de la media noche, como la cenicienta.⎯Y se ríe al decir ese comentario ⎯ ¿No me harás quedar mal, o sí?, sobre todo cuando ya les presumí que el guapo e inteligente Miguel Caballero, viene a mi cena. 

⎯Carol… 

⎯Un ratito. 

Puedo sentir la mirada de Su sobre mí, a pesar de que no la estoy viendo. Es momento de que tome una decisión y sé que será la adecuada. Escucho cómo Mía respira mejor. Veo cómo ha desaparecido lo rojizo de su nariz, y que definitivamente el tratamiento ha funcionado. 

⎯Iré, pero, solo por dos horas. 

⎯ ¡Excelente!, te espero aquí ⎯ escucho la voz alegra de Carol. Ella termina la llamada. 

Volteo a ver a Su que, como siempre que hablo con Carol, tiene un rostro de pocos amigos.

⎯No quiero hacer la grosería y Mía está mejor, y lo sabes.⎯Me justifico ⎯. Además, no me conviene quedar mal con la familia de Carol, es malo para los negocios. 

⎯Y, ¿su hija? ⎯ pregunta ella. 

⎯He estado todo el día y tarde con ella.⎯Beso su frente que ya se encuentra húmeda por el vapor⎯. Solo serán dos horas. 

⎯¡Puf!, dos horas ⎯ reclama Su. 

Apago el vaporizador y cargo a Mía entre mis brazos.⎯Papá se tiene que ir un ratito, pequeña, pero regresa para seguir contigo. Él ha cancelado todas sus citas de mañana para poder pasar el día contigo, ¿vale? ⎯ murmuro en su oído. 

Mía sonríe y yo lo tomo como una señal de que me escuchó. La recuesto sobre su cama y le doy un beso sobre la frente. Desde que soy padre, la culpa me puede mucho y a veces no sé cómo lidiar. Por un lado, estoy en todo mi derecho de ir a divertirme y a pasar una buena velada, pero, por otro, sé que Mía me necesita y que debo darle prioridad por sobre todas las cosas. 

Creo que para Su no es suficiente saber, que me salí de la oficina todo el día para poder estar con ella, y que mañana cancelé todo para estar al pendiente de mi hija. Me juzga por un solo acto sin ver los otros cinco que hice. 

⎯Solo será dos horas ⎯le aseguro. 

⎯No lo serán ⎯ contesta, para luego cerrar la puerta del cuarto de Mía, dejándome afuera. 

***

No tardé mucho en quitarme el pijama y arreglarme para poder ir a casa de Carol Parker-Thys. Incluso, pensando en el tiempo tan medido que tengo, lo hice con apuro, porque no quiero dar un pretexto más a Su para reclamarme. 

Sin embargo, a la hora de llegar a la casa de Carol, me percaté que en realidad todos, absolutamente todos, me estaban esperando. Era como si la cena fuese exclusiva para mí y que casi me pierdo de mi propia escena, al ser yo el protagonista. 

Tan solo llegué. Carol me presentó con sus amigos, mencionando de dónde eran y a qué se dedicaban. Después me ofreció una copa de vino, escogido principalmente para la velada y nos invitó a pasar al comedor, donde la cena estaba siendo servida. 

⎯ Ves querido, como era importante que vinieras ⎯me comenta, mientras veo cómo su personal retira el plato fuerte de la mesa para pasar al postre. 

Sonrío.⎯Carol, en verdad no entiendo por qué haces esto. Dijiste que era una cena de amigos y lo convertiste casi en una cena en mi honor. 

⎯Una que, por cierto, probaste poco.⎯Me señala, porque he dejado casi todos los platos llenos. 

La verdad es que la culpa no me deja disfrutar nada y me ha quitado el hambre. Discretamente, me he pasado viendo el reloj de pulsera para saber si ya me he pasado de las horas prometidas; claro que ya me pasé. 

⎯Lo siento ⎯me disculpo. 

⎯No te preocupes, yo también ceno ligero ⎯ y siento como su mano baja hacia mi pierna y la acaricia sugerentemente. Una vez más, mi cuerpo reacciona y ahora tengo una mezcla entre deseo y culpa. Me volveré loco. 

