Después de aquella encantadora cita con Ceci, el regreso a la realidad se presentaba inevitable. Pero, a diferencia de otras veces, esta realidad ahora llevaba un toque diferente, una promesa de próximos encuentros entre los dos. 

Conversamos sobre cómo podríamos encajar nuestras vidas para seguir conociéndonos. Resultó que Carol prefería tener a Ceci en la cocina hasta la cena, lo que significaba que nuestras citas deberían ser programadas después de sus largos turnos laborales. No me quejaba, incluso pensé que estas citas post trabajo podrían ser un toque intrigante a nuestras vidas.

Admito que la idea de no tener más madrugadas solitarias me parecía reconfortante. El pensamiento de compartirlas con alguien especial, después de tanto tiempo, tenía un agradable toque de novedad.

 Sin embargo, no podía permitir que esta nueva etapa eclipsara mi papel principal: ser padre. Mía y yo teníamos una rutina bien establecida, una que no podía permitirme descuidar. Mis responsabilidades paternas eran una prioridad, y aunque mi corazón latiera más fuerte por Ceci, sabía que tenía que equilibrar ambas facetas de mi vida. Ser un “nuevo casanova” no debía restar importancia a mi papel como padre. Encontrar el equilibrio entre estos dos aspectos sería mi próximo desafío, pero estaba decidido a hacerlo de la mejor manera posible.

Así que tan solo estuviese en mi oficina me embarcaría en la tarea de planificar las posibles citas que podría disfrutar con Ceci. Cenar ya no parecía suficiente; necesitaba encontrar actividades más variadas que nos permitieran conocernos mejor. Aunque, después del beso compartido, solo una idea persistía en mi mente. No obstante, sentía que no era el momento adecuado para llevarla a cabo. No me sentía completamente preparado para dar ese paso.

Explorar nuevas actividades juntos se convirtió en mi nueva misión. Quería sorprenderla, hacerla reír y, sobre todo, crear momentos significativos que nos unieran aún más. Aunque la atracción entre nosotros era innegable, sentía que era importante construir una base sólida antes de aventurarnos en territorios más íntimos. Era consciente de que, aunque ciertas emociones florecían, debíamos darnos el tiempo necesario para cultivar algo especial y duradero.

Quizás parezca que soy un romántico anticuado, pero no conozco otra forma de abordar esto. Tal vez debería pedirle a Salvador algunos consejos más modernos, o hablar con Izel; ella podría proporcionarme una perspectiva femenina sobre el asunto y decirme qué les gusta a las mujeres hoy en día.

Aunque el mundo de las citas y las relaciones ha evolucionado, creo en la importancia de mantener la esencia del romanticismo. Sin embargo, reconocer que las perspectivas y expectativas han cambiado me lleva a considerar la posibilidad de aprender algunas estrategias más contemporáneas. La experiencia de Salvador podría ofrecerme una visión actualizada, y la sensibilidad de Izel como mujer podría ser valiosa para entender lo que las mujeres de hoy valoran en una cita. En última instancia, la combinación de lo clásico y lo moderno podría ser la clave para conquistar el corazón de Ceci. Supongo que lo averiguaré pronto. 

Estaciono el auto en frente de la casa, y ayudo a bajar a Ceci de él. Cuando estamos de frente, ella me sonríe y me da un beso sobre la mejilla. 

⎯Tengo un regalo para ti ⎯le comento 

⎯¿Un regalo? 

⎯Olvidé entregártelo ayer. Estaba de verdad nervioso, así que si entras conmigo a la casa, diez minutos, puedo ir por él y dártelo. 

Ella ve su reloj de pulsera, y sonríe. 

⎯Creo que tengo diez minutos, señor Caballero ⎯ me dice en tono coqueto. 

⎯Pues, entonces entra. Tal vez Mía pueda saludarte, para estas horas ya debe tener loca a Su. 

Ceci se ríe, y eso me hace sonreír. Me doy cuenta de que me encanta escucharla reír. Sus ojos brillan y por un instante, todo parece más liviano a mi alrededor. Ambos entramos a la casa y, para mi sorpresa, sigue en silencio. 

⎯Seguro que Mía está arriba con Su ⎯le comunico en un murmuro. 

⎯¿La despertarás? 

⎯Bueno, ahora que lo pienso, es mejor que no despierte a nadie, ya tendremos tiempo para saludar. Espera aquí, subo por el regalo. 

⎯Perfecto, aquí te espero. 

