Antonio
La noche de su matrimonio.
Las horas de este día se han estirado hasta parecer eternas, avanzando con lentitud y careciendo de propósito. Desde que me desperté a las siete de la mañana para iniciar este día de boda, han transcurrido casi catorce horas en las que el sueño se ha mantenido esquivo. Me siento exhausto, pero comprendo que si intento acostarme en este momento, el sueño no vendrá fácilmente.
Thea y yo nos casamos hoy al mediodía en una humilde iglesia de mi ciudad natal. Aunque no hubo una multitud de invitados, la concurrencia superó mis expectativas. De mi lado, solo estuvieron presentes mis hermanas, mientras que en representación de Thea, asistió su extensa familia. Ellos no podían contener su asombro ante la idea de que la hija bastarda de los Karagiannis se casara antes que Cassandra.
A pesar de las miradas, no me importó. Si tenía que casarme por obligación insistiría en hacerlo a mi manera y no dejarme llevar por lo que ellos quisiesen. Sé que para Karagiannis el hecho de haberme casado con Thea no le agradó. Sin embargo, él sabe que puede encontrar una solución, y que, al final, lo que importaba era estar emparentado conmigo, no importase quién fuese la “afortunada”.
Thea recibió de mi parte un anillo sencillo de compromiso, diez días antes de que la boda se llevase a cabo. Este no es como el que planee para Lila, el cual lo tengo guardado en la caja fuerte, si no uno que le compré en una joyería local. Simplemente, me gustó y se lo compré.
El anillo que lleva Thea en su dedo, es elegante y antiguo, con una perla como pieza central de todo. La banda es de oro blanco antiguo y, al rededor de la perla, tiene un delicado halo de diamantes pequeños. Ahora, a ese anillo, lo acompaña una argolla de matrimonio a combinación y yo traigo una similar en mi dedo.
En cuánto Thea y yo nos dijimos el sí acepto y firmamos los papeles que nos unían como marido y mujer, regresamos a mi casa para cambiarnos y hacer maletas. Los Karagiannis insistían en qué hiciéramos un brindis como familia, pero, yo me negué. Sin embargo, ahora que lo pienso, tal vez debí preguntarle a Thea si ella deseaba hacerlo.
Después de que todo estuvo listo, mi nueva esposa y yo nos embarcamos en esta nueva aventura. Salimos de mi casa y nos subimos al avión con destino a Madrid. Aunque no nos sentamos cerca, el silencio entre nosotros no era incómodo. Thea se quedó dormida, recostada sobre la ventanilla, mientras yo jugaba con el anillo de compromiso que le había dado a Lila, sumido en pensamientos profundos.
«¿Dónde estaba Lila?, ¿qué había pasado con ella?, ¿tendría la oportunidad de verla y poder explicarle todo? Si tan solo ella supiera que ni siquiera yo sé qué pasó».
Finalmente llegamos a Madrid. Veo cómo Thea despierta con el anuncio del piloto. Se arregla el cabello y el bonito vestido que se ha puesto para viajar. Me ve y me regala una sonrisa, para después ver por la ventana y estar presente en cada fase del aterrizaje. Al parecer, es su primera vez en Madrid, y está emocionada de estar aquí.
Después de que el avión aterriza, ambos bajamos y nos subimos a la camioneta. Ella se siente a mi lado, de nuevo un poco lejos, pero, esta vez porque quiere ver por la ventana. En cambio, yo le doy instrucciones al chofer, y me dedico a estar en silencio, con la mirada perdida en el asiento.
⎯Yo nunca he estado en Madrid, ¿sabes? ⎯ habla, sacándome del trance en el que me encuentro inmerso.
Volteo a verla. La luz de la luna llena alumbra su perfil. Noto como el anillo de bodas brilla en su dedo, y con ese cabello largo y rizado, por un momento, me imagino que es Lila y que me he casado con ella.
⎯Bueno, pues ahora vives aquí ⎯ respondo con simpleza.
⎯Y no lo puedo creer, de verdad muchas gracias por…
Entonces le hago la señal de que no diga nada hasta que estemos solos. El chofer de ahora es de los Karagiannis, y no quisiera que le dijera algo.
Thea suspira.
⎯Qué bueno que viviremos aquí.⎯ Resume, para regresar su mirada hacia la ventana.
