Théa

-Tiempo después- 

Antonio y yo hemos atravesado unas semanas verdaderamente difíciles, por lo que necesitábamos un respiro que nos permitiera cambiar de enfoque y reflexionar sobre todo lo que ha sucedido en nuestras vidas.

La pérdida de Ana ha afectado profundamente a Antonio. Ha sido devastador para él, pero al mismo tiempo, revelador de información tan grande e importante que aún no ha sabido cómo sobrellevarlo. Antonio pasa noches enteras sin dormir, dando vueltas en la cama. Cuando ya no puede más, se levanta y sale de la habitación, dejándome sola. Por las mañanas, se ducha temprano y se va, regresando solo cuando es hora de volver del trabajo, conviviendo muy poco conmigo.

Me cuenta sobre su día, que suele ser bastante aburrido, en mi opinión. Después, menciona que está exhausto, se va a dormir y la misma rutina se repite al día siguiente. Creo que si continúa así, enfermará, pero no hay nada que pueda decirle para ayudarlo. Él no me lo permite. Quizás para Antonio, mi presencia no representa consuelo en estos momentos difíciles. Sus penas son tan profundas que quizás busca consuelo en la soledad o en maneras que van más allá de lo que yo pueda ofrecer. 

A veces, las cargas emocionales son tan abrumadoras que la compañía de los demás no puede aliviarlas completamente. Es doloroso darme cuenta de que, en este momento, no puedo ser la fuente de consuelo que él necesita. Sin embargo, estoy dispuesta a respetar su espacio y tiempo, esperando que eventualmente encuentre la paz que tanto necesita.

En la espera de que Antonio encuentre consuelo, he tratado de mantenerme ocupada para distraer mi mente. He realizado diversas tareas, desde decorar y redecorar la casa hasta explorar nuevas recetas, aunque la apatía de Antonio hacia la comida ha limitado mi entusiasmo culinario. Además, he sumergido mi mente en las páginas de numerosos libros, buscando un escape temporal.

Para enfrentar el impacto del suceso con Chez, he elaborado una lista de pasatiempos que planeo explorar, todo con el objetivo de apartar de mi pensamiento los estragos emocionales que estoy experimentando. Desde que ocurrió el incidente, los ataques de pánico se han convertido en una presencia constante en mi vida. A veces, siento como si estuviera siendo perseguida por las sombras del trauma, especialmente por la figura amenazante de Chez. Es un desafío cotidiano enfrentar estos miedos, pero estoy decidida a superarlos por mi cuenta porque, en realidad, no tengo más apoyo emocional. Incluso, me siento muy sola, a pesar de que siempre estoy rodeada de gente. 

A veces, me encuentro deambulando por esta inmensa y solitaria casa, reflexionando sobre el viaje que he atravesado y cuestionando el porqué de mi situación. En ocasiones, me pregunto si la mala suerte me persigue o si este es mi destino predeterminado. Y, siendo honesta, no estoy segura de si quiero este destino para mí. Cuando era niña, imaginaba que a esta altura de mi vida ya habría alcanzado logros académicos, estaría explorando el mundo y viviendo emocionantes aventuras. Sin embargo, aquí estoy, sentada en un comedor, sosteniendo una taza de té, mientras mi esposo, absorto en su iPad, me ignora por completo.

A Antonio le es indiferente si estoy presente o no, si aparezco o desaparezco. Su actitud no cambia, ya no le importa estar solo o acompañado. Desde la trágica partida de Ana, las promesas que nos hicimos para buscar la felicidad se desvanecieron, y lo único que permanece es el respeto mutuo y la promesa de que él me protegerá de Chez. Sin embargo, hay algo que no me dijo: si me protegerá de mí misma.

⎯Hoy iré a la escuela de enfermería. ⎯Comienzo la conservación, con la esperanza de que él me haga caso. 

Antonio se queda en silencio, mientras veo en el reflejo de sus ojos como está concentrado en lo que está haciendo. Al parecer, las inversiones de esta mañana tienen más movimiento que nuestra conservación. 

