Ya han pasado tres días desde mi desayuno con Carol Parker – Thys y aún sigo pensando en ello, pero no de la manera en que me gustaría. No sé si las palabras de Su me influenciaron de algún modo, pero, ahora, recorren en mí un torbellino de emociones contradictorias que no me dejan en paz. 

Debo admitir que Carol Parker es una mujer excepcionalmente hermosa y encantadora. Desde el momento en que la vi, su presencia se apoderó de mi atención por completo. Su apariencia, combinada con su elegancia y carisma, crea una combinación irresistible que me ha cautivado por completo.

Además de su indiscutible belleza, Carol posee una personalidad magnética. Su presencia es magnífica y su encanto es palpable en cada conversación. Es inteligente, ingeniosa, muy coqueta y a pesar de ese modo agresivo que utiliza para tratar de llamar mi atención, es bastante agradable. 

Sin embargo, creo que todo esto ha comenzado demasiado rápido, y todavía no me siento cómodo con ello. Carol, de pronto, se apareció en mi vida como un torbellino que me hizo despertar y salir de mi escondite, pero siento, que lo ha hecho a tirones, lastimándome un poco. 

Asimismo, tengo que pensar en el bienestar de Mía, porque ella es mi máxima prioridad. Si fuese como antes, cuando yo estaba solo y veía por mi cuenta, no estaría tan contrariado. No obstante, hoy soy padre y es una obligación de mi parte analizar las cosas que digo y hago. Soy consciente que cada decisión que tomo debo tener en cuenta el impacto que tendrá en mi hija y también en mi propia capacidad de seguir adelante. 

Por otro lado, también siento una profunda culpabilidad en relación con mi difunta esposa. Aunque pueda sonar como un pretexto tonto para algunos, para mí es un sentimiento real y válido. Esta es la primera vez que salgo y me divierto desde su partida, y debo admitir que me siento extrañamente incómodo.

Durante mucho tiempo, me he aferrado a su memoria y he llevado el peso de su ausencia en cada aspecto de mi vida. Por lo que, la idea de seguir adelante, de permitirme disfrutar de la compañía de otra persona, despierta una sensación de traición en mi interior. Como si estuviera dejando atrás los recuerdos compartidos, los sueños no cumplidos y la promesa de amor eterno que nos hicimos.

Cada vez que pienso en la posibilidad de comenzar una nueva historia, me embarga la sensación de estar traicionando a mi esposa. Como si el simple acto de buscar la felicidad y la conexión con alguien más fuera una negación de todo lo que compartimos juntos. Es una lucha interna constante entre el deseo de avanzar y el miedo a olvidar, a deshonrar su memoria.

Sin embargo, también sé que mi esposa siempre querría verme feliz, incluso después de su partida. Ella era una mujer llena de amor y comprensión, y siempre me animaba a vivir plenamente. Aunque sea doloroso, debo aceptar que el tiempo ha pasado y que merezco encontrar mi propia felicidad.

Es un proceso de duelo complicado, una montaña rusa de emociones contradictorias. Me encuentro dividido entre el deber de honrar el amor que compartimos y la necesidad de seguir adelante. No es fácil, pero sé que no puedo quedarme atrapado en el pasado para siempre.

Entonces, mientras me encuentro en medio de esta introspección que ya ha comenzado a cansarme, escucho dos golpes en la puerta y después, la silueta de Salvador entra a la oficina, dejándome sentir su característica energía y ese entusiasmo desbordante que siempre trae con él, no importa el día. 

⎯ Buenas tardes, ¿interrumpo? ⎯ me pregunta. Su tono de voz me indica que no viene a hablar de negocios sino de algo más personal. 

⎯ Para nada, adelante ⎯ le hago pasar. 

⎯ Espera, que no vengo solo ⎯ me dice. 

