Karl y yo llegamos al centro comercial y antes de que yo abra la puerta, él se baja y me la abre. Me quedo en silencio, mientras veo su mano en frente de mí.

⎯Tranquila, tomar mi mano y ayudarte a bajar no nos unirá en matrimonio⎯ bromea.

Sonrío levemente. La verdad es que nadie me había dado la mano para bajar, sé que es cuestión de educación porque he visto a mi padre, a mis tíos y a mi hermano hacerlo; supongo que algún día me tocaría a mí.

Él cierra el auto y yo, suelto su mano antes de comenzar a caminar. Karl se ríe bajito, luego toma su móvil y veo cómo hace unos movimientos con los dedos.

⎯ Bien, primero tenemos que ir por unos trajes⎯ comenta.

⎯ ¿Primero?⎯ pregunto algo interesada.

⎯ Así es… es lo que dice mi lista⎯ responde.

⎯ ¿Tu lista?⎯ pregunto, y estoy a punto de partirme de la risa, ya que pienso que es broma; sin embargo, Karl abre su móvil y me muestra en la área de notas una lista perfectamente bien escrita.⎯ ¿Es broma?, ¿no es broma?

⎯ No, no es broma ⎯ responde.

Tomo su móvil y comienzo a leer en voz alta.⎯ Dos pares de zapatos de vestir, camisas, un cinturón negro y ¿ropa interior?

⎯ Así es… yo uso ropa interior… ¿Tú no?

De pronto me parto de risa, este hombre es tan ñoño, no puedo creer que semejante cuerpo sea parte de la mente que tiene.⎯ Hasta para comprar ropa eres aburrido⎯ le comento.

Ambos comenzamos a caminar hacia el centro comercial. Al llegar a la puerta, él la abre y me deja pasar.⎯ ¿Tú no haces listas para cuando debes comprar?

⎯ En el supermercado sí, pero ropa no…

⎯ Y, ¿cómo le haces?

⎯ Solo llego, paseo y si me gusta algo, lo compro… ¡Listo!⎯ suspiro⎯ ¿tu mamá hacía lista de la ropa que debía comprarte?

⎯ Mi madre no, mi niñera… Jana⎯ aclara.

⎯ ¿Niñera?⎯ pregunto.

Karl comienza a negar con la cabeza.⎯ No, no, no más información. Según tu estatuto número dos dice que no podemos entrar en detalles personales, así que…

⎯ No es justo, tú sabes más de mi familia que yo…⎯ le rebato.

Karl se acerca a mí. Su bien formado pecho con aroma a esa loción que se ha quedado en mi piel más de una vez, se muestra frente a mis ojos y esa altura que me hace mirarlo para arriba, me atrapan.

⎯ Eso hubieses pensado en el momento que pusiste las reglas⎯ me advierte, mientras su boca baja a mi oído.⎯ Yo solo cumplo lo que se me especificó.

⎯ Pues mejor, aléjate antes de que te especifique algo más⎯ respondo, empujándolo levemente del pecho.

Johansson se ríe, para luego morderse los labios de una forma que hace que todas las mujeres volteen a verle.⎯ ¿Entonces?, ¿me ayudarás?, o te das un par de vueltas mientras yo compro.

Encojo los hombros⎯ No lo sé… que te dé consejos de moda puede costarte caro.

⎯ ¿De verdad? ⎯ inquiere, para luego llevarse la mano al mentón como si estuviera pensando⎯ interesante, cuéntame más.

⎯ Sí, no es monetario… solo tendrás que hacer todo lo que yo te pida y medirte lo que yo creo que te queda bien.

⎯ ¿Solo eso?, y, ¿yo que obtengo a cambio?⎯ pregunta.

⎯ ¿Qué?⎯ pregunto algo sorprendida⎯ obtienes grandes consejos y trajes que te harán ver menos aburrido pero igual de profesional.

⎯ No, no…⎯ niega, y de nuevo echa su cuerpo hacia mí, para acorralarme entre la pared y él. No sé que odio más, que lo haga o que su testosterona me haga desearlo.⎯ Ya conozco esa mentesita, así que tendrás que darme algo para que me arriesgue.

⎯¿Algo?, ¿cómo qué?⎯ inquiero.

Karl se queda pensando. Sus ojos azules ven a la nada mientras que puedo observo detenidamente sus facciones: nariz perfecta, barba bien cuidada, labios ligeramente voluminosos, barba partida y esas arrugas que se le hacen en la frente cuando está pensando.

Él voltea su mirada hacia mí y me sonríe con esa sonrisa que me desquicia.⎯ ¡Ya hombre, que tampoco es que lo debas decidir hoy!⎯ expreso.

⎯ Tú te vas a medir algo que yo quiera⎯ contesta firme.

⎯ ¿Qué?⎯ refuto⎯ si el que necesita ropa eres tú, no yo.

⎯ Sí, pero “esto” que tenemos⎯ dice mientras mueve la mano en círculo⎯, solo es divertido para ti, ¿por qué no puedo divertirme también?, es justo. Yo también pongo de mi parte.

