Portando un bonito vestido negro de algodón, ya que el negro nunca falla, y con un moño sencillo, me encuentro en el lobby esperando al Marroquí. Admito que estoy sumamente nerviosa, puesto que no sé que me espera hoy, y debo confesar que esto que hago no es nada parecido a lo que yo hago. 

En primer lugar, jamás les miento a mis padres y hoy lo hice, les dije que me quedaría en el taller a trabajar, y dos, no acepto citas así de la nada. Sin embargo, sabiendo que no es la primera vez que estoy sola con él, supongo que le debo el beneficio de la duda. 

Para mi fortuna, mi taller antes era el piso de mi madre y mi hermana Sila, por lo que tengo ducha y espacio para vestirme, así que solo me compré un vestido bonito y me las arreglé para estar lista antes de las ocho; espero que no me deje plantada. 

⎯ ¿Señorita Canarias? ⎯ me habla el guardia y yo levanto mi vista del móvil. ⎯ ¿esperando al chofer? 

⎯ No, iré a cenar con un amigo ⎯ miento, ya que sé que si le digo que el chofer vendrá y me recoge alguien más puede que lo informe a mis papás. 

⎯ Vale, vale… 

De pronto, afuera del edificio, veo que se baja el gitano del auto, y que se dirige hacia donde estoy. Me levanto de inmediato, reviso en el reflejo de mi móvil el color de mi labial y luego me arreglo un poco el cabello. Antes de que entre, camino hacia la puerta y me lo encuentro de frente. Tan solo me ve su rostro se ilumina y esa sonrisa tan bonita sale a relucir. 

⎯ Hola, Dama de honor ⎯ me saluda y juro que el color rojo se me sube por el rostro. 

⎯ Hola Marroquí ⎯ contesto. 

Lo veo de pies a cabeza y veo cómo viene vestido. Con una camisa blanca, abierta un poco del cuello donde muestra un dije de color plata, un pantalón azul marino, y como siempre, perfectamente peinado con el cabello recogido. 

Por un momento nos quedamos viendo, como si no pudiésemos creer que somos nosotros y después, él saca un ramo de flores por detrás de la espalda y me lo ofrece. 

⎯ Para ver si me vas perdonando por lo que pasó hace horas atrás ⎯ me dice. 

Los tomo, huelo las hermosas flores que son girasoles, y luego sonrío.⎯ Poco a poco voy perdonándote. 

⎯ Bien, ¿nos vamos? ⎯ me pregunta, mientras me ofrece su brazo para que yo lo tome. 

⎯ Vamos. 

Tomo su brazo y caminamos juntos hacia la camioneta. El chofer me abre la puerta y Marroquí me ayuda a subir.⎯ Te ves hermosa ⎯ me murmura en el oído, haciendo que toda mi piel se erice. 

Yo volteo a verle y le sonrío, la verdad no tengo palabras, aún no me siento en confianza para decirle que se ve guapísimo. Además, su mirada profunda y esos ojos verdes me hacen quedarme sin qué decir. Cuando ya estamos acomodados, él le pide al chofer que vaya al lugar que reservó y la camioneta arranca. 

Aquí vamos a la aventura. 

***

El chofer se para justo en frente del edificio donde se encuentra la azotea del círculo de bellas artes, un lugar al que he ido bastantes veces con mi familia porque a mi padre le encanta ir al restaurante que se encuentra en el techo, además, mi madre un día tuvo una sesión de fotos y me trajo, así que lo conozco bien; aunque jamás lo he conocido de noche. 

El marroquí se baja de la camioneta, y me ayuda a mí. Cuando nuestras manos se tocan siento un choque eléctrico que recorre mi cuerpo, uno tan placentero que me hace enrojecer. No sé lo que me pasa, pero debo admitir que me gusta, y el marroquí tampoco lo rechaza. 

⎯  ¿Todo bien? ⎯ me pregunta. 

Y yo asiento con la cabeza.⎯ Sí, todo bien. 

⎯ Perdón, si no pude hacer algo tan especial, no tuve mucho tiempo, así que hice lo que pude. 

⎯ Está bien, no pasa nada ⎯ le comento. 

⎯ Espérame en el estacionamiento, yo te llamo cuando termine ⎯ le da la orden al chofer, en un tono de voz bastante autoritario pero amable. 

⎯ Sí, señor ⎯ responde, para luego subirse y alejar la camioneta. 

El Marroquí y yo comenzamos a caminar hacia la entrada y mientras lo hacemos, vamos en silencio. Puedo oler su deliciosa y varonil colonia, con la misma que he soñado desde que estuvimos juntos esa noche. 

⎯ ¿Has venido antes? ⎯ me pregunta, mientras subimos al elevador. 

Yo asiento con la cabeza ⎯ sí, pero nunca de noche ⎯ admito. 