Así, por un momento, Salvador sale para regresar con Izel del brazo. En el momento en que la veo, no puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mis labios, porque ella tiene ese efecto en mí. Izel entra al lugar con esa presencia cautivadora, que capta la atención de todos a su paso. Su elegancia natural y su porte impecable la hacen destacar en cualquier sitio al que vaya.

Su cabello negro y sedoso cae en cascada sobre sus hombros, acentuando su belleza y enmarcando su rostro de manera encantadora. Pero son sus ojos brillantes los que me cautivan por completo. En su mirada, encuentro esa mezcla de confianza y ternura que por muchos años fue mi consuelo.

Siempre he pensado que, si Izel no hubiese estado tan enamorada de Enrique, mi primo, ella fuese mi mujer ideal. Ella tiene todo lo que deseo en una mujer: inteligencia, talento, personalidad y pasión, una que demuestra en cada aspecto de su vida. 

⎯ Izel ⎯  pronuncio su nombre, mientras me pongo de pie para ir a saludarla ⎯. Pensé que aún no te vería. ¿Cómo van con la mudanza a la nueva casa?, ¿cómo se encuentra Toñito? ⎯  pregunto con entusiasmo, porque siempre es un gusto verla. 

⎯ Todo bien. Enrique se ha ido al norte a ver algunas cosas de la casa de su madrastra y Toño se ha ido con ella. Mi hija se ha quedado con mi madre en la casa. Ya sabes lo difícil que es salir con niños cuando debes trabajar ⎯  me informa. 

Izel me da un abrazo que de pronto pone todo en su lugar. Es una sensación tan conocida que me reconforta y me hace sentir seguro. Momentos después, Izel se separa de mí y con duda me pregunta ⎯.¿Qué tienes? 

⎯ Nada ⎯ miento, aunque sé que eso es imposible. 

⎯ Claro que tienes algo, te conozco. No viví casi cinco años contigo para ignorar como te pones cuando algo pasa por tu mente. ¿Han regresado los ataques de ansiedad y pánico?⎯ inquiere preocupada. 

Niego con la cabeza ⎯. No, esos se fueron hace tiempo atrás. Desde que soy padre estoy tan cansado que no tengo tiempo ni siquiera para uno. 

Salvador se ríe. Al parecer mi respuesta le ha causado mucha gracia. Sin embargo, a Izel no, y me sigue viendo a los ojos, tratando de descifrarme y sé que lo puede lograr, por lo que me pongo serio de inmediato. 

⎯ ¿Me dirás? ⎯ insiste. 

Suspiro ⎯. Hace unos días tuve un desayuno con Carol Parker – Thys ⎯ hablo. 

⎯ ¿Tuviste una cita? ⎯ me pregunta Izel, y su sonrisa y ese tono de felicidad con el que me pregunto, me hace pensar que está de acuerdo. 

⎯ No fue cita, fue un desayuno ⎯ aclaro, o más bien niego que fue una cita. 

Salvador sonríe ⎯. Y, ¿cómo te fue? Se nota que está muy interesado en ti. 

⎯ No sé… ⎯ respondo. 

En ese momento, Salvador se acerca a mi escritorio y se sienta en una de las sillas disponibles. Invita a Izel a hacer lo mismo con un gesto amable y me comenta ⎯. Te escucho. 

En ese instante, me siento como si fuera un maestro y ellos mis atentos alumnos, listos para prestar toda su atención a lo que tengo que decir. La sala se llena de una energía enfocada solo en mí, lo que me intimida un poco. 

Suspiro ⎯. Es que no hay mucho que decir ⎯ comienzo ⎯. Carol es hermosa, inteligente y fascinante. Un poco agresiva para mi gusto, pero nada que pueda ofenderme. 

⎯ ¿Pero? ⎯ pregunta Izel. 

⎯ Pero las cosas han empezado demasiado rápido y no estoy seguro de que sea lo correcto. 

⎯ ¿Demasiado rápido? ⎯ dice Salvador, en un tono de incredibilidad ⎯. ¿Pues cómo quisieras que empezara?, ¿que fuesen a tomar un helado y se mandaran notitas de amor? 

