El aire acondicionado del lugar hace que abra los ojos de inmediato al sentir el frío sobre mi piel. De inmediato mi cuerpo reacciona y comienza a sentir todo lo que lo cubre: sábanas de algodón, un duvet ligero, pero que, aun así, hace presión y unas almohadas tan ricas que es imposible no querer levantarse. 

Estiro mis brazos y dejo que todo mi cuerpo se estire por igual. Cuando de pronto comienzo a reconocer la habitación y me percato que no es la mía. 

⎯ ¿Qué demonios? ⎯ expreso, para ponerme de pie y ver que me encuentro en una habitación que no es la mía. 

Ahora sé lo que siente Alegra, pienso, mientras trato de controlar la situación. 

Busco con la mirada mi ropa, y la encuentro regada por todo el suelo y otra sobre una silla acolchonada que está a mi lado. Volteo al lado derecho solo para percatarme que me encuentro sola. 

Fuga Lila, fuga…

Así, tomo la sábana, me envuelvo en ella y tomo mi ropa como la voy encontrando. Paso siguiente, abro la puerta del baño y justo cuando estoy adentro la cortina de la ducha se abre y veo a un chico completamente desnudo frente a mí. 

⎯ ¡Ah! ⎯ expreso mi sorpresa en un grito y él simplemente se ríe. 

⎯ Eso no expresaste ayer ⎯ me comenta. 

⎯ ¡Ay Dios! ⎯ respondo, para luego cubrirme los ojos y voltearme. 

Siento cómo todo mi rostro está rojo de la vergüenza y en combinación con el vapor de la ducha empeora. 

⎯ ¡Ey, tranquila!… actúas como si no hubiésemos dormido juntos ⎯ y se ríe. 

Supongo que ahora el espíritu de tu hermana se metió en ti, me reclamo. 

⎯ Ya puedes voltear, mujer  ⎯ me habla, y al hacerlo lo veo con una toalla en la cintura y mostrando su torso.

De pronto, lo puedo ver y reconocer. Es el gitano de ojos verdes que apareció ayer en la fiesta y ahora, yo aparezco en lo que parece su habitación. Pongo mis dedos sobre mi cuello y trato de tomar mis signos vitales tal como mi padre me enseñó. Me veo las pupilas en el reflejo del espejo y reconozco como me siento. 

El chico se acerca a mí y cruza los brazos mientras me ve haciendo todo eso. ⎯ No te drogué, si eso es lo que piensas. 

⎯ Solo es rutina ⎯ miento, aunque estoy tratando de recordar qué pasó. 

⎯ Bueno, pero aclaro que tú subiste a esta habitación con toda la libertad del mundo, es más, tú me desnudaste primero. 

⎯ ¿Qué? ⎯ inquiero, y no me reconozco. ⎯¿Estaba borracha? 

⎯ No, estábamos alegres… me dijiste que si quería ir a un lugar más privado y te dije que sí. Paso siguiente subimos a esta habitación y bueno… el resto es historia. 

⎯ ¿Yo hice eso? ⎯ hablo sorprendida ⎯ ¿es mi habitación? 

⎯ Pues, sí. No es que yo no te haya ofrecido reservarla, pero, me dijiste que ya tenías una… ventajas de dama de honor. 

⎯ ¡Oh! ⎯ exclamo, y de pronto como un flashback todo me viene a la mente. El encuentro, la música, las copas y bueno, lo que pasó aquí. 

⎯ Jamás me habían ofrecido todo, digo, no tiene nada de malo, apoyo completamente la libertad de la mujer de hacer lo que quiere y todo eso… solo que si es algo raro para mí. 

Me quedo en silencio, no sé qué decir. Veo el cuerpo del hombre reflejado en el espejo y luego me veo a mí, sigo desnuda bajo las sábanas. 

⎯ Crees… 

⎯ Oh, sí, claro ⎯ responde, para luego tomar su ropa y salir de ahí. ⎯ Por cierto, antes de que te lo preguntes, usamos preservativos… varios. 

⎯ ¡Ah! ⎯ Exclamo, ya que no sé que más decir. 

⎯ Es todo ⎯ me comenta, para luego cerrar la puerta y salir del baño. 

Mierda, mierda, mierda, pienso, mientras tomo mi móvil para ver que no tengo llamadas de nadie, ni siquiera de mis padres, quiero pensar que hice algo para que ellos no se preocupasen por mí o tal vez, ¿le avisé a alguien?

