Antonio
Casa de los de Marruecos – dos días después.
⎯Es que no lo entiendes padre, es urgente que esos papeles lleguen. Siento que las cosas se saldrán de control.⎯ Le ruego a mi padre, quien me mira con sus ojos cafés oscuros que le dan énfasis a su mirada penetrante.
Su despacho, como siempre, huele a una mezcla entre hierbas y medicina combinado con el olor a libros antiguos que yacen en los estantes. Su escritorio se encuentra lleno de documentos que son revisados minuciosamente por él, y la luz del día, alumbra la habitación.
Él suspira.⎯ Ya te dije que no puedo acelerar más las cosas. Los papeles llegarán cuando deben, tienes que guardar la calma.⎯ Me pide. Estoy tan harto de esa respuesta que lo único que me provoca es rabia.
⎯Ahora entiendo a mi hermana, Ana. Salir de esto es peor que salir de una secta.
⎯Debes tranquilizarte, Antonio. Sé que estás enamorado de Lila Canarias, pero también estás consciente de cómo se manejan las cosas en nuestra sociedad y cultura. Los papeles llegarán, yo los firmaré y se los llevaré personalmente a Karagiannis, ¿está claro? ⎯ me habla con una calma que me hace perder aún más la paciencia.
Doy un hondo suspiro, y me dejo caer sobre el sofá que se encuentra en la oficina. El retrato de la madre que jamás conocí, se encuentra frente a mí. Ella me sonríe, y es extraño que sienta calma, porque yo jamás la vi sonreír.
⎯Lo siento. Es que me muero porque la conozcas, por presentarla. Deseo que sus padres vengan a la casa y presentarlos por igual. Pedir su mano de la forma correcta. Estoy cansado de verla a escondidas, papá. No soy un criminal para esconderme; aunque últimamente me siento como uno.⎯ Y en ese instante viene a mi mente el altercado que tuve con ese tal Pablo⎯. Solo quiero hacer las cosas bien, y parece que las estoy haciendo mal.
⎯Lo sé, y te comprendo. Yo también alguna vez estuve enamorado de esa manera y créeme, hubiese estado igual de desesperado que tú. Afortunadamente, aprendía a amar a tu madre y todo salió bien para mí.
⎯Lo sé, me lo has repetido hasta el cansancio. A veces siento que tratas de convencerme de que no me case con Lila y mejor sigamos con la promesa de matrimonio que les hicimos a los Karagiannis ⎯ admito.
Mi padre asiente.⎯ No te miento, sería lo mejor para la familia. Para la seguridad de mi herencia y la vida de tus hermanas, para ti. Pero, yo te prometí que podías escoger a tu esposa si encontrabas una mujer que a ti te gustara y amaras, y lo voy a cumplir; únicamente ten paciencia.
⎯La tengo, papá, la tengo ⎯ contesto, aunque no me convenzo.
Mi padre se pone de pie. Al parecer, es momento de su medicina y de la siesta que debe tomar para bajar sus niveles de estrés.⎯ Los papeles llegarán, solo espera un poco más, te lo pido. Todo estará bien.
Él camina hacia la entrada, abre la puerta con una calma que hace que mi cuerpo reaccione de otra forma, y luego me deja solo en medio del lugar. Enojado, camino hacia las puertas de la terraza, las abro con fuerza y salgo al jardín de la casa.
El hermoso jardín hace contraste con mi horrible humor. En lugar de disfrutarlo, me desesperan los parterres de flores, las rosas de diferentes tonos que se asoman entre los arbustos. El ruido de la fuente central me desespera, al unirse al murmullo de las otras más pequeñas que adornan el lugar.
Con el humor que me cargo, decidido caminar por uno de los pasadizos que me llevarán a otra de las explanadas, donde se encuentra un pabellón de hierro forjado con enredaderas que ofrecen sombra. Me sorprendo al ver a mi hermana Ana, sentada en una de las sillas leyendo un libro, mientras juega con su cabello.
⎯¡Ana! ⎯ grito con alegría.
Ella baja el libro y al verme, sonríe. Me acerco deprisa y ambos nos unimos en un abrazo fraternal. Me da mucho gusto que ella esté aquí, al menos tengo a alguien con quien desahogarme y que sé que me comprende.
⎯¡No tienes idea el gusto que me da verte! ⎯ expreso ⎯, ¿qué haces aquí?
⎯Pues, ahora con lo que pasó con papá, decidí venir más seguido.
⎯¿Y mi anillo? ⎯ pregunto.
⎯Casi está listo. Solo me falta encontrar una pequeña pieza y podré dártelo pronto.
⎯Gracias. Al menos tengo una buena noticia de tu parte.
⎯¿Los papeles aún no llegan?⎯ inquiere.