Niego con la cabeza ⎯. Claro que no. 

⎯ Creo que a tu edad ya no estás para perder el tiempo en eso, Miguel. Además, creo que Carol ya sabe lo que hace y si está decidida, yo digo que lo tomes. 

Izel se ríe con la respuesta de nuestro amigo. Después me ve a los ojos y me pregunta con esa voz suave que siempre usa para tocar este tiempo de temas ⎯. ¿Qué es lo que te preocupa? 

⎯ Todo y nada ⎯ le digo ⎯, siento como si me estuviesen tirando del brazo en lugar de dejarme salir solo. Además, tengo que pensar en Mía, en su bienestar y debo frenar antes de tomar decisiones y… ⎯ quiero continuar la conversación, pero en ese momento me percato que ya no puedo. 

Izel suspira ⎯. Y te sientes culpable porque piensas que traicionas a tu esposa  ⎯ me asegura. Asiento con la cabeza. Su sonrisa se hace un poco más amplia y su mirada se desvía hacia la fotografía que tengo sobre el escritorio, donde parecemos mi esposa y yo sonriendo ⎯. ¿Recuerdas cuándo vivíamos en Nueva York? 

⎯ Claro que sí. 

⎯ Y que te gustó la mesera que trabajaba en nuestro restaurante favorito. Esa mujer de cabello negro rizado, que siempre llevaba los labios de color rojo que hacían un contraste con su piel morena. 

Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras mi mente se llena de la imagen de Nayah, la hermosa mujer de ascendencia afrodescendiente que trabajaba de mesera en el restaurante al que solíamos ir Izel y yo. Ella tenía el poder de cautivarme no solo con su impresionante belleza y figura, sino también con su personalidad divertida y tierna. Recuerdo los momentos en los que solíamos coquetear mientras cenábamos. 

⎯  Cada vez que regresábamos a la casa del restaurante, llegabas con una sonrisa que era difícil que desapareciera. Muchas veces te dije que fueras y la invitaras a salir y me contestabas «mañana, te juro que mañana lo haré». Así, pasaron los días, luego los meses y, un día, cuando regresamos a cenar, nos enteramos de que se había ido. Su padre había enfermado y se había regresado a su casa para cuidarlo. Jamás la volvimos a ver. 

⎯ Lo sé. 

⎯  Y perdiste la oportunidad ⎯  me asegura. 

⎯  Claro que lo sé ⎯  insisto en mi respuesta, ya que entiendo cuál es su punto. 

⎯  Entiendo tu preocupación, amigo. ⎯  Nos interrumpe Salvador ⎯. Pero debes recordar que mereces ser feliz también. No puedes vivir en el pasado siempre. Tal vez, si le das una oportunidad a Carol y la conoces en un nivel más profundo, descubras que tienen una conexión real. 

⎯ Además, sé que tu esposa hubiese querido que fueras feliz. No estás traicionando su memoria al buscar la felicidad en tu vida. Mereces encontrar el amor nuevamente. También estoy seguro de que Mía estará encantada con la idea ⎯ agrega Izel. 

⎯  ¿Crees? 

⎯  Claro que sí. La niña es risueña y encantadora. Te adora y solo quiere verte feliz. Si te animas, tal vez también la hagas feliz a ella. Ambos se merecen esta felicidad, sobre todo después de las tragedias personales que han pasado ⎯  me responde segura. 

En ese instante, el timbre del teléfono nos interrumpe y yo tomo la bocina para responder ⎯. ¿Diga?, ¿está aquí?, sí, hágala pasar ⎯  y al terminar la conversación, término la llamada. 

⎯ ¿Qué pasa? ⎯  pregunta Salvador, al ver mi rostro lleno de sorpresa. 

⎯ Pasa que Carol Parker – Thys está afuera esperando a entrar ⎯  les comunico. 