Así, sintiéndome como un adolescente, subo las escaleras hacia mi habitación y entro buscando con la mirada los aretes que Izel me dio para Cecilia. Por unos momentos, entro en pánico al no encontrarlos, después, recuerdo que aún están en la bolsa del abrigo que llevé ayer. Voy por ellos, abro la caja y puedo ver el hermoso dorado que despiden los aretes. Tal vez, Cecilia, podrá usarlos en nuestra próxima cena y lucirlos como ella solo sabe. 

⎯Creo que debo comprarle al resto del juego: collar, pulsera y anillo ⎯murmuro. 

Entonces, después de cerrar la caja, salgo de la habitación para encontrarme a Su en el pasillo. 

⎯Señor, Caballero. 

⎯Su, ¿Mía está bien? 

⎯Sí, sigue dormida. 

⎯Bien, entonces, no me interrumpas. ⎯Le pido. 

Ella me lanza una mirada de pocos amigos. Después nota que mi prisa se debe a alguien. 

⎯¿Quién está abajo? 

⎯¿Cómo?, nadie, nadie… quédate arriba. 

Sin embargo, no es suficiente para mantener a Su alejada. 

⎯Dígame…

⎯Adiós, Su. 

Bajo las escaleras y Su me acompaña. 

⎯Más vale que sea bueno ⎯me dice. 

⎯No será bueno, porque me sigues. ¿Por una vez podrías dejar de meterte en mi vida por un segundo? 

⎯No ⎯contesta. 

Cuando llegamos al pie de las escaleras, me detengo en seco y Su lo hace junto conmigo. 

⎯Pensé que era algo bueno, al fin ⎯dice en voz alta, para luego regresarse y subir las escaleras. 

Está decepcionada y yo también, al ver a Carlo Parker frente a nosotros, con una gran sonrisa y un vestido que parece, le está apretando el cuerpo tan fuerte que los senos está a punto de salir por el escote. 

⎯¿Carol? ⎯pregunto, mientras veo a Ceci, quien solo encoge los hombros. 

⎯Así es… buenos días, guapo. 

Ella se acerca decidida, y con una mano suave toma mi nuca, guiándome hacia su rostro con determinación. Siento su aliento cálido antes de que sus labios se encuentren con los míos en un beso apresurado pero apasionado. Mi reacción es instantánea: me tenso, la incomodidad se apodera de mí, pero me esfuerzo por manejar la situación con gracia para no herir sus sentimientos.

Nos separamos. Ella con su dedo quita un poco del labial rojo que ha dejado sobre mí, arpopósito. 

⎯Te extrañaba, guapo. A veces siento que te estás evitando y luego, me das una gran sorpresa. 

⎯¿Sorpresa? ⎯inquiero. 

Ella toma la caja con los aretes y sonríe. 

⎯¿Son para mí? ⎯pregunta. 

Estoy a punto de decir no, pero Ceci me pide que asienta con la cabeza; no entiendo por qué, aun así, le sigo la corriente. 

⎯Lo son.

Ella sonríe. Los abre y tan solo ve el brillo del dorado, se emociona. 

⎯Me encanta que me conozcas tan bien. ⎯De pronto, estira su brazo y suelta su bolsa. Ceci reacciona y la atrapa de inmediato. 

⎯Creo que no… ⎯Estoy a punto de decir, que no es una forma de tratarla, pero ella me pide que no con la cabeza.

⎯¡SON HERMOSOS! ⎯grita Carol⎯. Sé que son de la última colección de Izel y me encanta. ⎯Voltea a ver a Ceci⎯. Compras unos y no puedes parar, ¿sabes? 

⎯¡Vaya! ⎯expresa Ceci, siguiendo la corriente. 

⎯Me los pondré. 

Ella se quita sus propios aretes, y, después, se pone los de Izel. Tal vez, es porque estoy molesto por todo, pero siento que los aretes se le ven vulgares. Sé que en Cecilia hubieran lucido mejor, porque eran para ella, sé que por eso me los dio Izel. 

⎯Me encantan, de verdad. Incluso, son perfectos, porque los usaré en la cena de esta noche. 

⎯Pues, me alegro…

⎯No, no, no querido, esta cena es para ti también. Debo presentarte a alguien especial, así que vengo a invitarte. Solo una pregunta, ¿por qué Cecilia está aquí?, ¿no se supone que está de descanso? 

⎯Esteeeee…⎯ Trato de arreglarlo, pero no se me ocurre nada. 

⎯El señor Caballero me pidió que si podía cocinar para él, en una semana tiene un evento. 

⎯¿Evento? ⎯inquiere Carol. 

⎯Sí, sí… es… el cumpleaños de mi amigo Salvador. Le haré una fiesta sorpresa y quiero que Ceci cocine. Obviamente, ella iba a pedirte permiso y yo le pagaré. ⎯Arreglo. 

