(Días después)
Mía ya se siente mucho mejor. Es increíble la voluntad y fuerza que tienen los niños con respecto a las enfermedades o los padecimientos; incluso me atrevo a decir que son más fuertes que los adultos. Lo que me ha enseñado a no dar por hecho de que ellos no están conscientes de nada.
Mía, a pesar de tener la nariz congestionada, de recibir varias inyecciones y pasar horas delante del famoso humidificador, lo único que quería era jugar conmigo y con sus muñecas. Deseaba con todas sus ansias salir al jardín para jugar – aunque lo tenía prohibido por el pediatra. Asimismo, quería divertirse, olvidándose de que a veces le costaba respirar.
Por eso, y muchas otras cosas que mi hija se merece, le prometí que si el pediatra nos decía que ya podía salir, la llevaría a su lugar favorito: el zoológico. Mía, ama a los animales de todo tipo. Sus sitios favoritos en Madrid son el zoológico, el acuario y el museo de historia natural. Puede pasar horas frente a la televisión viendo Animal Planet y, a su manera, ha sabido identificar a los animales y comunicarme lo que desea.
En este cumpleaños, por ejemplo, me pidió que le regalara una “dito”, que en realidad es un “cerdito”, por lo que la llevé a la juguetería a que escogiera el que quisiera. Después me pidió un “cano”, que se traduce a gato y al zoológico quería ir a ver a su animal favorito, las gafas, en pocas palabras son las jirafas.
Su, siempre me dice que no tiene idea de cómo la entiendo con el reducido vocabulario que tiene. A pesar de que es ella quien pasa la mayoría del tiempo a su lado. Siempre le contesto que es instinto de padre, y que no hay ni habrá persona en este mundo que la entienda mejor que yo.
Así que, después de días encerrados y de no poder ir al festival de primavera debido a sus alergias, Mía y yo al fin pudimos salir a pasear y, como le prometí, la llevaré al zoológico para que se divierta y pueda correr por todas partes. Tal vez también la lleve de compras, ya que necesita zapatos y ropa nueva, porque está creciendo a pasos agigantados.
A veces la veo y me pregunto, ¿cómo es que creció tan rápido?, de pronto ya no era la bebé que se sonreía al verme, si no, ahora, una niña traviesa que me toma de la mano y me jala para que salgamos pronto de la casa, ya que desea estar en el zoológico antes de que “cierren”.
⎯¡Va! ⎯ me insiste, mientras me jala para ir hacia la puerta de la casa.
⎯Ya voy, amor ⎯ le hablo con cariño ⎯, papá se tiene que asegurar de que lleva todo en la mochila de Mía.
⎯¿Va? ⎯ pregunta.
⎯ Ahora vamos, dame un minuto, solo me pongo el abrigo.⎯De pronto me percato que no tengo la inyección de emergencia por si le da alergia⎯.¡Su!, ¿dónde está la inyección?
⎯¡Ya voy!, ¡ya voy! ⎯ La escucho, y momentos después la veo acercarse a mí, cojenando de una pierna⎯ .Tenga, le doy dos, para que tenga una en la guantera del auto.
⎯¡Va! ⎯ dice Mía.
⎯Ya vamos, amor ⎯le respondo.
El móvil suena interrumpiendo la dinámica. Lo saco de mi bolsa del pantalón y al ver el nombre de Carol, lo ignoro. Desde que salí a su cena en mi honor, no ha dejado de hablarme todos los días. Le he contestado varias veces y platicado con ella. Debo admitir que tiene una plática agradable, pero, su intensidad puede llegar a ser molesta. Así que decidí que si estoy con Mía, no le contestaría, ya que debo prestarle mucha atención a mi traviesa.
⎯¿Otra vez la rubia que insiste? ⎯ inquiere Su, en ese tono que denota poco aprecio a su persona.
Guardo el móvil en la bolsa del pantalón y la veo a los ojos.⎯ Disfruta tu día libre, Su. Nos vemos al rato.
⎯ Creame, disfrutaré mi día cuando la rubia que insiste ya no esté en nuestras vidas.
Sonrío levemente.⎯ Si esa es la condición, más vale que te prepares para un tormento.⎯ Bromeo.
Su me da un rostro de pocos amigos. Enseguida, se baja a la altura de Mía y la abraza.⎯ Disfruta el zoológico con papá, ¿eh?, le traes un recuerdo a Su.
⎯¡Sí!⎯ expresa Mía, para luego abrazarla. Luego voltea a verme y clavando esa hermosa mirada azul me pregunta: ¿Va?
⎯Vamos ⎯ accedo, para después tomarla de la mano y salir de ahí.