Ambos sonríe. Sé que para ellos esto es una buena idea y que están de acuerdo en que yo siga con esto, aunque no tenga ni idea de lo que estoy haciendo. Así, antes de que pueda decir algo, Carol entra a mi oficina portando esa sonrisa cautivadora en su rostro. Sus ojos brillan con una mezcla entre picardía y misterio que definitivamente vuelve a atrapar mi atención. Es como si cada movimiento que hace está cuidadosamente calculado para seducir y cautivar. 

⎯ Buenas tardes ⎯ saluda, al ver a Salvador e Izel. 

⎯ Carol, qué sorpresa ⎯ le digo. 

⎯ Me gusta dar sorpresas ⎯ responde. 

⎯ Te presento a Salvador García y a Izel de León. 

⎯ ¿Izel de León?, ¿la talentosa diseñadora de joyería? ⎯ habla con alegría ⎯. No lo puedo creer. Yo compré uno de tus conjuntos hace meses atrás y es uno de mis favoritos. 

Izel sonríe ⎯. Me alegro ⎯ responde. 

Carol voltea a verme ⎯. ¿Por qué no me dijiste que eras amigo de Izel de León?, ¿será que no quieres regalarme uno de sus emblemáticos collares? 

Mi rostro se enrojece ⎯. Claro que no, Carol, solamente que no tenía idea de que estabas interesada en su joyería. 

⎯ ¡Pero por supuesto que sí, tontito! ⎯ contesta en tono coqueto ⎯. ¿A qué mujer no le gustan las joyas? ⎯ me pregunta. 

⎯  Pues estaré encantada de que te pases por mi taller ⎯ interrumpe Izel, salvándome del momento ⎯. Tengo unos diseños exclusivos que te pueden interesar y, tal vez, pueda convencer a Miguel de que te regale uno, ¿qué te parece? ⎯ y al decir esto, Izel voltea a verme y me guiñe el ojo. 

⎯ ¡Me encantaría! ⎯ expresa Carol feliz ⎯. Nada me alegraría más que llevar un diseño único y exclusivo de Izel de León y ser la envidia de todos. Sobre todo si es un regalo de Miguel Caballero ⎯ y al pronunciar mi nombre lo hace de una forma tan seductora que me pone nervioso por la manera en que me ve. Es como si tratara de quitarme la ropa. 

⎯ ¡No se diga más! ⎯ contesta Izel ⎯. Ponte de acuerdo con Miguel y los espero en el taller. Ahora, si nos disculpas, Salvador y yo tenemos que hablar de negocios ⎯ y tomándolo del brazo lo jala hacia la entrada. 

⎯ Pero yo… ⎯ trata de hablar Salvador. Sé que preferiría quedarse y a mí también me gustaría. Pero sé que es imposible. 

Izel y Salvador salen por la puerta, dejándonos a Carol y a mí a solas. Nervioso, volteo a verla y le sonrío ⎯. Miguel, cariño, ¿me has extrañado tanto como yo te he extrañado? ⎯ me pregunta, en un tono seductor. 

⎯ Claro que sí, Carol ⎯ respondo, y aunque no la he extrañado, si he pensado mucho en ella. 

Un silencio tenso se instala entre nosotros, y consciente de la atracción que siento hacia Carol, hago un esfuerzo por apartar mi mirada de su vestido blanco que abraza su figura con elegancia y sutileza. El vestido blanco, tan puro y radiante, se funde perfectamente con su esbelta silueta, delineando sus curvas. 

Mis ojos vagan por la habitación, buscando cualquier punto de enfoque que me ayude a evitar caer en la tentación de admirarla abiertamente. Trato de concentrarme en cualquier otro detalle de la habitación: los muebles, los cuadros en la pared, cualquier cosa que me distraiga. 

Sin embargo, el magnetismo que emana de Carol es tan poderoso que se hace difícil resistir la tentación. Cada vez que intento desviar mi mirada, algo en su presencia me atrae de vuelta hacia ella, haciendo que falle mi misión. 

