Cecilia y yo llegamos al restaurante con ambiente acogedor y sofisticado, lleno de flores frescas y una decoración moderna que combina con lo cosmopolita de la ciudad. Podemos ver los grandes ventanales que ofrecen una vista panorámica del Perfil de la ciudad de Madrid, y las luces centelleantes que iluminan la noche. 

Nos sentamos en la mesa que reserve para este momento, una de las mejores, con la mejor de las vistas y lo suficientemente alejada de las otras conversaciones para poder hablar con comodidad. En cuánto llegamos, le ayudo a quitarse el abrigo y yo también me quito el mío, se lo doy a la hostess para que ella se lo lleve al guardarropa. Después le retiro la silla a Cecilia y ella se sienta y me dice un “gracias” tímido. 

Después de pedir el vino y un aperitivo, los dos nos quedamos sentados, viéndonos de frente y sin poder decir nada. Al parecer, ambos estamos algo oxidados en esto de las citas y salidas nocturnas. 

De pronto, Cecilia se ríe bajito y se muerde los labios como si tratara de lidiar con los nervios. 

⎯Lo siento, soy pésima en esto. 

⎯Ni me digas, que creo que yo estoy peor. Me he revisado mil veces si no tengo manchas en la camisa o algo que no combine con mi traje. 

Cecilia se ríe. 

⎯Te entiendo, cuando Vidal era pequeño, solía dejar plumones destapados en mi bolsa y vivía la vida con las manos pintadas de colores. Sin embargo, lo extraño, ¿sabes? Un día, Mía crecerá y te preguntarás dónde quedó esa niña que solo quería pasar el tiempo contigo y que la cargaras en brazos. 

Sonrío. 

⎯Lo sé. La verdad es que la disfruto bastante. Incluso, me encantaría hacerlo más, pero, tengo que trabajar. No había experimentado hasta que la tuve a ella. Una tan grande que siento que me volveré loco. 

⎯Cuando nace una madre, nace la culpa. Debe suceder lo mismo contigo. 

Asiento con la cabeza. La verdad es que no me gustaría pasar el resto del tiempo hablando sobre nuestros hijos, así que espero que pronto cambie la conversación. Al parecer, he olvidado todos los temas de conversación que no tengan que ver con manchas, juguetes, visitas al pediatra y logros de Mía. 

⎯Me encanta… 

⎯¿Qué cosa? 

⎯El lugar. Es muy bonito. 

⎯A mi igual. Hace mucho que no venía. Antes, solía venir cada fin de semana, pero, después, todo cambió y ahora, siento como si fuese nuevo. 

⎯Eso es bueno. Porque podrás experimentar esto como si fuese la primera vez… 

Sonrío. 

De pronto, las bebidas y los aperitivos llegan y Cecilia se sorprende al ver la cantidad de opciones que nos han dado. 

⎯Creo que no llegaré a la cena, con esto quedo por servida. 

⎯Lo sé. Supongo que me pasé un poco en querer impresionarte ⎯ confieso. 

Cecilia se sonroja. 

⎯No necesitas mucho para impresionarme. Incluso, no hay razón para hacerlo, ya lo estoy. 

Ahora soy yo quien me sonrojo. No esperaba una respuesta tan directa como la que me ha dado, pero supongo que es mejor. Tomaré esta cita como la sacudida que necesito para despertar. 

⎯¿Hace cuánto que no sales con una mujer? ⎯inquiere, probando uno de los aperitivos. 

⎯Años. 

⎯¿Años?, ¿qué pasó con la diseñadora? 

⎯Izel, ella es punto y aparte. Es una mujer importante en mi vida pero por otras razones que no tienen nada que ver con.. 

⎯¿El romance? ⎯Agrega. 

⎯Tener una relación con alguien. Izel y yo nos conocimos justo cuando nos necesitábamos de cierta manera. Es un amor distinto al que uno puede sentir. Una intimidad diferente. 

⎯Una intimidad diferente, me gusta. ⎯Admite. 

Nos quedamos en silencio, y como a mí me ponen nervioso, continúo. 

⎯¿Cómo es que llegó Vidal a tu vida? 

⎯Una noche de copas y un preservativo dañado ⎯habla, para después reír bajito⎯. Fueuna sorpresa que cambió mi vida y que ahora, no sabría qué hacer sin él. 

⎯El padre… 

⎯Jamás se hizo cargo. Vidal es mío y de nadie más. Yo lo cuido, lo amo y lo mantengo. No más. 

⎯Me alegra escuchar eso… 

⎯¿Qué el padre no está presente o que yo me hago cargo de él? 

⎯Si te soy honesto, ambos. 

⎯Me alegra escuchar eso ⎯me dice, para luego tomar un poco de vino. 

Me quedo en silencio observándola. Cecilia es diferente al tipo de mujer que físicamente me atraería. Sin embargo, ella es hermosa y su personalidad es increíble: inteligente, graciosa, seductora, sin que ella lo sepa, en pocas palabras, perfecta. 

