Aceptar la cita de Karl Johansson causó un verdadero revuelo en mi familia. Mis hermanos no dejaron de molestarme en toda la mañana y mi madre empezó a formarse fantasías de lo que podría pasar. Resulta ser que todos tiene “Karlitis” y les encanta el hecho de que él esté interesado en alguien de la familia pero, yo no. En realidad solo salgo con él porque le debo una. 

Así, para la noche de hoy, me he puesto un vestido de lentejuelas de colores, entubado, perfectamente acomodado a mi figura y dejando que realce mis mejores atributos. Es evidente que, al salir, mi padre al verme así simplemente respiró profundo y murmuró “este es karma, ¿cierto?”, mientras veía al cielo para luego dedicarse a mis sobrinos que por dos semanas se quedan en casa. 

Mi madre sonrió feliz. Ella está esperando que pronto le traiga a Karl para ser el nuevo integrante de la familia Canarias, pero, eso no pasará. Hoy, es el momento preciso para demostrarles a todos de que Karl Johansson y yo, no estamos hechos el uno para el otro y que lo que todos planean es solo castillos sobre las nubes. 

Entonces, salgo de mi casa, luciendo uno de mis mejores vestidos, con unas zapatillas a combinación y mi cabello rizado suelto pero bien arreglado. Karla a verme sale de su auto y como siempre, me abre la puerta para que me suba. Debo admitir que Karl es todo un semental, es alto, muy alto, con un cuerpo bien torneado y marcado. Hoy, especialmente, trae una camisa blanca con los tres primeros botones desabrochados, unos vaqueros negros pegados y unos botines a combinación. 

⎯Te ves… ¡Guau!⎯ me alaga, para después sonreír. 

⎯Eso esperaba un ¡guau!, tú no te ves tan… 

⎯¿Aburrido?⎯ complementa. 

⎯Tan doctor⎯ agrego, y solo le doy esa palabra para llevarle la contraria. 

⎯Bueno, al menos le atino en algo… al parecer, a menudo parece que lo hago mal⎯ comenta. 

⎯No te victimices. Te ves bien… yo cambiaría algo, pero, no es el momento y no tengo por qué. ⎯Karl me invita a subir al auto y antes de hacerlo le digo⎯ no es una cita, solo es una salida. 

⎯Lo tengo claro, Alegra Canarias… es una salida, no cita. 

Entro a su auto y cuando él se sube del otro lado le digo⎯ por eso nada de conocernos, ni de temas familiares o cosas así… 

⎯¿Ya terminaste?⎯ inquiere⎯ porque tenemos una reservación en veinte minutos. 

Odio que siempre quiera tener la última palabra, pienso, pero en realidad este estira y afloje me gusta bastante. 

⎯Vamos… que muero de hambre y ya quiero pasar la parte aburrida ⎯ le advierto. 

Karl arranca el auto y nos alejamos del lugar. Esta vez vamos en silencio, supongo que si no hay algo que discutir y no podemos hablar de nada personal, no hay una conversación entre nosotros. Afortunadamente, la llegada al restaurante es rápida y nuestro pase a la mesa, mucho más. Resulta que Karl no me ha llevado a un restaurante elegante e intelectual donde mi vestido pasaría como “mal vestido”, sino a uno bastante moderno y, al parecer, recién remodelado. 

Antes de dejar el carro en el vallet parking, Karl me abre la puerta y me da la mano para ayudarme a salir, yo no lo tomo, simplemente salgo por mi cuenta provocando una ligera risa y un movimiento de cabeza negando la situación. Esas son cosas que se hacen en citas y está, no es una. 

⎯Bienvenidos a “Algarabía”⎯ nos dice una chica y de inmediato nos deja pasar al lugar. 

Karl llega a la mesa y, esta vez, en lugar de jalar la silla para que me siente, simplemente espera a que lo haga para luego hacerlo bien. De inmediato, el gerente del sitio se acerca y con un tono de felicidad lo saludo y le da la mano.⎯¡Viniste!, qué gusto… espero se la pasen bien⎯ nos desea,⎯ les mandaré el mejor vino de la casa y unos aperitivos ⎯ nos promete. 

Karl asiente para, después, voltear alrededor sin mirarme a los ojos. Soy yo la que hablo⎯ al parecer, todos te conocen aquí. 

⎯Sí, el gerente se volvió mi amigo… lo conocí hace cinco años en este lugar, se enteró de que era cirujano y me dijo que su hija tenía una rara cardiopatía inoperable… resultó que si se podía y le salvé la vida. Me dijo que viene cuando quisiera a comer gratis. 