⎯ ¿Todo bien? ⎯ interrumpe mis pensamientos. 

⎯ Todo perfecto, Carol. Solo me preguntaba que hacías por aquí. Es la primera vez que recibo a una mujer tan bella en esta oficina. 

Una risa elegante escapa de los labios de Carol, llenando la habitación con su encanto. Con una gracia indiscutible, se acerca a mí y, con suavidad, me empuja hacia atrás para que me siente en la silla. Un gesto audaz y atrevido. Sin dudarlo, ella se acomoda sobre mis rodillas, creando una proximidad que acelera mi pulso. El aroma seductor de su perfume me envuelve, despertando sensaciones desconocidas y despertando un fuego interno. Es como si me hubiera sumergido en un hechizo mágico del que no quiero escapar.

⎯ Te preguntarás que hago aquí, Miguel Caballero ⎯ me murmura. 

⎯ Pues, no voy a negarlo ⎯ digo. 

Los dedos de Carol se deslizan suavemente por mi barba, enviando una oleada de sensaciones que recorren todo mi cuerpo y hacen que se ericen mis vellos. Siento la tentación de alzar mis manos y tocar su cuerpo, pero me contengo, aferrándome con fuerza a los brazos de la silla. Ella traza un camino con sus dedos sobre mis labios, y una sonrisa juguetona se dibuja en su rostro.

⎯ Venía a preguntar, ¿por qué no me has llamado? Desde que nos vimos me has tenido muy abandonada. ¿Qué no te gustó cómo nos la pasamos la otra vez? 

⎯ Claro que sí, Carol ⎯ respondo con rapidez ⎯ ¿Quién podría pasársela mal contigo? 

Carol muerde tentadoramente su labio inferior, acercándose peligrosamente a mi rostro. El pulso se acelera y el aire se carga de una tensión palpable. Puedo percibir casi físicamente el roce de sus labios contra los míos, mientras nuestras respiraciones se entrelazan y se hacen una ⎯. Pues, podríamos pasarla mejor, si tú quieres. 

«¡Sí!, claro que sí quiero», pienso de inmediato. 

⎯ Si en este momento estás disponible, conozco un lugar privado donde podríamos ir juntos y disfrutar de una experiencia mucho más gratificante que la que estamos teniendo ahora ⎯ me propone. 

Sonrío con nerviosismo, sintiendo cómo mis manos aprietan los brazos de la silla con fuerza, como si estuvieran a punto de romperse. Hago un esfuerzo consciente por desviar mi atención hacia cualquier otra cosa, tratando de evitar caer en la tentación de hacer algo de lo que pudiera arrepentirme. Sin embargo, los labios de Carol están tan cerca de los míos que parece que el espacio entre nosotros se reduce a tan solo un milímetro. En ese instante, cualquier mínimo movimiento podría llevarnos a unirnos en un beso.

⎯ ¿Qué no quieres pasarla bien conmigo? ⎯  insiste. 

⎯  Por su puesto que sí ⎯  admito, y es con sinceridad ⎯. Pero en este momento no puedo. Tengo algo de trabajo. 

⎯ ¿El trabajo tiene más prioridad que yo? ⎯ me pregunta con un tono desafiante ⎯. Vamos, déjame llevarte a ese lugar mágico. Te prometo que no te arrepentirás y que será una experiencia que te obsesionará durante muchas noches. Desearás volver a repetirla ⎯ susurra mientras sus labios rozan los míos.

La tentación es abrumadora, una fuerza imposible de resistir. En un instante, el deseo y la lujuria se apoderan de todo mi ser, incitándome a aferrarme a sus labios y besarla con una pasión desenfrenada. Es innegable que Carol ha despertado algo en mí, no solo la curiosidad, sino también al hombre que durante años mantuve oculto, ahora ansioso por liberarse como un animal enardecido.