***
Durante el viaje al zoológico, recibí dos llamadas más de Carol, así que opté por enviarle un mensaje de texto para que supiese lo que estaba haciendo y la razón del porqué ignoraba sus llamadas esta mañana.
CAROL
Buen día, Carol. Una disculpa si no te contesto, pero, estoy en un asunto que requiere toda mi atención. Te prometo que le llamo por la noche.
Y después, de enviarlo, vuelvo a meter el móvil a la bolsa con la esperanza de que deje de llamar.
⎯¡Va allá! ⎯ expresa Mía, emocionada, cuando ve que el zoológico está cerca.
⎯Así es amor, vamos para allá.
Después, mía me dice una serie de ruidos que no entiendo, pero que por su expresión me comunica que está emocionada de estar ahí. Al parecer, la terapia le está sirviendo, y, aunque no habla mucho, conmigo ya se suelta un poco más y eso me da mucha esperanza. Espero de verdad, que algún día pueda hablar y comunicarme lo que quiere y siente.
El chofer detiene el auto en frente de la puerta del zoológico y Mía utilizando el “va”, en diferentes tonos que expresan su alegría, le pide que nos abra la puerta. Yo bajo primero, me pongo la mochila a cuestas, y luego la cargo a ella para bajarla.
⎯Yo te llamo. Me llevará mucho tiempo, así que puedes ir a dar la vuelta ⎯ le digo al chofer.
⎯No sé si le importe, señor, pero ya que estamos aquí, le dije a mi mujer que trajera a nuestro hijo, y también vamos a entrar.⎯Y me sonríe, con algo de pena.
Le respondo con una sonrisa.⎯ Me parece perfecto que hayas traído a Juanito.⎯Saco un poco más de dinero⎯. Ten, para que le compres algo extra.
El chofer lo toma.⎯ Gracias, señor. Nos vemos al rato.
⎯¡Va!
⎯Vamos, vamos ⎯ le respondo a mi hija, quién se muere por entrar.
Tomo a Mía de la mano y juntos caminamos hacia la puerta. Hemos venido tantas veces a este lugar que ya hasta el joven de los boletos nos conoce. Como siempre, me saluda para luego darme los pases de siempre y dejarnos pasar.
⎯¡Va, gafas! ⎯ insiste.
⎯Vamos a las jirafas, pero, primero, veme.⎯Le pido. Me agacho a su altura y la veo a los ojos⎯. Prométeme que te vas a portar bien, ¿sí?. Que no me soltarás de la mano y que escucharás lo que te pido.
⎯¡Sí!
⎯Vale, entonces, vamos a ver las gafas.
⎯¡Va! ⎯ expresa con una sonrisa, que me hace sonreír.
Me pongo de pie, la tomo de la mano, y tan solo me giro, siento como mi cuerpo se cruza con otro, pegándole suavemente y sin querer. Siento un líquido caliente en mi camisa y al ver para abajo, noto que es café.
⎯¡Ay, una disculpa! ⎯ escucho una voz.
Al levantar mi vista sonrío: Cecilia Carranza está justo frente a mí. Sus ojos azules se encuentran con los míos, y hoy, su cabello castaño tiene un tono rojo que la hace ver hermosa.
⎯Ahora eres peliroja, Cecilia Carranza ⎯ pronuncio.
Ella, al verme, cambia su rostro por completo. Veo cómo cambia, claramente, de la vergüenza a la felicidad.
⎯Señor Caballero, ¡qué sorpresa!⎯Se percata de que me ha tirado el café que trae en las manos sobre la camisa, y saca un pañuelo⎯.Lo siento muchísimo, de verdad. Estaba viendo el mapa y no le vi.
⎯No, en realidad la culpa es mía, fui yo quién volteó sin fijarme.
⎯Entonces, la culpa es de los dos.⎯ Admite.
⎯Se me hace justo.⎯ Accedo.
Nuestras miradas se cruzan, y puedo sentir ese destello azul en mí. Veo cómo sus mejillas se tiñen de rojo, muerde suavemente su labio inferior, un gesto que revela su nerviosismo y emoción, tratando de contenerse. Me pregunto si su corazón también late como loco en este momento.
La mano de Mía, aprieta la mía, sacándome de mi trance. Volteo a verla y ella está escondida detrás de mis piernas, pero atenta, con sus ojos azules fijos en Cecilia.
⎯Pero, ¿quién es ella? ⎯ inquiere.
⎯Mía, es mi hija ⎯ contesto con orgullo.
⎯Hola Mía.⎯ Le saluda con una voz tierna.
