Lila
Ciudad de México – Semanas después
Vine a México hace unas semanas para refugiarme en el piso colorido donde mi abuela, años atrás, vivió junto con mi abuelo y pasó la historia de amor más bonita que conozco. Vine, buscando consuelo, esperanza y estabilidad mental. Sin embargo, lo que ella vivió aquí, no se parece nada con lo que me está pasando a mí.
Lo que antes estaba lleno de vida y risas, ahora se ha convertido en un refugio de tristeza y desolación. Desde que mis padres se fueron y que yo me enteré de la boda de Antonio, no he parado de llorar. Las cortinas están corridas, permitiendo que apenas entre una tenue luz.
Las paredes, a pesar de estar pintadas con alegres colores y llenas de fotografías de una familia vasta y feliz, no me ayudan, ahora, a superar mi tristeza. Incluso no sé si algún día logre hacerlo.
Me aferro a las sábanas como si fueran mi única conexión con el pasado. Paso largas horas durmiendo, tratando de escapar de la cruda realidad que estoy viviendo. Esta habitación se ha convertido en un santuario de desolación, donde Antonio se ha vuelto prohibido pero a la vez, necesario.
Jamás me había sentido así: cansada, deprimida, desolada y llena de tristeza. Tengo migrañas terribles, supongo que porque no como nada, y todas las noches, cuando tengo un poco de energía y me levanto, entro a la ducha y me doy un largo baño tratando de que la tristeza desaparezca.
Por momentos, debajo de la ducha y con el chorro de agua cayendo sobre mí, me prometo que voy a salir de esta para luego terminar llorando sobre la cama y envuelta en las sábanas, lamentándome por lo idiota que fui al caer en un amor tan falso.
No estoy sola, Pablo está afuera en la sala. Lo escucho llegar de trabajar, huelo la comida que cocina y me preocupa no tener apetito. Escucho su voz mientras habla por teléfono afuera, a veces de cosas personales otras con mi padre.
Sé que él también está preocupado, que mi familia lo está, yo también estoy preocupada por mi estado, pero no sé cómo salir de esta. Trato de hacerme a la idea de que todo estará bien, y sé que lo estará, pero siento mucho coraje de no poder hacerlo. Necesito algo que me motive, que me haga despertar de esta pesadilla. Ojalá todo fuera tan fácil como un sueño: despertar y continuar.
***
«Ya te dije que no, Mar», escucho la voz de Pablo, afuera de la habitación.
«Solo le diré hola y ya, ¿qué tiene de malo?», la voz de Marimar aparece con frescura entre esas cuatro paredes.
Abro los ojos, y noto que las cortinas están abiertas y que la luz del faro alumbra toda la habitación. Pablo estuvo aquí. Lo sé no solo por las cortinas, sino porque me dejó de nuevo el plato de comida sobre la cajonera de la entrada. Lo hace todos los días, y cuando viene a recogerlo, lo encuentra exactamente igual.
«Lila está descansando. Respeta Marimar».
«Lleva descansando como dos siglos, es hora de que se levante. Anda, dile que vamos a tomar algo. Mis amigos dicen que habrá un encuentro de mariachis en Garibaldi y será gratis».
«¡Qué no Marimar!, si te dejé quedarte aquí fue porque te quiero. No la molestes, ¿vale?, solo continúa.
Escuchar la animada voz de Marimar, me ha hecho sonreír. Como puedo, me levanto de la cama y me siento recargada sobre la cabecera. Volteo a mi alrededor, y trato de adivinar la hora; tal vez sean las nueve de la noche o las siete de la tarde. La verdad es que no tengo ni siquiera idea del día en el que vivo.
Como un astronauta regresando de un largo viaje espacial. Me bajo de la cama y apoyo mis pies sobre el suelo cálido. Estiro mi cuerpo, escucho cómo truenan algunos huesos, acomodándose para permitirme caminar.
Voy hacia el baño para echarme agua en el rostro. Me veo frente al espejo y suspiro. Estoy hecha un desastre, incluso creo que he envejecido como cincuenta años. Me siento más delgada que de costumbre, y el dolor de cabeza por el momento se ha ido. Es necesario que yo continué con mi vida, ya no puedo seguir así.
