Los Greiff estaban en quiebra. Nadie lo sabía aún, pero entre los más cercanos a su círculo el rumor ya era una verdad. La familia lo sabía. Desde hace meses, los manejos erróneos de Alexandre habían hecho perder a la empresa millones de dólares, y ahora, estaba a punto de perderlo todo. 

Su esposa, estaba aterrada, llena de angustia. No sabía como sobrellevar el hecho de que pronto podían quedar en la calle y perder su reputación. La última fiesta que habían hecho fue justo para acallar los rumores de lo que estaba sucediendo, y sabía que por unos meses podría hacerlo, pero no para siempre.

Tenían que hacer algo más, mucho más fuerte que una fiesta impresionante en su mansión o algo que les ayudara a no perderlo todo en un instante. El estrés, el enojo y la incertidumbre se estaban apoderando de todos, especialmente de Victoria, porque al parecer a su hijo le importaba muy poco. 

⎯Podríamos pedir un préstamo al banco ⎯suguiró en un susurro, a pesar de que ella y su marido se encontraban a solas en la oficina. 

⎯Mujer, nadie le da préstamos a empresas a punto de quebrar. Sería una estupidez. Además, la cantidad de dinero que necesito es en verdad enorme y si no la puedo pagar nos irá peor. 

⎯Entonces, habla con uno de tus socios o con más. Diles que por la amistad que han tenido por años pueden hacerte un… 

⎯¡Basta, Victoria!, no me dejas pensar. 

⎯¡Es que no estás pensando!, solo te la pasas lamentándote y viéndo los documentos. Tienes que ir más allá del papel, no puedes quedarte solo así, sin hacer nada. 

⎯¡Estoy tratando! Además, tus ideas tampoco son buenas. Ninguna serviría aunque le hiciera caso. 

⎯¡Dios! ⎯expresó ella, dando un golpe con el pie sobre el piso, volteándose. 

Victoria estaba a punto de explotar, o más bien, de hacer un berrinche monumental al no poder obtener lo que quería. Estaba acostumbrada a un estilo de vida y no la perdería por una mala inversión de su marido. 

⎯¿Qué demonios es esto? ⎯Escuchó la voz de su marido. 

Ella volteó y notó que tenía el móvil en la mano. 

⎯¿Qué pasó? 

⎯¡Que tu hijo acaba de gastar 25 mil dólares en ropa! ⎯gritó Alexandre, enfurecido. 

⎯Pues… tal vez la necesitaba. ⎯Lo justificó su madre. 

⎯¡Lo necesitaba!, ¿para qué?, si solamente se la pasa de fiesta en fiesta sin nada que hacer. ¡Te estoy diciendo que estamos al borde de la quiebra y él me hace esto! 

⎯Tranquilo, Alexandre. Yo hablaré con él y le pediré que regrese el dinero. 

⎯¡Tú no haces nada!, ¡Yo lo haré! Cuando hablas con él se hace el idiota y no pasa nada. Lo que necesita es mano firme y yo se la daré. 

⎯Alexandre, yo hablaré con él. Mejor concéntrate en lo que debes hacer para salvar esta empresa, no quisiera tener que mudarme de casa a un lugar que no tuviese que ver con nuestro estatus. 

⎯¡Estatus!, ¡Estatus! ⎯gritó Alexandre enojado ⎯ ¿De qué nos sirve eso si no nos da más que un lugar?, en este momento necesito dinero no… 

En ese instante, Alexandre se llevó la mano al pecho y la voz se le quebró. La respiración comenzó a faltarle y supo que algo estaba mal. 

⎯¿Alexandre? ⎯preguntó Victoria.

Después corrió hacia su marido y, apenas, pudo atraparlo entre sus brazos antes de que cayera al suelo. 

⎯¡Auxilio!, ¡auxilio! ⎯pidió ayuda, esperando que este no fuera el final de su marido. 

***

Lejos del drama de la bancarrota y lo que estaba viviendo su padre, Selene Grieff se encontraba sentada en medio de una sala de un teatro local, rodeada de asientos vacíos y con un cuaderno de dibujo en las manos. A lo lejos se escuchaba el sonido de los violines repitiendo el compás una y otra vez, tratando de mejorar ese compás. 

⎯¡Debe ser todo el arco!, ¡todo el arco!, es un vals, señores ¿Alguna vez han bailado un vals? ⎯gritó el directo de la orquesta. 

