Sonrío como idiota tan solo ver sus ojos verdes y esa sonrisa con la que, admito, he soñado desde la última vez que lo vi. De pronto el enojo se va, y un golpe de felicidad se apodera de mí. 

Ahí está, el gitano, ese hombre que me robó la tranquilidad hace tiempo. Recuerdo su altura, su cuerpo esbelto, pero marcado, esa barba bien rasurada y limpia y sobre todo sus ojos, esa mirada que no puedo olvidar. Hoy viene vestido con un traje negro, de tela ligera, y con el cabello rizado amarrado en un perfecto moño. 

⎯ No recuerdo que fueses muda ⎯ insiste. 

⎯ ¿Qué? ⎯ pregunto, para luego percatarme que estoy completamente empapada.⎯ No, claro que no, yo… ⎯ tartamudeo. 

⎯ Lo siento, me urge llegar a un lugar y le dije a mi chofer que acelerara, no era mi intención mojarte ⎯ habla y yo sigo como imbécil sin poder decir nada más. ⎯¿Te ayudo? ⎯ pregunta, mientras estira la mano. 

⎯ ¿A qué? 

⎯ A salir del charco ⎯ contesta, y cuando me percato, estoy con los pies dentro del agua. 

Él me toma de la mano y ambos vamos hacia la acera. Nuestras miradas se juntan y veo cómo sus ojos brillan. 

Aquí está, el hombre que he soñado por tanto tiempo, y que pensé era parte de mi imaginación. 

⎯ Dama de honor, no me dejes así, ¿estás molesta? ⎯ insiste. 

Reacciona, Lila, reacciona, grita mi mente y yo regreso en mí. 

⎯ No, pero debería estarlo. Tu chofer iba en una avenida de velocidad media tan rápido que pudo cometer un accidente. Además, casi arruina mi material de trabajo y bueno, ¿qué te puedo decir sobre mí? ⎯ inquiero, mostrando mi vestido. 

Él saca del bolsillo de su pantalón un pañuelo de color blanco y me lo entrega.⎯ Por ahora no puedo hacer mucho, pero, ¿quieres limpiarte? ⎯ me pregunta. 

Tomo el pañuelo y con cuidado comienzo a limpiarme el rostro. Él me observa, y juro que de la forma que lo hace me siento desnuda. Mi rostro se enrojece y, al parecer, a él le gusta. 

Termino de limpiarme y él acaricia mi mejilla con cariño. Siento cómo mi piel se eriza y reacciono de inmediato. 

⎯ Creo que deberías tener más cuidado al manejar. 

⎯ Lo siento, pero, iba tarde a una conferencia o más bien voy tarde ⎯ admite ⎯, solo que al verte no pude contenerme y baje. Pensé que no volvería a encontrarme contigo en esta ciudad y ahora, ¡mira! 

⎯ Lo sé ⎯ respondo, y solo siento cómo su cuerpo se acerca al mío, como si quisiera besarme ⎯, pero aquí estoy. 

⎯ Ya vi. Eres como una perla que se encuentra en este mar ⎯ recita. 

Sonrío, y bajo la mirada para ver que el pañuelo está completamente sucio.⎯ Lo… Lo siento ⎯ le digo. 

⎯ No, está bien… puedes quedártelo, siempre traigo otro. 

⎯ ¿Señor? ⎯ pregunta el chofer ⎯, ¿recuerda su junta? 

⎯ Sí, claro, voy ⎯ responde, para luego voltear a verme.⎯ Yo… 

⎯ No te preocupes, no pasó nada. 

⎯ Quisiera hacer algo para recompensarte, ¿qué te parece si te invito a cenar? ⎯ me pregunta. 

Me quedo en silencio, no pensé que esto escalaría tan rápido, de un encuentro casual a una cena. 

⎯ ¿Cenar?

⎯ Sí, hoy, por la noche. Solo dame tu dirección y pasaré por ti a la hora que desees. 

⎯ Bueno… Yo. 

⎯ Venga, Dama de honor, acepta, ¿sí?, no me tortures ⎯ me pregunta, para luego esbozar una ligera sonrisa. 

Sonrío, claro que quiero ir a cenar con él, solo que creo que es muy pronto para que pase por mi casa y mis padres lo vean, por lo que tengo que idear un plan. 

⎯ Vale, está bien ⎯ acepto y él sonríe de oreja a oreja, y noto que tiene un hoyuelo en la mejilla ⎯, ¿te parece a las 8 de la noche? 

⎯ Estaré puntual, lo juro… ⎯ me contesta, para luego sacar su móvil ⎯ dame tu dirección y paso por ti. 

⎯ Si claro ⎯ contesto, y le dicto la dirección de mi taller en la Latina. 

⎯ Perfecto, ahí estaré, ocho de la noche en punto, por ti, Dama de honor. 

⎯ Gracias, Marroquí ⎯ le digo. 

⎯ ¿Así que tú tampoco me olvidaste, eh? ⎯ pregunta simpático. 

⎯ ¿Señor? ⎯ volvemos a escuchar al chofer. 

⎯ Me tengo que ir, me da pena dejarte así, quisiera llevarte a tu casa, comprarte un vestido, no sé, pero no dejarte en medio de la calle así. 

⎯ No te preocupes, algunas situaciones desafortunadas traen encuentros afortunados ⎯ recito. 

El marroquí sonríe.⎯ Entonces, no me arrepiento de haberle pedido a mi chofer que aumentara la velocidad. Él se acerca a mí y viéndome a los ojos, me dice.⎯ Te debo un vestido, una cena y… 

⎯  Primero la cena, ¿te parece? ⎯ le pido. 

⎯ Cuenta con ella. Entonces, ¿a las ocho? 

⎯ A las ocho ⎯ afirmo. 

⎯ ¿Estarás? ⎯ insiste y yo asiento con la cabeza. 

⎯ Estaré. 

⎯ Porque yo estaré ahí ⎯ me dice y yo me río. 

⎯ Te juro que estaré… ⎯ le prometo. 

⎯ Te creo ⎯ responde. 

⎯ ¿Señor? ⎯ el chofer nos interrumpe. 

El marroquí se da la vuelta para regresar al auto y antes de subirse regresa y me da un beso en la mejilla. ⎯ Lo siento, no me despedí ⎯ me ve a los ojos ⎯ estaré contando las horas para verte, Dama de honor ⎯ recita, para luego regresar al auto y subir. 

Veo como el chofer cierra la puerta y me quedo como idiota viendo hacia la ventana, ya que él no deja de verme a mí. El auto arranca y de nuevo soy una Lila mojada en medio de la acera, solo que esta vez sonrío. 

Situaciones desafortunadas que traen encuentros afortunados, pienso, y me muerdo los labios. Observo el pañuelo y noto que tiene una A bordada en un hilo de oro y sonrío. 

De nuevo la realidad me pega cuando otro chorro de agua me empapa el rostro. Subo la mirada y me percato que sigo en el mismo lugar. Pero esta vez río, simplemente río… porque lo volví a ver. 

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