El auto continúa por la periferia de la ciudad. Los Karagiannis han decidido que Thea y yo vivamos en una casa a las afueras, la cual debe ofrecer el espacio y las comodidades dignas de una mujer de su linaje. Por lo tanto, el piso en la ciudad no cumplía con los requisitos necesarios.
Personalmente, acepto con agrado la idea de vivir en otro lugar distinto al piso que había planeado con mi padre. Aquel lugar estaba destinado a ser el hogar de Lila y yo, y en mi mente, ya había construido sueños en cada rincón de esas cuatro paredes. Ahora, siento que es más apropiado respetar los recuerdos y dejar morir de poco los planes soñados.
⎯Llegamos, señores de Marruecos ⎯ habla el chofer, provocando que tanto Thea como yo salgamos de nuestros pensamientos.
Ella abre la ventana, y un delicioso aroma a bosque fresco entra a la parte de atrás del auto para deleitarnos.
⎯Mira, es en verdad enorme ⎯ me comenta, emocionada.
La casa o más bien, mansión está situada en una colina, donde se puede ver una vista panorámica impresionante de la ciudad de Madrid. Al acercarnos más, noto que está construida en una mezcla perfecta entre la arquitectura española y el estilo marroquí.
El auto se detiene, y Thea, sin esperar al chofer, se baja corriendo porque está ansiosa de ver el exterior. Me bajo unos segundos después, y la veo corriendo por el amplio jardín de enfrente, que contiene palmeras, arbustos de flores y una enorme fuente de agua que nos da la bienvenida.
⎯¡Mira esto, Antonio!, ¿no es hermosa? ⎯ expresa emocionada.
Me quedo en silencio, viendo cómo Thea se comporta como una niña pequeña, mientras corre descalza por todo el lugar. Yo trato de sentir una pizca de emoción, pero no lo logro. Este no era mi matrimonio ideal y mucho menos la novia, es a que yo deseo.
De pronto, en la puerta de la casa, adornada con un arco morisco y con una puerta de madera tallada a mano con unos diseños que no distingo bien debido a la luz. Una mujer de cabello trenzado y uniforme, se parece bajo el umbral, seguida de otros dos hombres que, enseguida, bajan y toman las maletas.
⎯Señores de Marruecos, mi nombre es Dehlia, yo seré su ama de llaves.
⎯Hola Dehlia, yo soy Thea.⎯ Se presenta ella tomándome por sorpresa.
⎯Lo sé, señorita Karagiannis.
⎯Señora de Marruecos.⎯ Corrige. Y el escuchar esa frase, hace que la tristeza pegue más fuerte. No puedo creer que esté casado ⎯. Él es mi esposo, Antonio de Marruecos.⎯ Me presenta.
⎯Lo sé, y los estamos esperando. Pasen.
La voz tranquila de la mujer hace que todo esto sea bastante surreal. En primera, no entiendo cómo es que Thea está tan emocionada de estar aquí, si sabe que este matrimonio no es por amor. En segunda, aún no puedo entender cómo me metí en esta situación. Se supone que yo debería estar con Lila entre sus brazos, planeando nuestro futuro después de haberle pedido matrimonio.
Entro a la casa siguiendo a Dehlia y me impacto de lo grande y majestuosa que es. Noto que tiene varios niveles que poseen balcones decorados con rejas de hierro y que están forjados de azulejos de cerámica de colores vibrantes.
El vestíbulo es en verdad impresionante, con un techo abovedado y detalles arquitectónicos marroquíes en las paredes y los techos. Los pisos son de baldosas de cerámica con patrones geométricos que se extienden por toda la casa. Los muebles y la decoración interior están cuidadosamente seleccionados para reflejar la influencia marroquí, con colores cálidos y textiles exquisitos.
Las salas de estar son amplias y cuentan con cómodos sofás y cojines decorativos con estampados marroquíes. El comedor está bellamente iluminado con una lámpara de araña de estilo marroquí y una gran mesa de madera.
La cocina es espaciosa y está equipada con electrodomésticos modernos de alta gama. Los azulejos de cerámica en las paredes y los patrones en las encimeras le dan un toque marroquí auténtico.
Subimos al nivel de los dormitorios y noto que estos son elegantes y acogedores, con muebles de madera oscura y ropa de cama lujosa. Cada dormitorio tiene su propio balcón privado con vistas a la ciudad.
⎯También la casa cuenta con una piscina, una terraza cubierta y un jardín amplio. Se encuentran escondidos varios espacios con fuentes, por si gustan salir a leer o a relajarse.⎯ Finaliza Dehlia, para después acercarse a nosotros. ⎯¿Cenarán los señores?