Mi hija sonríe, pero, no dice nada. Simplemente, la observa con atención mientras se chupa el dedo de la mano izquierda.
⎯Mía está feliz de conocerte.⎯Traduzco lo que esa mirada quiso decir⎯.¿Qué haces aquí, Cecilia Carranza?
⎯Bueno, pues, traje a mi hijo, Vidal.⎯Y al decir eso, voltea hacia la tienda de regalos y veo a un niño de seis años viendo los peluches.
⎯¿Tu hijo?
⎯Sí, sí… Mi hijo. Es una larga historia.
⎯¿Va?⎯ insiste Mía, señalando a la puerta.
⎯Voy, corazón ⎯le hablo con cariño.
Cecilia y yo nos vemos a los ojos y al mismo tiempo hablamos:
⎯¿Vamos juntos? ⎯ le digo.
⎯Nos vemos ⎯ dice ella.
Después nos reímos al ver lo que ha pasado. Ella suspira⎯.¿No interrumpo nada?
⎯ No, no, claro que no. Digo, si ya estamos los dos aquí.
⎯Sí, por qué no.⎯ Accede ⎯. Solo dame un minuto, ¿quieres? ⎯ Me pide. Después va hacia la tienda de regalos y trae de la mano a un niño con su mismo color de ojos pero de cabello negro. Su sonrisa es igual a la de su madre.⎯ Vidal, ellos son el señor Miguel Caballero, y su hija, Mía.
⎯ Buenos días ⎯ pronuncia, y estira la mano para que le salude.
⎯ Buenos días, Vidal ⎯ saludo con ternura.
Mía sigue aferrada a mi mano, pero aún atenta a todo lo que sucede. El niño se acerca y le estira la mano.⎯ Buenos días, Mía.
Mía voltea a verme, preguntándose qué hacer.⎯ Saluda, amor. Dile, “días”.
⎯Días⎯ pronuncia, y luego sonríe escondiéndose detrás de mí, como si le diera vergüenza.
⎯Es hermosa.
⎯Lo sé.⎯ Admito, viendo a Cecilia.⎯ Muy hermosa.
Cecilia se sonroja y pasa su cabello detrás de la oreja.⎯¿Nos vamos?
⎯Vamos.
Así, los cuatro entramos al zoológico. De inmediato Vidal sale corriendo para comenzar a ver las estatuas de los animales que hay en la entrada. Mía se emociona, y también me pide que corra jalándome del brazo.
⎯Voy, amor, espera.
⎯¡Va! ⎯ insiste.
⎯¡Vidal! ⎯ grita Cecilia. Su hijo voltea de inmediato.⎯ Invita a Mía.
Vidal regresa corriendo y le estira la mano ⎯¿Vamos?
Mía voltea a verme, otra vez. ⎯¿Quieres ir? ⎯ pregunto. Ella asiente con la cabeza ⎯. Pues, ve… anda.
Así, mi hija le toma la mano a Vidal y los dos se van corriendo.⎯¡Cuidado, Vidal!, no tan rápido ⎯ le pide Cecilia.
⎯¡NO! ⎯ grita el niño, mientras baja la velocidad para que Mía pueda seguirle el paso.
Cecilia y yo los observamos como se alejan y momentos después se detienen a ver algo. Ella voltea a verme y hace de nuevo ese rostro de vergüenza.⎯ Lo siento por la camisa.
⎯¿Qué camisa? ⎯ pregunto, algo distraído.
⎯Pues, la tuya ⎯ contesta, y con la mirada señala mi camisa completamente manchada de café. Por una razón ya no lo recordaba.
⎯¡Ah!, no, no, no te preocupes, tengo muchas en mi casa ⎯ respondo, simpático.
⎯¿No te importa andar así?, todo manchado.
⎯No, claro que no. Después de criar a Mía, quién sufrió de reflujo, dejé atrás la vanidad y la ropa sin manchas.
Cecilia se ríe, haciendo que yo lo haga también. Tenía años que no veía a una mujer reír así, y mucho menos que yo fuera la causa de esa risa. Ella, termina de hacerlo y su mirada se cruza con la mía.
⎯¡Qué coincidencia!, ¿no crees?. Volvernos a encontrar después de unos días.
⎯Lo es. Pensé que venías a preguntarme si me había gustado el desayuno de hoy.
Cecilia ríe.⎯ No, no, cómo crees. Lo que pasa es que hoy es mi día libre y aproveché para traer a Vidal al zoológico y darle un paseo por Madrid. El pobre niño se la pasa encerrado en la casa de los Parker-Thys y se aburre.
⎯Pensé que vivías en otro lado.⎯ Continúo la conversación.