⎯ Me alegra que al menos sea algo nuevo. Iba a reservar en el hotel Lafuente, dicen que tienen una terraza sensacional, pero resulta que no podían cubrir, esta noche, lo que requería. 

⎯ ¿Y qué era eso? ⎯ pregunto, ya que mi Tío Nadir suele ser bastante complaciente. 

⎯ Privacidad. 

Así las puertas se abren, y veo que el restaurante se encuentra completamente iluminado pero vacío. 

Volteo a verle.⎯ ¿Reservaste el restaurante para nosotros dos?

El Marroquí asiente, para luego sonreír.⎯ Así también podemos tomar la mesa que gustes. 

Entramos y el capitán de meseros nos da la bienvenida. Nos muestra las mesas y termino escogiendo una que está justo en medio, pero donde se ve el hermoso paisaje de noche. El Marroquí me recorre la silla para que me siente y luego él lo hace frente a mí. 

⎯ ¿Te gusta el vino? ⎯ inquiere. 

Asiento con la cabeza y él pide que le traigan el vino que toma de noche, un tinto, que al parecer es bastante fresco. Luego, el mesero me pone la carta de frente y el Marroquí me sonríe. 

⎯ Escoge la cena, confío en ti. 

⎯ Soy vegetariana ⎯ le comento. 

⎯ No importa, comeré lo que tú pidas. 

Así, leo la carta y después de meditarlo pido un plato que creo irá con el vino y entrego la carta. El mesero nos deja solos y de nuevo los nervios vuelven a mí. El Marroquí levanta su copa y con esa voz grave y esos ojos verdes mirándome intensamente me dice.⎯ ¿Brindamos? ⎯ Asiento con la cabeza, y levanto mi copa ⎯, para más encuentros afortunados. 

⎯ Para más encuentros afortunados ⎯ repito, para luego chocar ligeramente las copas y darle un sorbo al vino. ⎯ Hmmm, está delicioso. 

⎯ Lo sé, me encanta para estas noches de verano ⎯ admite. El Marroquí deja su copa a un lado y sin desprender su mirada de mí, me pregunta. ⎯ Y, ¿tu nombre es tan hermoso como tú? 

Sonrío, y no asiento con la cabeza para no verme presumida.⎯ Me llamo Lila. 

⎯ Lila, como la flor ⎯  comenta. El Marroquí sonríe.⎯ ¿Sabías que el lila es sinónimo de tranquilidad, pasión, empatía y amor? ⎯ niego con la cabeza.⎯ El poeta, Walt Whitman, le dedico todo un poema a las lilas. Las lilas han sido inspiración en cuadros impresionistas y estoy seguro de que inspira más cosas. 

⎯  ¡Guau!, ¿en serio inspira todo eso? 

⎯  Sí, y me consta ⎯  me responde, mientras me ve a los ojos. 

⎯  ¿Te consta? 

⎯  Si, ahora sé por qué he estado inspirado desde que pasamos la noche juntos ⎯  confiesa, haciéndome sonrojar. 

⎯  Basta, ¿tú como te llamas?, o, ¿quieres que siempre te llame Marroquí? 

Él niega, mientras esboza una sonrisa.⎯ Mi nombre es Antonio. 

⎯  Gusto en conocerte, Antonio ⎯  le contesto. 

⎯  El gusto es mío… ⎯  dice, para luego beber un poco más de vino.

Volteo a ver el paisaje y sonrío.⎯  Y, ¿cada vez que mojas a una persona te esfuerza de esta forma? 

Antonio se ríe.⎯ No, solo es la primera vez que lo hago, ¿no te impresionó, cierto? 

Niego con la cabeza.⎯ Pero tampoco me disgustó. Aunque yo soy un poco más sencilla, podrías llevarme a las pizzas kilométricas que están a dos cuadras y yo hubiese sido feliz. 

⎯  Lo consideraré. 

⎯  Aunque esto, es de verdad bonito… ojalá hubiese venido un poco más elegante.

⎯  No, te ves perfecta ⎯  me interrumpe, y toca mi mano. ⎯  Aún recuerdo tus manos, tan suaves, ¿qué me dijiste que hacías? 

⎯  No te dije, así como tampoco sé qué haces tú. 

⎯  Y, ¿quieres saberlo? 

⎯  Me gustaría… Digo, eres un hombre que traes chofer, reservas todo un restaurante y usas ese tipo de ropa. 

⎯  Y, ¿no gustas adivinar? ⎯  contesta, y sé que de nuevo quiere que caiga en su juego. 

⎯  No, esta vez no… 

Antonio suspira.⎯ Soy empresario, me encargo por ahora al negocio familiar. Mi padre está enfermo y soy yo quién debe dar la cara por la familia. Tengo una agenda apretada, un chofer que moja personas y estoy acostumbrado a que la gente acate mis órdenes. 