Algunos de los músicos asintieron con la cabeza, y otros simplemente no respondieron. Elias Solanes, uno de los jóvenes más talentosos del programa de música local y una estrella en ascenso, se encontraba dirigiendo con pasión uno de los tantos valses que se presentarían en la fiesta de recaudación de fondos de La Casa de Música. 

El joven director, no solo era talentoso, sino también muy guapo. Las esposas de los patrocinadores, solían ir a los conciertos solo para verle dirigir con esa pasión que lo caracterizaba, además de admirar lo guapo que era. Alto, de buen cuerpo, de cabello negro, siempre bien arreglado, completamente afeitado de la cara y con una sonrisa de infarto. Era la razón por las que los patrocinios eran buenos. 

Elías lo sabía, y aunque le hubiese gustado que donaran por la música y el arte, aceptaba que estaba bien que donaran por el físico. Dinero era dinero y la orquesta en verdad la necesitaba.

Podría ser que las esposas de los patrocinadores estuviesen detrás de él y que las hijas de aquellas mujeres quisiesen ganar un favor de su parte. Pero, Elías ya estaba enamorado, profundamente enamorado de Selene Grieff, quien había conocido por casualidad en una de las exposiciones donde ella había pintado unas manos. Después de eso, el amor surgió. 

Ahora, Selene se iba después de sus clases de pintura hacia el lugar de ensayo de Elías, donde después, se iban a su piso -uno pequeño y con los muebles indispensables – para comenzar a amarse. 

⎯Es más… ¿Qué les parece si ustedes tocan y yo bailo para que sepan el ritmo? ⎯comentó Elias. Después volteó a ver hacia el público y le hizo una señal a Selene para que bajara. 

⎯No, señor director, no puedo.⎯ Se negó, Selene, nerviosa. 

⎯Venga vamos. Este pobre director desea probar un punto y eres la única aquí. 

Selene suspiró, le dio una sonrisa a Elías que ya seguía estirando la mano para que ella la tomara. 

⎯Está bien, pero, solo un vals. 

⎯Solo uno.⎯ Le prometió él, para luego subir unos escalones e invitarla a la pista. 

Selene bajó nerviosa y cuando tomó la mano de Elías, sonrío. 

⎯¿Es necesario esto? ⎯le preguntó. 

⎯Sí, por el bien de la orquesta ⎯mumuró ⎯, y porque quiero bailar contigo.⎯ Elías volteó y dio la orden de que empezaran desde el principio. Tan solo dio la señal, la orquesta comenzó a bailar el vals. 

La melodía comenzó con suavidad, y la pareja se abrazó con ternura. Sus manos se entrelazaron con delicadeza, como si estuvieran unidas por un lazo invisible de amor y confianza. 

Elias sostenía a Selene con firmeza, pero con la ligereza de quien protege un tesoro precioso. Selene, aun cono una sonrisa, comenzó a bailar, recordando el 1,2,3 que debía seguir. Sus movimientos eran suaves y coordinados, como si hubieran estado bailando juntos toda su vida.

⎯Nunca había bailado un vals ⎯dijo ella, mientras lo veía a los ojos. 

⎯Siempre hay una primera vez para todo, y cuando estás enamorada de un músico, te encontrarás haciendo cualquier cosa con tal de probar un punto. 

Ella río. 

⎯Solo te aviso que no sé bailar tangos, ni nada más a allá. 

⎯No te preocupes, yo te enseño ⎯contestó. 

A medida que giraban por el lugar, los ojos de Elías no se apartaban de los de Selene, y viceversa. Cada giro, cada paso, era preciso. Sus sonrisas radiantes iluminaban la habitación, contagiando a todos los presentes con la alegría de su conexión.

La música alcanzó su punto culminante, y en un movimiento perfectamente coreografiado, Elias levantó a Selene en sus brazos, haciéndola girar en el aire antes de llevarla suavemente de vuelta al suelo. Entonces, todo se terminó. 

⎯¡Ven como si pueden tocar un vals! ⎯Exclamó el feliz ⎯. Ya se pueden retirar, nos vemos mañana a la misma hora. 

Todos los músicos aplaudieron para, después, comenzar a recoger sus cosas y salir de ahí entre pláticas y risas. Selene subió hacia su asiento para recoger sus cosas y luego regresó a Elías que se encontraba haciendo unas anotaciones en la partitura. 

⎯Los valses están quedando muy bonitos ⎯dijo ella. 

⎯¿Crees? 

⎯Sí, me encantan. 

⎯Pues espero que queden perfectos. Necesitamos esa gran donación para instrumentos y becas. Sobre todo para la mía. 

