Théa 

Estoy profundamente enamorada. Es algo que tengo claro y que siento con intensidad. He experimentado ese encuentro mágico con el amor, donde nuestras miradas se cruzaron, como si el universo conspirara a mi favor. Ahora, no puedo apartarlo de mi mente, anhelo estar cerca de él en cada momento. Me pregunto, ¿será que esto es lo que Antonio experimentó cuando vio a Lila? ¿O su experiencia fue diferente, única en su propia esencia?

No suena tonto en absoluto. A veces, la realidad puede superar incluso nuestros sueños más extraordinarios. Pablo se ha convertido en el hombre de mis sueños, la encarnación del amor que he imaginado durante tantos años, como si hubiera salido de una película romántica.

La intensidad de su mirada hace que sus ojos brillen de manera cautivadora, complementada por unos labios carnosos que enmarcan una boca sugerente. Su cuerpo es una sinfonía de proporciones sensacionales, y su estatura, imponente, como un árbol que ofrece protección bajo su sombra. Pero, más allá de su apariencia física, es su personalidad la que lo hace destacar.

Pablo es simplemente encantador. Su amabilidad, su gracia y su sentido del humor son palpables. Su voz, hermosa y reconfortante, revela a una persona cariñosa y tranquila, alguien que no solo te escucha, sino que también te ofrece consejos valiosos. Las horas que compartí a su lado fueron simplemente increíbles; mi corazón latía con serenidad, y mi cuerpo parecía encenderse como si hubieran avivado una llama en mi interior. En resumen, me sentí viva, me sentí feliz. 

Anhelaba pasar más tiempo con él, explorar conversaciones más profundas y conocerlo mejor. No obstante, un mensaje de Antonio me sacó de ese sueño y me recordó la cruda realidad: estoy casada y nuevamente me encuentro sola. Antonio se ha ido. 

No reveló más detalles, simplemente expresó la necesidad de partir y me pidió que me cuidara y mantuviera a salvo. Así que ahora me encuentro sola en Madrid, en esta amplia casa que parece no hacer más que acentuar el vacío a mi alrededor y recordarme que solo soy una pieza dentro de un juego, uno que pueden olvidar por mucho tiempo y no importarles. Solo soy un cero a la izquierda. 

Así que ahora que me encuentro sentada en los sofás del jardín, tratando de leer la guía de estudio para el examen de admisión a enfermería, pero mi mente divaga mucho. Y, ¿si voy a buscar a Pablo con el pretexto de darle un regalo por haberme ayudado?, ¿se verá muy obvio que lo quiero ver? 

⎯¿Señora Théa? ⎯Escucho una voz detrás de mí. 

Al voltear, veo a Cairo, escondido detrás de uno de los muros exteriores. 

⎯Dime Cairo…

⎯¿Puede venir?, es urgente, me llama en un susurro. 

Dejo la guía sobre el sofá, me pongo los zapatos y camino hacia él. Cairo se esconde un poco más y me invita a que lo siga. Al parecer, nos estamos alejando de las ventanas y las puertas. 

⎯¿Qué pasa? ⎯inquiero. 

⎯Escuche, escuche con atención. ⎯Me pide⎯. Porque es muy importante lo que le diré. 

⎯No me asustes ⎯le murmuro. 

Cairo voltea a ambos lados y luego habla: 

⎯Su hermana Cassandra y su padre llegarán mañana por la mañana. 

⎯¡QUÉ! ⎯expreso de inmediato. 

⎯Sí. Dehlia no es de confiar. Ayer, estuvo hablando por teléfono con su padre, y le contó que sospecha que usted y el señor Antonio están haciendo algo. Le ha contado casi todo lo que hacen en el día. 

⎯¿Cómo? ⎯mumruro. 

⎯Sí, así que su padre y su hermana vendrán. Lo sé porque Dehlia les dijo al resto del personal que se preparen. Vendrán a cuestionarla y sé que el señor Antonio no está…

Me quedo en silencio, completamente asombrada. Esto es lo único que me faltaba. Mi hermana Cassandra y mi padre llegando de sorpresa. Por suerte, Cairo tuvo la amabilidad de avisarme para que estuviera preparada.

⎯¿Sabes a qué hora? ⎯pregunto. 

⎯Diez de la mañana. 

⎯¡NO! ⎯expreso⎯. A esa hora debo salir a la universidad para hacer mi examen de admisión, no pueden venir, no pueden arruinar todo. 

⎯Lo siento, señora. 

Me quedo en verdad angustiada y triste. No puedo creer que de nuevo mi padre y mi hermana mayor vayan a intervenir con mi felicidad. 

⎯¿Por qué me lo dices, Cairo?, ¿quieres algo de regreso? 

Él niega con la cabeza. 