Salgo del baño. Busco en la oscuridad algo que ponerme para luego recordar que no tengo ropa, que lo único que puedo usar es la vestimenta con la que me vine de Madrid.
⎯Mierda, le hubiese pedido a Alegra algo de ropa antes de que se fuera.⎯ Me reprocho.
Entonces, me acomodo la camiseta que Pablo me ha prestado como pijama, y a paso firme camino hacia la puerta para salir de la habitación. En cuanto la abro, los colores y la luz se reflejan en mis ojos, haciendo que los cierre para que la migraña no comience de nuevo.
Cuando al fin me acostumbro, sonrío levemente al ver la vida que hay aquí afuera. La música que, en volumen bajo, toca en la bocina de la sala. El olor a comida que de inmediato me provoca el hambre y la voz alegre de Marimar y la risa de Pablo que le acompaña.
Camino unos pasos hacia la cocina y, guiada por la conversación, entro hacia donde están ellos platicando. Mar, está sentada sobre la isla de la cocina, bebiendo una cerveza y Pablo lava los trastes. Ambos platican. Ambos se ríen.
⎯¡Venga!, ¿qué te cuesta?, solo serán unas horas. Una de mis compañeras vio tu fotografía y me pidió conocerte.
⎯¡Ah!, ¿entonces eso es?
⎯Pabloooooo.
⎯¿Me andas promocionando con tus amigas?
⎯Alguien lo tiene que hacer. Eres guapo, alto, simpático y gran bailarín. Es hora de que salgas de tu caparazón.
⎯Te advierto que fuiste tú la que me dijo que le diera una oportunidad a Laura y mira cómo terminó todo ⎯ responde divertido, Pablo.
⎯Bueno, pero no pasó nada, ¿o sí? Vamos Pablo, es mi fin de semana libre. Te lo pido, ¿sí?
«¿Ya es fin de semana?, ¿pues cuántos días han pasado?, pienso.
⎯¡Lila! ⎯Escucho mi nombre. Salgo de mi trance y veo a Marimar bajándose de la isla y caminando hacia mí.
El cabello rizado de Marimar está perfectamente definido, y las pecas sobre su rostro hacen que se vea sumamente tierna. Ella se acerca, y me da un abrazo.
⎯Hola, Mar.
⎯Hola.
⎯Disculpa sí te despertamos. Lo que pasa es que mi hermana no tiene filtro de voz ⎯ habla Pablo, quien ahora se encuentra frente a mí ⎯¿Cómo te sientes?, ¿tienes hambre?, ¿necesitas algo? ⎯ inquere preocupado.
⎯Estoy bien, creo.⎯ Dudo, porque aún no sé si es verdad.
Pablo me abraza. Sentir su contacto me revive. Me sentía como un fantasma hace unos momentos y ahora, mi cuerpo se ha materializado con el olor de su colonia y esos brazos fuertes que me mantienen a salvo.
⎯Me alegra de que hayas despertado. Estoy tratando de convencer a mi hermano de ir a una fiesta en Garibaldi, pero, no quiere. Ayúdame a convencerle, ¡anda! ⎯ me pide Marimar.
⎯No Mar. Ya te dije que me quedaré. No molestes a Lila con todo eso.
⎯Vamos ⎯ se me ocurre decir, sorprendiendo a Pablo y haciendo que la sonrisa de Marimar se haga más grande. Sus gafas para ver, redondas y grandes, hacen que se vea muy chistosa.
⎯¿Es en serio? ⎯ inquiere, Pablo. Al parecer no me cree.
⎯Sí, sí, vamos. Necesito salir de aquí, tomar aire fresco. Y unos tequilas no me harían mal.
⎯¡Ves!, ¡esa es la actitud, Po! ⎯ Se Alegra su hermana.
Pablo, coloca sus manos sobre mi rostro y lo levanta para que lo vea.
⎯¿Segura?
⎯Sí, sí. Muy segura. Lo único es que no tengo ropa. No he comprado y solo tengo el cambio con el que me vine de Madrid.