⎯He decidido que tomaré las clases para ser enfermera. Me estoy volviendo loca en la casa, Antonio, y necesito salir. Solo te pido que le digas al chofer que esté disponible para cuando lo necesite. 

Antonio sigue, su mente está en otro lugar, evidentemente no está aquí conmigo. 

⎯Antonio, ¿me escuchas?, ¿Antonio?

Sin embargo, él no me hace caso. Así que me pongo de pie, tomo mi bolsa y me arreglo el cuello del vestido.

⎯Me voy. 

Y sin pronunciar palabra alguna, abandono el comedor y me encamino hacia la puerta de entrada, dejándolo solo. No hay más por decir ni por hacer. La unión entre mi familia y la suya ha desgarrado la nuestra, y ahora solo queda un silencio incómodo entre nosotros. Me detengo por un momento, esperando que él venga y diga algo, pero no sucede. Supongo que se dará cuenta más tarde de que me he ido.

⎯¿Señora Théa, a dónde la llevo? ⎯me dice Cairo, nuestro chofer. Cairo, más que un simple conductor, parece un modelo directamente sacado de las pasarelas. Su imponente figura y su rostro atractivo atraen todas las miradas.

⎯Iremos a la universidad. 

⎯Bien… ⎯conesta, y me da una sonrisa. 

Cairo me abre la puerta y yo me subo de inmediato sin ver la puerta de la entrada. Después, me pongo el cinturón, respiro profundamente y trato de sacar la ansiedad de mi cuerpo. Me aterra salir a la calle sola, pero si no lo hago, me moriré de soledad en la casa. 

⎯¿Se siente bien? ⎯Escucho a Cairo. 

⎯Sí, no te preocupes. 

⎯¿El señor no vendrá? ⎯inquiere. 

⎯No, no vendrá. Vámonos. 

⎯Pero… ¿Si me llama? 

⎯Solo vámonos Cairo, estoy segura de que encontrará la forma para irse al trabajo. 

⎯Bien ⎯responde, para después guardar silencio. 

Así, me sumerjo en la contemplación a través de la ventana, esforzándome por calmar la ansiedad que bulle en mi interior. No deseo sucumbir a la agorafobia; pretendo perseverar con la escasa libertad que me resta, con la vida que aún se me concede. No tengo intenciones de confinarme en una casa tan desolada que hasta los ecos del silencio son audibles.

⎯¿Todo bien, señora Théa? ⎯ me pregunta Cairo. 

⎯Sí, sí gracias. 

⎯¿Segura?, se ve algo pálida. 

⎯Segura, Cairo, gracias por preguntar. 

Cairo echa un último vistazo por el espejo retrovisor y me regala una sonrisa. Al parecer, es el único que en este instante se interesa por mí. 

⎯¿Entonces?, si se animará a estudiar para ser enfermera. 

⎯Sí. Creo que sería una gran forma de aprovechar mi tiempo libre, que es prácticamente todo el día. Al menos siento que podré hacer algo de provecho. 

⎯¿De provecho?, yo digo que usted hace muchas cosas de provecho.

⎯¿Como qué, Cairo? ⎯inquiero. 

Él suspira. 

⎯Bueno, la casa está más bonita que nunca. 

Sonrío. 

⎯Gracias por los ánimos y por hacerme pensar que no soy tan inútil… 

⎯Claro que no lo es… creo que es muy inteligente y amable. El señor Antonio es muy afortunado de tenerla. 

⎯Gracias ⎯contesto, casi en voz baja, porque no creo que Antonio sepa eso o lo piense. 

Así, la conservación termina, y gradualmente nos vamos acercando a la ciudad. Cairo, a pesar de que tiene poco tiempo aquí en Madrid, ya se ha aprendido todas las calles de memoria y las recorre como si fuese oriundo de aquí. Sin dudar, llega a la universidad donde me inscribiré, y se estaciona en un lugar cercano a la puerta. 

