Lila

Ha pasado exactamente una semana desde la última vez que supe de Antonio, y juro que me estoy volviendo loca. Su silencio es inusual y confieso que la falta de comunicación comienza a preocuparme y mente se ha vuelto un caos debido a los pensamientos y las sospechas inquietantes que he ido formando. 

«¿Dónde está?, ¿por qué no me habla?, ¿a caso le sucedió algo grave y no me he enterado?», pienso, mientras coso el encaje a la suave tela. 

En este instante, las palabras de mi hermano David me atormentan. Tiene razón, el tener una relación así no es buena idea, y si en algún punto aparece Antonio de nuevo, se lo dejaré claro. Esta ausencia ha provocado que yo abra los ojos con respecto a lo nuestro. 

Aquí, sentada en el sofá, recuerdo cada detalle de la última conversación que tuvimos en busca de alguna pista que me hubiese dado alguna señal. La semana anterior, Antonio parecía estar bien, no me dijo nada fuera de lo común e incluso me preguntó sobre el souvenir que quería que me trajera; como siempre fue una postal. 

⎯ ¿Y si se trató de comunicar conmigo y no entró nunca la llamada? ⎯ pienso ⎯. Tal vez la explicación es más sencilla. 

Así, remato lo que estoy cosiendo, estiro la tela frente a mí y me percato de que quedó perfecta. Estoy a unos cuantos días de terminar el segundo vestido de Cassandra, y a punto de comenzar el vestido principal para su boda, y no puedo estar distrayéndome con estas cosas. 

Veo la hora, son las ocho de la noche y aún no hay rastro de Antonio. Por el rabillo del ojo, miro la pequeña maleta que religiosamente traigo conmigo cada martes por la noche y suspiro, «¿será conveniente quedarme en el taller?, o, ¿mejor me regreso a casa?, aún estoy a tiempo de llegar a cenar con mis padres y mis hermanos. 

⎯No tengo tiempo para esto ⎯ hablo en voz alta, para luego levantarme de la silla, guardar las cosas que he estado utilizando, tomar mi abrigo y salir de ahí. 

Sin embargo, al abrir la puerta, veo el rostro de Antonio frente a mí, con una sonrisa y un ramo de margaritas, tan grande, que apenas y puedo ver sus hermosos ojos verdes. Me quedo de pie, sin decir nada, tratando de pensar si estoy alucinando o en verdad es él. 

⎯Bella Lila ⎯ murmura. 

Después de una larga semana llena de incertidumbre y preocupación, finalmente ahí está él, con la misma sonrisa de siempre, su delicioso aroma y esos ojos que figuran dos esmeraldas. Siento como mi respiración se acelera y mis manos se tensan. Una oleada de alegría y alivio me recorre el cuerpo al saber que todo está bien, que él, está a salvo. 

De pronto, siento como mi rostro se transforma y sé que Antonio lo nota porque su mirada también ha cambiado. Así, sin pensarlo dos veces, le planto una bofetada en la mejilla, tan fuerte, que la mano me arde. El sonido retumba por todo el taller, cortando el ambiente de romance que se estaba creando alrededor de nosotros. 

Antonio se lleva la mano a la mejilla, atónito y sin palabras. La expresión de sorpresa en su rostro se desvanece y da paso a una mezcla de confusión con vergüenza. Lo miro directamente a los ojos, sintiendo un alivio y una frustración enorme. 

⎯¡¿Dónde chingados estabas?! ⎯ le grito. 

Antonio se queda en silencio, aun sobando su mejilla por la bofetada que le di sin un mínimo control de mi fuerza. Sé que entiende el punto de mi pregunta por lo que, aún no me dice nada; supongo que sabe que debe darme una buena respuesta. 

⎯Me has tenido preocupada, sin noticias tuyas, ni un mensaje. No sabía si estabas bien o te había sucedido algo. ¿Cómo pudiste desaparecer sin decir una palabra? ⎯ le reclamo. 

