Mía crece a pasos agigantados, ya no es la bebé que pusieron en mis brazos hace meses atrás, ahora, parece más una niña, la más alegre y traviesa de todas. Mi hija ha sido toda una revelación en mi vida, a un grado que con ella estoy experimentado sensaciones y situaciones que jamás pensé que haría. 

Ahora, sé lo que es el cansancio extremo y como lidiarlo. Ni siquiera cuando trabajaba a tiempo completo había sentido un cansancio como el que siento ahora. El levantarme a cada rato en la noche para checar que esté bien, el no poder dormir a gusto porque la nena prefiere mi cama a la suya, el tener que perseguirla por toda la casa antes de que se eche alguna cosa encima, me tiene rendido. 

Por otro lado, también está la paciencia. Creí que la tenía hasta que me convertí en padre. Jamás había pasado tanta desesperación en tratar de interpretar un llanto, o para poder repetir la misma frase mil veces, porque mi hija no comprende que ahí no se puede tocar. Hay momentos en los que me desespero y simplemente quiero dejarla hacer lo que quiera, pero, a Mía, le atrae mucho ese enorme jarrón de la sala, por sus brillantes colores, y debo hacerle saber que si lo mueve, puede caerle encima. 

Toda mi casa es un caos completo: entre llantos, comida batida en el comedor, pañales, ropa, etc. Sé que tengo el personal para que me ayude a mantener la casa impecable pero, a veces, ni así se puede. La pobre María ya se cansó de estar limpiando las figurillas de la mesa de la sala, porque mi hija las juega con las manos llenas de caramelo. Y donde antes había paz, ahora hay ruido, tanto que a veces no me deja concentrarme en mis propios pensamientos. 

Sin embargo, nadie te prepara para la otra cara de la paternidad, la que inexplicablemente nadie te dice y que tú debes descubrir por tu cuenta. Pocos te dicen de la emoción cuando te regalan la primera sonrisa, el orgullo que sentirás cuando logran dar sus primeros pasos solos. Las lágrimas que se escapan al escuchar, como dice “papá” por primera vez, y la melodiosa risa o las carcajadas que hará cuando encuentre cualquier cosa mundana, divertida. Nada se compara con la tranquilidad que sentirás al verla dormir a tu lado, del mundo que junto con ella vuelves a describir, porque lo que para ti es normal, para ella, es nuevo. 

Nadie te prepara para explicarte ese sentimiento de amor eterno, cuando los ojos de tu hija se posan sobre ti y te hacen sentir especial; porque lo eres. Para el mundo exterior, no soy nadie, pero mientras la arrullo entre mis brazos, ella no tiene ojos para nadie más porque yo soy su mundo. Y así te percatas que todo el caos, la desesperación y la paciencia en realidad no son nada, y que al final del día, lo único que deseas es que esté segura, feliz y que no le falta nada. 

Carolina tenía razón. Ambos nos necesitábamos, y ahora que estamos juntos, no hay poder humano que lo pueda negar o que nos pueda separar. Estoy aprendiendo a ser feliz con ella, a disfrutar cada instante de su vida y ojalá estuviera aquí mi esposa para disfrutarlo, ojalá no me sintiera, a veces, tan solo. 

***

Dos años después. 

Mía el día de hoy cumple tres años, y soy el padre más orgulloso del mundo. Mi hija, de cabello rojizo y ojos azules, ha crecido a pasos agigantados, llena de vida y feliz. No ha quedado ni un rastro de su vida pasada, ni de los acontecimientos que sucedieron al inicio de todo. Ella, simplemente, quiere jugar, reír y disfrutar de su fiesta de cumpleaños, mientras viste su precioso vestido amarillo como las margaritas y corre por el jardín. 

Para la fiesta he gastado todo lo que se me ha dado la gana, a diferencia de las últimas dos, donde solo fue un pastel y regalos. Esta tenía que ser especial, porque Mía ya lo disfruta por completo y sé que esta fiesta será uno de los primeros recuerdos que se quedarán para siempre en su subconsciente. 

⎯ ¡Sí que tiraste la casa por la ventana! ⎯  me dice Salvador, mientras entra por la puerta con sus gemelos y su hija Carmín y con la hermosa Thalía, que como siempre, nos da una lección de moda. 

⎯  Bueno, no cumples tres años todos los días ⎯  respondo, para darle un fuerte apretón de manos, y después saludar a Thalía. 

⎯  Izel y Enrique llegarán pronto ⎯  me informa ⎯. Tuvieron que ver algunas cosas de su casa y de la mudanza. Creo que mudar toda tu vida de nuevo de México a Madrid es algo bastante pesado. 

⎯  Lo sé. Recuerda que ella y yo nos mudamos cientos de veces ⎯  contesto, y ese recuerdo me trae buenos momentos, de cuando Izel era mi compañía junto con Toño, su hijo, y no me sentía tan solo como a veces lo hago por las noches. 

⎯  Ve y pon los regalos en la mesa, Carmín ⎯  habla Thalía, y la niña camina hacia la mesa y los deja. Después, se va junto con su madre, sus hermanos y la niñera hacia el jardín, donde un payaso hace figuras con un globo. 