Me despejo la garganta.⎯¿Crees que puedas decirme dónde está el baño?⎯ inquiero ⎯. Antes de comer el postre y tomar el vino en el salón, me gustaría ir. 

⎯ Sí, claro. Está atravesando ese pasillo a la izquierda ⎯ menciona, para después voltear a ver a una de sus amigas y comenzar a platicar. 

Sin decir nada más. Me pongo de pie y camino justo por donde ella me indico, adentrándome así en la elegante y majestuosa casa de Carol. 

La casa de Carol, en realidad es una joya arquitectónica, y se nota desde la fachada de la entrada. Esta es de piedra, bien conservada, con detalles ornamentales que dan a entender que es una construcción antigua. Según me dijo Carol, esta casa ha pasado por generaciones y todos han tratado de mantenerla intacta, no solo por el peso histórico sino por la opulencia que emana. 

Mientras camino por el corredor, observo las puertas de madera tallada, los muebles antiguos y refinados. Los exquisitos tapices y las pinturas colgadas sobre la pared. Las amplias habitaciones se encuentran llenas de luz natural, aunque las lámparas, estilo art decó, destellan una luz suave. 

Al ver que me encuentro completamente solo, entro a una de las habitaciones que, al parecer, es un estudio, y voy hacia el balcón para distraerme viendo la ciudad. Saco mi móvil de la bolsa y marco a casa para saber cómo está mi hija. 

⎯ Pues está bien, dormida.⎯ La voz de Su aparece al otro lado de la bocina. Esta se nota molesta debido a que han pasado más de dos horas desde que salí. 

⎯ Mi alarma de la medicina sonó hace unos quince minutos, ¿ya se la diste?⎯ pregunto preocupado. 

⎯ Claro que se la di. Si ustedes hubiese estado aquí como lo prometió, lo hubiese visto. 

⎯Su ⎯ pronuncio su nombre ⎯. Detente ya. Basta de hacerme sentir culpable, no soy un padre irresponsable. Solo tengo que atender algunas cosas más. 

⎯Si eso dice… 

⎯Su.

⎯Mejor vaya a ver a su Carol y dígale que ya pronto debe regresar.⎯ Me pide. 

⎯Solo dime, ¿Mía se encuentra bien?⎯ insisto. 

Su suspira.⎯La pequeña está bien. 

Al escuchar esas palabras me tranquilizo y, por unos segundos, siento que no soy tan mal padre como a veces Su insinúa. La llamada se termina, y cuando desaparece el número, la foto de protección de pantalla se vislumbra. Ahí puedo ver a Mía con su cabello pelirrojo y esos ojazos azules que tanto me hacen sonreír. 

⎯No te preocupes, hija, te juro que siempre me aseguraré que estés bien⎯, le hablo a la fotografía. 

⎯¿Se encuentra bien? ⎯ escucho la voz de una mujer. Guardo de inmediato el móvil y volteo para saber quién me está hablando. Lo primero que noto, es su sonrisa. 

Frente a mí, se encuentra una mujer de cabello largo, lacio y de color castaño, tan brillante que siento que alumbra toda la habitación. Sus ojos, color azul, brillan como las estrellas que se encuentran ahora en el cielo, destellando vitalidad y curiosidad. 

Su sonrisa sincera me hace sonreír de inmediato, otorgándome una sensación de calma que jamás en la vida había sentido. Sus labios carnosos y de color rojo, hacen contraste con su preciosa piel blanca, que parece cubierta de por una capa de diamantina de lo iluminada que está.   

Su presencia es magnética, pero no como la de Carol. Esta no me hace sentir incómodo, sino, al contrario, con ganas de quedarme frente a ella y obsérvala. La mujer se acerca un poco más a mí con una elegancia natural que se hace evidente en cada gesto y movimiento que hace. 

 ⎯¿Se encuentra bien? ⎯ repite, al notar que no respondo. 

⎯¿Disculpa? 

⎯Que si se encuentra bien.⎯Insiste⎯. Es que lo veo tan solo acá y con ese rostro de preocupación… 

⎯Sí, estoy bien. Gracias ⎯respondo, para luego sonreír. 