⎯No. Al ser la chef exclusiva, debo estar ahí. Tú no sabes las veces que Carol me pide que le hornee chocolatines a las tres de la mañana ⎯confiesa, y luego se cubre la boca, en señal de que acaba de hablar de más.⎯ Lo siento, no es mi intención.
⎯Tranquila, Carol no se enterará de que ahora sé su adicción al chocolate.⎯La tranquilizo⎯. Ya te dije que no somos nada, solo amigos.
⎯Ya veo por qué ⎯ contesta.
⎯¿Por qué?
Cecilia se detiene.⎯ No tienes que fingir conmigo.
⎯¿Fingir qué? ⎯ Insisto.
⎯Que eres homosexual.
⎯¡QUÉ! ⎯ expreso, bastante sorprendido.⎯¿Cómo sabes eso?
⎯Bueno, te dedicas a la industria de las joyas, eres educado y te vistes bien.
Me quedo en silencio. En este momento viene a mi mente la conversación que tuve con Su y empiezo a sospechar que tengo que hacer algo para que la gente deje de pensar en eso.
⎯¿Esas razones son las que te dicen que soy homosexual? ⎯ pregunto con simpatía.
⎯Bueno, y te resistes a Carol Parker. Nadie se resiste a ella.
Sonrío.⎯ Tal vez me resisto por otra situación muy diferente a mi orientación sexual. Porque Cecilia Carranza, no soy gay.
⎯¿Qué? ⎯ Ahora ella es la sorprendida.⎯ Pero, ¿cómo?, ¡Las señales están!, incluso eres padre soltero.
Me río. ⎯Pues, no lo soy. Me gustan las mujeres, y me visto bien porque me gusta. La industria de las joyas me fue heredada.
⎯¡Ay, Dios!, qué vergüenza ⎯ expresa⎯, yo pensé que lo eras.
⎯ Pues, no, no lo soy… eso sí, soy viudo ⎯confieso, y aún no entiendo por qué lo hice.
⎯¡Oh!, entonces… ¡Ay, lo siento mucho!
⎯ Tranquila, no pasa nada.
⎯Creo que soy un poco imprudente.
Sonrío.⎯ Solo das por hecho las cosas muy rápido.
⎯Sí, ¿verdad?, me pasó lo mismo con la comida .⎯Admite.
De nuevo las risas. Hace mucho que no me reía tanto. Volteo a ver a Mía y observo como hace todo por comunicarse con Vidal, aunque ni una oración completa sale de sus labios.
⎯¿Puedo preguntar qué tiene? ⎯ Escucho la voz de Cecilia.
Asiento con la cabeza.⎯ Mía no puede hablar. Sufrió un evento que la traumó de pequeña, y eso le está impidiendo expresarse como es debido. Su madre murió de una forma terrible y bueno, estas son las consecuencias.
Cecilia, sin que yo lo espera, se acerca a mí y me abraza. Me toma por completo por sorpresa. Sin embargo, la calidez de su cuerpo y el aroma de su perfume, hacen que me olvide de todo.
⎯Lo siento mucho⎯ me murmura.
⎯Gracias ⎯ respondo a su oído.
Momentos después, Cecilia se hace para atrás, y nuestros rostros se encuentran tan cercanos que podemos sentir nuestro aliento. Ella, se pierde en mi mirada por unos momentos, para después reaccionar y soltarme de sus brazos.
⎯Bueno; aun así, es una niña muy alegre ⎯ habla nerviosa.
⎯Lo es. Trata de comunicarse como puede. Las pocas palabras que dice son precisas y me hacen saber lo que quiere. Es una niña maravillosa ⎯ respondo, viendo hacia mi hija.
De nuevo el silencio nos invade. Cecilia evita mi mirada por un instante, después voltea a verme. ⎯¿Puedo hacer algo para recompensarte por lo del café? ⎯ pregunta, mientras se muerde los labios.
⎯¿Qué te parece si me invitas uno? ⎯ pregunto, y mi tono me sorprende bastante.
«¿A caso estoy coqueteando?»
⎯Vale, pero, ¿qué te parece si te recompenso con algo más? Lo digo porque tu camisa se ve muy fina y creo que no saldrá ni con el mejor detergente.
⎯Pues, no es necesario, pero, ¿qué sugieres? ⎯ Y mientras digo esto, clavo mi mirada en la suya. Cecilia de inmediato se sonroja.
⎯Pues… ¿Qué te parece si me dices tu comida favorita y yo te la cocino?
⎯¿Irías a mi casa a cocinar? ⎯ pregunto.