⎯Que me preguntes tú, cuando sé que también los firmaste, hace que me dé miedo ⎯ respondo y ella sonríe.
Mi hermana acaricia mi mejilla con ternura.⎯ No te preocupes, es muy diferente. Sabes que los Karagiannis son de peligro y seguro tus papeles deben ser revisados con precisión para que no haya fugas. Llegarán.
⎯Es que me estoy desesperando. Me siento como un delincuente, y el miedo a que las Karagiannis se enteren antes de tiempo de que quiero romper el compromiso y casarme con otra, no me deja dormir. Además, ocultarle esto a Lila me está ocasionando problemas, recientemente en Nueva York. ¿Averiguaste lo que te pedí?
⎯Fui a casa de las Karagginis, no tienen ni idea de que Lila es la mujer de la que estás enamorado. Incluso, Cassandra la llama Mena Caballero, y así la conocen. Estás a salvo.
⎯Segura. Saqué el tema de mil maneras y ellas no tienen idea de que ella es la mujer. No saben que Lila Canarias es la mujer de la que estás enamorado. Te lo juro.
Suspiro, al menos sé que por esa parte estoy seguro, ahora, por parte de ese tal Pablo, no estoy tan seguro. Él está enamorado de ella, ¿qué tal que va y le comenta algo?. De nuevo el miedo regresa a mí.
⎯Odio esto, ¿sabes?, tantos secretos, esconder tantas cosas, ¿por qué la familia es así?
⎯No lo sé, hermano. A veces las tradiciones nos traen más temor que amor. Por eso debemos tenerles miedo y respetarlas.
Asiento con la cabeza. En los bonitos ojos de mi hermana, verdes como los míos, puedo ver reflejada su tristeza.⎯ Después de que él se quitó la vida, ¿te arrepentiste de haber firmado esos papeles?
Mi hermana baja la mirada. Le duele tanto hablar de su amor, de ese que cayó en una enorme depresión y se quitó la vida. Ana se quedó sola, en un mundo que no conocía y sin nada. Mis hermanas usaron ese ejemplo para justificar su rebeldía y de paso, como amenaza de lo que sucede cuando vas en contra de las reglas.
⎯No. La depresión de él ya era algo que sucedería. Todos los días agradezco a Dios por haberme dado la fuerza para renunciar y poder amarlo, por poco tiempo, pero amarlo en libertad.
Las palabras de mi hermana me llegan, «amarlo, por poco tiempo, pero amarlo en libertad». ¿Podré Yo amar a Lila de esa manera, en libertad?
Abrazo a mi hermana con fuerza.⎯ Si logras zafarte de esto, Antonio, vete lejos de aquí.⎯ Me recomienda⎯. Vete lejos y no mires atrás. Ámala con locura y con a pasión que no nos enseñan en esta casa. Ten hijos, muchos, y disfruta de cada instante con ella, ¿me lo prometes?
⎯Te lo prometo ⎯ contesto, en un murmullo.
⎯Ámala como yo hubiese querido amarlo a él.
⎯Lo haré.
Por un momento nos quedamos así, abrazados, como si estuviésemos consolándonos. Ana y yo siempre hemos sido tan diferentes, que a veces, sentimos que nadamos contra la corriente.
⎯Lila Canarias será muy feliz contigo, yo lo sé.
⎯Y yo seré eternamente feliz con ella. Solo quiero que lleguen esos estúpidos papeles para poder poner fin a esto. Aunque hoy me sienta culpable.
Mi hermana Ana se separa y viéndome a los ojos, sonríe.⎯ Para la familia, tu familia, ya cumpliste con tu parte del trato, ¿entiendes?. Si papá te está dando la libertad es porque hiciste todo bien, no tienes por qué sentirte culpable.
⎯Lo sé, pero, aun así, me siento fatal, con ella. No sabe nada del asunto. Nada.
⎯Y, ¿planeas decírselo cuando estés libre? ⎯ inquiere.
Suspiro.⎯ No lo sé, ¿debería? Lila no tiene la culpa de nada de esto y quisiera que estuviese en paz, como lo está ahora.
⎯O, tal vez deberías decírselo para que vea todo lo que hiciste por ella. Quedarías como héroe.
⎯O, como un mentiroso. Tal vez ella pueda pensar que la engañé.
⎯Si se lo explicas bien, puede que entienda que las familias son diferentes.⎯ Suspira ⎯. Uno hace muchas cosas por su familia, y luego, te pagan con la peor de las monedas. Tal vez Lila no te pague tan mal.
Sonrío.⎯ Tal vez.
⎯Solo recuerda una cosa, hermano. Si ves que lo que vas a hacer hiere a tu familia, piénsalo dos veces antes de actuar, ¿sí?
⎯¿Es una amenaza?⎯ inquiero.