Uno de los meseros se acerca a nosotros y Salvador toma una copa  ⎯. Fuera de broma, en verdad te has lucido ⎯  comenta. 

⎯  Como si tú no le hicieras fiestas así a los tuyos. La última fiesta de Carmín, cerraste un parque temático por todo el día, exclusivamente para los invitados. 

⎯ Es porque Carmín solo se merece eso y más ⎯  se justifica, para después reír ⎯. Uno hace locuras por los hijos, sobre todo cuando son niñas. Son tus princesas, las únicas mujeres que te pueden hacer obedecer de inmediato, ¿no? ⎯  me pregunta, y yo sonrío. 

⎯  Aun así, creo que exageraste con la feria. 

Salvador se ríe a carcajadas. Supongo que para él, que es tan competitivo, la fiesta de sus gemelos será mucho mejor y más grande que la mía. Estoy deseoso de saber qué pasará. 

De pronto, por la puerta del jardín, aparece una mujer alta, de cuerpo delgado, con un cabello rubio que brilla exageradamente con el sol. Sus ropas me indican que es una mujer rica y fina, su porte que es una mujer muy segura y su rostro, al no reconocerlo, me dice que no la conozco y no tengo idea de lo que hace aquí. 

⎯  Hablando de princesas ⎯  murmura Salvador, cuando sus ojos se posan sobre ella. 

⎯ ¿Quién es? ⎯  pregunto, bastante interesado. 

⎯  Su nombre es Carol Parker- Thys. Es la hija de Anton Parker – Thys, el empresario dueño de las constructoras que han hecho las vías de todos los trenes de España, además de otras cosas. 

⎯ ¡Guau! ⎯  expreso, con algo de ironía. 

⎯ ¿No estás impresionado? ⎯  pregunta, entre risas, mi amigo. 

⎯  No, lo que quiero saber es qué hace en una fiesta infantil de una familia que no conoce ⎯  contesto justo a tiempo, ya que ella me ha visto de lejos y ahora se dirige hacia mí. 

Carol Parker – Thys, camina moviendo su cuerpo de una manera fenomenal. El vestido que trae, que se pega completamente a su figura, provoca sensaciones propias de la atracción. No solo me da una mirada que podría poner nervioso a cualquier hombre y conquistarlo, sino que mueve su cabello de una forma hipnotizante y que te hace pensar que estás viviendo una fantasía. 

Así, mientras más se acerca, puedo ver otros rasgos que de lejos no se notan. Como sus labios carnosos, sus ojos color violeta, la nariz respingada y esa sonrisa que estoy seguro podría conquistar a todo el mundo. El aroma de su perfume, llega a mí, coronando este instante y dándole más importancia de la que podría tener. 

⎯  ¿Señor Caballero? ⎯  pregunta, cuando llega frente a mí. 

Sonrío amablemente ⎯. Señorita Parker- Thys. 

Carol ve a Salvador y él lo toma como una señal de que quiere que nos dejen solos, así que con una palmada sobre mi espalda, se retira ⎯. Un gusto verla ⎯  agrega. 

⎯ Igualmente ⎯  responde. 

Cuando nos quedamos a solas, con un gesto de la mano, llama al joven que viene siguiéndola con un par de regalos en las manos ⎯. Lo siento si me colé así en el festejo de su hija, pero, traigo regalos. 

⎯  Muchas gracias ⎯  respondo ⎯. Estoy seguro de que a Mía le gustarán. 

⎯ Espero que sí ⎯  habla, y me regala una sonrisa llena de coquetería ⎯. Sé que no fui invitada, y ruego que no sea un problema que me haya presentado así, pero, quería conocerlo. 

⎯ ¿A mí? ⎯  pregunto con incredulidad ⎯, ¿por qué quisiera conocerme a mí? 

⎯ Bueno, usted es parte de la alta sociedad de Madrid y yo, acabo de llegar. 

⎯ ¿Entonces?, ¿quiere conocerme para que la presente a la alta sociedad? ⎯  pregunto, y quiero reír a carcajadas, ya que si se acercó a mí por ese motivo, está totalmente perdida. 

⎯ No, no, claro que no. Yo sé de relaciones sociales y créame, no necesito que usted me presente a ninguna persona. En realidad, a qué viene a presentarse soy yo ⎯  y levanta la mano con una gracia que demuestra su elevada educación. 

Tomo su mano y al parecer, quiere que la bese porque la empuja levemente hasta llegar a mis labios. Lo hago, y después, siento cómo ella toca mi barba y la acaricia por un instante. 

⎯  Me dijeron que era atractivo, pero jamás que era tan guapo ⎯  murmura, viéndome a los ojos. 

Su mano, acariciando mi barba, provoca unas ligeras cosquillas en mi rostro y su mirada me pone algo nervioso. Carol en verdad es una mujer muy guapa y lo sabe y no duda en utilizar sus encantos cada vez que puede o más bien, cuando quiere. 

⎯ ¿Cree que podamos desayunar la próxima semana? ⎯  pregunta, sacándome un poco del trance en el que he entrado por verla. 

⎯  ¿Cómo? 