⎯Querido, si deseabas que Ceci cocinara para ti, solo debiste decirme. No citarla en su día libre. Digo, ella hace lo que yo le ordeno, y si cocinar en tu casa es lo que deseas, pues, que cocine; aun así, lo disfrutaré.

⎯¿Cómo? 

⎯Sí, ¿no me invitarías a la fiesta de tu amigo? ⎯inquiere. 

⎯Claro, claro que sí… ⎯Acepto, sin muchas ganas. 

⎯Ves. Entonces, Ceci, tienes permiso para cocinar para la fiesta del amigo del señor Caballero. Por cierto, ya que estás aquí, ¿te molestaría cocinar esta noche para mí?, necesito que la cena sea especial. Por cierto, estás invitado Miguel, te necesito ahí. 

⎯Sí, claro… ⎯ responde. 

⎯Bien. Entonces, vámonos, quiero que me acompañes a escoger el vino, algunos aperitivos y, por supuesto, quiero seleccionar las verduras y las frutas para los platillos. Vamos, vamos. ⎯Le ordena, mientras aplaude. 

Cecila sonríe, después me lanza una última mirada. 

⎯Nos vemos más noche, señor Caballero. 

⎯Claro que sí, Cecilia ⎯pronuncio su nombre con tiento, aunque en realidad, lo que quiero hacer es ir hacia ella y darle un beso sobre los labios. 

No lo hago, simplemente me quedo la raya y veo cómo ambas salen de mi casa. Aún no puedo creer que Carol lleve el regalo de Ceci, y que ahora deba hacerle una cena sorpresa a Salvador por su cumpleaños. 

⎯Supongo que son los riesgos de ahora ⎯murmuro. 

Decepcionado, me doy la vuelta para subir las escaleras. De inmediato, me encuentro con Su, quien tiene una cara de pocos amigos.

⎯No es lo que parece. 

⎯A mí me pareció muy claro… ⎯comenta. 

⎯Su. 

⎯Tengo un mal presentimiento sobre esto. Así que le pido que ande con los ojos bien abiertos. No quisiera que se le abrieran de golpe. 

⎯Eso no pasará… confía en mí. 

⎯Trato de hacerlo… ahora, su hija lo está esperando. 

⎯Gracias, solo me ducho e iré. 

Veo como Su se aleja dejándome ahora con un mal sabor de boca. Me encontraba tan feliz y ahora, el regalo está en otras manos, estoy obligado a ir a una cena con Carol y Su me ha puesto de mal humor. Yo que hace momentos atrás caminaba sobre las nubes. 

Lo único que me consuela de todo esto, es que veré a Cecilia esta noche y que, posiblemente, después, podré pasar tiempo con ella, lo que me regresa la sonrisa. 

⎯Bueno, al menos la noche terminará bien. ⎯Me consuelo, para, después, quitarme la ropa e ir a la ducha. 

***

-Mas tarde- 

Mía tenía muchas preguntas esta mañana, por lo que me tuve que quedar más tarde para contestarlas y después llevarla a la escuela. Así que llegue un poco tarde a la oficina, y el trabajo ya estaba acumulándose. Tan solo entré, tenía una junta por videollamada, por lo que no me dio tiempo ni de revisar los documentos sobre mi mesa, ni abrir mi correo. Por lo que corrí a la sala de juntas para iniciar. 

Mientras esperaba la conexión, abrí mi correo para revisarlo y hacer tiempo. Sin embargo, mi asistente me interrumpió, dejándome la taza de café y alguna correspondencia en papel. 

⎯¿Algo más? ⎯me pregunta. 

⎯No, gracias ⎯respondo. 

Ella sale, y yo tomo el primer sobre para abrirlo. Son cuentas que debo pagar de la casa. Las dejo a un lado y tomo un sobre amarillo, bastante ligero, y que tiene solo una hoja de papel escrita con recortes de varias revistas. La leo en voz alta:

“Cuida con quién tejes tu futuro… las decisiones que tomes podrían ser cruciales y solo con la persona correcta podrás enfrentarlo. Mantente alerta”. 

⎯¿Qué demonios? ⎯pregunto⎯ ¿A caso esta es tu forma de amenazarme Su? ⎯Y acto seguido, hago bola el papel y lo tiro a la basura ⎯. Tengo que poner un límite a esa mujer. 

Mi socio entra a la llamada y yo me olvido de todo… menos de que hoy veré a Ceci y mi día mejorará. 

3 Responses

  1. nooo todooo maaal…
    que mala espina esa Carol. Espero Miguel reaccione y se aleje de esa mujer
    que Cecilia ni Vidal vayan a salir lastimados

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