⎯¡Ah!, entonces me trajiste a este restaurante para no pagar nada⎯ afirmo. 

Karl sonríe⎯ bueno, si esto no es una cita, ¿por qué pagar por todo?, sin embargo, lo haré, no soy codo. Pero no te traje aquí por ese motivo. 

⎯¿Entonces? 

⎯Bueno, porque no sé si recuerdes, pero esa es la barra donde me dejaste plantado hace cinco años, Alegra Canarias… 

⎯Entonces, me trajiste para torturarme⎯ le digo y él niega. 

⎯No, te traje a este mismo lugar porque gracias a eso descubrí que tiene la mejor pasta, y quería que la probarás ⎯ responde con astucia. 

Si claro, solo quieres torturarme y echarme en cara que te dejé plantado… 

Me quedo en silencio mientras el mesero nos sirve las copas de vino, luego él toma la copa y la alza⎯ brindemos, por lo que no fue y posiblemente no será, ¿cierto?⎯ me pregunta y yo choco mi copa con la suya. 

Tomo un sorbo y después lo veo de frente. Voy a admitir que Karl es bastante atractivo, mucho, y que tiene un cuerpo tallado por dioses que esconde debajo de esas ropas. Él se muerde los labios y luego sonríe ⎯¿Qué? 

⎯¿Qué tanto me miras?, ¿lo aburrido que soy?⎯ me pregunta. 

⎯No, simplemente te miro, como tú me miras a mí. 

Karl se queda en silencio y luego acerca su cuerpo un poco hacia el frente, pone las manos sobre la mesa y me pregunta⎯¿por qué me dejaste plantado ese día? 

Y dale con lo mismo…. 

Suspiro⎯ ¿me creerías si te digo que no recordaba que ese día viajaba a Nueva York?⎯ le contesto. 

Karl se ríe y niega con la cabeza⎯ venga, Alegra Canarias, puedes ser todo menos mentirosa, dime la verdad… no seas cobarde. 

⎯Bueno, si insistes, te diré la verdad. 

⎯Puedo con la verdad. 

Ahora soy yo quien se acerca a él y le dice⎯ Cuando me invitaste tenía veinte años y tú te veías un tipo bastante formal. Siempre supe que querías algo serio pero, yo no… 

⎯¿Entonces en lugar de decírmelo te fuiste?⎯ inquiere. 

⎯Tal vez no fue la mejor forma, pero, sí… no quería nada formal y aún no lo quiero, pero tú, tienes ese aire de que podrías casarte mañana y jugar a la familia… yo no… 

Karl sonríe⎯ ¡Vaya!, tuve que esperar cinco años para que me dijeras eso, y bueno, tienes razón. Hace cinco años al verte me quedé asombrado, puedo decir que fue enamoramiento a primera vista y pensé: “creo que por fin puedo establecerme y quedarme aquí”. Sin embargo, cuando me dejaste plantado, con un ramo de flores e ilusionado porque, eso fue lo que hiciste conmigo…

⎯No te ilusioné⎯ comento. 

⎯¿Contestar mis llamadas y coquetear conmigo no es ilusionar?, me aceptaste una cita… en fin… después de eso supe que posiblemente me había equivocado… y que no era mi momento para establecerme o más bien… que mi enamoramiento era una total farsa. 

⎯¿Entonces?, ¿por qué invitarme a salir?⎯ pregunto. 

⎯Porque quiero terminar de convencerme de que no eres para mí… de que en verdad, no hay nada entre nosotros. 

⎯¡Vaya!, al fin estamos de acuerdo en algo⎯ comento, para luego beber un poco de vino. 

⎯También quería ver que tan cobarde eras… pero, ya me demostraste que eres una mujer de palabra, cinco años después, pero, eres de palabra… 

Sonrío⎯ no soy cobarde. 

⎯Hoy no… veremos mañana⎯ me comenta. 

⎯¿Es una amenaza?⎯ pregunto y él niega con la cabeza. 

⎯Simplemente es un “veremos mañana”, porque no sabemos qué puede pasar hoy…

⎯Hoy no pasará nada, Karl Johansson, nada… solo iremos a bailar y luego me desapareceré de tu vida. Hoy comprobaremos de que en realidad no hay nada entre los dos⎯ afirmo y él alza su copa. 

⎯Por eso… disfruta el hoy… “Veremos mañana”⎯ finaliza la frase para después regalarme esa sonrisa que justo en este momento me enoja. 

No sé cuál sea el plan de Karl Johansson, pero, solo puedo decir que esta noche, le demostraré todo lo contrario… Alegra Canarias, no es una cobarde.

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