Los Greiff se encontraban deshechos ante la situación. El patriarca, había tenido un infarto que casi le quita la vida y ahora se debatía entre la vida y la muerte dentro de un cuarto de hospital. Mientras la madre de Selene, Victoria, se encontraba sentada en uno de los sofás, con las manos en el rostro y tratando de contener el llanto, Lucas Greiff, se paseaba a un lado para el otro de la sala, en espera de buenas noticias. 

⎯¿Puedes sentarte por el amor de Dios? ⎯le gritó su madre. 

⎯No puedo creer que estén tan tranquilas, ¡mi padre va a morir! 

⎯Eso hubieses pensado antes de gastar 25 mil dólares en ropa! 

⎯¿Gastaste 25 mil dólares en ropa? ⎯preguntó Selene, mientras se acercaba a él⎯, ¿qué clase de persona se gaste ese dinero? 

⎯Pues yo necesitaba ropa. 

⎯¿Pero tanta?, ¡eso es imposible! ⎯le reclamó. 

⎯¿Tú en qué te lo habrías gastado?, ¿en tus pinturitas? ⎯habló Lucas

⎯Al menos yo estudio y sé algo, no como tú que te la pasas de compras y holgazaneando todo el día. 

⎯¡Claro, la hija perfecta, viene a darme una lección! ⎯gritó Lucas, en frente de todos. 

⎯¡Pueden callarse por el amor de Dios!, su padre está adentro, luchando por su vida y ustedes aquí discutiendo tonterías. Tú no debiste gastar tanto en ropa y tú, Selene, deberías de estar buscando marido, en lugar de estar pintando tonterías. 

Ambos se quedaron en silencio, y Selene se fue al otro lado de la habitación y respiró profundo. No podía creer que su padre estuviese tan grave, si tan solo unas horas atrás, él se había despedido de ella en el desayuno y le había dicho que la quería. 

«Solo tiene que ser un susto. Solo debe quedar como un susto», rogó, mientras juntaba sus manos en forma de plegaria. 

“Familiares del señor Grieff”, se escuchó al fondo y todos voltearon de inmediato a ver al doctor que salía del área de habitaciones. 

⎯Nosotros doctor, dígame cómo está mi padre ⎯habló su hermano como si fuese el jefe de la familia. 

Su madre lo creía así, porque en seguida se refugió atrás de su hijo como si estuviera, usándolo de escudo para recibir las noticias. 

⎯El señor Grieff está delicado, pero, fuera de peligro. 

⎯¡Bendito Dios! ⎯expresó Victoria. 

⎯Si todo sale bien, en unos días lo daremos de alta y podrá irse a casa. Solo que allá también tendrá que guardar descanso ⎯comunicó las noticias el doctor. 

⎯Bien. Muy bien. Sabía que mi padre tenía la fuerza de un roble ⎯dijo descaradamente su hermano. 

⎯¿Podemos verlo? ⎯preguntó Selene, ignorado por completo lo que su hermano decía. 

⎯Sí, pero, uno a uno. El señor Grieff no tiene la fuerza para atender a todos a la vez. Así que si gustan pasar tendrá que ser de forma individual. 

⎯Yo voy ⎯comentó su hermano. 

⎯No. ⎯Le prohibió Victoria, sabiendo que si su hijo pasaba primero podría darle otra molestia a su ya recuperado esposo⎯. Mejor voy yo, luego Selene y al final tú. Así le damos tiempo de respirar y tú preparas una gran disculpa para tu padre y un buen discurso, ¿entendido? 

Lucas simplemente asintió con la cabeza. No había más que pudiese hacer, porque, al parecer, él era la causa de que a su padre le hubiese dado un infarto. Sin embargo, no se veía muy arrepentido de haberlo causado, e incluso, mientras repasaba su discurso, se veía del todo manipulador y frío, provocando la rabia de Selene. 