⎯No, es solo un consejo de hermana mayor ⎯ responde. ⎯¿Cuándo la volverás a ver?
⎯Mañana. Todos los martes nos vemos en su taller. Es nuestro lugar seguro.
⎯Extraño esa seguridad ⎯ murmura, y puedo ver cómo sus ojos se llenan de lágrimas. Yo la abrazo con fuerza.
Espero yo nunca extrañar el mío…
***
Martes
Bajo con un poco de miedo de la camioneta. Han pasado ya tres días desde la última vez que vi a Lila, pero, también, de lo que pasó con el tal Pablo.
Tengo entendido que él es muy buen amigo de la familia, y que es muy unido a ellos. También, que está enamorado de Lila, y que podría usar la información de Nueva York para ponerla en mi contra y así ganar un poco de ventaja.
Desde que me enfrenté a él, le he rogado a Dios que no le diga nada, que en verdad me dé el tiempo de hacer todo y poder explicarle sin que haya confusiones o malos entendidos. Jamás le había rezado tanto, y espero que me esté escuchando.
⎯Ya sabes qué hacer ⎯ le digo a mi chofer, y él asiente.
A él, lo he sobornado con tanto dinero que podrá enviar a sus tres hijos a la universidad, comprarse una casa enorme e incluso, comprarse un yate. Es la única persona que sabe quién es Lila y dónde la veo. Además de que está amenazado de muchas formas en caso de que diga algo. Yo no soy así, pero por Lila, lo haré.
Como siempre, saludo a la persona que cuida en el recibidor, para después, subir con nervios al elevador. ¿Cómo estará ella?, ¿Pablo le habrá dicho algo?, ¿será que hoy Lila se entera de todo?
⎯Basta, Antonio. ⎯ Trato de tranquilizarme, aunque en verdad me regaño ⎯. Todo va a salir bien, todo estará bien.
Las puertas del elevador se abren, y una alegra música me da la bienvenida. Entre más avanzo, más me percato que viene del taller de Lila. Me tranquilizo. Una persona que esté escuchando ese tipo de música es una señal de que todo está bien, de que está feliz y que no ha pasado nada.
Acelero mis pasos para poder llegar a la puerta y tocar. Al hacerlo, momentos después, Lila abre la puerta feliz y con una sonrisa. Al verme, se lanza hacia mi cuerpo y me da un beso sobre los labios. Sonrío sobre ellos.
⎯¿Qué pasa? ⎯ inquiero, bastante tranquilo y muy feliz.
⎯Pasa que estoy feliz. Los vestidos del terror de Cassandra están listos, solo con pequeños detalles, y el viernes que lleguen mis padres hablaré con ellos para informarles sobre ti y que los quieres conocer. Ya no tendré que vivir esto a solas.
Sus palabras me alegran, pero, a la vez, me entristecen, sobre todo la parte de «ya no tendré que vivir esto a solas», porque no tendría que hacerlo.
⎯¿Todo bien?⎯ pregunta. Supongo que mi rostro cambió tanto que se noto.
⎯Todo perfecto ⎯ respondo.
⎯¿Bailas conmigo?
Lila cambia la música a una con un ritmo más lento y romántico. Coloco mi mano sobre su cintura y ella se recarga sobre mi pecho, mientras ambos nos movemos al ritmo de la música.
Cierro los ojos, escuchando la melodía y disfrutando del momento, de estos pequeños ratos de libertad que tengo junto a ella, y que me permiten enamorarla cada día más.
⎯Cuando nos casemos, nos iremos de luna de miel a México, a Puerto Vallarta. Nos quedaremos en la casa donde crecí.
⎯Me parece perfecto.
⎯Después, regresaremos para ser felices. E ir a los sábados de waffles con mi familia.
⎯Y te compraré dos casas, una aquí y una cerca del mar, como lo deseas. Serán grandes, con jardines y balcones para poder ver las puestas del sol, tal como lo hacemos aquí.
⎯Yo te haré café y tú…
⎯Yo te despertaré a besos.⎯ Agrego.
Lila levanta el rostro y sonríe.⎯ Aunque, te confieso que podríamos vivir en cuatro paredes y un colchón y yo sería feliz. Mientras sea contigo. No me importa.
⎯Lo sé, pero, serán mucho mejor que cuatro paredes, te lo prometo ⎯ contesto.
Lila me besa sobre los labios, para después refugiarse sobre mi pecho. Mi corazón late tranquilo, mi mente está estable. Me siento protegido y feliz, estoy con ella y con nadie más. Entonces, en ese momento comprendí, que mi lugar seguro era entre sus brazos, y no en estas cuatro paredes que cada martes, esconden nuestro amor. Donde Lila me abrace, ahí es mi lugar seguro.
Ahora entiendo las palabras de mi hermana Ana.
No sé, pero se me hace que el papá no está ayudando…