⎯¡Eso no es problema! ⎯ dice Marimar, tomándome de la mano ⎯. Yo te presto. Estaremos listas en minutos.
Así, Marimar me jala hacia la habitación de Pablo. Él aún no entiende nada. Simplemente, me ve desde lejos. Supongo que mi cambio de actitud lo ha tomado por sorpresa. No lo culpo, pasé días dormida y sin comer, para ahora, querer salir a Garibaldi a una fiesta. Supongo que la bipolaridad ha entrado a mi vida.
Mar, busca en su maleta, vestidos y saca uno de color rojo, con puntos blancos. La falda es amplia, y los botones permiten que se pueda ajustar al cuerpo.
⎯Este te quedará precioso. Venga, vístete ⎯me pide, para luego comenzar a sacar su maquillaje⎯. Cuando estés lista te maquillaré y peinaré.
Entonces, después de una sesión de maquillaje con Mar. Salimos de la habitación para encontrarnos a Pablo, quien espera impaciente en la sala. Noto que sigue preocupado por mi actitud y que necesita respuestas. Pero, aun así, el rostro se le ilumina cuando me ve salir. Sonríe de inmediato y en sus ojos me reflejo como la mujer más hermosa del mundo.
⎯¿Qué dices? ⎯ le pregunta Marimar ⎯, ¿no se ve bella?
⎯Siempre lo ha sido⎯ se le escapa de los labios.
En ese instante. Siento cómo un golpe de autoestima llega a mí. Provocando que camine hacia él, tambaleándome un poco en los tacones, ya que aún no me siento lista para caminar con ellos, y lo tomo de la mano.
⎯Vamos.⎯ Le invito.
Marimar sale primero que nosotros. Pablo al notar que su hermana se adelanta, me toma con ternura de la mano y me pide que lo vea.
⎯¿Segura, Lila? No tenemos que seguirle el juego a Mar. Si no quieres salir no…
⎯… quiero salir ⎯ sentencio ⎯¿me sigues? ⎯ pregunto.
Pablo asiente.
⎯Si ya sabes que lo hago, ¿por qué me lo preguntas? ⎯ habla.
Sonrío. Extrañaba esa respuesta de Pablo. La he escuchado desde que tengo quince años y aún me hace sonreír.
⎯Vamos ⎯ repito.
***
Tenía años que no caminaba por la ciudad de México por la noche. La última vez que lo hice, fue cuando vivía en Nueva York y a mi hermana Alegra se le ocurrió que viniésemos a festejar las fiestas patrias acá, porque mis tíos Ainhoa y Manuel estaban en México, debido a un homenaje que le habían hecho a su libro de la “Esposa de los 180 días”, una reedición o algo así.
Mientras camino, puedo sentir el aire fresco del verano en mi rostro. Llevo tanto tiempo encerrada, que de la noche a la mañana pasé de primavera a verano, y los primeros relámpagos se observan en el cielo.
Marimar va a paso firme a un poco adelante de nosotros, platicando del gran cambio que ha hecho en su vida. No solo se vino a vivir a México, sino que entró a la compañía de baile folklórico dejando atrás el ballet, lo que le rompió el corazón a mi tía Ainhoa porque era su mejor estudiante, y a mi primi Héctor, porque decidió venirse para acá.
⎯Creo que los cambios drásticos son buenos, ¿sabes? ⎯ Me alecciona, ante la mirada antena de Pablo.
⎯Mar… ⎯ murmura.
⎯No, déjala, tiene razón. No es necesaria la pedrada ⎯ le comento.
⎯No lo digo por ti, lo digo en general. Los cambios drásticos son buenos porque nos ponen a prueba. Nos enseñan a ser resilientes y medir nuestra capacidad de adaptación, ¿no creen?
⎯Yo creo que estás enojada porque Héctor decidió irse a Estados Unidos en lugar de…
⎯Shhhh nadie te preguntó, Pablo Estévez.
⎯¿En lugar de qué? ⎯ inquiero, divertida ⎯¿Qué te hizo mi primo ahora?
⎯Nada… solo me decepcionó un poco, pero se me pasará. Ahora, ¿podemos apurarnos?, gracias.