Cecilia abre los ojos, al parecer mi propuesta le sorprende.⎯ Bueno, yo pensaba solo en enviarlo a tu casa, pero, si quieres que vaya a cocinar, voy. Sí así lo deseas.
Ahora soy yo quién se avergüenza. Siento cómo el color rojo me sube por todo el rostro, mientras trato de que parezca que no me afectó. No puedo creer que haya dicho eso, ¿a caso será un deseo profundo que saqué a flote con ella?, ¿en qué momento le propuse que fuera a mi casa?, tengo años de no invitar a nadie.
⎯¿Entonces?
⎯¿Qué? ⎯ pregunto, en un tono de sorpresa.
⎯¿Lo deseas? ⎯ Insiste.
⎯¿Desear qué? ⎯Y siento que mi guardia está muy baja en este instante.
⎯Que vaya tu casa.
⎯¡No!⎯ respondo de inmediato, para luego cambiar de opinión.⎯ Bueno sí, digo, sí quiero que me cocines, no que vayas a cocinar. Tampoco es que no quiera que vayas a mi casa, simplemente…
Cecilia se ríe, al parecer, mi tartamudeo y cambio de ideas le divierte. Finalmente, me percato de que estoy haciendo el ridículo y simplemente le digo.⎯ Solo cocina lo que creas que mejor te salga, te prometo que lo comeré.
Ella arquea la ceja derecha.⎯¿Lo que sea?
⎯Lo que sea… te lo juro ⎯hablo en un murmullo, viéndola a sus hermosos ojos.
⎯Bien, señor Caballero. Le daré mi mejor platillo⎯ contesta, y sus ojos brillan.
Sonrío.⎯ ¿Cuántas veces te he dicho que me digas Miguel?
Cecilia se ríe.⎯ No las suficientes, creo.
En ese instante mi mirada y la suya descubren algo más allá de la superficie. Es una extraña sensación de reconocimiento y conexión; como si estuviéramos destinados a encontrarnos en este lugar. La tensión es palpable entre los dos, sin embargo, no es molesta o incómoda. Se siente como si tratáramos de comunicarnos sin palabras y averiguar nuestros pensamientos.
⎯¡Papá, va! ⎯ Me interrumpe la voz de Mía. Debo admitir que por un instante olvidé que estaba en el zoológico y ella estaba conmigo. Volteo a verla.⎯ Vamos, sí, sí… vamos ⎯ contesto. Sin decir más, me adelanto con ella, dejando levemente a Cecilia atrás.
«¿Qué demonios te pasa? », pienso, tratando de controlarme.
***
El sol se va ocultando lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados. Después de pasar todo el día en el zoológico con Cecilia, compartir risas y anécdotas, es momento de despedirnos. Mía, yace dormida sobre mi regazo, extremadamente cansada de tanto correr y reír con Vidal, mientras que el niño, se encuentra tomado de la mano de su madre.
Cecilia se acerca a mí, y con una sonrisa radiante, estira la mano.⎯ Fue un placer pasar el día contigo, de verdad. Fue divertido.
⎯Igual y sé que Mía piensa lo mismo.⎯ Le señalo, al ver a mi hija profundamente dormida. Vidal le agradó.
⎯Igual, creo que se agradaron.⎯ Admite.⎯Pronto te enviaré el platillo que te prometí⎯ me dice con una chispa traviesa en sus ojos.
⎯Lo esperaré ⎯ respondo, con una sonrisa.
Cecilia ve a su hijo.⎯ Despídete, Vidal. Es momento de irnos.
⎯Hasta luego, Señor Caballero.
⎯Hasta luego, gracias por jugar con Mía.
⎯ De nada ⎯ contesta.
Cecilia suspira.⎯ Hasta pronto, señor… digo, Miguel. Espero verlo pronto.
⎯Igualmente.
Cecilia se aleja lentamente, pero no sin antes lanzarme una mirada significativa, como si hubiera algo más que deseara expresar. Sin embargo, no dice nada, simplemente se aleja.
Siento un ligero nudo en el estómago mientras veo a Cecilia alejarse. Una sensación de incertidumbre y curiosidad se apodera de mí. Sé que hay algo especial entre los dos, una conexión que va más allá de la amistad, pero no estoy seguro de si soy lo suficientemente valiente para explorarlo.
amé éste capítulo…
Hasta ahora me cae bien Cecilia
presiento que Vidal podría ayudar mucho a que Mía hable
Me cae mejor Cecilia al menos es madre y sabe comprender mejor por todo lo que Miguel pasa siendo padre soltero
Me alegra mucho que puedan encontrar un amigo el uno en el otro. Llevar la maternidad/paternidad no es fácil y los niños pueden ayudarse mutuamente.