Antonio suspira, tratando de tranquilizarse. Después, con su hermosa voz, llena de arrepentimiento me responde ⎯.Lila, lo siento mucho. Sé que no tengo pretexto pero, sucedió algo inesperado y tuve que lidiar con eso. No fue mi intención dejarte en la incertidumbre.⎯ Después, se acerca a mí, deja las flores al lado y estira los brazos para que yo me refugie en ellos⎯.Te juro que todo tiene una explicación lógica. 

⎯Pues más te vale ⎯ contesto, ignorado sus brazos, y regreso de nuevo al interior de mi taller. 

Escucho cómo Antonio cierra la puerta encerrándonos en este lugar que por meses ha sido nuestro refugio. Sin embargo, se siempre muy diferente el ambiente de hoy. Lo que antes era un remolino de emociones, ahora está invadido por la tensión. 

Antonio se acerca a mí, y me abraza por detrás ⎯. Lila. 

⎯Dime dónde estabas ⎯ le exigo⎯, necesito saber qué ocurrió para que no te comunicaras conmigo en todo este tiempo, ¿por qué te fuiste sin decir nada? 

Entonces, Antonio se camina para ponerse frente a mí y viéndome a los ojos, me habla ⎯. Mi padre estuvo en el hospital.⎯ Comienza su relato ⎯. Él tuvo una recaída de su problema del corazón y tuve que hacerme cargo de ello. 

Me quedo en silencio escuchando sus palabras. Sé que es verdad porque no creo que Antonio invente algo tan delicado solo para jugar conmigo o tener un pretexto para disculparse por sus ausencias. Sin embargo, muy dentro de mí, aún siento esta duda y sé que mis ojos lo expresan porque él sonríe levemente. 

⎯No me crees, ¿cierto? ⎯ me pregunta. 

⎯No sé si creerte, ¿qué no había señal del móvil en el hospital? ⎯ hablo con cierto grado de obviedad. 

Antonio niega con la cabeza ⎯. No, no había ⎯ admite. 

⎯ ¿Cómo? 

⎯ Políticas del hospital ⎯ contesta. 

⎯ Claro que no ⎯ niego con la cabeza. 

⎯ Lo es. Ni siquiera el personal médico tiene derecho a utilizar sus aparatos de comunicación personal. Antes de entrar al hospital, tuve que llamar al cardiólogo personal de mi padre, porque entro me es imposible. Al entrar, debo firmar un acuerdo, siempre, dónde accedo a no poder emplear aparatos o algo que pueda traer bacterias al ambiente controlado; incluso no puedo ni recibir visitas. La miocardiopatía de mi padre es delicada, y cualquier bacteria o agente externo puede hacer que empeore. 

»Estuvo, literal, encerrado con mi padre durante todo este tiempo, porque solo una persona puede entrar y quedarse ahí. Para evitar la contaminación del ambiente, me quedé yo, y mis hermanas en mi casa. Mi padre salió hace dos días. 

Sus ojos reflejan sinceridad, y la seguridad en sus palabras me tranquiliza. Aun así, tendré que preguntarle a mi padre si lo que me dice Antonio es verdad, porque si no, me estaría tragando una gran mentira. 

⎯Y, ¿tus hermanas no estaban preocupadas?⎯ Es la única pregunta que me viene a la mente, o, más bien, la más lógica. 

Él asiente con la cabeza ⎯. Claro que sí, la ventaja es que ellas podían enterarse por el cardiólogo, ya que él si salía del lugar. Supongo que las reglas son diferentes.⎯  Antonio, trata de abrazarme de nuevo y esta vez si se lo permito ⎯. No me crees, ¿cierto? 

Volteo a verle ⎯. Quiero creerte, de verdad. Pero la ausencia fue demasiada. Así como le hablaste el cardiólogo, ¿no pudiste hablarme a mí? ⎯  inquiero. 