⎯Sabes, ¿jamás pensé que alguien como tú me pediría una salida? 

⎯¿Alguien cómo yo?, ¿un hombre común y corriente?

⎯Tú de común y corriente no tienes nada. Créeme, he salido con hombres comunes y corrientes y tú… eres… 

⎯¿Soy? ⎯insisto y nuestras miradas se entrelazan. 

Cecilia se sonroja. 

⎯Eres el hombre más guapo que he visto en toda mi vida. 

Me río. 

⎯No digas eso… harás que me sonroje. 

⎯Solo digo lo que pienso, a veces eso me trae problemas… 

⎯Pues a mí me fascina ⎯confieso, haciendo que ella guarde silencio⎯. Incluso, todo lo que haces me fascina. 

En ese efímero instante, un silencio cómplice se cierne entre Cecilia y yo. Nuestras miradas, entrelazadas, hablan un lenguaje silencioso que va más allá de las palabras. Es un momento donde las emociones yacen en el aire, gritando revelaciones compartidas.

Quizás sea el destello de sinceridad que se refleja en sus ojos, o la chispa de complicidad que enciende mi mirada, pero en ese intercambio de visiones, se borran las barreras que solían separarnos. Es como si, por un breve lapso, nos hubiéramos liberado de las cadenas de la reserva y permitiéramos que la autenticidad fluyera entre nosotros.

⎯Menos mi comida… ⎯Interrumpe el momento. 

⎯¿Cómo? 

⎯Menos mi comida. Tengo entendido que aún no la has probado. 

Cecilia, con su intervención, ha roto un poco el ambiente entre nosotros, pero, no lo ha hecho con maldad, sino con la finalidad de tomar un respiro ante esto que nos están invadiendo.

⎯No es que no quiera, es que no he tenido la oportunidad. Bueno, he estado a nada de hacerlo, pero siempre hay algo que me interrumpe. 

⎯O alguien… te entiendo, Carol Parker puede ser un poco asfixiante. 

⎯No quiero hablar de ella… 

⎯Solo una pregunta… ¿Cómo demonios terminaste con una persona como ella? 

⎯Si te digo que no lo sé, ¿me crees? Un día, entró por la puerta de mi casa y ya no se fue de mi vida. De pronto, me encontré yendo a su casa a cenar, recibiéndola en mi oficina y en su círculo de amigos. Fue tan rápido que no tuve ni tiempo de entender. Aún sigo sin entenderlo. 

Cecilia se ríe nerviosa. 

⎯Y, yo que pensé que estabas tan enamorado de ella como ella de ti. 

⎯¿Ella enamorada de mí? ⎯Me río⎯. Carol no puede estar enamorada de mí, no le he dado motivos para que lo esté. Al menos eso pienso ⎯hablo, para después tomar un sorbo de mi bebida. 

⎯Entonces, ¿por qué le dice a todo el mundo que te casarás con ella? 

Al escuchar eso, escupo levemente lo que estoy tomando y comienzo a toser como loco. Cecilia me entrega la servilleta de papel y yo la tomo para comenzar a limpiarme. 

⎯Lo siento, no quería hacer eso. 

Cecilia se ríe. 

⎯¿Impactado? 

⎯Bastante… Jamás me habían inventado un matrimonio. 

⎯Entonces… ¿No te casarás con ella? 

⎯No está en mis planes casarme con ella… ⎯hablo seguro⎯. Jamás me casaría con una persona que no conozco o de la que no esté enamorado. 

Los ojos de Cecilia brillan. Al parecer, la noticia que le he dado le ha caído bien. Incluso, puedo ver como esboza una ligera sonrisa y se acomoda un mechón de su cabello. 

⎯Bueno, pero ya no hablemos de Carol. Mejor cuéntame sobre ti ⎯ le pido, y ella sonríe. 

Así, Cecilia y yo nos enfrascamos en una conversación bastante agradable. Me contó que su sueño era ser de esas personas que van por el mundo probando platos y haciendo reseñas y que estuvo a punto de lograrlo, pero Vidal llegó a su vida y terminó como chef personal. También, tiene aficiones por la fotografía gastronómica y que solía tener un blog donde subía dichas fotos. Le gusta bailar, tiene idea para un negocio de snacks para mascotas y también le gusta doblar servilletas de manera creativa. 

⎯No comprendo eso… 

⎯Pues, me gusta doblar las servilletas y formar figuras, como si fuese origami ⎯explica, mientras yo firmo pagando la cuenta⎯. Es relajante, cuando Vidal era pequeño lo hacía para jugar mientras yo hacía mis cosas. 

⎯Eso habla de lo creativa que eres. 

⎯Sí, puedo ser bastante creativa cuando me lo propongo ⎯me dice. 

Ambos vemos los platos vacíos. 

⎯Tenías razón, el Sache Torte estuvo delicioso. 