⎯No, simplemente usted me agrada y creo que es una buena mujer. Además de que me cae mal Dehlia ⎯comenta. 

Sonrío. 

⎯Gracias, de verdad. 

⎯De nada. Solo espero que esta advertencia le sirva de algo. 

⎯Claro que sí. Al menos puedo pensar en excusas para deshacerme de ellos con facilidad. 

Él me sonríe. 

⎯¿Entonces, mañana irá a la escuela? 

⎯Por supuesto que sí. He estado estudiando para hacer este examen y no puedo perdérmelo. Además, ya he juntado el dinero para pagar todo, y sé que lo lograré. Así que ten por seguro que ahí estaré. 

⎯Excelente… entonces todo sigue igual. 

⎯Todo ⎯le aseguro. 

Cairo hace una señal de que es hora de retirarse y después de cerciorarse de que no hay nadie cerca, se aleja. De inmediato, y como si hubiese recibido un golpe de adrenalina, corro hacia el sofá y tomo mi móvil para llamar a Antonio. Necesito saber dónde está, qué está haciendo y cuándo regresará. No puedo creer que tenga que enfrentar a Cassandra y a mi padre yo sola. 

⎯Venga, responde ⎯ruego, para después escuchar el mensaje donde dice que el número está fuera del área de servicio⎯ ¡Mierda! ⎯expreso, bastante enojada. 

Me siento sobre el sofá y comienzo a guardar todo apresuradamente, como si sintiera que Dehlia podría entrar en cualquier momento. Esa mujer es peligrosa y me siento impotente al no poder hacer nada al respecto. Me gustaría, por una vez en mi vida, no estar vigilada por mi familia, pero eso parece imposible. A veces, siento como si trajera un rastreador en el cuerpo que revela todos mis movimientos.

Para ser honesta, no le tengo tanto miedo a mi padre. De alguna manera, ese hombre me ha dado todo lo que mi madre no pudo, y me ha aceptado como su hija de sangre, a pesar de que podría haber sido un problema para él. A quien realmente temo, profundamente, es a mi hermana Cassandra, la peor de todas las Karagiannis y la persona más cruel que he conocido en mi vida.

Desde que llegué a la familia a la edad de ocho años, Cassandra no estuvo de acuerdo y se aseguró de hacer mi vida un tormento. Desde entonces, no sé lo que es vivir en paz: el acoso, los insultos y los golpes han sido moneda corriente. Ella encarna la definición de crueldad, y lo peor de todo es que mi padre le permite todo eso y más, gracias a su actitud manipuladora y a su posición como primogénita.

Después de ella, sigue Atenea, y las demás simplemente la siguen, sin aportar mucho. Cassandra puede darte todo y también quitártelo. Es aterradora. Todavía no entiendo cómo pudo haberse casado.

Ahora, una vez más, viene a arruinar mi felicidad. Busca asegurarse de que no esté en calma y encontrar un punto débil que me haga flaquear, revelando así todo el plan que Antonio y yo tenemos. Si descubre que estoy utilizando el dinero que me dieron como dote por mi matrimonio para hacer cosas por mi cuenta, puede convencer a todos de que estoy equivocada y quitarme la poca libertad que tengo.

Debo ser fuerte y más astuta que ella para no revelar nada. Necesito adelantar mis movimientos y escapar para hacer realidad mi sueño. No quiero que Cassandra lo destruya con sus manos.

Antonio no responde, y después de la cuarta llamada me doy por vencida. No me queda de otra que pensar qué diré, actuar de forma segura y asegurarme de estar en el examen mañana. Cumpliré mi sueño de tener una carrera, no importa si tengo que arriesgar mi vida. 

***

No pude dormir nada, no solo porque estuve estudiando, sino porque estoy muy nerviosa por la visita de mi hermana y mi padre. Pensé mucho en el pretexto que les diría, en cómo los invitaría a que se fueran de mi casa con amabilidad y dejarles la idea de que todo está bien con Antonio y conmigo, y que no tienen nada que sospechar. Si esto funciona, después, me cuidaré de Dehlia y estaré en deuda con Cairo el resto de mi vida.

Al cuarto para las diez de la mañana, bajo las escaleras de las habitaciones, cargando una bolsa grande donde camuflajeo mis libros entre la ropa del gimnasio. He decidido decirles que iré al club, que haré ejercicio, después al salón y que no estaré en toda la mañana. Solo espero que funcione.

Así, finjo estar arreglándome frente al espejo que está posicionado casi al lado de la puerta, y por el rabillo del ojo veo hacia la puerta. Sé que Cassandra y mi padre son puntuales, así que pronto llegarán.