⎯La espero aquí, señora ⎯me comenta. 

Sin embargo, el móvil suena y al ver el nombre de Antonio en la pantalla, porque el móvil está conectado mediante bluetooth, sé que solicitará los servicios de Cairo y tendrá que regresar. 

⎯No, vete, yo puedo moverme sola. 

⎯¿Segura?, puedo ir por el señor y regresar por usted. 

⎯Segura. Mira que de aquí puedo ir a hacer otra cosa y así no te traeré de un sitio a otro. 

⎯No me importaría, señora Théa, es mi trabajo ⎯contesta, para luego sonreírme. 

⎯Aun así. Solo ve por el señor, él te necesita más ⎯hablo. 

Cairo asiente con la cabeza, y cuando estoy a punto de abrir la puerta para bajar del vehículo, él lo hace primero y lo hace para que yo pueda bajar. Me da la mano con delicadeza y yo la tomo para salir. 

Lo veo al rostro. Cairo y su frondosa barba me recuerda a un actor de telenovelas, no me extrañaría que pronto nos dejara para irse a actuar y ser famoso. 

⎯¿Quiere que venga aquí por usted? ⎯me pregunta, con un tono dulce y lleno de educación. 

⎯No, yo te llamo. Te aviso dónde estoy para que pases por mí. 

⎯Bien, esperaré su llamada. 

Así, me desprendo de su mano y avanzo hacia la entrada de la universidad, sintiéndome terriblemente nerviosa. Jamás he estado en un lugar así; de hecho, nunca pensé que llegaría a experimentarlo. Terminé el bachillerato con dificultades y de forma virtual, ya que mi padre no deseaba que saliera de casa, y mis hermanas no querían que estudiara en la misma escuela. Esta es la primera vez que asistiré a una institución educativa real y sobre todo, de prestigio. 

Tan solo al entrar, mi ansiedad se disipa y una oleada de felicidad me envuelve. Es la primera vez que experimento la sensación de pertenecer a un lugar, de sentir que este es mi sitio. Observo a otros estudiantes paseando con libros en el regazo y algunos inmersos en animadas conversaciones. Escucho los murmullos de discursos provenientes de los salones y las puertas abiertas de la preciosa biblioteca.

Aquí me perderé, aquí pasaré mis días. Estoy segura de que me olvidaré de mis problemas y mi soledad entre libros y letras. Creo que tomé la mejor decisión de mi vida. 

⎯¿Théa de Marruecos? ⎯Escucho mi nombre, y, al voltear, veo a un hombre con una sonrisa. 

He decidido usar mi nombre de casada para la inscripción a la universidad, ya que si uso el Karagiannis es muy probable que ellos se enteren y arruinen  mis planes. 

⎯Sí, soy yo. 

⎯Bienvenida, te estábamos esperando para el recorrido, ¿nos acompañas? 

Asiento con la cabeza y sin dudar, lo sigo. Es hora de tomar las riendas de mi futuro. 

***
Tres horas después salgo de la universidad con una sonrisa en mi rostro y con la libreta lleno de apuntes de todo lo que debo entregar para inscribirme. Es oficial, empezaré dentro de unas semanas a estudiar enfermería y, cuando termine la carrera, podré decir que lo hice sola, y que al menos de todo lo malo saqué algo bueno: una carrera universitaria. 

Olvidándome de todo: de los miedos, la ansiedad, la tristeza. Camino por la acera buscando un lugar para comer y poder leer una vez más todo lo que me han dicho hoy. Voy atenta a cualquier sitio que me llame la atención. Sin embargo, a unas cuadras lejos de la universidad, veo a lo lejos la figura de Chez, y todo mi mundo se derrumba. 

¿Cómo sabe siempre dónde estoy?, ¿dónde voy? , ¿será que tiene a alguien que me espía?, o, ¿hay algún rastreador en mí? Me quedo de pie, lejos de él, observándolo desde lejos y tratando de averiguar qué es lo que desea. No obstante, en el momento en que veo que camina hacia mí, me doy la vuelta y atravieso al otro lado de la acera tan rápido como los pies me dan. 

