Lila
Huir así, nunca me pasó por la mente, pero hoy, es lo único que deseo. Antes de tomar esta decisión vague por las calles de Madrid, para después subirme al metro y recorrer la ciudad de punta a punta sentada en uno de los vagones. Finalmente, pensé que era lo mejor, que el plan que tenía era mi única opción y me dirigí al aeropuerto sin mirar atrás.
Esperar un avión fue difícil, sobre todos sabiendo que mi familia no estaba informada y que, pronto, comenzarían a buscarme como locos. Miré la hora millones de veces, calculando cuando mis padres comenzarían a preguntarse donde estaba y después, empezarían a llamar a mis hermanos.
Aun así, lo abordé. Con el corazón destrozado y hecho pedazos. Fingiendo una sonrisa con los sobrecargos, pensando en la traición de Antonio y mi estupidez. Me senté en el avión, abrazando mi bolsa y jugando con el anillo colgado en la sobre mi cuello.
«Nuestro amor es como el sol y la luna, siempre presentes, aunque a veces no se vean», recuerdo, y siento una tristeza que me embarga por dentro. Tal vez, nuestro amor sí fue como el sol y la luna porque, por más que ambos vivan en el cielo, no están destinados a coincidir.
⏤Te confié, Antonio, puse mi fe en ti. Te defendí ante mi familia y me has traicionado. Mis sueños y anhelos los compartí contigo, y lo convertiste en burla. Ahora me siento como una ingenua, creyendo en la sinceridad de nuestro amor.
Quiero maldecirte, siento la necesidad. Aunque en lo más profundo de mí, todavía importas, aún anhelo mirarte y demandar una explicación. Perderme en tus ojos esmeralda y sentir cómo el mundo se desvanece.
Las puertas del avión se cierran con un susurro, mientras la aeronave inicia su movimiento y pronto nos elevamos hacia las nubes. Cierro los ojos y me rindo a la sensación que la velocidad trae consigo. Aprieto mi bolsa, la única compañía que he traído, y luchando contra las lágrimas, intento mantener la compostura.
En esta altitud, me siento protegida, como si por once horas nadie pudiera alcanzarme ni perturbarme. Aquí, en lo alto, tengo el espacio para pensar en lo que viene, en cómo debo enfrentarlo. En esta altitud, soy solo un pasajero más, no la mujer que ha sido traicionada por el hombre de sus sueños.
***
México- Ciudad de México
No dormí nada en el vuelo de once horas, aunque para ser honesta, ni siquiera lo intenté. Baje del avión con un dolor de cabeza infernal, muerta de sed y con el cuerpo adolorido. Solo quería llegar a mi destino, ducharme con agua ardiendo y luego tirarme a dormir a la cama. Sin embargo, el vuelo había aterrizado a las diez de la noche y yo no tenía ropa ni artículos de aseo, así que, posiblemente, hasta mañana podría cumplir mi deseo.
⏤No olvides comprar un móvil, Lila ⏤ me dije a mí misma, mientras esperaba el taxi que me llevaría a mi destino, ya que no me atreví a tomar el metro desde el aeropuerto al centro de la ciudad.
Quizá no tenía un plan claro para mi vida después de Antonio, pero tenía una certeza inquebrantable en cuanto a dónde quería estar, lo que me había impulsado a recorrer cientos de kilómetros: el piso colorido. El mismo que había sido el refugio de mi abuela, y que ahora sería el mío.
Allí, tendría el espacio para llorar a mi antojo, lanzar maldiciones al viento, rememorar y reflexionar. Ese rincón mágico donde la historia de amor de mis abuelos había florecido sería mi santuario, mi guarida, mi fortaleza.
Lejos de él, en mi escondite secreto, hallaría las respuestas a mis dilemas y me distanciaría de su traición. Planeaba habitar allí, hasta que mi acento se volviera a moldear, hasta que mis raíces crecieran profundas, hasta que sus besos y promesas se volvieran borrosos recuerdos. Hasta que emergiera una nueva Lila, y yo pudiera enfrentar todo con determinación.
