Antonio 

El día del acontecimiento de Théa 

Desde lo que pasó con mi hermana he perdido el norte por completo. Me he sumergido tan hondo que no sé cómo salir, y por más que trato de ver la luz, siento que esta vez sí estoy en plena oscuridad. 

Soy una mala persona. Le prometí a Théa que estaría con ella, al pendiente, apoyándola en todo, pero, no ha sido así. Me he alejado más de lo planeado y ella ha quedado de nuevo atrás, no se lo merece. 

Ahora, somos de nuevo dos fantasmas, durmiendo en la misma cama, compartiendo la misma habitación, pero, sin hablarnos, solo nos saludamos al despertar y al dormir, después no tengo ni idea de lo que está haciendo. 

Estoy inmerso en mi mundo, pensando en Lila todo el tiempo, en la traición de mi hermana y cómo es que las circunstancias nos separaron. Odio mi vida, pero también no puedo dejar de pensar en las decisiones que cometí, las que me llevaron a perderla y a tomar a Théa como esposa, para también, de cierto modo, hacerla sufrir.  

¿En qué momento llegué hasta aquí?, ¿cómo es que mi vida cambió tanto en tan corto tiempo?, ¿cómo es que los planes no salieron cómo yo esperaba?, ¿por qué no veo la luz? Estoy perdido, abrumado. Me siento culpable de todo lo malo en la vida de Lila, en la vida de Théa, tal vez nunca debí cruzarme en su camino, debí seguir las reglas, pasar de largo. Debí desaparecer yo. 

El trabajo ha sido mi consuelo más grande, lo único que se ha mantenido estable, y que no cambia; una rutina que ha prevenido que caiga en la locura. Ahora, por el matrimonio con Théa, también manejo asuntos de la empresa de los Karagiannis, por lo que ha aumentado y ocupado así mi día por completo. 

Así que ahora me la paso trabajando, con mis ojos reflejados en el ordenador o en la tableta, y solo concentrándome en las cifras. Por eso no me extrañó que Théa haya estado desayunando conmigo y después, al levantar la vista, ya no verla más. De nuevo, es un fantasma. 

⎯¿Théa? ⎯inquiero en voz alta. Volteo hacia el umbral de la puerta y noto que estoy solo⎯. ¿Théa? 

⎯¿Me llama señor? ⎯me pregunta Dehlia, quién ha salido de la nada como siempre. 

⎯¿Sabes dónde está mi esposa? ⎯le digo, mientras apago la tableta. 

Dehlia sonríe, pero no con una sonrisa que me inspire confianza, sino más bien de que está planeando algo. 

⎯La señora salió hace treinta minutos hacia la ciudad.

⎯¿Treinta?, pues… ¿Qué hora es? 

⎯Van a ser las diez de la mañana. 

⎯¡MIERDA! ⎯ expreso, para luego caminar hacia el perchero y tomar el saco que me pondré hoy ⎯. Dile a Cairo que esté listo. 

⎯La señora se llevó a Cairo ⎯contesta, y puedo escuchar en su tono esa burla y ese triunfo de ver que Théa y yo somos un desastre. Théa le tiene miedo, y lo entiendo perfectamente, pero yo sé el poder que tengo en esta casa, y el miedo no forma parte de mí. 

⎯Bien, lo llamaré. 

⎯Señor ⎯me interrumpe, ya que estoy a punto de tomar el móvil⎯, ¿puedo darle un consejo? 

⎯No ⎯respondo, con soberbia. 

Aun así, Dehlia no me hace caso y continúa. 

⎯Le recuerdo que está bajo la protección y vigilancia de los Karagiannis, es todo. 

Sonrío. 

⎯Pues si es así, diles a los Karagiannis que se pueden ir a tomar por el culo. Que tal vez me casé con Théa, pero ellos no son los dueños de mi vida. Si no te parece, puedes irte a atender la casa de la señora Cassandra, o las señoritas Atenea, Helena o Danae, tú decides. 

Dehlia sonrió. 

⎯Como usted guste, señor. 

Después, se alejó de mí y me dejó solo. Lástima que Dehlia viene con la casa si no ya se hubiese ido. 

Después de esta pequeña discusión, tomo el móvil y le marco a Cairo, solo para enterarme de que se encuentra demasiado lejos. Así que, después de decirle que venga lo más rápido posible, voy a mi oficina para seguir trabajando desde ahí, mientras lo espero. Sé que podría hacer otra actividad, pero eso me arriesga a estar a solas con mis pensamientos. 

Entonces, me encierro en mi oficina, abro de nuevo la tablet y comienzo a ver las cifras. De pronto, el nombre de Théa llega a mí, como un golpe en la cabeza, y me pregunto qué es lo que está haciendo tan lejos, ¿qué es lo que hace todos los días?, ¿cómo es que ella canaliza todo lo que le ha sucedido? 

Sin embargo, no le doy demasiada mente, vuelvo a lo mío en un instante y me pierdo con una facilidad que me sorprende. No cabe duda que los días en los que soñaba despierto, se han terminado. Un tiempo después, la pantalla de mi móvil se enciende y el nombre de Cairo aparece. 