Sin embargo, la ansiedad y el pánico se empiezan a apoderar de mí, y siento cómo el corazón comienza a acelerarse y a llenarse de miedos. ¿Qué pasa si me descubren? ¿Tendré que casarme con Chez? El ruido de un auto se escucha al fondo, y momentos después veo a Dehlia caminar hacia la puerta.

⎯¿Quién es? ⎯pregunto, como si nada. 

Ella no me responde, simplemente abre la puerta y me ve con una sonrisa llena de ironía. Momentos después, Cassandra, con su cabellera rubia y ese rostro que no expresa nada, entra hacia la casa. Noto que ya aseguró su futuro con su magnate, porque se encuentra embarazada. 

⎯¿Cassandra? ⎯pregunto, como si nada⎯, ¿qué sorpresa?, no sabí uaq estabas en Madrid y que… 

⎯Qué casa tan más horrible, sí que te has esforzado en decorarla con un pésimo gusto ⎯habla, sin saludarme. 

No digo nada, solo me quedo callada. 

⎯Ves padre, te dije que era dinero desperdiciado ⎯le comenta a mi papá, que con esa imponente figura que tiene, ha entado detrás de ella. 

⎯Hola, papá ⎯hablo. 

⎯Théa ⎯pronuncia mi nombre. 

⎯¿Dónde está Antonio? ⎯pregunta mi hermana. 

⎯Salió de viaje, no tardará. 

⎯¿A dónde? ⎯dice mi padre, bastante enterado. 

⎯No sé. No me entero de los viajes de mi marido, tal como me lo enseñaron ustedes, ¿recuerdan? Yo solo respeto lo que hace. 

Cassandra hace una mueca que parece ser es una sonrisa. No sé si le causa gracia mi respuesta o en realidad la está aprobando. 

⎯Yo si sé dónde anda mi marido, sé lo que come, con quién se ve, dónde y cuándo, no se me escapa nada. Hasta para eso eres floja y tonta, Théa ⎯contesta. 

⎯Cassandra, te hará mal enojarte. El bebé lo resentirá. ⎯La tranquiliza mi padre⎯. Sabes que tu hermana tuvo una educación diferente a la tuya. Sus inicios no fueron como los tuyos. 

⎯Lo sé. Creció como una salvaje en aquella Isla donde te fuiste a revolcar con su madre. No puedo creer que hayas tenido el valor de traerla con nosotras. ⎯Su mirada se queda entrelazada con la mía⎯ ¿Qué pensaste que pasaría cuando se casara?, ¿qué ella cambiaría? 

⎯Bueno, no sé cuál es el motivo de su visita, pero, me tengo que ir, tengo un día largo. 

⎯¿Dónde crees que vas? ⎯me pregunta Cassandra. 

⎯Al club. Iré al gimnasio, después al salón de belleza y probablemente al centro comercial a comprar ropa ⎯contesto sin titubear. 

Mi hermana Cassandra comienza a reírse, mientras se pone la mano sobre el vientre. La verdad no encuentro la gracia, pero, supongo que ella ahora me lo explicará. 

⎯¿Ahora resulta que haces ejercicio y te arreglas? ⎯me pregunta, en tono irónico. 

⎯Sí, me gusta verme bonita para mi esposo, para gustarle más a Antonio. 

La risa de Cassandra se convierte en carcajada, y mi padre solo observa la escena pasivamente desde lejos, sin decir nada. 

⎯¿Escuchaste papá?, se quiere ver bonita para Antonio. La isleña está gastando tu dinero para verse bonita. 

⎯¿Qué tiene de malo? ⎯pregunto⎯, ¿a caso tú no lo haces para tu marido? 

⎯¡POR SUPUESTO QUE SÍ! ⎯Cambia su tono de voz a uno más agresivo⎯. Pero hay una gran diferencia entre tú y yo, Théa. Tú eres fea, horrible en verdad. Además de que heredaste la nariz de ave, la misma de tu madre. Necesitarías volver a nacer para poder ser bonita. No tienes gracia, apenas  tienes estudios, eres perezosa, descuidada, tímida y tonta. No importa qué tanto te arregles para Antonio, todo eso no se puede esconder debajo del maquillaje. 

En ese instante, siento cómo el coraje me recorre el cuerpo. Cierro el puño, apretándolo lo más fuerte posible y tratando de no lanzarme encima de ella para golpearla. Cassandra lo nota, y en ese instante, aumenta su agresividad hacia mí.

⎯¿Qué?, ¿te vas a defender, Théa? ⎯Insiste, mientras camina hacia mí⎯¡Hazlo!, quiero ver cómo te defiendes, ¿qué me vas a decir?, ¿qué Antonio en verdad te ama y no importa lo tonta y fea que seas está contigo por amor? ¡Ay, por favor!, nadie te va a creer eso. Nadie se traga el cuento de que él te escogió por amor. 

⎯¿Por qué no? ⎯pregunto, conteniendo las lágrimas. 

