Karl esperó pacientemente a que terminara mi trabajo. Lo hizo sentado en el estudio, mientras yo tomaba el resto de las fotos que me habían pedido. Cuando tomé la última, las modelos se fueron y comencé a guardar todo. Él, ya me esperaba en la entrada, recargado en su auto y con los brazos cruzados.
⎯ Listo ⎯ murmuro, para luego pararme frente a él.
⎯ Sube.
⎯ ¿A dónde me llevas? ⎯ pregunto.
⎯ Creo que ahora me tocan a mí las preguntas, ¿no, señora Johansson? ⎯ me dice, para luego insistir a que suba a su auto.
Lo hago, con un poco de dudas, ya que no sé si Karl en verdad esté enojado y haga alguna locura, como obligarme a casarme con él o algo peor. Mientras maneja, va serio, ni siquiera ha puesto su música aburrida. Va reflexivo y ahora me percato que, tal vez, si hice algo muy malo.
Tiempo después, Karl da vuelta en la esquina de una calle no tan concurrida, de esas que no son principales y estaciona el auto en donde puede. ⎯ Venga.
⎯ ¿A dónde vamos? ⎯ inquiero, bastante confundida.
⎯ Solo vamos, ¿crees que te haré algo? ⎯ me dice, para luego ir hacia mí y abrir la puerta de mi lado.
Karl me ofrece su mano, pero, yo no la tomo, salgo del auto por mi cuenta y luego le sigo. Vamos caminando unas cuadras más adelante, hasta que veo un foodtruck que dice “las mejores hamburguesas de Madrid”.
⎯ ¿Hamburguesas? ⎯ inquiero.
⎯ Tengo hambre, ¿tú no? ⎯ me pregunta.
Ambos nos acercamos y después de pedir la hamburguesa que deseamos, vamos a sentarnos a una de las tantas mesas y esperamos. Él toma un poco de agua, mientras yo no dejo de verle, creo que trato de leerlo, para adivinar qué es lo que está pensando.
Su mirada se junta con la mía y en seguida me da esa sonrisa que me desquicia.⎯ ¿Qué?
⎯ Ya dime ⎯ se sale de mis labios.
⎯ ¿Decirte qué?
⎯ Lo que quieras decirme… ¿Por qué me traes a comer?, ¿a poco es mi última cena antes de que pase algo?
Karl, al escuchar mi pregunta, escupe el agua y luego se ahoga. Al parecer le ha hecho gracia lo que le acabo de decir. ⎯ ¿Tu última cena?
⎯ Pues sí.
⎯ ¿Crees que te haré algo?, ¡ay por favor Alegra! Además, la que debería estar hablando eres tú, no yo. ¿Quién se puso mi apellido?
⎯ Fui yo, pero no lo hice con malicia ⎯ empiezo, y él cruza sus brazos, esos que tiene extremadamente bien torneados y que se me marcan en esa camisa blanca tan pegada que usa. ⎯ Todo fue en buena fe.
⎯ Alegra, usaste mi apellido, hay 1001 apellidos en tu familia y se te ocurre el mío, ¿qué los otros ya estaban tomados?
⎯ No pero… Es que todos están vinculados ya.
⎯ Y, ¿qué tiene de malo tu apellido?
⎯ Aunque no lo creas, mucho. Karl, ya había pasado por varias entrevistas de trabajo y todos me rechazaron solo por saber que era una Canarias Ruiz de Con, ni siquiera se atrevieron a ver mi portafolio o comprobar que mi talento fuese legítimo. Dieron por hecho de que era una niñata consentida que solo buscaba una ocupación. Así que cuando di tu apellido… Me contrataron.
⎯ ¿De dónde sacaste esa idea? ⎯ me pregunta, y puedo notar que ya está más relajado.
⎯ Del taller de Lila. Ella se puso Mena Caballero y nadie le cuestiona su talento.
⎯ Y, ¿por qué no te pusiste Alegra Caballero? ⎯ insiste.
Porque no lo pensé en el momento, ¿sí?, respondo en mi mente. Algo que odio de Karl es que me cuestione como agente y acabe cediendo.
⎯ Porque no quería que nos vincularan.
⎯ ¡Ah! ⎯ expresa.
Las hamburguesas llegan y Karl comienza a comer. Me quedo observándolo de nuevo, tratando de ver a qué irá todo esto. ⎯ ¿No me dirás nada?
⎯ Estómago lleno, decisiones después ⎯ me pide.
Pruebo un poco de la hamburguesa y me sabe a gloria, no sé si porque tengo horas desde mi último alimento o porque en realidad están buenísimas. La mirada de Karl se posa sobre la mía ⎯ ¿Qué? ⎯ respondo con la boca llena.
⎯ Esa hamburguesa vegetariana es la mejor de la ciudad.
⎯ Y, ¿cómo sabes de este lugar?, ¡ah no!, espera… el dueño es tu paciente, o alguno de los que están aquí.
⎯ No, un día me perdí en la ciudad y terminé aquí… Sencillo ⎯ justifica.
Le doy otra mordida y luego de pasarme el pedazo y limpiarme la boca le pregunto.⎯ Ya dime que harás, así veré si mañana tengo que ir a renunciar.
⎯ No, mejor dime tú una solución. Al parecer, hace un día lo tenías todo extremadamente planeado, o eso quiero suponer, ya que no dudaste ni un minuto en ponerte Alegra Johansson.
⎯ No me casaré contigo, si es lo que deseas escuchar.
⎯ No, no lo deseo, al parecer es otra quién desea casarse conmigo.