⎯ Carol ⎯ pronuncio su nombre en un murmullo, un tanto seductor que me sorprende. Ella está más que dispuesta a besarme, y yo, estoy que ardo de ganas por hacerlo. 

Nuestros labios se rozan ligeramente, dando inicio a un juego de tentación que comienza a envolvernos. Me acerco un poco más, tentado a sellar este pacto que se ha formado entre nuestras bocas y al que ella está dispuesta a respetar. Sus manos toman las mías y las colocan en sus caderas, mientras se acomoda sobre mí. Estoy a punto de dejarme llevar por la intensidad del momento cuando, de repente, la puerta se abre bruscamente y un llanto desesperado se hace eco en la habitación, interrumpiéndonos por completo.

⎯ ¡Mía! ⎯ expreso, al ver a mi hija entrar en brazos de Su. 

En un impulso, aparto a Carol de mi regazo y me pongo de pie. Mi nerviosismo se hace evidente y no puedo soportar la mirada de indignación que se refleja en los ojos de mi niñera.

⎯ ¿Qué hacen aquí? ⎯ pregunto. 

⎯ La pregunta es, ¿qué está haciendo usted aquí? ⎯ responde Su, con un tono de regaño  ⎯. Porque trabajar, no creo. 

⎯ ¿Ella es tu madre? ⎯ pregunta Carol. 

⎯ Ya quisiera que yo fuese su madre. Y si lo fuera le diría que no… 

⎯¡Es mi niñera! ⎯ interrumpo, antes de que se le escape algo a Su que pueda insultar a Carol. 

⎯ Un gusto ⎯ le saluda Carol, en tono simpático. 

Su me ve a los ojos y le hago un gesto pidiéndole que responda de la mejor manera posible. 

⎯ Igual ⎯ se limita a decir. No es como yo esperaba, pero, es mucho mejor de lo que ella hubiese respondido ⎯. La niña de nuevo tiene alergias. No quería venir, pero, estuve enviándole mensajes a su móvil y jamás contesto. 

⎯ Tenía las manos ocupadas ⎯ respondo, y de inmediato me arrepiento de lo que dije. 

⎯ Sí, ya vi ⎯ recalca Su ⎯. La traje para que la llevemos al pediatra. No ha parado de llorar en todo el día. 

Escucho el desesperado llanto de Mía. Sus ojos lucen hinchados y su nariz está tan roja que se asemeja al tono de su cabello. Es evidente que está pasando por un momento difícil y una oleada de culpabilidad me invade, al darme cuenta de que mientras ella sufría, yo me encontraba disfrutando de la compañía de Carol.

Volteo a ver a la señorita Parker y suspiro ⎯. Lo siento, me tengo que ir. 

⎯ Sí, sí, lo comprendo. Yo, venía a decirte que tendré una cena hoy por la noche en mi casa y quería invitarte. Será algo pequeño, no te preocupes. 

⎯ Bueno… ⎯ comienzo a hablar, y en ese momento Su me pone a Mía en los brazos. 

⎯ Tenga, voy al tocador.⎯ Me indica ⎯. Gusto en conocerla ⎯ le dice a Carol. 

⎯ Igualmente. 

Su sale por la puerta y cuando está en un punto donde Carol no la puede ver, me hace una seña con los dedos de que me está observando. Yo la ignoro por completo. 

⎯ ¿Qué dices? ⎯ insiste Carol. 

Mía sigue en un llanto desgarrador ⎯. No lo sé. Mi hija está enferma y posiblemente tenga que cuidarla toda la noche ⎯ contesto con sinceridad, porque no es la primera vez que Mía se pone así. 

⎯ Vamos, un ratito nada más ⎯ me pide, con un tono de voz algo infantil ⎯. Te prometo que será una velada tranquila y corta. Y podrás regresar a tu casa con tu bella hija. 

Carol trata de acariciar las mejillas de Mía, pero mi hija se hace para atrás y se refugia sobre mi cuello. Yo la consuelo, acariciando su hermoso cabello rojizo, con mucho cariño. 