⎯Porque no mereces ser amada. Así como no mereces todo esto que tienes. La felicidad que estás viviendo no es tuya, se la robaste a Atenea, y eso lo sabemos todo. Si estás aquí, es porque Antonio se apiadó de ti. No importa lo que hagas, lo que digas o lo que creas que puedes hacer, no te lo mereces. Así que no me vengas con cuentos de que te pones bonita para él porque es bien sabido que él no te ama.

Me quedo en silencio. Nunca sé qué decir o hacer. Ella se acerca a mí y con fuerza me toma del cabello y lo jala para que mi oído se acerque a sus labios. 

⎯Sé que estás planeando algo con Antonio, y que pretenden salirse con la suya. Solo te aviso, que los estamos vigilando, que encontraremos qué están haciendo y lo disolveremos. Ambos pagarán y muy caro, dile eso a tu marido. Y tú, Théa, no te instales mucho en esta casa, porque pronto estarás con la persona que en realidad te merecía. Ándate con cuidado. 

Paso saliva. 

⎯No tengo ni idea de lo que estás diciendo. Ahora, si me disculpas, iré a hacer mis cosas. Eres libre de quedarte en la casa. 

⎯Jamás me quedaría aquí. Solo vine a ver tus ojos llenos de miedo y a recordarte, que estás atada a nosotros, nos debes todo, y así como te lo damos, te lo podemos quitar… No eres nadie en realidad Théa, nadie… si eres alguien es porque papá te dio su apellido. 

Veo a mi padre a los ojos y, como siempre, no dice nada. Al parecer, el gran y agresivo hombre de negocios se queda mudo ante la crueldad de su hija mayor. Supongo que él tampoco sabe cómo controlar al monstruo que creó y después le dio vida.

⎯Hasta luego ⎯pronuncio, para tomar la maleta y caminar hacia la puerta. 

Voy a paso firme hacia la camioneta, donde Cairo ya me espera. 

⎯¿Está bien? 

⎯Solo vámonos, no preguntas y vámonos. 

Cairo acata mi orden y va hacia el asiento del conductor, arranca el vehículo. Veo de reojo cómo mi hermana me observa desde la puerta con ese rostro amenazador. No sé si han descubierto la farsa de mi matrimonio, mis próximos estudios o el hecho de que Antonio esté buscando a Lila, pero literalmente, Cassandra vino a amenazarnos, a advertirnos que nuestra vida está arruinada por estar vinculados con ellos.

Cairo se aleja a toda velocidad de la casa y, cuando menos me doy cuenta, ya me encuentro en la autopista, directo hacia la ciudad. Cierro los ojos, respiro profundo para que todo el enojo se vaya y el estrés pase. No voy a permitir que este encuentro arruine mi día, y mucho menos este, que está dando paso a algo sumamente importante.

Sin embargo, recuerdo las palabras de Cassandra, ese discurso tan repetitivo que ha sido la razón de por qué soy así: tímida, nerviosa, desconfiada. Me veo de reojo en el espejo y noto mi rostro. Me siento fea y pienso que alguien como Pablo no se fijaría en mí. Estoy sola, Antonio me dejó a la deriva. No tengo autoestima, ni sé si soy inteligente… mi hermana no hizo más que recordarme quién soy.

En ese instante, las lágrimas recorren mis mejillas al recordar que Chez me quitó lo único que era mío, que yo poseía y que me hubiera encantado compartir con un hombre que me amara. De pronto, me veo sin alma, como un ente que camina sobre la tierra, como el fantasma que deambula y que, a veces, llega a incomodar.

Necesito un abrazo, necesito que alguien me retenga, solo necesito una oportunidad, una sola, y yo la voy a conseguir. Yo, Théa Anastasiou, haré lo que significa mi apellido: resucitaré y le demostraré a todos lo que puedo hacer y quién soy.

Pero, por ahora, debo sobrellevar este pesar antes de soltarme a llorar como una niña pequeña. Me limpio las lágrimas y me paso la tristeza. Siento cómo una gran bola se atora en mi garganta, para después pasar a mi pecho y resguardarse ahí, fría, dándome una sensación de vacío.

⎯¿Señora? ⎯me pregunta Cairo, viéndome por el espejo retrovisor⎯, ¿está bien? 

No respondo nada, solo dirijo mi mirada hacia la ventana. En ese instante, la sonrisa de Pablo viene a mi mente, encendiendo esa llama en pecho y derritiendo el frío en mí. 

⎯¿Cómo sabes que no eres buena armando algo si nunca lo has intentado? ⎯me pregunto, y sonrío levemente, repitiendo las palabras que me dijo él⎯. Supongo que solo queda intentar. 

Seré la arquitecta de mi propia vida, armaré mi propio destino. 

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