Me siento tan confundida, esta no soy yo. Tal vez fue el exceso de alcohol o de felicidad o él tuvo que hacer algo para que yo pudiese acceder a todo esto. 

En fin, me pongo de nuevo la ropa que, para variar, es el vestido de dama de honor de la boda de mi hermana y que me delatará al regresar a casa. Después, salgo del baño, solo para encontrarme al hombre arreglándose la fina camisa. 

Bueno, al menos tiene buen estilo, trato de consolarme de que no hice una mala elección. 

El gitano de ojos verdes, posa su mirada en mí y me sonríe ⎯ ¿Más tranquila? 

⎯  Supongo ⎯  contesto, mientras busco los tacones a combinación con el vestido. 

Él se agacha y saca por debajo de la cama el tacón que faltan y me lo enseña. Camina hacia mí, con ese porte alto y firme, como si estuviera viendo al mismísimo Tarzán, ya que el cabello largo y rizado le da ese toque. 

Me siento sobre la cama y él se agacha para poner el tacón sobre mi pie. Después levanta su mirada y me cierra un ojo. 

⎯  Dama de honor que no me quiso dar su nombre, eres en verdad hermosa ⎯  confiesa, y yo me sonrojo. 

A mi mente llega el momento en que lo vi la primera vez, la forma en que me abordó y como me dejé llevar por todo lo que me dijo. Él se pone de pie, toma el saco y me ayuda a ponerme de pie. 

⎯  Nunca me había colado a una boda, pero puedo decirte que fue la mejor decisión de mi vida ⎯  habla, para darme un beso sobre los labios. Uno tan tierno y tan suave que hace que mi piel reaccione. 

Nos alejamos por un momento y yo me muerdo los labios. Veo sus hermosos ojos verdes y me pierdo en ellos. 

⎯  Supongo que… 

⎯  Lo supones bien… dama de honor ⎯  agrega, para luego acariciar mi mejilla. ⎯  Fue un placer, y no lo digo solo por lo que pasó en esta habitación, si no por todo lo demás. 

¿Pero qué pasó?, pienso, tratando de recordar más. 

⎯ Hasta luego, gitano… 

⎯  Me dicen más bien príncipe, el príncipe marroquí ⎯  me corrige. 

⎯  Hasta luego, príncipe marroquí ⎯  no me queda más que decir y él sonríe. 

⎯  Voy a recordar tus labios y todo lo atado a ellos ⎯  recita, para después darse la vuelta y salir de ahí. 

Más tarde, todo termina. Tuve un despertar tan agitado y ahora mi corazón está tan tranquilo que no sé lo que le pasó. Yo, Lila Canarias, con un desconocido, amaneciendo en un lugar que no es mi habitación y sobre todo desnuda, ese no es mi estilo, Tuvo que decirme algo lo suficientemente bueno como para que yo pudiese ceder. 

⎯  Bueno, supongo que una vez al año no hace daño ⎯  me consuelo, para luego tomar mi móvil y el pequeño bolso. 

Así abro la puerta de la habitación, reviso para ambos lados del corredor y camino hacia el elevador para esperarlo y bajar al lobby. Las puertas se abren y al entrar veo que alguien pone la mano para evitar que este se cierre, me sorprendo al ver quién es. 

⎯  ¿David? ⎯  pregunto, al ver a mi hermano. 

⎯  Tú no dices nada, yo no digo nada ⎯  me advierte, para luego ambos bajar sin decir ni una palabra. 

Volteo a verle de reojo, trae el cabello completamente revuelto, el traje de la boda a medio poner y un beso de color rojo sobre el cuello, supongo que también se despidieron de él. 

Cuando llegamos al lobby, suspira, me voltea a ver y sonríe ⎯ ¿quieres ir por un café? ⎯ me pregunta, sin preguntarme nada de mi presencia en el hotel o el porqué estoy ahí. 

⎯  Si, por qué no ⎯  respondo. 

⎯  Bien… ⎯  comenta, para luego caminar hacia la entrada del hotel. 

Volteo a mi alrededor para buscar al que ahora llamo «príncipe marroquí» pero me percato que ya no está, se ha ido, y simplemente me ha dejado con un nombre, una sonrisa, un beso… y con muchas dudas de lo que pasó ayer.

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