⎯Sí.
⎯No.
Respondo, anulando sin querer la afirmación de Thea.
⎯Lo siento, es que yo me muero de hambre, Antonio. No comimos nada en tu casa con tal de salir antes y, llevo sin probar bocado desde las ocho de la mañana ⎯ me explica.
Ahora me siento terriblemente culpable al no considerarla en ninguna de las decisiones que se han tomado hoy, así que asiento con la cabeza.
⎯Si tú quieres cenar, adelante. Yo te acompañaré.
⎯Puedo enviar la cena a su habitación, así podrán descansar tan solo terminen. Pueden dejar la bandeja en la mesa de afuera de su habitación y yo lo recogeré más tarde.
⎯Gracias, lo haremos.⎯ Asiente Thea, para después seguir a Dehlia a nuestra habitación.
Ambos entramos en silencio y noto que nuestras maletas ya están ahí. Thea, tan solo cierro la puerta, se deja caer sobre la cama y se estira con fuerza, quitándose el cansancio para, por lo menos, poder cenar.
⎯Estoy exhausta, ¿tú no? ⎯ inquiere.
Asiento con la cabeza, pero, no le dirijo la palabra. En estos instantes mi humor no es el óptimo y ella se comporta una niña pequeña. No es una imagen que hubiese imaginado para mi primera noche de casado.
Thea se levanta, y se sienta sobre la cama ⎯¿Vas a estar así?, ¿sin hablarme? ⎯ inquiere.
⎯Lo siento, es que no estoy de humor.
⎯Y, ¿nunca estarás de humor?
⎯No, tal vez no ⎯ respondo.
Thea suspira. Acto seguido se pone de pie y camina hacia dónde estoy ⎯¿Ahora sí podemos hablar?
⎯¿Qué es lo que tenemos que hablar? Ya comentamos todo.
⎯De nuestra alianza ⎯ me interrumpe. Thea, toma mis manos y sin que yo pueda evitarlo, las besa repetidas veces.
⎯Basta, Thea ⎯ le pido.
⎯No sabes lo agradecida que estoy contigo, Antonio. De verdad me faltará vida para poder hacerlo.⎯ Y ella, suelta el llanto y yo simplemente no sé cómo consolarla. Sé que quiero y que lo necesita, así que la abrazo levemente, pero ella me acerca más a su cuerpo ⎯. Gracias por alejarme de esa familia, por quitarle a mi padre la posibilidad de que me casara con ese viejo horrible y maltratador. Gracias, gracias, gracias.
Thea continúa agradeciéndome, mientras me abraza con fuerza, y coloca su cabeza sobre mi pecho. Me siento raro, porque en realidad no soy un héroe, solo la escogí a ella porque siempre me agradó y porque creo que cualquier mujer es mejor esposa que Atenea Karagiannis. Pero, principalmente, porque sabía que Thea me necesitaba a mí tanto como yo a ella, por lo que formamos una alianza. Ella se casaba conmigo para y yo le daba la libertad que ella deseaba desde hace mucho.
⎯Te lo pido, Thea, deja de llorar ⎯ le hablo en un tono bajo.
⎯Lo siento, de verdad, lo siento. Pero, ¿qué no ves? Estoy aquí, contigo, en esta hermosa casa y a kilómetros de ellos. ¿Cómo no puedo sentirme emocionada y agradecida?⎯ inquiere.
Comprendo tu perspectiva, realmente lo hago. Sin embargo, no puedo sentirme tan emocionado como ella cuando lo que ella considera libertad, para mí se siente como una prisión, por lo que no puedes esperar entusiasmo de mi parte.
Ella, se separa de mí y me ve directamente a los ojos. Con su mano acaricia levemente mi rostro.
⎯Sé que estás triste, por lo que pasó. También sé que no soy la mujer que esperabas que durmiese a tu lado, o la que vieras todos los días. Sin embargo, creo que podemos al menos tratarnos con respeto y ser amigos, ¿no crees?
Asiento con la cabeza. No me queda de otra, esa es mi vida y sé que tengo que llevarla lo mejor posible.
⎯Además, sabes que esto se puede terminar pronto.⎯ Me recuerda.
⎯Lo sé.
⎯Si le damos un nieto a Karagiannis, habremos cumplido con mi parte de la alianza. Podrás divorciarte de mí, no habrá consecuencias por parte de ninguna familia y serás libre para buscar a Lila, ¿qué no?