CAIRO:

Estoy aquí, señor. 

Sin pensarlo, tomo mis cosas y me pongo de pie para salir de mi oficina. No me fijo si Dehlia me está viendo, o si estoy completamente solo, lo único que quiero es huir de la casa, donde me siento completamente atrapado.

Tan solo veo la puerta abierta, salto a la camioneta y le pido a Cairo que arranque. Después, tomo la tableta y la enciendo justo en el documento en el que estaba antes de salir de la oficina. Siento cómo el auto se mueve y como pronto tomamos la autopista para dirigirnos hacia la ciudad. Me acomodo en el asiento, mientras sigo leyendo, hasta que los primeros indicios de que hemos llegado se hacen presentes. La ciudad comienza a tomar forma, veo los edificios, las calles concurridas y los peatones por las aceras. 

Me distraigo de lo que estoy haciendo, y bajo la tableta para ver a Cairo directo en el retrovisor. 

⎯La señora Théa… ⎯Trato de preguntar, pero de pronto lo veo por la ventana y en ese instante grito⎯¡ALTO! 

Cairo se frena en medio de la calle, provocando que los autos de atrás se frenen por igual. A mí, sin importarme el ruido de las bocinas, abro la puerta en medio del caos y, bajándome de la camioneta, corro hacia él. 

⎯¡Tú!, ¡EY TÚ! ⎯ grito. 

Entonces, él voltea y al verme, abre los ojos con sorpresa. 

⎯¡Sé que sabes dónde está ella!, ¡LO SABES! ⎯grito.

Pablo se queda en silencio. Su mirada es intensa, y está posada sobre mí. Me ve de los pies a la cabeza, pero no dice más. 

Mientras avanzo hacia Pablo, siento el peso de la incertidumbre y la urgencia en cada paso. Su figura se recorta, y mi determinación se mezcla con la ansiedad de obtener respuestas sobre Lila. Cada segundo se vuelve crucial, y sé que la llave de la información que necesito está en manos de Pablo.

Su mirada se cruza con la mía, y en ese instante, reconozco una mezcla de sorpresa y cautela en sus ojos. El silencio entre nosotros habla de historias no contadas y secretos que se esconden en la penumbra. Respiro hondo, preparándome para lo que está por venir.

⎯Pablo, necesito saber dónde está Lila. ⎯Mis palabras son directas, cargadas de la urgencia que siento. No puedo permitirme más rodeos.

Él me observa, como evaluando, si debo ser merecedor de esa información o no. El suspenso en el aire es denso, y mi mente trabaja a toda velocidad, buscando la estrategia adecuada para persuadirlo.

⎯Antonio, entiendo que estés preocupado por ella, pero no puedo revelarte su paradero sin su consentimiento. ⎯La respuesta de Pablo es medida, claramente protegiéndola. 

En ese momento, me doy cuenta de la complejidad de la situación. La lealtad hacia Lila parece ser la fuerza motriz que guía a Pablo, y sé que será necesario abordar este dilema con empatía y respeto.

⎯Comprendo tu posición, Pablo, pero estoy desesperado. Necesito hablar con ella, asegurarme de que esté bien. No quiero hacerle daño, solo quiero saber dónde está. Necesito explicarme. 

Juro que estoy a punto de hincarme de rodillas y rogarle, pero aún no llego a ese extremo, aunque sé que si me lo pide, lo haría. Pablo suspira, como si estuviera debatiéndose entre la lealtad y el deber, sin embargo, me tranquiliza que lo esté considerando. 

⎯Antonio, yo… 

⎯Te lo pido ⎯le digo, viéndolo a los ojos, solo dime dónde está. 

Pablo pasa saliva, sabe que está atrapado y que ya no tiene escapatoria. Tuvo la mala suerte de pasar justo por ese lugar y, ahora, debe decirme algo. Sin embargo, asiente con la cabeza. 

⎯No tengo mucho tiempo… 

⎯Un minuto, pero, solo dime algo de ella. 

⎯Te doy cinco… ⎯me contesta, para luego voltearse y caminar por la acera esperando a que lo siga. 

Con la mano le digo a Cairo que se vaya a la oficina y yo sigo a Pablo quien camina rápido, como si intentara perderme, pero, no lo hará, él es la única pista que tengo de Lila y no pienso perderla. No tengo idea de dónde vamos, pero no me importa, solo veo cómo las personas pasan a nuestro lado y él va con la mirada al frente sin verme con el rabillo del ojo. 

⎯Pablo, no me despegaré de ti, así que no lo intentes. 

Él se detiene, y me ve a los ojos. Estamos frente a frente y en su mirada puedo ver que es un buen hombre y que la decisión que está tomando le duele. 

⎯¿Estás consciente de que Lila no te quiere ver? 

⎯Lo estoy. 

⎯Entonces, ¿por qué te diría dónde está revelando su escondite? 

⎯Porque sé que sabes que hay algo más, que esto no puede terminar así. 

⎯Te vi saliendo con otra, te dije que le comunicaras y lo que hiciste fue todo lo contrario. 