Marimar se adelanta, dejándonos atrás. Pablo viene a mi lado, con las manos guardadas en los bolsillos y caminando a mi ritmo. Los tacones han empezado a pasarme factura, así que siento que necesito caminar lento para no caer
⎯¿Cuándo llegó Mar? ⎯ inquiero.
Pablo voltea a verme.
⎯El fin de semana pasado. Se quedará a vivir en el piso colorido. Tu familia nos hizo el favor de prestárselo. A principios de agosto se vendrá definitivamente a vivir para acá, y vino a ver algunas cosas de la escuela. Además, de que en unos días se irá a Chiapas a visitar a sus papás.
⎯¡Ah vale!
Pablo se detiene, me toma de la mano y hace que lo vea a los ojos.
⎯¿Seguro que te sientes bien?
⎯Muy segura.
⎯Lila, llevas días encerrada, apenas dándo señales de vida y ahora, ¿fiesta en Garibaldi?
⎯Estoy siguiendo la filosofía de tu hermana de los cambios drásticos.⎯ Me justifico.
⎯Lils…
⎯Solo déjame, Pablo. Te lo pido. Si no salgo me volveré loca.
⎯Pero…
⎯Te lo pido ⎯ insisto.
Sé que Pablo trata de protegerme, y se lo agradezco. Sin embargo, si no hago este cambio drástico, jamás me hubiese levantado.
⎯Vale, como lo desees, Lila.
⎯Siempre me dices esa frase.
⎯¿Cuál?
⎯Cómo lo desees.
Pablo sonríe.
⎯Porque sabes que siempre ha sido así, ¿qué no? Siempre ha sido como tú lo has deseado ⎯ responde, con esa voz tan bonita que tiene.
Los ojos de Pablo brillan. No sé si es por las luces de la calle, o por otra cosa. Incluso, si puedo ser honesta, es la primera vez que lo noto, así como también noto las curvas de su sonrisa, y su aroma.
⎯¡Se pueden apurar!, muero de hambre.⎯ Nos urge Marimar.
⎯Hermana, relájate ⎯ le pide Pablo.
⎯Es que son lentos. Venga, allá pueden hablar lo que deseen.
Pablo voltea a verme.
⎯Lo siento, te juro que mi hermana no es de la familia.⎯ Bromea.
Sonrío.
Así, tiempo después, llegamos a Garibaldi, donde Mar nos apura para que entremos a un restaurante que ya está lleno hasta el tope. Ella se abre paso entre la gente, mientras que Pablo va atrás de mí, protegiéndome de los codazos y de los cuerpos que bailan sin darse cuenta de quién está a su alrededor.
La música de ritmos latinos, hace a todos bailar, mientras otros platican en las mesas y beben una cerveza tras otra. Mar llega a su mesa, y unos nueve jóvenes le dan la bienvenida. Después nos señala, y una chica se pone de pie y camina hacia nosotros.
⎯¿Pablo? ⎯ le pregunta.
⎯Sí.
⎯Soy Renata, la amiga de Mar. Yo fui quien te invité. Eres en verdad más guapo en persona que por foto.
⎯Pues… gracias ⎯ responde él, educado.
⎯Ven, vamos a bailar ⎯ comenta, mientras lo toma de la mano y lo jala.
⎯Espera pero… ⎯ Trata de hablar. Me ve a los ojos y yo solo encojo los hombros mientras sonrío. Al menos Pablo puede divertirse esta noche. Se lo merece.
⎯También ven… tú necesitas unos tequilas ⎯ comenta Mar. Me toma de la mano y me lleva hacia la mesa ⎯. Ellos son mis amigos: Diana, Jacobo, Pedro, Linda, Clara, Carlos y Mérida. Ya conociste a Renata.
Saludo a todos, y ellos me regresan el saludo.
⎯Ella es Lila Canarias. La mejor amiga de mi hermano y prima del que me hizo enojar.
⎯¡Ah!, Héctor…
Sonrío.
⎯¿Cómo es que Héctor está presente en esta conversación? ⎯ inquiero.