⎯ Vale, si lo que quieras es divertirte, pues ponemos en las reglas que Karl Johansson también puede hacerlo…

⎯ Gracias⎯ me agradece, para luego alejarse.⎯ ¿Nos vamos?

Tomo un respiro profundo.⎯ Vamos⎯ digo, para adelantarme un poco y empezar a caminar.

Ambos comenzamos a recorrer el centro comercial en silencio, o al menos yo, ya que él va sonriendo y saludando a todas las chicas que pasan al lado contrario nuestro y le coquetean. Sé que Karl es guapo, mucho muy guapo, es doctor y es un partidazo, pero tampoco es para tanto. Cuando sepan que es un ñoño que hace listas para comprar ropa se alejarán.

⎯ Aquí⎯ le interrumpo, y le muestro un local lleno de trajes muy bonitos.

⎯ ¿De Santis? ⎯ pregunta.

⎯ Así es, según las revistas de moda, sus trajes superan por mucho a los de Hugo Boss u otros de marca, son bien confeccionados y muy bonitos, te gustarán. Mi padre tiene uno que otro… ⎯ presumo.

⎯ Bueno, si lo dices⎯ responde. Y antes de que yo abra la puerta, él se adelanta y la abre por mí.⎯ Avanti segnorina⎯ pronuncia en italiano.

⎯ Dios⎯ respondo en un murmuro.

Me siento tan rara con Karl abriendo y cerrando puertas, yendo detrás de mí y todo eso. No es que no me guste, solo que no estoy acostumbrada.

Tan solo entramos, las mujeres del personal se acercan, pero Karl amablemente les dice que no necesita su ayuda y luego me ve a los ojos.⎯ Dime, ¿cuál de estos me queda? ⎯ pregunta.

⎯ Bueno, pues… este azul te quedará muy bien⎯ contesto, mientras saco un traje y se lo muestro.

⎯ Bien⎯ responde.

⎯ Y este color rojo vino…

⎯ Bien…

⎯ Y evidentemente necesita un gris y un negro⎯ finalizo.

Karl toma los trajes entre sus manos.⎯ Vale, iré a medírmerlos⎯ responde, para luego caminar hacia el vestidor y una señorita corra tras él para ayudarlo.

Por unos minutos me quedo en el local, buscando entre la ropa y tocando las telas, cuando, en el espejo frente a mí, veo a Karl, con el traje vino puesto pero con el pecho descubierto debajo del saco. Volteo y él levanta las manos ⎯ ¿qué dices?

⎯ Karl…⎯ murmuro.

⎯ ¿Qué?, no me pasaste camisas, ¿cómo querías que me midiera los trajes?⎯ pregunta inocente.

Volteo hacia el vestidor y noto como las mujeres del personal están sonrojadas por completo. Yo, simplemente observo ese pecho tallado por los mismos dioses que aún no sé como lo mantiene así.

⎯ Te llevo camisas, ¿vale?, solo no salgas así⎯ le pido.

⎯ ¿Qué?, temes que le guste a alguien más…⎯ me habla.

Pongo los ojos en blanco.⎯ No, simplemente… entra, anda.

Karl sonríe pícaramente para darse vuelta y meterse a los vestidores. Yo me voy directo a los estantes donde están las camisas y escojo algunas que creo que irían bien con los trajes que escogí.

Voy entrando hacia el área de vestidores y desde la puerta le digo.⎯ Aquí están Karl…

⎯ ¿Puedes venir?⎯ escucho su voz desde el vestidor de atrás⎯ tengo problemas con algo.

⎯ ¿Cómo?⎯ pregunto.

⎯ Solo ven…⎯ me pide.

Miro a ambos lados para ver si estoy sola y nadie me ve, y camino hacia allá para correr la cortina ver a Karl completamente normal, esperándome.

⎯ ¿Qué problema tienes?⎯ le pregunto, y él me toma de la cintura y me mete al vestidor.⎯ ¿Qué?

⎯ Solo me estoy divirtiendo un momento⎯ contesta, y luego siento como su mano baja hacia mi glúteo.

⎯Deja ahí⎯ le murmuro.

⎯ No⎯ responde, con su mirada azul sobre mis ojos marrones.

⎯ La vas a pagar caro⎯ le amenazo.

⎯Ya veremos⎯ responde.

Entonces sus labios carnosos se atan a los míos de inmediato y me envuelven en un beso que comienza apresurado para luego bajar la velocidad y hacerlo más lento y apasionado. Yo termino por tirar las camisas y llevar mis manos automáticamente hacia su pecho, mientras sus manos se aferran a mi cintura y me pegan a su cuerpo lo más que puede.

El delicioso aroma de su cuello entra por mi nariz y hace que entre en un trance, donde solo su boca y la mía están presentes y me hacen hundidme en ese beso que ha comenzado a calentar mi cuerpo.

Karl, poco a poco, va separándose de mí, dejando ligeros besos aun sobre mis labios, hasta que al fin volvemos a ser dos y ambos abrimos los ojos. Él todavía tiene el descaro de pasar la lengua por sus labios y sonreír con esa sonrisa que me desquicia.

⎯Espero que te hayas divertido, porque lo pagarás⎯ le amenazo, para luego salir del vestidor sin decirle una palabra más.

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