⎯ Estarás en tu casa antes de la media noche, ya sabes, como la cenicienta ⎯ insiste. 

Suspiro ⎯. Si Mía se siente mejor, te prometo que estaré ahí. 

Carol sonríe ⎯. Te espero a las ocho. Es algo sencillo, pero usa tu mejor traje ⎯ contesta, ignorando lo que le dije. 

⎯ Si es que Mía está mejor ⎯ recalco. 

⎯ Sí, sí, claro que sí ⎯ responde. Luego, toma mi barba y jala ligeramente mis vellos ⎯. Me gustó mucho verte, guapo. Me debes una.⎯ Me advierte ⎯. Hasta luego, hermosa ⎯ le dice a Mía, y después sale de la oficina, moviendo sus caderas de esa forma que me hipnotiza. 

Mi mirada queda fijada en su trasero, incapaz de apartarla de allí, y justo en el momento en que empiezo a deleitarme con el paisaje, aparece el rostro de Su frente a mí, interrumpiendo todo.

⎯ ¡Ay, Dios! ⎯ exclamo, desviando rápidamente la mirada hacia otro lado.

⎯ No involucre a Dios en esta conversación, porque con lo que acaba de presenciar, seguramente ya lo habría mandado a confesión ⎯ me responde, con un tono molesto.

⎯ ¿No te enseñaron a tocar las puertas? ⎯ pregunto, mientras me alejo de ella y camino hacia el perchero de la oficina para tomar mi saco. Mía ha dejado de llorar y ahora solo se refugia entre mis brazos. 

⎯ Y, ¿a usted a no andar manoseando? ⎯ responde. 

Suspiro ⎯. Su, tú limítate a hacer tu trabajo. 

⎯ Como si usted hiciera el suyo ⎯ contesta. 

⎯ Lo que viste no es lo que piensas ⎯ le digo, saliendo de la oficina. 

⎯ Pues yo pienso muchas cosas. Dígame cuál de todas no es ⎯ insiste. 

Ambos avanzamos por el corredor y alcanzamos el elevador. Las puertas se abren simultáneamente y entramos al mismo tiempo. Mía descansa plácidamente en mi regazo, su respiración entrecortada revela que tiene la nariz congestionada y que la alergia es bastante fuerte. 

Mientras bajamos al estacionamiento, Su se mantiene en silencio y juro que me inquieta más eso que cuando me habla con franqueza y de forma directa. Y, aunque sé que no me gustará lo que me va a decir, volteo a verla ⎯. Dímelo ⎯  le pido que me hable. Ella se mantiene en silencio ⎯. ¿Vas a hacer que te insista? 

Su me ve directo a los ojos ⎯. Solo le voy a decir una cosa. 

⎯ Dime ⎯  insisto. 

⎯ Confíe en su instinto, señor Caballero. Porque en este momento solo está pensando con la cabeza. 

⎯  Pues, eso está bien, ¿no? ⎯  pregunto. 

⎯  Hablo de su otra cabeza ⎯  y dirige su mirada hacia mi pantalón ⎯. Por cierto, trae el cierre abajo ⎯  índica, y cuando las puertas del elevador se abren, sale dejándome con Mía en los brazos. 

5 Responses

  1. por lo poco que se sabe hasta ahora de Carol, genera muchas dudas. Siento que no cuadra con él y la vida que lleva

  2. Genial me encanta Su y me encanta que lo esta tratando de salvar. Carol no me da buena espina hasta los momentos, pero como se cómo es Ana tal vez hasta me lleve una sorpresa con Carol más adelante

  3. No sé esa mujer no me cae, soy team Su.
    Además si vio a la niña mal, yo le huviera dicho ntp primero checa que tú niña esté bien, pero a huevo le importo más la cena.
    Manifiesto que la mesera que sintió algo Miguel aparezca ese siento que fue un sentimiento verdadero y no solo atracción sexual

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