⎯¿También huye de la señorita Carol? ⎯ inquere con gracia ⎯. Mire, que yo no lo juzgo, a veces puede ser medio hartante su presencia.⎯Se sincera. 

⎯ No, no… bueno, si puede tener una presencia un poco insistente, pero, no huyo de ella. 

⎯¿Entonces?, ¿qué hace aquí cuando todos están en el salón jugando cartas? 

⎯ Mi hija ⎯ le comunico con una naturalidad que me sorprende ⎯. Ella tiene alergias y hablaba a mi casa para saber cómo se encuentra. 

⎯¡Oh, pobrecilla!, la entiendo. La primavera es la peor de las épocas. 

⎯Sí, lo es ⎯ admito, y le sonrío ⎯. En realidad, es primavera y el invierno, aunque cuando tienes alergias alimentarias todos los días son peores. 

⎯Comprendo ⎯ responde. 

Ambos nos quedamos en silencio, viéndonos a los ojos y ella me sonríe con ellos. Yo me acaricio la barba en señal de que estoy algo ansioso por la situación. 

⎯ Cecilia Carranza ⎯ se presenta. 

⎯ Miguel Caballero. 

Ella abre los ojos, como si estuviese sorprendida y luego, el color rojo cubre su rostro. 

⎯¡Ay Dios!, una disculpa.⎯Y se cubre el rostro con las manos. 

⎯¿Qué pasa? ⎯ pregunto, en verdad confundido. 

⎯Usted es el novio de la señorita Carol y yo diciéndole que su presencia harta. Una disculpa, no se lo diga por favor. 

Niego con la cabeza.⎯ No, Calor y yo no somos novios. No sé qué te hizo pensar eso. 

Cecilia se descubre el rostro y se muerde el labio.⎯Lo estuvo diciendo toda la tarde. Quería que todo estuviese perfecto para usted, desde la decoración hasta el postre. 

⎯¡Guau! ⎯ expreso, sin poderlo creer⎯. Pues, todo estuvo bien, pero, no, no es mi novia, apenas nos estamos conociendo. Así que no te preocupes por tu comentario, no se lo diré y confieso que estoy de acuerdo. 

⎯Bueno, entonces, a partir de hoy, cuidaré lo que digo. No quiero perder mi trabajo.⎯Suspira⎯. Por cierto, ¿no le gustó la comida? 

⎯¿La comida? 

⎯Sí, regresó todos los platillos a medio comer. Incluso eso a lo que venía, a preguntarle ¿por qué no le gustó? 

El rostro de Cecilia es tan bello y ella tan agradable, que no había notado que portaba un uniforme color negro de chef y que, amarrada a su pequeña cintura, tenía un delantal de piel color café oscuro. 

⎯ Claro que me gustó. 

⎯¿Entonces?, ¿por qué no comió?, ¿le hizo falta algo? ⎯ pregunta con insistencia⎯. Todo esto es para mejorar mis servicios. 

⎯No tiene que mejorar nada porque, estuvo perfecto. El problema es que yo soy un pésimo comensal.⎯Le hago notar. 

⎯¿Muy exigente?, ¿vegetariano?

Suspiro, y en un murmullo le digo ⎯. Ya había cenado antes en casa. Estoy lleno. 

Cecilia abre los ojos y puedo ver el destellante azul ⎯. ¡Ah, vaya!. 

⎯ Sí, cené llegando del hospital. Incluso, ya estaba en pijama cuando Carol me habló. Me encontraba con mi hija, haciendo su tratamiento y todo eso. 

Ella sonríe y puedo ver que lo hace con sinceridad.⎯ Me alegra… digo, no me alegro por lo de su hija, es una lástima, pero, me alegra que no haya sido mi comida. Estaba a punto de decirle que lo recompensaría. 

⎯¿Recompensarme? 

⎯Sí, ya sabe. Me dice su platillo favorito y yo se lo cocino para que lo pruebe. Solo quería comprobarle que no soy tan mala chef. 