⎯Creo que la plática estuvo mucho mejor ⎯confieso y ella sonríe. 

Me pongo de pie, y ella se levanta conmigo. 

⎯Tengo una pregunta. 

⎯Dime. 

En ese momento quiero preguntarle si desea otra cita conmigo, porque yo me he quedado encantado, porque me gusta su compañía, porque de pronto quiero tratar de tener algo. Sin embargo, los nervios me ganan y simplemente digo: 

⎯¿Puedes hacer todo tipo de figuras? 

⎯¿Cómo? ⎯ pregunta Ceci, confundida. Supongo que esperaba otra pregunta. 

⎯Sí, con las servilletas. 

⎯¡Ah!, sí. Casi todas… pero mi especialidad son los gatos. 

⎯El único que podría tener en casa, ya que Mía es alérgica. ⎯Bromeo, y ambos reímos. 

Pasamos por los abrigos y después de una gran cena y el sache torte que fue la joya de la noche. Le ayudo a ponerse su abrigo para salir ambos hacia la calle donde el auto nos espera listo para partir. 

⎯¿Quieres ir a otra parte? ⎯pregunto. 

Cecilia se muerde los labios. Sé que tiene ganas, pero, al parecer, solo será una cena el día de hoy. 

⎯Me encantaría, pero, debo llegar a casa de mi amiga y ver a Vidal. Pero, si gustas, otro día nos vemos y hacemos otra cosa. Digo, si quieres. Para que ahora seas tú quien me cuente sobre ti. 

⎯Sí, si quiero… ⎯Admito, con sinceridad. 

⎯Bueno, entonces… está hecho ⎯contesta, para luego subirse al auto. 

Así, arranco y comienzo a andar por las calles. Un cómplice silencio envuelve la cabina, nuestras sonrisas revelan el deleite compartido de la velada. La magia de la noche persiste en nuestros gestos, pero no nos atrevemos a verbalizarlo.

Cuando llegamos a casa de su amiga, me estaciono en frente de la puerta y nos bajamos del auto terminando así la noche. A medida que nos acercamos a la entrada, la tensión en el aire es palpable, como una corriente eléctrica que crece con cada paso. Nuestros ojos se encuentran en un intercambio de complicidad y emoción contenida. 

⎯Gracias por la cena y por el Sache Torte. En verdad me la pasé muy bien. 

⎯Me alegro. Yo igual me la pasé muy bien. 

Ceci suspira. 

⎯Bueno, supongo que nos veremos pronto. En alguna comida rara de Carol o en el mercado. 

⎯Lo más probable es que sea en el mercado ⎯respondo. 

Paso saliva, mis ojos no se despegan de sus labios, pero en ese instante mi conciencia es más grande que mi deseo. Ceci sonríe. 

⎯Buenas noches… ⎯digo. 

⎯Buenas noches ⎯responde. 

Me doy la vuelta para bajar las escaleras, pero la voz de Cecilia me detiene. 

⎯¿No me vas a besar? ⎯pregunta. 

Me detengo, con el corazón latiendo a mil por hora. Volteo a verla y noto que está detrás de mí, con los ojos brillando y una sonrisa de complicidad. 

⎯Si te soy honesto, estoy un poco oxidado en esto ⎯digo, con cierta timidez. 

⎯No te preocupes, yo te ayudo ⎯habla. 

En ese momento, cualquier resistencia se desvanece, y nos dejamos llevar por la corriente de la noche. Cecilia se acerca lentamente, sus labios rozan los míos con una delicadeza jamás sentida. El mundo desapareció a mi alrededor. Solo existimos nosotros dos, envueltos en la magia de este primer beso. Nuestros labios se sincronizaron de inmediato, envolviéndonos por completo en un beso que pasó de ser tímido a apasionado. 

Mis manos se atreven a posarlas sobre su cintura y ella se acerca a mi cuerpo, tan cerca que el roce de sus pechos con el mío es evidente. No puedo dejar de saborearla, de sentir ese sabor a chocolate del Sache Torte y esas ganas que nos teníamos desde hace tiempo. 

Así, poco a poco nos vamos separando. Abriendo los ojos gradualmente, dejando entre respiración y respiración algo más que un simple beso. Ceci se muerde los labios y yo, sigo en las nubes y no me quiero bajar de ellas. 

⎯Espere por esto toda la noche ⎯me comenta. 

Yo me río bajito, sacudiéndome los nervios. 

⎯Buenas noches, señor Caballero ⎯pronuncia, con picardía. 

⎯¿Cuántas veces te he dicho que no me digas, señor Caballero? 

⎯Una vez más, como siempre, Miguel ⎯responde, para luego meter de manera nerviosa las llaves en la chapa y abrir la puerta. 

⎯Buenas noches, Ceci ⎯digo, con el corazón latiendo despavorido y los labios palpitando de deseo. 

Ella, ya no dice más, solo me da una última mirada y entra a la casa dejándome solo en el portal.  

5 Responses

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *