Antonio

Cuando pensé que mi vida no podía empeorar más, empeoró y esta vez, me tocó hondo. Hoy, a las cinco de la mañana, recibí una de las peores noticias de mi vida. Mi hermana Ana, se había quitado en la vida en su casa en Francia.

Sé, que Ana y yo no nos dirigíamos la palabra, desde antes de mi boda con Théa y que la última vez que la vi con vida y trató de hablar conmigo, fue en la boda de Cassandra. Después, le perdí la pista y ahora, ya no se encuentra en este mundo. 

En el momento que escuché la voz de Antonia, diciéndome la noticia, me desmoroné por completo. Sentí un profundo golpe en el corazón que dio paso al dolor y la tristeza. Sí, sé que estaba molesto con ella, pero no deseaba que se muriera. Ella siempre fue mi confidente, la hermana en la que más confié y, solo de pensar que se quitó la vida, me hace sentir verdaderamente culpable. 

¿A caso se sentía deprimida?, ¿a caso se sentía mal?, ¿lo que trató de decirme en la boda tenía que ver con esto y yo pude prevenirlo?

La frustración y el pesar se intensifican mientras me doy cuenta de que no tuve la oportunidad de despedirme de ella, de agradecerlo lo que hizo por mí a lo largo de mi vida, y que me duele que nuestra relación haya terminado de esta forma. 

Así que ahora, que voy volando hacia Marruecos junto con mi esposa, no puedo dejar de llorar. La muerte de mi hermana me sobrepasa y no sé como sobrellevarla sin sentirme un mal hermano. No quiero pensar que, además de mal hijo, mal novio y mal esposo, ahora también fui mal hermano. 

Me seco las lágrimas con el pañuelo que siempre llevo en el saco y levanto la vista hacia Théa, quien viene callada, viendo por la ventana las nubes y con ese rostro inexpresivo que se le ha formado debido a la horrible experiencia que pasó. Ya se ve mejor, pero sé que nunca estará bien, lo que le hicieron no es algo que se pueda superar en minutos y yo me siento con las manos atadas sin poder ayudarla. 

Me pongo de pie, camino por el pasillo hacia su sitio y me siento frente a ella.

⎯Qué vida de mierda llevamos, ¿cierto? ⎯le pregunto. 

Ella hace una mueca y sin verme a los ojos me responde: 

⎯Una que yo no escogí… pero que adoptaste. Al menos tú trataste de escapar, yo ni siquiera hice el esfuerzo. 

⎯Lo hubiera logrado, ¿sabes? ⎯Me sincero⎯. Muchas veces pensé en subir a Lila en cualquier avión o tren e irme lejos, pero, ella tiene también familia y no hubiese sido lo correcto. No quería arruinar su vida y mira,  aun así, lo hice. Creo que también arruiné la tuya. 

⎯No lo hiciste. Sin embargo, siento que a mí, Dios me castigo en cierta forma por pensar que podría salir victoriosa de la vida que me había tocado. Pensé que mi madre era la que ya estaba pagando esos pecados pero, al parecer, yo también. 

⎯¿Pecados?

Théa voltea a verme. 

⎯Mi madre fue amante de Karagiannis, por mucho tiempo. Mi padre le puso todo, casa, auto, lo que te imaginas. La condición, que le diera un hijo, porque al parecer, su esposa solo le daba puras mujeres. Finalmente, nací yo. Karagiannis se enfureció y nos dejó en la ruina por mucho tiempo. Y cuando hablo de la ruina, no solo es sin dinero y hogar sino, contactos y trabajo. Entonces mi madre, en su desesperación, hizo un trato con él y, el cambio, fui yo. Así que me llevó a vivir con mis hermanas. ⎯Suspira⎯. Si me lo preguntas, vivía más feliz cuando estábamos en la ruina y estaba con ella. No ahora, que la extraño a morir y solo soy una moneda de cambio para él, una de bajo valor. 

Le tomo la mano. 

⎯Claro que no. No te veas así. 

Théa sonríe. 

⎯De verdad, me gustaría creerte todo lo que me dices, Antonio. Me gustaría poder sentir el consuelo, pero, desgraciadamente, no soy capaz y eso me duele mucho. 

⎯Créeme, no hay persona que sea más honesta, que yo. No tendría por qué mentirte. 

⎯A mi perspectiva, todos los hombres mienten… hasta ahora, no hay a uno que yo le crea. 

⎯No todos. Hay muchos que decimos lo que creemos. Simplemente, que hay otros hombres que nos arruinan las cosas y nos encasillan a todos en el mismo lugar. 

⎯Claro…

⎯¿Tampoco me crees eso? 

⎯Cuando encuentre a un hombre así, te creeré. 

⎯Y, ¿cómo sabrás que es así? 

⎯No lo sé. Solo lo sabré ⎯me contesta.

Entonces, acaricio su rostro con ternura y ella se sonroja.  

⎯Te deseo que un día encuentres a alguien a quien le creas tan solo lo veas. Así como Lila creyó en mí. 

Ella sonríe. 

Entre Théa y yo, el aire de nostalgia persiste, como una niebla que se niega a desvanecerse. Nuestra alianza no solo se teje con la intención de rescatarnos mutuamente, sino también como un pacto contra el dolor que ahora compartimos. Cada mirada, cada silencio, es un recordatorio de nuestras desgracias personales que, sin querer, hemos compartido desde que nos casamos. 

La veo y sé que su alma está destrozada. Ella me ve, y sabe que por más que sonrío, estoy triste. A veces, pienso que nuestras historias están entrelazadas por algún designio cósmico, algo más grande que nosotros dos, pero que no llevará, al final, a una felicidad tan grande que será abrumadora. Aunque parezca que no nos queremos, que somos dos extraños, en realidad, estamos más unidos que nunca, dispuestos a luchar juntos y no dejar que la vida nos apague. 

⎯¿Por qué crees que lo haya hecho tu hermana? ⎯me pregunta. 

Niego con la cabeza. 

⎯Ni idea. Aunque quiero pensar que pudo ser de soledad. 

⎯¿La soledad? ⎯me pregunta, interesada. 

⎯Sí. Mi hermana, Ana, era una mujer muy sola y prácticamente yo era la única persona de mi familia con la que se hablaba. Desde que pasó lo de Lila, le retiré la palabra porque…

⎯¿Por qué? 

Suspiro. 

⎯Porque tengo el presentimiento de que fue ella quien le dijo a Lila sobre mi compromiso. Era la única que sabía y la que tenía todas las pruebas. 

⎯¿Alguna vez le preguntaste? ⎯inquiere. 

⎯No ⎯contesto⎯. Después de lo que pasó, no me dio tiempo. Todo fue tan rápido y después, me concentré en lo mío, en encontrar a Lila, en pedirle perdón y… 

Las lágrimas vuelven. Como niño pequeño rompo en llanto tan solo recordar a mi hermosa hermana, y todo lo que pasamos juntos.

⎯Ella era buena, muy buena. Me crio como un hijo cuando mi madre murió. Siempre me apoyó en todo y me siento terrible solo de saber que ella se fue pensando que yo no la amaba. Pensé que tendría tiempo para aclararlo todo, sin embargo, el tiempo me ganó y ahora, ¿cómo voy a poder disculparme con ella? 

Théa, en un impulso, me abraza. Me contiene mientras lloro con fuerza. Aunque ella no crea nada de lo que le digo sobre su persona, yo sí le creo a ella que me quiere, que es mi aliada y que nos necesitamos.

⎯Estoy segura de que ella no murió pensando eso…

⎯Pero vivió en soledad ⎯refuto y ella se separa y me ve a los ojos⎯. Mi hermana vivió y murió en soledad, yo pude haberla acompañado. Así como tú y yo lo hacemos. 

Théa suspira. 

⎯Antonio. No somos responsables de las decisiones que toman los demás, y mucho menos de sus desgracias o fortunas. Estuviste ahí justo en los momentos en lo que debías estar y punto. No hubo más. 

⎯Debí haberla escuchado… debí… 

⎯El hubiera está asociado con el “no pasó”, y si no pasó, es porque no era tu lugar. Así como no era tu lugar el día que Lila se fue, así como no fue tu lugar el día que Chez abusó de mí. Así que, te recomiendo, que cuando sientes que sea tu lugar, hagas todo lo posible por hacerlo bien, y aprovechar la oportunidad de demostrar que te merecías estar ahí. 

⎯Entonces, ¿tú tampoco sientes que te fallé? 

⎯No ⎯ contesta segura. 

En ese preciso momento la luz de abrocharse los cinturones se enciende y el anuncio de que estamos a punto de aterrizar. Théa y yo nos sentamos en nuestros lugares y vemos como vamos descendiendo de las nubes hasta tocar tierra. Siento como el pecho se me comprime y ella comienza dar respiros profundos como si estuviera calmado un ataque de ansiedad. 

El cielo era el sitio donde podíamos confesar nuestras penas y sentirnos nosotros por un momento, ahora, en la tierra, debemos fingir que ella y yo somos pareja, y seguir con este juego. 

⎯Te pido, no me dejes sola ⎯habla, tratando de tranquilizarse. 

⎯No, te juro que no. Solo tómame fuerte de la mano y sígueme. 

Cuando el avión se detiene por completo, ambos nos ponemos de pie y bajamos tomados de la mano. Puedo sentir como Théa va temblando, y no es de frío, sino de los nervios que siente de saber qué tendrá que ver a sus hermanas y sobre todo, a su padre. 

Yo aprieto su mano y le sonrío. 

⎯Todo estará bien. Te prometo que no nos quedaremos y si lo hacemos, nos iremos a un hotel. 

⎯Vale. 

Ambos nos dirigimos al automóvil, que ya nos aguarda, y sin intercambiar más que un simple “buenas tardes”, el conductor nos conduce a la casa de mi padre, donde se encuentran reunidas todas mis hermanas, algunas de las cuales aún residen allí. Desde que contraje matrimonio, no he regresado a este lugar, y ahora siento una amalgama de emociones que fluctúan entre la melancolía y la familiaridad de estar aquí.

El auto se estaciona justo en la entrada y tanto Théa como yo salimos de él para dirigirnos hacia la casa. Se puede oler el incienso, tan solo entramos al lugar. El calor de las velas nos acompaña, además del olor a cera. Tal como pasó en el velorio de mi padre, el ataúd de Ana se encuentra en el salón principal rodeado de flores, completamente cerrado, y una foto de ella se alza sobre la pared. 

El silencio es abrumador, a pesar de que mis hermanas están rezando en murmullos mientras sollozan. Théa me toma de la mano tan fuerte que siento que me cortará la circulación. Sin embargo, comprendo su gesto, al ver que sus hermanas se encuentra también presentes, junto con su padre y el prometido de Atenea, Chez. 

Al verle, siento como la rabia se apodera de mí, y sin dudarlo lanzo el cuerpo hacia adelante, pero, Théa me lo impide. 

⎯No ⎯murmura⎯. Si lo haces, todos se enterarán y será peor. Además, no es el lugar y menos el momento. 

Sé que Théa tiene razón, pero las ganas de romperle a golpes el rostro a Chez, es más fuerte que yo. 

Así, camino hacia mis hermanas, quienes se encuentran sollozando, y la primera que me abraza es Nadja. Tan solo nuestros cuerpos se junta, ella comienza a llorar más fuerte. 

⎯¡Llegaste! ⎯ expresa⎯, llegamos a pensar que no vendrías. 

⎯Claro que vendría. Ana es mi hermana ⎯respondo, tratando de hacerme el fuerte. 

⎯¿Por qué lo hizo?, ¿por qué? ⎯me pregunta Nadja, para luego, llorar sobre mi pecho. 

Me quedo viendo al ataúd, allí, yace mi hermana reposando y descansado en paz. 

⎯¿Cómo la encontraron? 

⎯En la bañera de su habitación. Se cortó las venas y se desangró hasta morir. Fue Nadja quien la encontró. 

Abrazo a mi hermana con fuerza, y Nadja llora aún más. 

⎯¡Por qué!, ¡por qué! ⎯ expresa. 

⎯No lo sé… ⎯contesto. 

Mi mirada, en ese instante, se clava en los Karagiannis. 

⎯¿Qué hacen aquí? 

⎯Son familia, así que quisieron venir. 

⎯Y Chez…

⎯Es el prometido de Atenea, ahora andan juntos a todos lados. 

⎯Hmmm… ⎯expreso, guardándome las palabras insultantes que podría decirle. 

⎯Velaremos a Ana toda la noche y mañana iremos al crematorio. Pidió que la pusiéramos en el mismo lugar que su amado. 

⎯¿Pidió? ⎯pregunto extrañado. 

⎯Sí, lo dejó en una carta. También te dejó una carta para ti. La dejamos sobre tu cómoda, en el cuarto. 

Suspiro. Después, me separo de mi hermana Nadja y saludo al resto de mis hermanas. No puedo mirar a Antonia a los ojos, aún no la perdono por todo lo que ha sucedido. 

⎯Vendré cuando los Karagiannis no estén aquí. Vamos Théa, vamos a descansar a la habitación. ⎯Le pido a mi esposa. 

Théa asiente con la cabeza, y después de dar el pésame tímidamente, toma mi mano y nos alejamos de aquí. El olor a flores y cera nos acompaña hasta la habitación, al igual que la escena de Ana en la bañera cubierta de sangre. Había sido una muerte terrible, lenta y agonizante. Una que yo sabía no se merecía.

Así, ambos entramos a la habitación y mi mirada se va hacia la cómoda. El sobre de color blanco grisáceo y orilla de oro yace ahí, con mi nombre escrito a mano. 

⎯¿La vas a leer ahora? ⎯inquiere Théa. 

Asiento con la cabeza. 

⎯Necesito respuestas. 

⎯Quieres que…

⎯No, quédate. Este es el lugar más seguro de la casa. 

Théa camina hacia el sofá de mi habitación, y se sienta sobre él. Yo, tomo  el sobre y lo observo por algunos momentos. No sé qué vaya a encontrar aquí dentro, pero sé que lo tengo que leer. Sin embargo, tengo que tomar valor para hacerlo y aceptar la última voluntad o las últimas palabras de mi hermana. 

Entonces, con las manos temblando, lo abro y una carta conformada por dos cuartillas, se despliega ante mí. 

Estimado Antonio, hermano. 

Si esta carta ha llegado a tus manos, es con el único propósito de hacerte saber que estoy muerta y que fui yo quien se quitó la vida. Las razones por las que lo hice, creo que tú las sospechas, pero aun así, quiero que las sepas de mi puño y letra, porque ya no puedo más, para que las dudas se disipen y para que yo pueda irme en paz contigo, pero con la culpa de lo que hice. 

Quiero decirte, que cuando cometí los actos, jamás pensé que todo llegaría tan lejos, al punto de perder a la mujer que amabas. Yo, solo quería que la familia me aceptara de regreso y así, no vivir excluida y en soledad. Al final, fue el efecto contrario. 

Sí, como te lo imaginas, yo fui quien le dije a Lila que se fuera de Madrid, yo la amenacé para que se alejase de ti y le comuniqué tu compromiso con Atenea Karagiannis. Fui yo quien le mandó una carta anónima a Cassandra, diciéndole que planeabas casarte con Lila y romper el compromiso con Atenea. Fui yo quien robó los documentos que padre había firmado para que pudieses librarte de tus compromisos, y los quemó en chimenea de la casa, así como destruí el respaldo que tenía el abogado. 

Fui yo, y lo hice porque no soportaba la idea de saber que tú sí podrías estar con la mujer que amas. Lo hice, porque me dijo coraje, que padre te haya apoyado sin darte ni una consecuencia. Lo hice, porque si te ibas, perdería a la única persona que me amaba después de mi marido. Lo hice, porque pensé que éramos hermanos de la misma historia, pero, al parecer, no fue así. 