Así me subo al taxi, y el recorrido por la ciudad donde no crecí, pero, donde vine tantas veces que me enamoró. El taxi avanzaba a través de las calles de la ciudad de México, sumida en la oscuridad de la noche. El ruido constante del motor y el suave zumbido de las luces de la ciudad crean un ambiente íntimo y un tanto misterioso en el interior del vehículo.
El conductor, concentrado en el tráfico, maniobra hábilmente entre los autos mientras las luces de neón y los letreros luminosos de los establecimientos destellan en el exterior. Las avenidas adornadas con una serie interminable de luces de farolas, arrojan destellos dorados en las aceras y delineando las formas de los edificios que se alzaban a ambos lados.
A medida que el taxi avanza, las vistas cambian gradualmente. Dejando atrás el bullicio del aeropuerto, las calles comienzan a poblarse de edificios más altos y estructuras arquitectónicas diversas. Los rascacielos se alzan hacia el cielo nocturno, iluminados por brillantes luces que los convierte en majestuosos centinelas de la ciudad. El horizonte se compone de una fusión de siluetas y colores, reflejando la diversidad y la vitalidad de la metrópolis.
Con el paso del tiempo, el tráfico se vuelve más denso y el movimiento de la ciudad empieza a palpitar con más fuerza. Los restaurantes y bares a lo largo del camino emiten un resplandor acogedor, invitando a las personas a sumergirse en la vida nocturna de la ciudad.
Finalmente, el taxi se adentra en el corazón del centro de la ciudad, donde los edificios históricos y las plazas emblemáticas cobraban vida bajo la iluminación nocturna. La majestuosidad de la Catedral Metropolitana y el Palacio de Bellas Artes es aún más impresionante bajo el manto oscuro del cielo. Las plazas están adornadas con esculturas y fuentes iluminadas, mientras que los sonidos de la música y la conversación flota en el aire.
Mis ojos, en todo el viaje, no se despegaron de la ventana. A pesar de que estoy cansada y con el cuerpo adolorido, me dan ganas de caminar por el zócalo, por lo que le pido al taxi que me deje en una de las calles aledañas.
En México, sobre todo en el centro, las primaveras son preciosas. El aire pega fresco, y no hay rastro de lluvias en el cielo. Por la mañana sé que el sol saldrá majestuoso en el cielo, y yo saldré al techo para sentirlo sobre mi rostro y absorber la buena energía. La tristeza se me va por un segundo, mientras camino por la explanada, observando el Palacio de Gobierno iluminado con luces, mostrando sus hermosos balcones.
Poco a poco camino hacia las calles pequeñas que me llevarán a mi lugar favorito. Mientras camino comienzo a hacer planes para mi estancia aquí: quiero churros y agua de horchata. Quiero ir a caminar por la alameda, me encantaría escaparme a Cuernavaca, quiero regresar a Vallarta. Tal vez nunca debíamos haber salido de ahí.
Por fin, con los pies cansados, llego a las puertas del edificio donde se encuentra el piso colorido. Sonrío al ver la placa del exterior, una que mi padre puso en honor a mis abuelos cuando fallecieron: edificio De Con Caballero.
Como no tengo llave, toco el timbre de la casa del administrador y enseguida, Maggie sale y con una sonrisa me recibe. ⏤¿Diga?
⏤Buenas noches. Mi nombre es Lila Canarias, soy…
⏤¡La hija de David! ⏤ expresa. Su sonrisa sincera hace que me sienta como en casa ⏤. Tenía tanto que no te veía, te conocí chiquita, ¿recuerdas?
⏤Sí, claro que sí, Maggie ⏤ respondo, y ella me da un abrazo.
Luego, baja las escaleras de la entrada y se fija a ambos lados.⏤¿No vinieron tus padres?
⏤No, no… vine sola.
⏤¿De verdad?
⏤Sí, es un viaje en solitario. Vengo a quedarme en el piso colorido.