⎯ Ni loca, yo no me casaré, ni tendré hijos… Está decidido ⎯ le digo.
⎯ Bueno, entonces… Dígame, señora Johansson, ¿qué es lo que hará?, le escucho.
De nuevo el silencio se hace entre los dos, y su mirada azul se pierde en la mía marrón. Aquí está una de mis debilidades, no pienso antes de hacer y la mayoría de las veces me salgo con la mía, pero, esta vez, puedo perjudicar a Karl de alguna forma y de pasada perder el trabajo que tanto me costó conseguir. Supongo que debo hacer lo correcto, tal y como mis padres me enseñaron, aunque me duela.
⎯ Vale, mañana mismo iré al trabajo y diré toda la verdad. Lo siento, no fue mi intención meterte en líos.
⎯ Jamás dije que me metiste en un lío ⎯ responde ⎯ solo que me tomaste por sorpresa.
⎯ Bueno, en fin… es lo correcto, ¿sí o no?
⎯ Lo es, o podemos llegar a un trato que a los dos nos acomode y tú puedes conservar ese trabajo por un tiempo más.
⎯ No me casaré…
⎯ Yo tampoco quiero casarme ⎯ me responde ⎯, ¿para qué casarme contigo cuando ya nos entendemos tan bien?, ¿qué no? ⎯ y me sonríe.
⎯ Vale, ¿qué se te ofrece? ⎯ pregunto, y me reclino hacia delante para estar más cerca de él.
⎯ Quiero que seamos amigos.
⎯ ¿Qué?
⎯ Así es, amigos…
⎯ ¿Con derechos? ⎯ pregunto, y él me sonríe.
⎯ Si quieres con derecho, no me opongo, pero quiero que seamos amigos, que podamos comunicarnos sin ese estira y afloje que tanto nos excita.
Ahora soy o quién se ahoga con el sorbo de agua, jamás pensé que Karl fuera tan directo con eso, pero, admito, me gusta.
⎯ Vale, vale… ⎯ reacciono.
⎯ Y quiero que cambiemos algunas de tus reglas y estatutos que ya has violado desde hace rato.
⎯ ¿Cómo cuál?
⎯ El de contarnos cosas. Si me hubiese contado que no podías encontrar trabajo, posiblemente te hubiese dado otra idea que ponerte mi apellido. Y, de pasada, te quito esa curiosidad que tienes luego sobre mí.
⎯ No… ⎯ voy a responder, pero él levanta la ceja y me calla.
Lo admito, hay muchas cosas de Karl que me dan curiosidad, como por ejemplo, ese vestido del su habitación, entre otras cosas.
⎯ Bien…⎯ respondo.
⎯ Bien ⎯ contesta.
Nos quedamos en silencio, supongo que aún nos cuesta hacer LA PREGUNTA, sexo o no sexo.
⎯ Y…
⎯ Si tú estás de acuerdo, podemos tener sexo ⎯ me dice ⎯, digo, todavía me debes un látigo.
⎯ Vale ⎯ respondo, para luego dar otra mordida a mi hamburguesa.
⎯ ¿Entonces?, ¿amigos?
Dejo la hamburguesa, me limpio los dedos y estiro mi mano ⎯ amigos.
Karl la estrecha y luego me acerca un poco a su rostro ⎯ entonces, amiga, te puedo pedir un favor.
⎯ ¡Dios!, sabía que traías algo entre manos.
⎯ ¡Venga!, no sufrirás y te prometo que los gastos van por mi cuenta.
Me quedo me silencio y ahora soy yo quién le pone ese rostro de sorpresa ⎯ ¿gastos?
⎯ Así es… tengo una cena de gala de la asociación de cardiólogos y pues… Ya que somos amigos, quisiera ir contigo. Puedes escoger el vestido que desees y lo del salón de belleza, todo va por mi cuenta.
⎯ ¿Una cena?
⎯ Sí, la verdad no me gustaría ir solo, ¿qué dices?
Veo el rostro de Karl, ese tan gallardo y guapo que tiene y juro que la combinación de su mirada y esa sonrisa desquiciarnte siempre me hacen acceder.
⎯ Vale, pero soy de gustos caros ⎯ le advierto.
Él se ríe, para luego negar con la cabeza ⎯ siempre debes salirte con la tuya hasta el final, ¿qué no?
⎯ Siempre… Mi abuelo David siempre me dijo que debía ser así.
⎯ Hmmmm ⎯ hace Karl, y después suspira ⎯ bueno, entonces es un trato lo del cambio de reglas.
⎯ Es un trato… ⎯ respondo.
⎯ Y otra cosa, la próxima vez que tu solución sea mi apellido o algo que tenga que ver con mi persona, me consultas… Capaz que un día me dicen que tengo un hijo contigo y el del infarto soy yo.
⎯ Ja, ja, ja, ni lo sueñes Karl Johansson, somos amigos que tienen sexo y ya, no habrá nada más ⎯ le sentencio y él sonríe.
⎯ Yo solo decía, ya que eres ingobernable Alegra Canarias.
⎯ Y a ti te gusta, admítelo… te distraigo de tu aburrida vida.
⎯ Y, ¿a ti no te gusta mi aburrida vida? ⎯ pregunta ⎯, o, ¿qué no te diviertes conmigo?
Pero como siempre, ya no respondo a su pregunta, simplemente me quedo en silencio, porque no le daré jamás el placer de que sepa, que muy en el fondo admito que no es tan aburrido como pensaba y que sus juegos comienzan a gustarme.
CHAN CHAN CHAN CHAAAAN
Ahora si empieza el juego jajaja