¿Alegra?, ¿estás bien?

Escucho la voz de Karl y de pronto, como un golpe, me llegan algunas imágenes de lo que pasó la noche anterior. Recuerdo tomándome las famosas bombas de tequila de Cho, a Karl frente a mí con esa sonrisa que odio y después despertándome en su habitación. 

Abro los ojos y lo veo frente a mí, con esa estúpida sonrisa, una taza de café en la mano y la otra tocando mi frente. Despierto sobresaltada y me hago para atrás solo para percatarme que estoy recostada de nuevo en la cama. 

⎯Me alegra de que despertaras, Alegra ⎯ hace esa broma que todos hacen y luego toca mi frente ⎯ tendrás un gran…

Le quito la mano ⎯¿a caso me secuestraste? ⎯ pregunto. 

Karl se ríe ⎯¿te…qué? 

⎯¿Me secuestraste, eres sordo?, ¿por qué estoy aquí? 

⎯Creas o no, estás aquí porque me lo pediste, no espera, me lo rogaste, y te traje a mi piso. Te urgía decirme algo, pero, al parecer, te faltaba valor porque tomaste hasta que olvidaste que tenías que decirme algo. En fin, ¿café?, ¿cepillo de dientes? ⎯ me pregunta, y yo enseguida me percato que tengo un aliento de mierda. 

Le tomo el cepillo de dientes y me levanto de inmediato para ir al baño. Karl me ve desde el marco de la puerta mientras yo me cepillo como si nunca lo hubiese hecho en mi vida. Después de hacerlo como tres veces me volteo y él me sonríe. 

⎯Yo no te lo pedí ⎯ le recrimino. 

⎯Este sí, tú me lo pediste. Justamente iba saliendo del bar y me alcanzaste y me dijiste que querías hablar. Tus hermanos dijeron que el chofer vendría por ustedes y tú dijiste, no, Karl me llevará. Así que te dije que te llevaba a tu casa y dijiste: no, a tu piso, quiero hablar contigo. Luego subiste a mi auto, llegaste al piso y volviste el estómago en tu vestido de lentejuelas. 

⎯¡Qué! ⎯ expreso sorprendida, porque no soy de las que suele ponerse borracheras así. 

⎯Así es, así que te quité el vestido, me aseguré que estuvieras bien y te recosté en la cama…

⎯¡Me quitaste el vestido! 

⎯Créeme Alegra, he visto más cuerpos desnudos y si te preguntas, no, no pasó nada. Jamás me llevaría a la cama a alguien inconsciente… solo dormiste y yo dormí en la sala… ¿Algo más? ⎯ me explica. 

Me quedo en silencio porque no sé qué decir. «¿Qué demonios te está pasando Alegra?, tú no eres así… ¡Despabila mujer!»

⎯Bueno, pues… gracias ⎯ comento, porque no tengo más que decir. 

⎯De nada… ¿café? ⎯ pregunta, y me da la taza para luego sacar dos aspirinas ⎯ toma te ayudará. 

Tomo todo y al sentir el café en mis labios siento que revivo ⎯ unos chilaquiles bien picosos me ayudarían más. 

⎯¿Unos chilaque…? ⎯ pregunta. 

⎯Nada… en fin pues… ⎯ trato de armar una frase, pero me siento tan apenada, confundida y con un dolor de cabeza infernal que no sé cómo expresarme. 

⎯¿Qué te parece si vamos a almorzar? ⎯ me propone, ⎯tal vez así refresques tu mente y puedas decirme lo que tanto añoras. Veo mi ropa, literal estoy en una playera larga y ropa interior. Así que Karl se acerca al armario y saca un vestido fresco, de color negro con flores ⎯ Ten, creo que te queda. 

⎯¿Es el vestido de tu ex? ⎯ pregunto. 

⎯No, es de una de mis tantas amantes que pasan por mi piso…. ⎯ responde sarcástico. ⎯ Puedes ir con esto o salir con el vestido de lentejuelas que, te juro, no es muy bonito de ver, o, en esa playera que se te ve bien⎯ me dice de nuevo con esa sonrisa que me provoca borrarle del rostro.

Tomo el vestido y me meto al baño. El vestido no es para nada mi estilo, pero no pienso salir de este piso sintiéndome desarreglada. Me limpio el rostro con agua, amarro mi cabello y salgo hacia la habitación solo para notar que Karl ha salido. 

Me pongo las zapatillas y salgo por la puerta de la habitación solo para encontrar un piso con cajas al fondo, algunos muebles, libreros llenos de libros y unas figuras de barro sobre los estantes. Al parecer Karl se acaba de mudar y apenas está acomodando todo. Él se acerca con una bolsa y me la da. ⎯ Tu vestido, podemos pasar a la lavandería que está cerca ⎯ me comenta. 

Lo tomo y suspiro. Sé, estoy segura, de que Karl está disfrutando esto. Ha ganado una vez más y no sé cómo, pero ahora tengo demasiada jaqueca como para averiguarlo. 

⎯Gracias. 

⎯De nada⎯dice otra vez⎯¿nos vamos? ⎯ me pide, y abre la puerta para salir de ahí. 

[..]

Llegamos a una pequeña cafetería donde, de inmediato, Karl es recibido con sonrisas y saludos del personal. Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana para que después una joven, la mesera, se acerque con los menús. 

⎯Hola Karl, ¿el café de siempre? ⎯ le pregunta, en un tono de coquetería. 

⎯Sí, y también el desayuno de siempre ⎯ le responde, con esa sonrisa que me pone los cabellos de punta. Karl voltea a verme ⎯¿y para tí?