Me río bajito. Lo hago de forma tan natural que me asusta.⎯ Insisto, no eres mala, simplemente hoy no es el día. Si me hubiese encontrado con hambre, le juro que limpio el plato. 

Ambos nos reímos alegremente. De pronto, he olvidado dos cosas muy importantes: la culpa de no estar con Mía y que estoy en medio de una fiesta que es en mi honor y yo no me encuentro presente. 

⎯ Bueno, siendo así… creo que ya no tengo nada que hacer aquí. Le agradezco su sincera opinión y su atención. 

⎯Y yo que sea tan profesional que venga hasta acá para preguntarme sobre sus servicios ⎯ hablo, en el mismo tono de cortesía. 

⎯ Pero, háblame de tú, que me hace sentir vieja y solo tengo treinta años.

⎯Si tú me hablas a mí de tú… no soy tan viejo como aparento.⎯Y le regalo una sonrisa. 

⎯Yo jamás pensé que era viejo. Le hablaba así, por respeto ⎯aclara. 

Entonces me acerco a Cecilia, y nuestros ojos se encuentran en un instante mágico. En ese preciso momento, una conexión especial se establece entre nosotros, como si el tiempo se detuviera y todo lo demás se desvaneciera en el fondo. En ese ambiente de cercanía, una sensación de calma y sinceridad envuelve el espacio que nos rodea.

Sus ojos, llenos de brillo y profundidad, transmiten una autenticidad y una serenidad que me cautivan al instante. Una sensación de familiaridad, como si nos conociéramos de toda la vida, se apodera de mí. 

⎯Pues entonces, háblame de tú porque me haces sentir viejo. Y créeme, no es bueno para mi autoestima, sobre todo hoy que huelo a eucalipto y mentol. 

Cecilia se ríe, lo hace ligeramente, como si no quisiera que nadie la escuchara más que yo ⎯. Yo solo distingo su Paco Rabanne.

⎯¡Aquí estás! ⎯ escucho la voz de Carol. Tanto Cecilia como yo volteamos y la vemos frente a nosotros ⎯.¿Qué está pasando aquí, Cecilia? 

Cecilia tensa su cuerpo y se acomoda el mandil. Su actitud refleja nerviosismo, como si hace minutos atrás, estuviese haciendo algo malo. 

⎯Solo le preguntaba al señor Caballero si no le había gustado mi comida, porque, la dejó toda. 

⎯ Y yo le respondí que estaba deliciosa… ⎯ agrego. 

Carol sube la ceja expresando incredulidad. Al parecer, para ella, que estemos Cecilia y yo solos, no es algo que deba suceder en su casa. 

⎯Bueno, ya encontraste tu respuesta. Así que regresa a la cocina, debes dejarla impecable, ya lo sabes. 

⎯Sí, por supuesto ⎯ contesta de inmediato, Cecilia. Me lanza una mirada fugas ⎯. Hasta pronto, señor Caballero. 

⎯ Hasta pronto, Cecilia ⎯ pronuncio su nombre para que sepa que aún podemos hablarnos de tú. 

La veo alejarse, y por un instante mi mirada se fija en su caminar seguro. El brazo de Carol interrumpe mi momento.⎯¿Nos vamos?, Henrietta Cassals quiere saber sobre la nueva colección de Izel de León.⎯Y se recarga sobre mi brazo. 

Asiento con la cabeza y me voy con ella hacia el salón. Sin embargo, el resto de la velada ya no pongo atención, porque en mi mente solo puedo pensar en Cecilia, y en su hermosa sonrisa que ha salvado esta aburrida fiesta. Supongo que ya encontré la razón para venir a ver a Carol Parker- Thys.

4 Responses

  1. Definitivamente Carol no está bien de la cabeza… Decir que Miguel es su novio…
    Por un momento pensé que Cecilia era la misma chica que nombró Izel anteriormente

  2. Ay pero que pesada esa Carol y a Miguel le hace falta un poco más de carácter, una cosa es que sea un caballero y otra que no tenga carácter

  3. Gracias Cecilia por enseñarle a Miguelito qué es lo que tiene que sentir cuando ve a una mujer…

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