Thea, al describir nuestra alianza de esa manera, me hace sentir incómodo. Cuando le pedí que aceptara ser mi esposa, ella me planteó la condición de que yo le diera un hijo para satisfacer los deseos de su padre. Ella prometió que luego me concedería el divorcio, y yo podría ser libre sin perder nada.
Sin embargo, así como su libertad se convertiría en mi prisión, la mía sería para ella el vivir el resto de su vida marcada por su familia y, sobre todo, criar a un hijo mío bajo el influjo de los Karagiannis. No estoy seguro de si puedo permitirlo.
⎯Creo que es muy pronto para hablar de divorcio, Thea.⎯ Le comunico.
⎯Lo sé. Solo pensé que si te lo recordaba, te pondrías alegre. Digo, soy joven y si yacemos puede que quede encinta más rápido de lo planeado. Tal vez, dentro de un año, ya estés divorciado.
No estoy seguro si la propuesta de Thea me provoca ansiedad o ternura. La ansiedad, porque concebir un hijo implica la intimidad física, y en mi caso, quiero preservar los últimos recuerdos de los besos de Lila en mi piel. Además, Thea es virgen, y no deseo que esta experiencia sea incómoda para ella.
La ternura, porque evidencia su deseo sincero de ayudarme. Puede ser por gratitud o por comprender que este matrimonio podría disolverse rápidamente bajo estos términos. Quizás tenga que ver con el hecho de que le he dejado claro que nuestro matrimonio es ficticio, que no debe albergar ilusiones, y que se trata solo de una alianza.
«Ahora me doy cuenta de que me convertí en la persona de la que tanto hui», pienso.
Suspiro profundo, tan profundo que los pulmones me duelen, o tal vez es mi cuerpo cansado.
⎯Thea, mejor cenemos, ¿te parece? Ya estoy muy cansado y quisiera dormir.
⎯Sí, le pediré a Dehlia que nos suba la cena en este momento ⎯ responde.
Así, Thea se aleja y da la orden de que nos suban de cenar. Momentos después, los platillos llegan y ella se sienta en la mesa para disfrutar de los alimentos. Yo solo la veo comer, pero me tomo una copa de vino a sorbos, con la esperanza de que sea lo que necesito para conciliar el sueño.
Thea solo como, no me platica. No sé si es porque no tiene nada que platicar o sabe que tener familiaridad conmigo, no es algo que se pueda lograr. Cuando termina, deja la charola afuera de la habitación y cierra la puerta.
⎯Dormiré en el sofá.⎯ Me indica.
⎯¿Cómo?
⎯Sí. El sofá es pequeño y yo quepo muy bien. Tú puedes dormir sobre la cama.
⎯Thea.⎯ Doy un suspiro ⎯. Sabes que si Dehlia lo ve le informará a tu padre, incluso, esa fue la razón por la que te regaló esta casa, para tenernos vigilados. Ven a la cama a mi lado, te prometo que no te haré nada.
Ella asiente con la cabeza. Se nota bastante nerviosa y no la culpo, Thea no tiene muchas experiencias en la vida y saber que ahora tiene que dormir con un desconocido, le causa desconfianza.
Entonces, Thea entra en el baño de la habitación y yo aprovecho para quitarme el traje de novio y ponerme una pijama improvisada de playera y bóxer para, después, recostarme sobre la cama y tratar de dormir. Momentos después, la puerta del baño se abre, y Thea sale cubierta por un bonito albornoz de color blanco, con su cabello rizado, trenzado, y el rostro limpio de maquillaje.
Cubriéndose el pecho con el albornoz, Thea viene hacia la cama y se recuesta a mi lado en silencio y con mucho cuidado, tratando de que nuestros cuerpos no se toquen y queden separados.
⎯Buenas noches ⎯ murmura, para luego voltearse y darme la espalda.
⎯Buenas noches ⎯ respondo. Ella apaga su Luz, yo apago la mía y la oscuridad y el silencio se apoderan del lugar.
Yo tomo el anillo que cuelga sobre mi cuello y lo beso, como lo hago todas las noches desde que le di el anillo gemelo a Lila.
«Tal vez en una vida paralela, seamos tú y yo los que estemos recostados en esta habitación, y no separados por esto que sucedió», pienso.
⎯Te extraño ⎯ murmuro, y como arte de magia, caigo profundamente dormido, para soñar inmediatamente con Lila, el único lugar donde ahora es mía.