⎯Primero tequila, después Héctor.⎯ Sentencia, para luego servir dos caballitos de la botella que han comprado. Me da uno y brinda conmigo.⎯ Vamos Lila, brindemos por los amores que van y vienen. Por los cambios que nos sacuden el polvo y nos enseñan lo chingonas que somos ⎯ recita.
Veo el caballito de tequila. La verdad es que no estoy acostumbrada a beber, a pesar de que lo he hecho en familia. Sin embargo, creo que hoy lo merezco y ese brindis que hizo Mar es digno de un tequila.
⎯¡Salud! ⎯ pronuncio, para luego echarme el tequila de un solo sorbo. Siento cómo me quema la garganta. El sabor del limón y la sal, lo aviva, y yo, termino de despertar.
⎯¿Otro? ⎯ me pregunta Mar.
Asiento con la cabeza.
⎯Otro.
⎯¡Éale! ⎯ grita, para luego servir un caballito más.
Así, lo tomo de nuevo, siguiendo el mismo proceso, para luego tomarme dos más que terminan por relajarme.
Volteo hacia la pista, y veo a Pablo bailando con Renata. A pesar de que se siente incómodo, noto que es buen bailarín. Lo observo, jamás lo había hecho. Supongo que como no conozco a nadie aquí, me enfoco en él.
Noto su altura, su cuerpo, su sonrisa y su cabello. Como lleva el ritmo de la canción y uno de los tatuajes que se asoma por debajo de una de las mangas de su camisa. También, me percato que esta está de verdad pegada a su cuerpo y que se puede ver lo bien conservado que está. En pocas palabras, no había notado a Pablo, hasta hoy.
⎯¡Ey!, ¿otro? ⎯ me pregunta Mar.
Tomo el caballito y la veo a los ojos.
⎯Creo que alguien más está sufriendo el mal de amores.
⎯Pero por supuesto que sí. Y por eso pusimos un contienen de por medio, ¿qué no?
Asiento con la cabeza.
⎯Y ya que estamos aquí, es mejor asegurarnos de que los recuerdos no crucen en mar… así que, mejor los ahogamos, ¿no te parece?
⎯Me parece… ⎯ respondo, para volver a tomar.
***
Los tequilas empezaron a fluir, también la cerveza y el mezcal. Comencé a sentir libre de tristeza y a tragos maté el recuerdo de Antonio, quedando enterrado entre canciones de mariachi y como diría José Alfredo Jiménez “quise hallar el olvido, al estilo Jalisco” y lo encontré.
Conforme la noche avanzaba, más íntimo se volvió el asunto. Renata, al notar que no tenía oportunidad con Pablo, decidió invitar a la mesa a otro joven que conoció para entretenerse. Marimar, junto con sus amigos platicaban y bailaban al ritmo de la música animada del lugar.
Pablo, bebía una que otra cerveza a mi lado. Conversamos de todo, como si estuviéramos poniendo al tanto de nuestras vidas, unas que se separaron hace cinco años cuando yo me fui a estudiar lejos y él, se dedicó a lo suyo.
No recordaba lo agradable que era platicar con él. El escuchar sus anécdotas en solitario y recordar nuestra adolescencia, cuando ambos no sabíamos lo que queríamos, pero a lo que deseábamos llegar.
Pablo y yo siempre tuvimos valores y metas idénticas. Los dos deseamos, hasta hoy lo mismo, lo que nos hace muy afines. Sin embargo, no sé si es mi vida o la suya lo que no nos ha permitido poder hacer algo juntos.
De pronto, entre plática y plática, tequila y tequila. El mariachi entró al lugar, y con el calor de la bebida se despertó esa patria dormida en mí. Añoro tanto en arraigarme de nuevo a México: donde pasé los mejores días de mi vida. Y dejar atrás a España, donde está él, donde conocí lo que es tener el corazón roto, donde mi marca vivió y murió.
Las canciones de Juan Gabriel suenan a todo volumen, y yo recordando a mi abuelo Tristán, que lo adoraba, no puedo dejar de cantar a todo pulmón cada una de sus letras.