⎯No, no, no ⎯murmuro, agitada por lo que estoy viviendo. 

Volteo. Chez acaba de atravesar la acerca y va tras de mí. Yo dejo de caminar y comienzo a correr, tratando de buscar el móvil en mi bolsa con una mano, pero, me es imposible, no sé dónde lo he dejado. 

⎯Con permiso, con permiso ⎯les digo a los peatones que se atraviesan en mi camino. 

Puedo escuchar cómo los tacones de mis zapatos suenan como pequeños golpes, gracias a la fuerza por la que estoy caminando por el asfalto. Volteo una vez más, y claramente puedo ver a Chez, viniendo detrás de mí. 

⎯No, no, por favor, no ⎯repito, desesperada. 

Veo a todos lados, tratando de encontrar una estrategia para escaparme, sin embargo, todos los locales parecen estar cerrados, y no veo una manera de alejarme de la calle principal. Solo de pensar que Chez me puedo atacar, subir a un auto y desaparecerme me causa una ansiedad enorme. 

⎯Piensa, Théa, piensa ⎯murmuro, mientras sigo caminando, fingiendo estar segura a dónde voy. 

De repente, diviso la entrada del metro y sin dudarlo, bajo las escaleras rápidamente y corro por el pasillo, mezclándome entre la multitud. Volteo y veo a Chez bajando, así que me encamino hacia la puerta del metro y, con las manos temblando, intento sacar la tarjeta.

⎯Vamos, Théa, vamos. 

Con éxito, logro abrir la puerta y, al ingresar, siento que tengo un poco más de ventaja. Sin embargo, mi alegría se esfuma cuando lo veo dirigiéndose hacia donde estoy.

⎯No, no ⎯digo, y salgo corriendo para bajar las escaleras hacia dónde están los andenes del metro. Empujando un poco a las personas y ansiosa porque escucho que el metro llega y es indispensable que me suba a él⎯.Con permiso, con permiso. 

Veo desde escalones arriba que el metro ha llegado, así que acelero mi paso para bajar lo más rápido que pueda y alcanzarlo, pero justo cuando estoy en el último escalón escucho cómo suena la alerta de que las puertas están a punto de cerrarse. 

⎯¡No!, ¡no!, ¡no!, debo subir, déjenme subir. ⎯Ruego, y justo cuando estoy por llegar las puertas se cierran y el metro avanza⎯ ¡NO!, ¡POR FAVOR! ⎯ grito. 

En ese instante volteo, veo a Chez bajando por las escaleras y de pronto no veo otra opción más que saltar. Prefiero morir aquí que caer de nuevo en brazos de ese hombre despiadado y cruel. 

Así, me acerco a la orilla, cierro los ojos y en el momento en que hago el impulso para saltar, siento como una fuerza me jala hacia atrás y me aleja de todo. 

⎯¡No!, ¡no!, ¡suéltame!, ¡suéltame! ⎯ grito, dando manotazos y patadas. 

⎯Tranquila, no te haré daño, tranquila ⎯escucho una voz, que sé no es la de Chez. Aun así, estoy asustada, así que sigo tratando de alejarme. 

⎯¡No!, ¡suéltame! 

⎯Lo haré, pero te pido que no saltes, ¿vale? No me gustaría ver morir a alguien ⎯me comenta. 

Siento cómo pone mis pies sobre el suelo, y cómo me libera para dejarme sola. De inmediato, busco a Chez en las escaleras y me percato que no está ahí. Volteo a mi alrededor y solo noto a una pareja de chicos que me ven asustados y a una mujer que está sentada esperando por el siguiente metro. 

⎯¿Te encuentras bien? ⎯Escucho de nuevo la voz. 

Mi corazón late agitado, lleno de angustia y de miedo. Sin embargo, al notar que estoy fuera de peligro, comienzo a tranquilizarme. 