Antonio asiente con la cabeza ⎯. Pude, pero no lo hice. 

⎯  ¿Por qué? 

⎯  Porque no quería preocuparte. Sé que es un pretexto tonto, pero, tienes mucho en mente. Además, a mí también me tomó por sorpresa. Me encontraba en Italia cuando me llamaron. No la pensé mucho y tomé un avión para encontrarme con él. Mi padre ya estaba en el hospital cuando bajé del avión. Lo siento Lila, de verdad, lo siento mucho. Sin embargo, si no me tienes confianza y dudas de todo lo que te digo, entonces, no sé qué más hacer. 

Suspiro profundo, y recargo mi cabeza sobre su pecho ⎯. Lo siento, es que yo… 

⎯ … si no me tienes confianza, no podremos tener una relación, ¿entiendes? ⎯  me interrumpe. 

Alzo mi rostro y nuestras miradas se encuentran ⎯. ¿Por qué dices eso? 

Antonio, acaricia mi mejilla ⎯. Porque este es mi mundo, Lila. Viajo todo el tiempo. Estoy de un lado al otro, y a veces tengo cosas que atender que pueden llevar a ausencias. Sí, cometí el error de no avistarte a tiempo, pero, debes comprender, que no tenía cabeza para pensar tanto. Si mi padre moría, tendría que ocuparme de inmediato de mil trámites que mis hermanas no tienen el permiso de hacer. Por fortuna, lo dieron de alta y ahora está en casa recuperándose, si no, no estuviera aquí. 

⎯  Lo siento, de verdad… ⎯ Y tomo su rostro con mis manos ⎯. Te creo. 

Antonio sonríe. Si él me dice que esta es la verdad, yo le creo, no tendría por qué dudar de él. Por un momento nos quedamos en silencio, en medio de este ambiente cargado de emociones intensas. Nos sentimos vulnerables ante todo lo que vivimos, pero, también llenos de deseo, ese que se ha avivado con la ausencia y el pasar de los días. 

Sin decir nada, levanto la mano y acaricio suavemente su mejilla, justo en el lugar donde le di la bofetada ⎯. Pegas muy fuerte ⎯ me murmura y yo sonrío. 

⎯Tomé clases de defensa personal cuando era más chica ⎯ le contesto. 

Nuestros ojos se encuentran y se pierden en este mar de sentimientos compartidos. Antonio, con ese brillo que siempre destellan sus ojos, me toma de la mano y la lleva con ternura a su pecho. Siento su corazón tranquilo, pero emocionado, lo que me hace creerle en definitiva.

 Mi abuela decía que: los ojos eran el espejo del alma, pero, que el latido del corazón, era donde realmente uno podía saber si alguien mentía o no. Si el corazón se aceleraba, mentía, si el corazón se encontraba tranquilo, decía toda la verdad.

El mundo exterior desaparece y el tiempo se detiene. Ambos nos acercamos lentamente y él roza mis labios ⎯. Te amo, Lila Canarias. Y tengo tantos planes contigo ⎯ me dice. 

Yo cierro los ojos, y siento cómo él me besa lleno de pasión y deseo. La mezcla de emociones contenidas se hace evidente y en cada movimiento de sus labios puedo sentir ese amor profundo que tiene por mí. 

El beso es cálido y a la vez ardiente, un intercambio de energía y afecto que hace que me olvide de todo lo que sucedió en su ausencia y me revitaliza de nuevo, como si pusiera el contador a cero. Antonio me envuelve entre sus brazos, y, una vez más, nos entregamos el uno al otro. Con cada movimiento de nuestros labios, una prenda va siendo removida de nuestros cuerpos. 

La electricidad que se siente con el roce de nuestros cuerpos desnudos, no tiene comparación. Las manos de Antonio me exploran suavemente, refugiándose en mi pecho y mi espalda por momentos. Puedo sentir el fuego envolviendo nuestras pieles y la profunda conexión que tenemos al coordinarnos perfectamente en cada movimiento, causándonos un enorme placer. 