⎯Yo jamás sufrí, yo jamás lloré, yo era muy feliz, yo vivía muy bien. Hasta que te conocí, vi la vida con dolor, no te miento fui feliz, aunque con muy poco amor. Y muy tarde comprendí, que no te debía amar jamás, porque ahora pienso en ti, mucho más que ayer, pero mucho más… ⎯ canto a todo pulmón, mientras el mariachi ha entrado al lugar.⎯ Yo jamás sufrí, pero desgraciadamente, era una noche como esta, cuando te encontreeeeeeeeee.
⎯¡Venga Lila! ⎯ me anima Mar, mientras disfrutamos ambas de la música.
Tomo a Pablo de la mano y nos levantamos del asiento, para comenzar a bailar. Él, como siempre, me sigue la corriente. Nos movemos al ritmo de la música, disfrutando del sonido de las guitarras y las trompetas del mariachi.
⎯Vamos, baila conmigo ⎯ le pido.
⎯Lila, estás muy tomada. Ya vámonos.
⎯¡No!, me estoy divirtiendo… me estoy divirtiendo.⎯Le ruego.
Pablo sigue sosteniéndome, mientras los tacones me fallan. Cuando me resbalo, él me sostiene, y en un acto me carga entre sus brazos.
⎯Vámonos.
⎯¡No!⎯ le pido.
⎯Mar, vamos… toma la bolsa de Lila.
⎯No, yo me quedó con ellos ⎯ le responde.
⎯Vale, me llamas cualquier cosa…
⎯Yo me quedo con Mar.
⎯No Lila… estás muy mal.
Mar pone mi bolsa sobre mi regazo y enseguida Pablo sale conmigo en brazos del lugar. Son aproximadamente las cuatro de la mañana. He tomado mucho y él, me lleva por la salida de Garibaldi para tomar un taxi.
⎯¡Bájame!, ¡quiero regresar!
⎯Lila…
⎯¡Bájame!, quiero regresar a la fiesta. Tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer.
Pablo me baja. Tan solo pongo los pies sobre la tierra, me resbalo y me caigo. Él vuelve a meter los brazos y evita que azote con el suelo.
⎯Déjame ayudarte ⎯ me pide.
Él se agacha para hacerlo, y, cuando siento su rostro frente al mío, le sonrío. Él me devuelve la sonrisa. Acaricio sus mejillas y en un impulso lo beso.
Fue un instante fugaz, pero cargado de electricidad. El beso tenía un sabor peculiar, una mezcla de tequila y cerveza que parecía capturar la misma esencia de México. Es un trato exquisito que embriaga mis sentidos y que se dejará una huella imborrable.
Sin embargo, a pesar de la intensa conexión que Pablo y yo compartimos. Él se separa de mí bruscamente, con los ojos llenos de sorpresa y confusión.
«Pensé que eso era lo que quería», pienso.
⎯Vamos Lila ⎯ murmura, para ayudarme a levantar.
En un movimiento, de nuevo estoy sobre mis dos piernas y comienzo a caminar hacia la avenida. Sé que el momento no fue adecuado, que cargo con el desamor de Antonio, y que no debí dejarme llevar. Pero los recuerdos, la plática, el tequila… todo se dio.
⎯Pablo… ⎯ le hablo, mientras él va adelante de mí, buscando un taxi ⎯. Pablo.
Él voltea y me sonríe.
⎯Dime.
⎯Yo… ⎯ trato de hablar, pero, ¿qué le puedo decir?
Pablo suspira.
⎯Como hubiese querido que ese beso me lo hubieras dado llena de deseo y no llena de desamor. Hubiese sido el cierre a una noche increíble.
⎯Lo sé y lo siento… yo. No sé, de pronto pensé que podría ser como Alegra, ¿sabes?, quiero tanto ser ella en este momento.
⎯Pero ese es el problema, que no lo eres ⎯ me aclara.
⎯El tratar de ser como ella me llevó a Antonio ⎯ confieso⎯. Y mira ahora cómo estoy, con el corazón roto y embriagada en tequila. Pensé que había encontrado a mi alma gemela, ¿sabes?, que había tenido la maldita suerte de encontrarlo a la primera. Pero resultó que solo fui un juego. Tú me lo advertiste, Moríns lo hizo… la vida en sí. Ahora, me siento perdida, atrapada en un eterno martes que no me deja cambiar de día.