Antonio, hermano, te herí, te perdí y ahora, no puedo vivir sin la única persona que me amó. Así que, lo mejor que puedo hacer, es irme de este mundo para encontrarme con el hombre por el que alguna vez lo dejé todo. Sé que no me perdonarás nunca y lo comprenderé. Solo quería confesarte esto para que tu angustia fuera menos y tus dudas se disiparan. 

Te quiere.

Ana 

Término de leer la carta y siento como toda la verdad me pega en el rostro. Con lágrimas en los ojos y lleno de coraje, la arrugo con las manos y la aviento a una esquina de la habitación. 

⎯¡NO!, ¡NO! ⎯ expreso con coraje. 

Théa se levanta del sofá y corre hacia mí para poder abrazarme. 

⎯¡NO, ANA, NO! ⎯ grito. 

⎯Antonio… 

⎯¡SUÉLTAME! ⎯le exijo a Théa y ella se aleja de mí. 

No sé qué me duele más, si haber comprobado mis sospechas o enterarme de cada detalle que mi hermana hizo y el cómo me jodió la vida. No puedo creer tanta maldad, tanta frialdad y tantas decisiones que tomó sabiendo que me harían daño. 

⎯¡MALDITA SEA!, ¡MALDITA! ⎯ grito, y decidido camino hacia la puerta de la habitación para salir de ahí. 

Recorro el pasillo hecho una fiera, con ganas de gritar, de romper, de sacar esta rabia que me carcome. Mi hermana, mi propia hermana, la mujer a la que le había confiado mi romance con Lila, le había revelado mis intenciones y secretos, ella, me había traicionado y arruinado mi felicidad. Ella, la que hace rato recordaba con cariño y por la que lloraba. 

⎯¡OJALÁ JAMÁS LLEGUES A VERLO DE NUEVO! ⎯ grito, haciendo eco en el pasillo. 

⎯¿Ey?, ¿todo bien? ⎯Escucho una voz, y al voltear veo a Chez, acercándose al corredor, con un rostro de inocencia. 

⎯¿Qué haces aquí? ⎯pregunto, aún enojado. 

⎯Pues, paseaba por aquí y escuché tus gritos y… 

Sé que está buscando a Théa, así que en mi rabia, voy hacia él, lo empujo contra la pared y lo tomó del cuello, ahorcándolo. 

⎯No sé quién seas o qué pretendes, pero te prohíbo que merodees por estos lugares y sobre todo que te acerques a mí o a mi mujer, ¡está claro! 

⎯Pero Antonio… ⎯trata de hablar. 

⎯No quiero que nos vuelvas a mirar, ni a hablar, ni siquiera a buscar. No eres bienvenido en esta casa ni en la mía. Te vuelvo a ver cerca de donde estamos, te vuelvo a ver cerca de Théa o que la estás buscando,  y te juro que te mataré con mis propias manos, ¡ENTENDIDO! 

⎯¡Sí! ⎯contesta. 

Lo suelto, y Chez cae sobre el suelo y comienza a toser como loco. Volteo al final del corredor y puedo ver a Théa viendo toda la escena. Camino hacia ella y le pido que entre a la habitación y la abrazo. 

⎯Fue Ana, Théa, ella fue quien arruinó mi vida ⎯le murmuró y Théa me acaricia la espalda.

Al menos, ya sé toda la verdad…  

One Response

  1. Ana en la caballeriza dijo lo contrario de lo que confiesa en esa carta… creo que Ana fue otra victima igual como su padre.
    Y ya no se quien se me hace más sospechosa si Antonia o Nadja, pero va ganando esta última.
    Nadja llevaba el control del medicamento del papá, ella vio a su padre antes que Antonio lo viera morir y creo que lo que el señor trataba de decir era algo sobre Nadja…
    Y sospechoso que Nadja fuera quien encontrara a Ana y la carta culpandose de todo y que no se desapareciera la carta que dejó supuestamente Ana.

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