⎯  Eres empresario y punto ⎯  contesto y me río. 

⎯  ¿Tampoco te impresiona? 

⎯  No, en absoluto. 

⎯  ¿Ves cómo era mejor que adivinaras?, me gustó cuando trataste de hacerlo. 

⎯  Pero ahora sé la verdad, y es mucho mejor ⎯  confieso. 

⎯  Y tú, ¿qué haces con esas suaves manos? 

⎯  Soy, diseñadora de modas… 

⎯  ¡Sabía que eras creativa! ⎯  habla triunfante. 

⎯  Tengo mi propio negocio, una vida tranquila, no mojo gente por la calle y no acato órdenes de nadie ⎯ finalizo, y él sonríe. 

⎯  ¡Ah!, ¿llevándome la contraria desde ya?, ¿crees que eso es sabio? 

⎯  No lo sé… pero uno no puede contradecir a la naturaleza. Así que, si en algún punto volvemos a encontrarnos, tendrás que negociar conmigo. 

⎯  Negociar es mi segundo nombre, Lila ⎯  contesta. 

El mesero nos trae la comida y él me suelta la mano para dejar que nos pongan los platos en frente. Cuando él se va, Antonio me invita que empiece. Como unos bocados, disfrutando los sabores, y después volvemos a conversar. 

⎯ ¿Tú no vives aquí? ⎯  le pregunto. 

⎯  Vivo en un avión, no tengo casa fija. Hoy estoy en Madrid, mañana en América, todo depende de donde me lleve mi agenda. 

⎯  ¡Vaya!, entonces eres más gitano que príncipe. 

⎯  Posiblemente. Así estoy acostumbrado. 

⎯  Y, ¿no extrañas estar en casa?, ¿establecerte? 

⎯  Sí, aunque también me gusta lo que hago, imagínate, si no hubiese venido ese día a Madrid, no te hubiese conocido, Lila. 

⎯  ¿También te cuelas a bodas en otros países? 

⎯  Ja, ja, ja, no ⎯  se ríe simpático ⎯, jamás había visto una boda así. Espero que los novios, Sara y Franco, estén felices. 

Soy yo la que me río ahora. ⎯ Estuviste cerca. 

⎯  Lo sé… Soy un poco malo con los nombres, pero, el tuyo ya no se me olvida, Lila. 

Después de eso él y yo comenzamos a hablar de tanto que las horas se pasan volando. Él me platica de sus viajes, de sus lugares favoritos y yo lo escucho atenta. En eso su móvil suena, él se pone de pie y minutos después regresa con un rostro lleno de melancolía. 

⎯  Supongo que eso terminó ⎯  le digo, como si estuviera despertando de un sueño. 

⎯  Así es, tengo que irme, pero, esta vez, te dejo sana y salva en donde me pidas. 

Escucho a lo lejos que cae un relámpago, y sonrío.⎯ Más vale que nos vayamos, no quiero arruinar este vestido también. 

Así, Antonio me da la mano para que me levante de la silla, y así, sin soltarnos, salimos del lugar y nos dirigimos a la camioneta. El regreso es igual de silencioso que la ida, pero, esta vez, es diferente. Un aura de melancolía que grita “despedida” nos invade. 

Cuando vuelvo a ver el edificio donde está mi taller, sé que esto terminó, y por alguna razón lamento que no haya más qué hacer. Antonio se baja del auto, las primeras gotas de lluvia comienza a caer y ambos corremos a la entrada del edificio. Nos miramos a los ojos y él besa mi mano. 

⎯  Un gusto volverte a ver, Lila ⎯  recita. 

⎯  Igualmente, Antonio ⎯  contesto. 

Él se acerca a mi rostro y me da un ligero beso sobre la mejilla, provocando que yo cierre los ojos. No sé si esto signifique que no lo volveré a ver, o que se está despidiendo definitivamente. Esto se siente más como un adiós que un hasta luego. Así que suspiro, sé que tiene prisa, así que no quiero que pierda más tiempo. Toco el timbre para que el guardia me abra y cuando escucho el clic de la puerta, la empujo. 

⎯  Hasta luego ⎯  le digo, y él asiente con la cabeza. 

Doy un paso hacia delante y su voz me retiene.⎯ ¡Lila! 

Volteo a verle y con una sonrisa me dice.⎯ Regreso a Madrid el próximo martes, no sé sí… 

⎯  Me encantaría ⎯  contesto, sin dejarle terminar. Así, le quito el móvil de la mano y le pongo mi número telefónico.⎯ Hazme saber la hora, yo estaré lista. 

Antonio asiente, para luego guardar el número ⎯ te veo el martes, Lila ⎯ y la forma como recita mi nombre me hace sonrojar. 

⎯  No te pierdas tanto, Antonio ⎯  respondo, para después abrir la puerta y entrar al edificio.

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