⎯Me obligaron. 

⎯A nadie se lo obliga a nada. Todos somos responsables de nuestras propias acciones y decisiones. ⎯Pablo se acerca a mí, confrontándome⎯. Tenías a Lila en tus manos, ella confiaba en ti, estaba enamorada de ti… y la perdiste por tus propios medios, ¿dime por qué debo traicionar su confianza por ti?, ¿dime por qué pondría en juego mi felicidad con ella por darte un espacio? ⎯ me pregunta. 

Yo suspiro. 

⎯Porque mi intención es solo explicarme, solo quiero hablar con ella, es todo Pablo. No puedo ni debo recuperarla. No hay excusa para mis acciones, pero quiero enmendarlo. Sé que he perdido la confianza de Lila y lo único que quiero es explicarle lo que pasó. No te estoy pidiendo que traiciones su confianza, solo estoy buscando una oportunidad para explicarte mi perspectiva. Entiendo que eso podría no ser suficiente, pero necesitas saber que mi intención nunca fue lastimar a Lila.

⎯¿Explicar qué? ⎯me pregunta. 

⎯Puedo explicártelo también, pero quiero que me escuches hasta el final. 

Pablo mira su reloj. 

⎯Tienes dos minutos ⎯habla, con tono firme⎯. Si no me convences, puedes olvidarte de todo. 

Entonces, como si estuviera dando el discurso de mi vida, en medio de la acera, le cuento todo a Pablo. Lo hago tan rápido y tan consciente de cada palabra que creo que he olvidado respirar. Él simplemente me mira a los ojos, su mirada es tan intensa como si intentara leer mis pensamientos, y me siento verdaderamente juzgado. No sé lo que pasa por la cabeza de Pablo, pero espero que mi relato lo convenza y que al menos me dé una pista sobre dónde está. Aunque lo ideal sería que me revelara todo.

Termino, tomo aire al sentir que a mis pulmones les falta, y permanezco frente a él esperando su respuesta. Pablo, no se inmuta, solo se queda de pie en silencio, pensando en sus próximas palabras. Después de unos minutos, él habla: 

⎯ Quiero a Lila más que a nadie en este mundo, Antonio. La conozco desde que éramos niños, hemos compartido risas y lágrimas, y hemos sido el apoyo incondicional el uno del otro. No voy a desaparecer de su vida, eso debes tenerlo claro. Sin embargo, también comprendo que no tengo el derecho de forzar decisiones en su camino. Este tema es increíblemente personal, y Lila tiene todo el derecho de tomar las riendas de su propia vida.

Pablo suspiró, marcando una pausa antes de continuar.

⎯Sin embargo, después de lo que me has contado, creo que tienes derecho de réplica, y de aclararle el panorama a Lila, ya que ella tiene una percepción muy diferente. 

⎯Gracias ⎯responde Antonio, en realidad conmovido. 

⎯No, no me lo agradezcas. No lo hago por ti, sino por ella. Porque en este momento necesita tranquilidad y sé que eso le ayudará. 

⎯Aun así, gracias. 

⎯Solo, antes de decirte dónde está, quiero dejarte algo claro.  Mi amor por Lila es diferente al tuyo. No la amo para poseerla, sino para dejarla ser. Amo su libertad, su capacidad de decidir por sí misma. No hay secretos ni mentiras en nuestra relación, y confío en que hará lo correcto. Y como un pacto entre los dos, te pido, que sea la decisión que ella tome, respetaremos su elección, ¿me entiendes?, no importa cuál sea. Júramelo. 

Con todo el dolor de mi corazón y aun sabiendo que mi futuro con Lila sigue siendo complicado, acato ese pacto entre los dos y asiento con la cabeza. 

⎯Lo juro. 

Pablo suspira, y como si las palabras le dolieran al salir de su garganta, me dice: 

⎯Lila está en México. Vivimos en un piso en la calle San Jerónimo en el centro de la Ciudad de México. 

⎯Gracias ⎯murmuro. 

⎯Está sola… pero yo regreso el próximo lunes, así que aprovecha el tiempo que tienes, porque es el único que te daré. 

⎯Muchas gracias, Pablo. 

⎯No lo hago por ti, no te confundas. Todo lo que hago y haré, será por ella y nadie más. Ahora, si me disculpas, tengo un asunto importante y debo irme. 

⎯Gracias, gracias… ⎯repito, con una enorme esperanza en mí. Pablo se da la vuelta y entra a un enorme edificio dejándome solo.

Me siento realmente feliz, como si finalmente hubiera vislumbrado la luz al final del túnel y comprendido que es el momento de seguirla hasta el final. Soy consciente de que mi encuentro con Lila será complicado, pero, al menos, tendré la oportunidad de aclarar las cosas y hacerle saber que todo lo que le dije es verdad. Pablo me ha brindado el tiempo, y ahora, moveré mis cartas de la manera correcta, sin importar si ella decide quedarse con él.

One Response

  1. Ay Pablo, te adoro. Definitivamente eres un gran hombre.
    Cruzaré deditos para que Anita te empareje con Thea, son buenos uno para el otro.

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