Antonio 

Théa y yo llevamos ya unas semanas de casados, y debo admitir que no todo es tan malo; porque no la veo. Desde que llegamos a Madrid, he tratado de estar lo más ocupado posible, para solo regresar a casa, cenar y hacer el mínimo de conversación con ella, para después acostarme a dormir. 

Adaptarme a esta nueva vida me ha costado bastante, sobre todo cuando no es la que elegí y que tanto temía. Me siento en un bucle de recuerdos, donde cada martes voy hacia el edificio donde trabajaba Lila y me siento a esperar, para después, regresar decepcionado. 

No sé dónde está, o dónde se fue. Solo sé que me ha pasado algo y me ha dejado solo y yo sin poder moverme de aquí gracias a los Karagiannis. 

Al contrario de mí, Théa parece estar más animada que nunca. Ella, se la pasa caminando por Madrid y tomando fotos como si fuese turista. Regresa por las tardes, pide al chef que nos cocine una de esas tantas recetas que vio en el canal de comida, y me platica lo que hizo sin tomar un poco de respiración. 

También, ha decidido decorar la casa a su gusto, por lo que la veo comprando estantes, muebles y figurines. Además de quitando y poniendo cuadros. Es como si quisiera deshacerse del gusto de los Karagiannis de una vez por todas. 

Debo confesar que la actitud de Théa me molesta bastante. Su felicidad me enoja y sé que no está bien, pero, no puedo evitarlo. Siento que ella se está regocijando de mi desgracia cuando fui yo quien la elegí. 

Sé que no tengo derecho a decirle lo que está bien o está mal, pero si me gustaría pedirle que dejara de hacer lo que hace y simplemente se quede en silencio, solo quiero que todo esto pase desapercibido. Que esta vida que llevo con ella, solo sean fantasmas. 

Sin embargo, estoy consciente que yo no he cumplido mi parte de la alianza que hice con ella: el darle un hijo. Théa sigue igual de virgen que cuándo nos casamos y a pesar de que dormimos juntos, no me atrevo a tocarla.

Ella no me dice nada. Cuando dormimos se acuesta de su lado, pegada a la orilla de la cama. A pesar de que se pone un camisón de seda que la hace ver hermosa, ella no me provoca. Solo yace, ahí, a mi lado, y también me molesta. Porque no sabe lo mucho que me gustaría sentir el abrazo sincero y el calor de un cuerpo. 

Todo esto ha empezado mal y terminará mal; eso fue justo lo que pasó con Lila. Aún me arrepiento de no haberle dicho nada y creo que será una cruz que tendré que cargar por el resto de mis días. 

***

Martes – por la noche. 

Las puertas de la casa se abren y el exceso de luces provoca que cierre los ojos de inmediato. Mientras me adapto, escucho la música a todo volumen, haciendo eco en las paredes. 

Cuando me estabilizo, camino hacia la sala y noto que está Théa bailando al ritmo de una canción de pop flamenco, movimiento las manos y dando vueltas, ondulando la falda de su vestido. 

⎯¡Hola! ⎯ expresa emocionada, mientras viene bailando hacia mí ⎯. Mira, compré este estéreo que tiene todo integrado. Me encanta. 

⎯Apaga eso, Théa ⎯ respondo de mal humor. 

⎯Ven, vamos a bailar. 

Théa me toma de la mano y yo, en un movimiento, la suelto y apago la canción de inmediato. Ella para de bailar, sus ojos se abren en una mirada de sorpresa, y puedo ver la frustración en su rostro. 

⎯¿Qué pasa? ⎯Inquiere, sin poder creer lo que acaba de pasar. 

⎯Pasa que me molesta tu música ⎯respondo enojado. 

⎯Pero, ¿por qué?

⎯Porque… 

En realidad no tengo pretexto para decirle por qué me molesta su música. La verdad es que simplemente vengo de mal humor y su alegría me molesta. 

⎯Porque sí. 

⎯¿Por qué sí?, es la excusa más tonta que me han dado en la vida. 