⎯¿Quieres que te lleve a un hospital? ⎯me pregunta. 

Niego con la cabeza, mientras junto mis manos y las tallo, tratano de calmar mis nervios. 

⎯No sé qué pretendías hacer, pero, puedo decirte que ese no es el camino. Tal vez lo has escuchado antes, pero, todo tiene solución. 

⎯No hay solución para deshacerse de Chez ⎯contesto, sin saber ni siquiera quién es. 

⎯Pues, no sé quién sea, pero, te aseguro que hoy no es el día para que hagas lo que tratabas de hacer. 

⎯Entonces, ¿de qué es día? ⎯pregunto, aun viendo hacia las vías. 

El hombre suspira. 

⎯Pues, ¿qué te parece si te invito una copa y lo averiguamos?, hay un bar muy famoso a dos estaciones de aquí. Te puedo llevar. Te prometo que será todo gratis. No te cobraré nada. 

⎯¿Qué pasa si no quiero ir? ⎯inquiero. 

⎯Pues, tendré que insistir o quedarme aquí asegurándome que estás bien. Sin embargo, creo que un bar, con música y bebidas gratuitas, es una mejor opción, ¿no crees? 

Podría en este momento salir corriendo de aquí e ignorarlo. Sin embargo, hay algo en su voz y en sus palabras que me atrae por completo. Por cómo habla, sé que es una persona buena y que lo que dice no tiene un rastro de malicia. 

Así, volteo a verle y tan solo mis ojos se fijan en él, siento una revelación que va más allá de las palabras. Mi corazón comienza a latir tan rápido que no sé cómo tranquilizarlo, y mis ojos se clavan en esa mirada intensa y profunda.

De pronto, siento como si el universo hubiera conspirado para que yo estuviera ahí, enfrente de él. Siento dentro de  mí, una chispa, una corriente eléctrica que me recorre y reanima por completo mis sentidos.  

Estoy segura de que he reconocido a mi llama gemela, al amor de mi vida, al hombre con el que siempre soñé. Sé que jamás me he enamorado, pero, sé que lo que estoy sintiendo, jamás lo había sentido antes. En este momento, mi vida acaba de cambiar de una manera que nunca imaginé. El hombre, frente a mí, no solo representa el amor, sino también la posibilidad de la felicidad que tanto anhelo y la seguridad que tanto deseo. 

Sonrío, y él me sonríe. Juro que es la sonrisa más sincera y bonita que he visto en toda mi vida. Si él está aquí, si él me salvó, no es por mera casualidad, es porque estoy segura de que algo increíble está por suceder.

⎯¿Eso quiere decir que sí?, ¿qué aceptas la barra libre? ⎯comenta, para luego reír bajito. 

Yo no respondo, aún sigo sin palabras. Admirando todo de él. Su cuerpo, su sonrisa, su boca, sus ojos… todo, absolutamente todo. Es tan apuesto y gallardo y con un aura tan tranquila que me hace sentir… en paz. 

⎯¿Cómo te llamas? ⎯me pregunta. 

⎯Me llamo… Théa ⎯pronuncio, aún embelesada. 

⎯Gusto en conocerte, Théa. 

⎯¿Tú como te llamas? ⎯pregunto. 

⎯Mi nombre es Pablo ⎯pronuncia con seguridad. 

Y en ese instante, el fuego que estaba apagado en mí, se encendió en mi pecho como una llama voraz, como cuando uno encuentra la luz que le guiará el resto de la vida, como cuando uno encuentra… a su alma gemela.

 En ese instante, supe que este encuentro era el inicio de una historia que cambiaría el curso de nuestras vidas.

3 Responses

  1. Porque Antonio dejó de viajar? Ya no llega solo los martes en Madrid, sino que vive ahí pero ya no viaja…

  2. Bueno también sería bueno que Pablo quedará con thea los.dos merecen ser felices y Antonio y lila otra oportunidad por su bebé, casi lo estoy perdonando

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