Pablo regresa a mí, y me toma entre sus brazos para darme un abrazo que hace que rompa en llanto. Lo hago con fuerza, tanto que cubre los truenos que se escuchan en el cielo; una tormenta está por caer.
Me duele el pecho de tanto llorar, los pulmones se me han quedado sin aire, y el cuerpo me tiembla del coraje. Él no hace más que estar, como siempre ha sido. Pablo siempre está cuando necesito que esté, y ahora me da pena haberle dicho que no hace años atrás.
⎯¿Si te rompí el corazón por qué sigues aquí? ⎯ inquiero.
Pablo suspira.
⎯Estoy aquí porque me pediste que me quedara.
⎯¿No deberías estar furioso conmigo?, por lo que te dije en el taller, por todo lo que pasó.
⎯Lila.
⎯Deberías tratarme mal, no sé.
Pablo se separa y me ve a los ojos.
⎯Uno no maltrata lo que quiere. Y sabes que jamás lo haría. Un hombre de verdad no hace eso para conseguir la atención de una mujer. Estoy aquí, porque me pediste que me quedara. No vuelvas a decir algo así, ¿vale? No mereces ser tratada mal por cometer un error.
Sonrío. Pablo besa mi frente.
⎯Yo te entiendo Lils. Más de lo que crees. He dejado que estos días toques fondo, y reflexiones sobre lo que pasó, pero tampoco debes dejar que esto te defina como persona. Tú no eres un mal amor, ni un engaño descarado. Eres una mujer talentosa, fuerte y honesta. Hoy todo es terrible, el tequila te supo a gloria y las lágrimas te ahogan. Pero pasará. Lo superarás, saldrás, porque sé de donde vienes y lo que has logrado.
Él toma mis manos y me las muestra.
⎯Tienes esto. Así como las usas para acariciar, lo haces para coser hermosos vestidos, y podrás resarcir tu corazón. Hilo a hilo, puntada a puntada lo vas a remendar y curar. Deja que Antonio duela unos martes, pero no dejes que tome todo tu mes y tu año, ¿entiendes?
Asiento con la cabeza.
⎯El beso Pablo, yo…
⎯Es el segundo beso que me das en mi vida, y todos me saben a ti. La diferencia del Pablo de quince y el de veintiséis, es que el último quiere ser amado. Si lo vas a hacer, asegúrate que sea a mí y solo a mí. A mí tampoco me gusta rogar amor.
Sonrío.
⎯Gracias. Gracias por siempre estar conmigo. No te enojes conmigo, ¿sí?
⎯No tengo por qué estar enojado. Pero prométeme que te levantarás Lila. Prométeme que las próximas lágrimas que llores serán de emoción y de alegría.
⎯Lo prometo. Pero tú prométeme que nunca dejarás de decirme las cosas de frente.
⎯Como desees, Lila ⎯ responde.⎯Ahora, vayamos a casa, tienes que descansar.
Él se aleja para parar uno de los taxis. Yo me quedo de pie en medio de la acera sintiendo el aire fresco que anuncia que la lluvia ha llegado. Segundos después, una gota cae, la primera, decidida a iniciar un aguacero. Las otras caen al instante, y el cielo se deja caer.
Pablo regresa hacia mí, se quita la chamarra y me cubre la cabeza. Sin embargo, es demasiado tarde, estoy completamente empapada y ya no sirve de nada que él me proteja.
Él pone la chamarra sobre mis hombros y, con una mirada profunda y sin necesidad de palabras, me transmite un mensaje claro y conciso: estamos en esto juntos, dispuestos a saltar juntos al abismo de lo desconocido y enfrentar lo que venga después.
⎯¿Qué te parece si caminamos al piso?⎯ le propongo.
⎯Como tú deses, Lila ⎯ dice, para después comenzar a caminar.
Ambos emprendemos el regreso al piso, sabiendo que ese beso aunque deseado y significativo, quedó suspendido en el aire como un secreto entre ambos y una promesa de lo que podría llegar a ser cuando el tiempo y las circunstancias fueran más propicios.