Selene se acercó a él y acarició su rostro con ternura. 

⎯Ya te he dicho mil veces que yo puedo apoyarte. Solo necesito pedirle a mi padre. 

⎯No ⎯Interrupió Elías. 

⎯Solo es dinero… 

⎯Pero no quiero que sea así, Selene. Sé que quieres ayudarme, pero, así, no es como yo lo deseo. Además, le mentirías a tu padre y esa no podría ser mi carta de presentación para cuando vaya a pedir tu mano en matrimonio. Quiero que él vea que soy un hombre digno de ti, y que puedo hacerme un nombre por mi cuenta. 

⎯Pero es que eres un buen hombre. No importa si yo te ayudo un poco. Si consigues esa beca serás grande, tu talento será visto por todos y tú… 

⎯¿Tendré un estatus para poder entrar a tu familia y agradarle? ⎯dijo él en tono de lógica. 

Selene suspiró. Estaba cansada de eso, del estatus, del dinero y de tener un nombre, ¿por qué no podía simplemente presentar a Elías por ser un buen hombre, trabajador y honesto?

⎯A mi no me importa eso. Yo te amo por quién eres, no por quién seas o por tu dinero. Sabes que no necesitas todo eso para pedirme matrimonio, incluso ya tienes la respuesta Elías y es sí.⎯ En ese instante, Elías la tomó de la cintura y le dio un beso sobre los labios. 

Ella se dejó llevar por ese beso lleno de amor y ternura que siempre le hacía imaginar lo hermoso que sería tener una vida juntos. Ambos tenían un romance envidiable, lleno de aventuras, de caricias y de planes a futuro que obviamente incluían hijos. Sin embargo, no podía mostrarlo. Tenía que mantenerse oculto por seguridad de Elías y hasta que Selene pudiese decirle a su padre sobre él para que pudiesen casarse; Victoria Grieff, era el mayor estatus y de ella es de quién lo protegía.

⎯No sabes lo que me encantaría despertar contigo cada mañana, Selene ⎯confesó Elías, aun sobre sus labios. 

⎯Tú no sabes lo que deseo acostarme a tu lado todas las noches. Que me beses y me hagas el amor… Eres todo lo que quiero y necesito en mi vida. 

⎯Entonces… escapémonos. 

⎯Elías… 

⎯Es en serio. Escapémonos a otro lugar y casémonos en secreto. Si regresamos casados, tu familia no podrá decir nada. 

⎯Pero es que no quiero que sean las cosas así. Quiero que mi padre me entregue en el altar, que todos sepan que nos vamos a casar, gritarlo a los cuatro vientos. No mantenerlo escondido como delincuentes. Quiero hacerlo bien ⎯habló Selen con determinación. 

Elías sonrío. Acarició el rostro de Selene y suspiró. 

⎯Bueno, en tu discurso hay algo que es mentira. 

⎯¿Qué? 

⎯Tú si eres una delincuente porque me has robado el corazón. 

Selene se río bajito. Besó los labios de Elías y luego lo abrazó. 

⎯Te amo, Elías. Quiero que lo sepas. Te amo como nunca he amado a nadie. 

⎯Yo más… ⎯respondió. 

Ambos estaban por juntar sus labios de nuevo, cuando el sonido del móvil de Selene los interrumpió. Ella lo ignoró, pero momentos después, el sonido volvió a sus oídos. 

⎯Un momento, es mi madre. 

⎯Siempre tan oportuna.⎯Se quejó Elías en voz baja. 

Selene tomó el móvil y contestó, para después expresar alarmada: 

⎯¡Qué!, ¿cómo que un infarto?, ¿en qué hospital?, voy para allá. 

⎯¿Qué sucede? ⎯preguntó Elías, preocupado. 

Selene tomó su bolsa y entre lágrimas le dijo: 

⎯Mi padre, le ha dado un infarto y está en el hospital. Tengo que ir para allá. 

⎯Te acompaño. 

⎯No, no.⎯ Le prohibió Selene, no era momento para que su madre lo viese⎯. Te prometo que estoy bien. Te mantendré informado de todo lo que pase. 

Ella le dio un beso sobre los labios y después se alejó, dejándolo solo en medio del salón. Lo que en ese momento Elías no sabía es que ese infarto, no solo le cambiaría la vida a la Familia Grieff, sino su propia vida.  

2 Responses

  1. Hay no pobre de Selene, por que pagar por los errores de otros. Ya quiero saber que pasa me tiene tan atrapada esta historia.

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