⎯Pues es la que tengo para ti, tómala o déjala ⎯hablo contundente, mientras hago un ademán con la mano para que el asunto quede claro. 

Théa suspira. Luego toma sus libros que tenía abiertos sobre la mesa y comienza a guardarlos en una bolsa. 

⎯Estoy cansada, estoy harta ⎯ murmura.

La cierra con fuerza, y se abre pasó, haciendo que me mueva a un lado ⎯. Quédate con tu amargura, Antonio de Marruecos. No voy a permitir que lo arruines todo. 

⎯¿Arruinar lo que ya está arruinado? ⎯inquiero. 

⎯Si tú lo ves así, adelante, para mí no. 

⎯Eso es lo que me molesta, ¿sabes?, que te estés burlando de mi dolor: bailando, cantando, cocinando, saliendo por ahí, remodelando la casa.

Théa se voltea.

⎯¿Burlándote de tu dolor?, ¿de qué demonios estás hablando?, ¿a caso yo también tengo que guardarle respeto a tu novia?, ¿por qué habría de hacerlo?, te recuerdo que tú fuiste quien me propuso esto. 

⎯¡Pues también me arrepienta! 

⎯¡Pues me alegro! ⎯ grita, azotando la bolsa con los pesados libros ⎯ ¿Qué te pasa?, ¿te crees superior solo porque pasaste de ser prisionero a carcelero?, ¿eh? 

⎯¡Pues yo no te veo tan prisionera aquí, Théa!, sales, entras, haces lo que se te pega la gana. 

⎯¡Pero siempre amarrada a ti! ⎯ expresa, verdaderamente enojada ⎯ ¡Siempre amarrada a ti por un hilo invisible del que no me puedo soltar! Pasé de vivir en una jaula de oro a este lugar donde se me dice libre, pero en realidad no lo soy. No puedo viajar si tú no lo haces, no puedo amar libremente a quien yo quiera porque me casé contigo, no puedo conocer a otras personas si tú no sales conmigo.⎯ Enumera con sus manos⎯. Al menos tú ya viste otras partes del mundo, ya amaste, ya hiciste millones de cosas. Y ahora solo te la vives amargado, enojado conmigo como si yo tuviera la culpa, cuando fueron tus decisiones lo que te llevaron aquí. 

⎯¡Las decisiones de los demás!, ¡principalmente de tu familia!

Thea se acerca y se detiene frente a mí. 

⎯¿De mi familia? 

⎯Sabes que si ellos se hubiesen enterado de mi romance con Lila, la hubiesen destruido. 

⎯¡Y aun así lo hicieron!, ¿que no hicieron mierda su marca?, ¿qué no la hundieron? Me casé con su vestido porque Cassandra lo quería destruir y es el vestido más hermoso que he visto en mi vida, no se merecía esto. Y tú tampoco te lo merecías, y mucho menos ella. 

Al escuchar sus palabras, mi nivel de enojo disminuye considerablemente. Es la primera vez en semanas que alguien me dice eso. 

⎯ Aun así, mis hermanas hicieron mierda la marca de la chica. Desgraciadamente, yo nunca he logrado algo por mi cuenta, pero debe sentirse terrible de ver como su sueño murió.

⎯¡Y ella me rompió el corazón! 

⎯¡Por qué tú no le hablaste claro! ⎯expresa, valientemente⎯. En tu afán de protegerla, la heriste y ella tomó sus decisiones al alejarse de ti. Pero, tenías más opciones. 

⎯¿Cómo cuáles?, ¡ilústrame! 

⎯Te hubieses ido con ella, Antonio ⎯responde⎯. Si ya sabías que ibas a peder todo por amarla, te hubieses ido con ella y enfrentar las consecuencias juntos. Ahora ella está lejos de aquí, ambos con el corazón roto y tu atado a un matrimonio por alianza. De verdad, siento mucho lo que te pasó, pero, no te compadezco. Hubo mil y un caminos que pudiste escoger, pero escogiste este y ahora, es momento de acatar las consecuencias. 