⎯ Te amo ⎯ le digo bajito, mientras su boca llena de besos mi cuello ⎯. Te amo como nunca he amado a nadie. 

Él no responde, pero con sus caricias y sus besos me hace saber eso y mucho más. Que él también me extraño, que él también me siente y que compartimos el mismo deseo. 

Nuestros gemidos se intensifican al grado de que hacen eco por todo el lugar. Mi taller, que hace horas atrás tenía un ambiente de incertidumbre y enojo, vuelve a cubrirse de amor, pasión, sonrisas cómplices y esa luna, que por tanto tiempo ha sido nuestro faro. Esa que hace que nuestras pieles brillen, y cuya luz se posa en los puntos estratégicos cuando hacemos el amor. 

⎯Veme a los ojos ⎯ le pido a Antonio, al sentir la cumbre máxima del placer ⎯. Solo veme. 

Antonio dirige su mirada hacia mis ojos, y yo me fijo intensamente en ellos, mientras mis caderas siguen moviéndose a una velocidad que nos acusa placer. Poco a poco mi piel se eriza, hasta que no puedo más y mi cuerpo explota de placer, provocando que lance un gemido tan fuerte que siento me escucharon hasta México. 

Antonio termina por igual, y él en su reacción me abraza y me pega a su cuerpo. Un instante de silencio se apodera de nosotros. Nuestros corazones laten desbocados, transmitiendo una mezcla de cansancio y emoción que inunda el ambiente. Nuestras manos tiemblan ligeramente, tratando de contener la oleada de sensaciones que hemos experimentado juntos. En ese momento mágico, sus labios encuentran mi cuello con ternura, trazando suaves besos que provocan una sonrisa en mi rostro.

⎯Quiero casarme contigo, Lila.⎯Inicia la conversación. 

Yo bajo mi mirada y lo veo a los ojos. La emoción se apodera de mí ⎯¿Cómo dices? 

⎯Quiero casarme contigo. Tener una hermosa casa donde tú lo desees. Quiero tener hijos contigo, todos los que me quieras dar. Quiero envejecer contigo, y ayudarte a hacer tus sueños realidad ⎯ confiesa. 

Yo sonrío ampliamente. Puedo ver cómo sus ojos brillan con cada palabra que me dice. Él acaricia mi rostro ⎯¿Me crees, verdad? ⎯ pregunta⎯,¿me crees que te amo y que quiero vivir todo esto contigo?

Asiento con la cabeza ⎯.Te creo ⎯ respondo, y él me sonríe. Tomo su rostro con ambas manos y entre besos repito ⎯. Te creo, te creo, te creo. 

Y lo digo porque sé que es verdad. Él me envuelve entre sus brazos y en un movimiento caemos sobre el este sofá que se ha vuelto mi cama favorita. Antonio continúa besándome, acariciándome con ternura y yo me siento en el paraíso. Después, comenzamos a hablar sobre el futuro, sobre nuestros sueños, hasta quedarnos dormidos. 

Horas después, abro los ojos y una vez más me encuentro sola en mi taller, pero de nuevo envuelta en esta atmósfera de felicidad y perdidamente enamorada. 

Mientras noto como el sol se asoma por el balcón del taller, tomo la nota que Antonio me ha dejado sobre el cojín donde antes él reposaba dormido. Al abrirla, leo lo que dice y sonrío. 

“Lila, te amo con todo mi ser y deseo pasar el resto de mi vida contigo. Confía en mí cuando te digo que eres la persona que siempre he buscado, mi compañera en cada sueño y en cada desafío. Estoy aquí para ti, con el corazón abierto y la promesa de cuidarte y amarte siempre. 

Nos vemos el martes. 

Tu Antonio”. 

2 Responses

  1. A como ed el ramo de grande así es la culpa que tiene y la disculpa que quiera dar (con mentira incluidas)

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