Ella, para ignorarlo, simplemente se fue a otra sala, donde pudiese estar sola y esperar a su madre. Tomo aire unos momentos, respiró profundo y cerró los ojos para aliviarlos de las lágrimas que había derramado desde que recibió la noticia. 

A diferencia de su hermano, ella sí amaba a su padre sinceramente y con todo el corazón, y haría lo que fuese con tal de verlo feliz, bien y estable. No tenía nada que ver el hecho de que fuese la consentida por ser la menor. En realidad, Selene y él tenían una hermosa conexión y compartían cosas que iban más allá del simple lazo. 

Él y ella compartían su amor por el arte, por la música. Huían de las fiestas hechas por Victoria y gustaban de las pláticas sobre la vida mientras caminaban del brazo por el parque. Si su padre se moría, Selene perdía a su mejor amigo y eso le dolía más que nada en el mundo. 

Selene se acercó a la única ventana que había en el nivel y vio hacia el horizonte. El sol se había metido por completo, las horas habían pasado sin que ella supiese, y el golpe del cansancio llegó a ella. Sabía que todavía le faltaban horas ahí, incluso días. Pero jamás pensó que todo se fuera tan rápido, como agua entre las manos. 

⎯Bendito Dios que simplemente fue un susto ⎯murmuró, para después darse la vuelta y caminar hacia la sala de regreso. 

Tan solo puso un pie fuera de la puerta, su cuerpo chocó con otro, haciendo que un móvil se cayese al suelo. 

⎯Lo siento, de verdad… ⎯habló de inmediato, para agacharse y tomar junto con otra mano el móvil. Cuando ambos levantaron la vista, Selene lo reconoció de inmediato. 

⎯Matías ⎯expresó ella, con una sonrisa. 

La mirada de Matías sonrió incluso más que sus labios. Ver a Selene de nuevo era una sorpresa, pero más en un hospital. 

⎯Señorita Grieff, ¿qué lo trae por acá? ⎯inqurió, mientras le ayudaba a ponerse de pie. 

Entonces, Matías la vio de nuevo y esta vez, algo cambió en él. El corazón de Matías latió con fuerza mientras sus ojos se encontraron con los de Selene. El cabello de ella caía con una suavidad sobre sus hombros y su mirada transmitía una mezcla de ansiedad y fortaleza. En ese instante, Selene le gustó más que la noche anterior y supo que algo grande pasaría entre los dos. 

⎯Mi padre, tuvo un percance y está hospitalizado ⎯habló, con sinceridad. 

⎯¿El señor Grieff?, ¿qué le sucedió? ⎯dijo con preocupación. 

⎯Tuvo un infarto, pero, ya está mejor. 

⎯Lo siento mucho, de verdad. 

En un impulso, Matías le tomó las manos y ella se sonrojó. Selene notó que aún tenía el vendaje de la última vez que se vieron. 

⎯Y usted, ¿no vino porque tuvo problemas en la mano, cierto? ⎯preguntó. 

Él, negó con la cabeza. 

⎯No. Vine a otra cosa. 

⎯¿Seguro?, porque yo le advertí que no era enfermera. Le juro que jamás había pasado esto. 

Matías se rio bajito, en el tono que un hospital puede permitir. 

⎯No, para nada. Mi visita son meros negocios, pero ahora que la veo, creo que valió completamente la pena estar aquí. 

Selene se sonrojó. 

⎯Bueno, aunque su situación sea de lo más triste. Espero que su padre se ponga bien. 

⎯Lo estará. Si todo sale bien, solo estará aquí unos días y luego irá a casa. 

⎯Entonces, ¿estarás aquí cuando vuelva mañana? ⎯preguntó Matías, con una voz suave y seductora. 

Selene, al escuchar esa frase, se acomodó el cabello detrás de la oreja y se mordió el labio ligeramente. 

⎯Bueno, no es un lugar muy amigable, pero, tú lo haces más llevadero. ⎯Se atrevió a agregar, Matías. 

⎯No sé si estaré yo, pero, supongo que unas horas sí. 

⎯Bien… entonces estaré al pendiente del reloj ⎯contestó él, para luego sonreírle. 