Théa termina de hablar. Veo su pecho agitado y como las lágrimas se reflejan en sus ojos. Me ha dejado sin palabras, sin nada que yo pueda contestarle, porque todo es cierto. Todo es absolutamente cierto. 

⎯Se supone que te casaste conmigo para evitar un infierno al lado de Atenea. No obstante, el infierno no traes tú a la casa. Yo, no tengo a nadie más que a ti, Antonio. No tengo amigos, mis hermanas no me quieren y mi madre está lejos en un lugar donde no puedo ir. Solo te tengo a ti. Y en lugar de tratar de llevar las cosas en paz, de tenerme como aliada, quieres que yo sea tu enemiga solo para darte el gusto de tener un matrimonio de mierda y que en tu mente te convenzas de que tenías razón. Pero, simplemente, no lo haré. Si no me quieres como amiga, ni como aliada, entonces haré lo que sé hacer mejor… ser un fantasma. Quédate con tu amargura y tus enojos y has lo que se te pegue la gana. Solo te recuerdo una cosa, tú también tienes una parte de la alianza que cumplir, y se necesita más que unos buenos días y unas buenas noches; se necesita intimidad. Si tanto te urge que esto se acabe, creo que deberías de reflexionar un poco más el tipo de relación que quieres conmigo… buenas noches.⎯ Finaliza. 

Théa se da la vuelta, recoge la bolsa y se desaparece, dejándome con la boca abierta y sin que pueda hacer un sonido que formule una palabra para defenderme. 

Tiene razón, toda la razón del mundo. De pronto, las consecuencias de mis actos y de las decisiones que he tomado, me caen en ráfaga, atormentándome por completo.

Una vez más pienso en Lila, en todo lo que debió haber sentido y en la decepción que le pude evitar. Théa tiene razón, si ya sabía que lo perdería todo, ¿por qué no me fui antes con ella?, ¿por qué no fui lo suficientemente valiente para irme por las malas? No siempre la vía correcta es la mejor vía. 

Entonces, a paso veloz, voy escaleras arriba para entrar a la habitación y verla empacando su ropa en una valija. 

⎯¿Qué haces?⎯ pregunto, aunque sé que Théa por más que lo desees no se puede ir. 

⎯Me voy a la otra habitación. Quédate aquí, tenemos unas ocho más y puedo escoger la que yo quiera. 

⎯Théa. 

⎯Sí, la que yo quiera ⎯insiste, viéndome a los ojos ⎯. Si estoy atada a ti, al menos estaré cómoda en mi jaula. Me iré a otra habitación, haré mi propia felicidad con lo que pueda, y simplemente te ignoraré. Nunca he necesitado a nadie, Antonio, no te necesito a ti. Cuando quieras hacer un hijo, me avisas, para al menos estar preparada. 

Théa camina hacia la puerta, arrastrando la maleta como puede. Yo la tomo del brazo y le prohíbo salir. 

⎯No, espera. 

⎯¡Suéltame!, ¡qué más quieres! 

⎯¡A ti! ⎯ pido ⎯, te quiero a ti. 

⎯Claro que no… ⎯ habla, soltándose. 

Yo la tomo más fuerte y la acerco a mi cuerpo. 

⎯Sí, porque solo te tengo a ti, Théa ⎯le digo, mirándola a los ojos⎯. No hay nadie más, solo a ti. Mi padre murió, en mis hermanas no encuentro consuelo y mis amigos, bueno, tengo tan pocos que creo que no tengo ni uno. Solo nos tenemos mutuamente. 

Ella suspira. Después se muerde el labio en señal de que desea reprimir todos sus sentimientos y expresiones. 

⎯Tienes razón en lo que me dijiste. En cada una de las palabras. En mi egoísmo, pensé que si yo era miserable, tú debías de serlo, y olvidé que ya lo eras antes. Sé, que este es un matrimonio sin amor, y que te quité la oportunidad de enamorarte de alguien como lo hice yo. Pero en verdad, Théa, te necesito. Te necesito para que esto funcione, para que seas mi compañera, para que seas mi aliada. Te prometo que a partir de ahora todo será distinto, ¿vale? 