⏤¡Ah!, ya veo… ⏤ expresa ⏤. Yo sé de esos viajes solitarios, pero, tú eres buena chica ⏤ responde. No entiendo, o tal vez estoy tan casada que mi mente ya no da para más, así que simplemente sonrío ⏤. Sube, ya sabes dónde está, ¿no es cierto?
⏤Sí claro, ¿crees que podrías darme una copia de la llave?
⏤Sí, por supuesto.
Ambas entramos al edificio. De pronto, los recuerdos regresan a mí. Las largas escaleras de azulejo blanco me dan la bienvenida. Las paredes forradas con cerámica llena de patrones, destellan ante mis ojos, y ese olor a fresco se convierte en el aroma de la libertad.
⏤Toma.
⏤Gracias Maggie.⏤ Le agradezco.
⏤De nada, siempre es un placer tener a un Canarias en este edificio. Descansa, porque se nota que vienes cansada.
⏤Lo estoy y mucho ⏤ murmuro.
Maggie regresa a su departamento. Veo de reojo que su marido está sentado sobre el sofá viendo la televisión. Un aroma a frijoles cociéndose llega a mí y, en seguida, me trae recuerdos de mi infancia en Puerto Vallarta, cuando mi abuela cocía los frijoles en la olla exprés, esa que me causaba tanto miedo.
Cuando la puerta se cierra, comienzo a subir las escaleras a paso lento pero con emoción. Es algo cansado subir hasta el último nivel, pero, sé que vale la pena. Mientras lo hago, noto que mi padre ha mandado a arreglar el edificio y que ahora todo se encuentra mucho mejor. Las puertas tienen una reja de protección, iluminó las escaleras y cumplió con todas las normas de protección civil.
Con paso decidido, alcanzo finalmente la puerta del piso colorido. Una amalgama de nostalgia y emoción se apodera de mis sentidos. He llegado, aquí estoy, en el umbral de mi refugio. Al abrir esa puerta, puedo vislumbrar una sensación de protección que se entremezcla con la promesa de amor y felicidad.
Es como si en este espacio, la serenidad encontrara su morada. Aquí, entre estas paredes, tengo la certeza de que encontraré mi camino de nuevo. Aquí, soy libre para llorar, para sentir, para hundirme. Aquí estoy lejos de él.
Abro la puerta y, para mi sorpresa, veo que todo el piso está iluminado, la puerta para subir al jardín del techo está abierta de par en par. Un aroma a comida se escapa de la cocina, provocando que mi estómago emita un sonido de hambre.
⏤¿Hola? ⏤ pregunto en voz alta, esperando alguna respuesta. Olvidé que luego este departamento se renta para Airbnb y que posiblemente alguien lo esté ocupando. Aunque Maggie me lo hubiese dicho ⏤. ¿Hay alguien aquí?
⏤¿Lila? ⏤ Escucho mi nombre, y, al voltear, veo a Pablo saliendo de la habitación, vestido con unos pantalones deportivos color negro y con una camiseta de color blanco.
⏤¿Pablo? ⏤ pregunto, como si quisiera asegurarme que es él y no un espejismo.
⏤¿Qué haces aquí? ⏤ me dice, con los ojos abiertos de parar en par, ese semblante que me hace sonreír.
Dejo caer mi bolsa sobre el suelo y sin dudarlo, corro hacia él para aferrarme a sus brazos y hundir mi rostro en su pecho. Él me rodea con sus brazos y me aprieta fuerte, haciéndome sentir… segura.
El desamor y el destino me guiaron hasta este encuentro, cambiando mi vida para siempre. Sin embargo, ahora comprendo que la única constante en mi vida, siempre ha sido él, y si el destino me lo pone de regreso, debe ser por una razón.
⏤No me sueltes ⏤ le pido ⏤. Te pido que no lo hagas.⏤ Y después de esa petición, me quiebro por completo y lloro hasta que mi pecho no puede más.
Es emocionante leer esta historia a ciegas (sin spoilers) porque no sé quien es el destino de Alegra, si es Antonio o Pablo…
Hijole, creo que por muy padre que.sea el amor con Antonio el mejor es Pablo