⎯Un café con leche de soya y el mismo desayuno que él ⎯ respondo, sin ver la carta. 

⎯Bien, enseguida vienen ⎯ responde, para luego cerrarle un ojo a Karl. 

Él le sonríe y luego voltea a verme ⎯¿qué pasa?

⎯Al parecer… tienes admiradoras. 

⎯Soy una persona que se da a querer rápido… y no lo voy a negar, ella es guapa. 

⎯Pues tal vez deberías salir con ella… ⎯ le digo, en un tono que desconozco. 

⎯Tal vez… no lo había considerado… en fin, dime que se te ofrecía decirme, que después tengo una larga lista de cosas por hacer… ⎯me comenta. 

Respiro profundo, veo la hora en mi móvil y después lo veo a los ojos. Los nervios llega de repente así que mejor cierro los míos y se lo digo. ⎯ Creo que deberíamos de dejar de vernos y no continuar con esto…

⎯¿Esto?, ¿esto qué? ⎯ inquiere. 

⎯Esto ⎯ indico, moviendo las manos en círculos. 

Karl levanta la ceja y luego se ríe bajito ⎯ no lo entiendo, definitivamente necesitas expresarte mejor. 

¡Eso, trato!, ¡eso, intento!, grito en mi mente. 

⎯Además, yo no te he buscado a ti, lo hice una vez, cenamos y terminó… ⎯ me aclara. 

⎯¡Qué! ⎯ expreso molesta ⎯¡Tú fuiste quien me besaste en el hospital!, y me recostaste sobre esa cama y … ⎯ de pronto me quedo en silencio por la mesera regresa con nuestra orden. Espero a que se vaya y continuó. ⎯ Tú me subiste a esa cama. 

⎯Lo sé, lo admito pero… yo no fui a buscarte.

⎯Ni yo, fui a buscar a mi papá y tú apareciste…

⎯Eso fue pura coincidencia… no más ⎯ explica con una naturalidad que en realidad me enoja. ⎯ En el club, tú me besaste. 

⎯Porque pensé que querías…

⎯Yo me quería ir… tenía cirugía.

¡Dios, este hombre como me hace rabiar! 

⎯Como sea… ⎯ lo interrumpo ⎯ lo que pasó, fue un error… y ahora, todo se puede detener, así que, después de este desayuno, no hay más, cero, se terminó. 

⎯Vale… ⎯ responde como si nada, para después continuar comiendo el pan. Nos quedamos en silencio un momento, pero él, lo rompe. ⎯ ¿Puedo decirte una cosa antes de que se termine “esto”? ⎯ me pregunta. 

⎯Dime… 

⎯Alegra Canarias, si quieres algo, solo pídemelo, no inventes pretextos para verme… 

⎯¡Qué! ⎯ pregunto en verdad sorprendida y con algo se rabia por lo que dijo. 

⎯Ayer, el día del hospital… siempre es un pretexto para coincidir conmigo. Sé que quieres algo, pero, no me lo vas a decir por qué eres una cobarde o una niña consentida que siempre se sale con la suya. 

⎯No soy cobarde, ni una niña consentida…⎯ respondo en alto, y ahora toda la cafetería me ha escuchado ⎯no lo soy… 

⎯Lo eres… ayer te tomaste tantas bombas de tequila de Cho para decirme, que ya no quieres “esto”… se me hace un vil pretexto, y ahora creo que tienes razón… lo nuestro jamás funcionaría ⎯ recita. 

⎯¿Por qué? ⎯ inquiero tontamente. 

⎯Me gustan las mujeres que saben lo que quieren, no las que dudan… No soy adivino, me gustan las cosas directas ⎯ me responde, para ponerse de pie ya que ha terminado de desayunar. ⎯ ¿Quieres que te lleve a tu casa?, o ¿tomas un taxi?

Él se aleja de mí y va a pagar el desayuno a la barra. Yo me levanto tomo mi bolsa y camino hacia él. Karl paga, se voltea y me sonríe. 

⎯¿Entonces?

⎯Yo me voy a mi casa ⎯ le respondo y salgo primero para alejarme de él. Karl sale detrás de mí, va caminando como si nada mientras yo, hecha una furia, voy adelante de él. De pronto volteo y lo veo ⎯¿me sigues ahora?

⎯Yo voy a mi piso, que está justo allá ⎯ me indica. 

⎯Pues qué bien… ⎯ respondo.

Alegra, tenemos que hablar seriamente, ¿por qué te comportas así? 

Sigo caminando y cuando llegamos frente al edificio me detengo, él lo hace conmigo ⎯ bien, “esto” ya se terminó, un placer… cuídate ⎯ me dice y estira la mano. Yo la estiro por igual y, cuando la toma me jala hacia él ⎯ cobarde ⎯ me murmura, para luego soltarme la mano y caminar hacia la entrada. 

⎯No soy… ⎯ hablo en alto, pero Karl no me escucha. ⎯¡No soy cobarde! ⎯ digo en voz baja mientras me doy la vuelta y camino hacia el metro ⎯¡No soy cobarde Karl Johansson!, ¿qué te hace pensar que puedes siempre dejarme así?, ¡eh!, ¡eh! ⎯ hablo sola y de pronto, como si fuera un imán que me atrae me doy la vuelta y regreso al piso. 

Para no quitar el drama en lugar de tomar el elevador me subo por las escaleras a paso firme hasta llegar a su nivel. Camino hasta su piso hablando sola como una idiota y toco la puerta fuerte. Karl abre la puerta y me sale de los labios ⎯¡No soy cobarde! ⎯ y sin pensarlo dos veces lo tomo del rostro y comienzo a besarlo.

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