Ella me mira. Théa posee un rostro verdaderamente impresionante. Sus ojos son como dos joyas brillantes que reflejan la profundidad de su alma. Destacan por su tono de color avellana, rodeados de largas pestañas que realzan su mirada. Sus labios son un verdadero tesoro, gruesos y perfectamente contorneados, siempre listos para esbozar una sonrisa o hablar con la verdad. Su belleza es completamente natural y cautivadora, capaz de dejar sin aliento a cualquiera que tenga el privilegio de contemplarla.

⎯¿Es en serio? ⎯ inquiere. 

⎯Sí, en serio. Te prometo que seré mejor esposo a partir de ahora. Tienes razón, no tenemos por qué pelear y estar todo el día alejados, cuando podemos convivir perfectamente en paz. Siempre nos hemos llevado bien y justo eso fue lo que desataron los celos de Atenea desde el principio. Si no tenemos amor, supongo que podríamos tener amistad, ¿no crees? 

⎯Lo creo, pero hasta que no lo compruebes, antes no. 

Sonrío levemente. 

⎯La boda de mi hermana será el próximo fin de semana, así que más vale que ya sepas fingir muy bien eso del “no amor y si amistad”. 

⎯No te angusties, te prometo que todo saldrá bien. 

 Théa suspira. 

⎯Supongo que no me mudaré a la habitación más alejada. 

Ella se da la vuelta y, de nuevo, la bolsa que tenía llena de libros, se cae y se abre, esparciendo los libros por todo el suelo. 

⎯¡Dios!, me urge otra bolsa ⎯se queja. 

Me agacho para ayudarla a recoger todo y sonrío al ver que son libros de texto, otros de idiomas y una que otra guía de Madrid. 

⎯¿Estás estudiando? 

⎯Sí ⎯ responde segura ⎯. Me metí a clases de francés y quisiera estudiar una licenciatura. Aún no sé si algo relacionado con las humanidades o con la ciencia. 

⎯Pensé que ya habías estudiado algo. 

⎯No, mi padre no quiso darme los medios para estudiar la universidad, pero ahora, haré pasar los gastos como gastos de la casa y el dinero lo usaré para una licenciatura. Me gustaría la enfermería, ¿crees que pueda ser buena enfermera? ⎯ inquiere. 

Asiento con la cabeza. 

⎯Creo que serías una gran enfermera. Incluso, yo te puedo ayudar con el francés, sé algo. 

⎯Estaría muy bien, gracias. 

Tomo su mano para ayudarla a levantarse y cuando estamos de frente, Théa, con una expresión llena de cariño en su rostro, extiende su mano hacia mí con suavidad. Sus dedos trazan un recorrido delicado desde mi mejilla hasta mi barbilla, acariciando mi piel con ternura. Su toque es cálido y reconfortante, como un suave bálsamo que trata de curarme el alma.

Su caricia es un gesto que va más allá de las palabras, un lenguaje silencioso que comunica un profundo afecto y complicidad. En sus ojos, encuentro una mirada llena de amor y comprensión, como si en ese instante pudiera leer todos mis pensamientos y emociones más íntimas. Por primera vez, me siento protegido y comprendido. 

⎯Siento mucho lo que te pasó con Lila, de verdad. 

⎯Gracias. 

⎯De verdad es talentosa, su vestido es el más bonito que he visto en mi vida. 

⎯Lo es, la mejor de todas ⎯ murmuro. 

Nos quedamos un momento en silencio, los ojos de Théa y los míos se encuentran en una complicidad que parece haber surgido de la nada. Un silencio que habla por sí solo, como si las palabras fueran innecesarias en ese momento. Aunque el amor no parece ser el hilo conductor entre nosotros, una profunda amistad ha empezado a tejerse, una que, de alguna manera, nos ayudará a sobrellevar los desafíos que el destino ha lanzado en nuestro camino. 

En este instante, comprendo que las conexiones humanas pueden ser tan complejas y sorprendentes como un rompecabezas, y que, a veces, los lazos que menos esperamos pueden convertirse en los que nos salven de la soledad, el desamor y el tormento. 

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