⎯¡Selene! ⎯Se escuchó la voz de su madre, mientras se acercaba a donde ellos dos se encontraban, interrumpiendo el momento que se había creado. 

Tanto Matías como ella, voltearon a verla y él le sonrío. A pesar del momento lúgubre que estaban pasando, Victoria no pudo notar lo bien parecido y educado que era el hombre. También, con su lenguaje corporal, notó una cosa: él estaba atraído por su hija. 

⎯¿No nos vas a presentar, Selene? ⎯inquirió, con una sonrisa. 

⎯Sí, mamá, él es Matías. 

⎯Matías Noite. ⎯Se presentó, de manera educada. 

⎯Victoria Kept, soy la madre de Selene. 

⎯Siento mucho lo de su esposo. Me acaba de decir Selene que está internado. 

⎯Sí, pero, ya pasará. Él está bien. 

⎯Me alegro ⎯contestó, para luego guardar silencio. 

En realidad, Matías deseaba seguir hablando con Selene, averiguar un poco más sobre las horas en las que estaría aquí y otros detalles que le acercaran a ella. Sin embargo, Victoria le había interrumpido. 

⎯Y, ¿usted?, ¿tiene algún problema? 

⎯No, vengo solo por negocios. Le comentaba eso mismo a su hija.

⎯¿Negocios?, ¿en un hospital?, ¿no es usted de alguna funeraria o sí?

⎯¡Mamá! ⎯le reclamó Selene, un tanto apenada. 

Para su suerte, Matías se rió levemente. 

⎯No, para nada. Estoy revisando unos asuntos de mi difunto padre. Vengo a revisar unos papeles sobre ciertas inversiones que hizo antes de morir y su estado. 

⎯Vaya… suena…

«A alguien con mucho dinero», pensó de inmediato, Victoria. 

 ⎯Interesante. 

⎯Sí, bastante. Esta es mi última parada antes de regresar a Madrid. 

⎯¡Madrid!, ¡Qué gustó!, me encanta Madrid. 

⎯Pues, cuando guste están invitadas. ⎯Y al decir esto, se volteó para ver a Selene. Ella sonrió. 

⎯Gracias. 

Matías, al ver que el momento se había perdido, no hizo más que hacer una reverencia y decir: 

⎯Me retiro, tengo cosas que hacer. Espero que el señor Grieff se alivie y que todo pase. ⎯Después, volteó a ver a Selene⎯. Un gusto verla, señorita Grieff. 

⎯Igualmente. 

⎯Espero volverla a ver antes de partir a mi tierra. Con permiso. 

Matías quería besar su mano, o tal vez su mejilla. Llevarse consigo el aroma tan delicioso que expedía Selene, pero, se limitó a darle una reverencia con la cabeza y luego darse la vuelta para irse. 

⎯Propio… ⎯habló Victoria, para luego observar cómo se alejaba. 

Cuando ambas estuvieron solas, la madre de Selene se acercó a ella y le sonrió. 

⎯¡Pero que majo!, ¿dónde lo conociste? ⎯preguntó, bastante interesada Victoria. 

Selene sonrío sin poder creerlo. 

⎯En tu fiesta. Tú lo invitaste. 

⎯¿Yo? ⎯preguntó incrédula.

⎯Así es… me da tanta risa que ni siquiera recuerdas a quién invitas. En fin, iré a ver a mi padre. 

Selene, en ese momento, se apartó de su madre y se alejó, con la preocupación por su padre como única prioridad en su mente. Dejó atrás por completo el asunto del encuentro. Lo único que le importaba era ver a su papá y asegurarse de que estuviera bien, o incluso mejor.

Sin embargo, Victoria no pudo borrar el encuentro con Matías de su mente. El hombre que antes había pasado desapercibido se convirtió en una de sus obsesiones más intensas. Esto se intensificó especialmente cuando descubrió quién era y comprendió los beneficios que una alianza con él podría aportar a su familia.

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