⎯  Mi casa o su casa, o si no quiere, podemos ir a un restaurante. Tengo un amigo que prepara unos desayunos dignos de probar. 

⎯  Lo siento, no puedo. El viernes tengo que ir al festival de primavera de mi hija y el trabajo…

⎯ ¿Le parece el lunes?, será rápido. Puedo enviarle un chofer si gusta ⎯  se ofrece, interrumpiendo. 

Sonrío levemente ⎯. Yo tengo mi propio chofer, gracias. 

⎯ Eso es un sí, entonces ⎯  afirma. 

Y yo no recuerdo haber dicho que aceptaba la oferta, pero, al parecer, ella no acepta una negativa y yo tampoco sufriré mucho. 

⎯ Nos vemos a las ocho, en el restaurante “La province”. Espero verle ahí. 

No me queda de otra, así que asiento con la cabeza ⎯. Nos vemos, señorita Parker- Thys. 

⎯ Llámame Carol, Miguel ⎯  finaliza. Ella me guiñe el ojo y acaricia mi barba, regalándome una sonrisa. 

Con un caminar, sumamente sensual, se aleja lentamente de mí. Al llegar a la puerta, voltea a verme y me sonríe, provocando una ligera sonrisa en mí. Debo admitir, que este instante, tan inesperado, me ha hecho revivir esa sensación de ser un hombre atractivo para las mujeres. 

⎯ No me gusta ⎯  escucho la voz de Su detrás de mí, haciéndome saltar. 

Respiro profundo para controlar mi siguiente emoción, que juro, está muy lejana a lo que Carol me hizo sentir por un breve instante ⎯. Me asustaste, Su. Te he dicho mil veces que no hagas eso. 

⎯ No me gusta ⎯  repite, mientras ve hacia la puerta. 

⎯ ¿Qué no te gusta? 

⎯  Ella, la rubia. No me gusta. 

⎯  No sé si lo notas, Su, pero nadie te pidió tu opinión al respecto ⎯  le comento, mientras cargo a Mía en mis brazos y le doy un beso. 

⎯  Aun así, ya sabe que yo se la doy. 

⎯  Me encantaría que no la dieras, nunca, si es posible ⎯  contesto, para comenzar a caminar hacia la mesa de regalos y enseñárselos a mi hija. 

Su se ríe sarcástica, mientras me sigue caminando a mi lado ⎯. Es solo una opinión, nadie se ha muerto por eso. 

⎯ ¿Quieres apostar? ⎯  pregunto. Pongo a Mía sobre el suelo, y ella comienza a ver los regalos y a señalarlos con alegría ⎯ ¿Qué es lo que no te gusta de ella? ⎯ Su, esta vez no me responde. Solo cruza los brazos y me ve a los ojos ⎯. ¿Ahora me vas a ignorar? 

⎯ Dijo que no quería mi opinión ⎯  responde digna. 

Suspiro profundamente. Adoro a Su, pero a veces me desespera, ahora entiendo su nombre, porque a veces es un suplicio entenderla ⎯. Primero la das sin que yo te la pida y ahora que la pido, ¿ya no? Vamos, dímela. 

Su se voltea ⎯. No sé, simplemente no me gusta. Tienen como está vibra rara. En primera, se presenta a una fiesta donde no fue invitada. 

⎯  No creo que Carol necesite invitación. 

⎯  Y segunda, lo anda manoseando sin pedirle permiso, y usted que se deja. 

Como siempre, me río a carcajadas con el comentario ⎯. ¿Me manoseó?, si solo me acarició la barba y ya. 

⎯ Pero, así se empieza, así me hicieron dos hijos. Yo creo que ella quiere le haga los suyos. Digo, es rico, guapo… 

⎯ No creo que Carol quiera esto por dinero, es más rica que yo… Además, creo que yo puedo decidir quién me manosea o no. Soy un hombre soltero, en mis cuarentas y puedo tomar mis propias decisiones. Se siente bien saber que después de trece años sin pareja, aún levanto pasiones ⎯  contesto. 

⎯  Como sea… dicen que ojo de loca, no se equivoca y yo… 

⎯ ¿Estás bien loca? ⎯  termino su pregunta. 

⎯ ¡No!, no me equivoco. En fin, haga lo que desee ⎯  finaliza. 

Cargo a Mía entre mis brazos y ella se ríe ⎯. Tranquila Su, no pasará nada, te lo prometo. 

⎯ Más le vale… ⎯  contesta ⎯. Ahora, vamos, que el espectáculo ya va a comenzar y mi Mía tiene que estar en primera fila. 

Y diciendo esto, me quita a la niña de los brazos y se va con ella hacia donde está el resto de los niños. Yo me quedo un momento observando todo, mientras acaricio mi tupida barba y la acomodo. Al recordarme de cómo ella la acarició me sonrojo un poco. 

Confieso que Carol si despertó en mí algo con sus gestos y que me hizo sentir que aún puedo atraer al sexo opuesto. Llevo una década solo, y desde hace tiempo he estado pensando que ya es hora de encontrar a alguien. Tal vez, ella sea la señal de que es momento de comenzar a hacerlo. 

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