DAVID
Ambos nos encontramos recostados sobre la cama. Tengo a Fátima envuelta entre mis brazos, desnuda, mientras ella revisa un catálogo de ropa y muebles para bebé. Con sus hermosos dedos me señala lo que le gustaría comprarle y me pide mi opinión sobre algunas de las cosas.
⎯ ¿Qué te parece este? ⎯ me dice, mostrándome un pequeño traje con moño y todo.
⎯ Hermoso, pero creo que mi sastre le podría mandar a hacer uno mejor ⎯ le sugiero, para luego besar su frente.
Fátima se acomoda en mi pecho y, al cambiar la página, sonríe al ver un vestido color morado con una falda tipo tutu de bailarina. ⎯ Mira este, ¿no crees que es bello?, la pequeña Ainhoita lo podría llevar.
⎯ ¿Crees que será niña? ⎯ pregunto.
Fátima encoge los hombros ⎯ podría ser una posibilidad. Sé que deseas un niño, pero también una niña podría llegar nuestra vida y creo que sería perfecta.
⎯ ¿Entonces?, ¿le pondremos Ainhoa?
Los ojos de Fátima se cruzan con los míos y ella asiente.⎯ Sí, Ainhoa Canarias Lafuente, suena poderoso.
⎯ Suena a una Canarias ⎯ comento, para luego tomar su rostro con ternura y darle un beso sobre los labios. ⎯ Y, ¿si es niño? ⎯ inquiero, ya que los últimos nombres que me había dado no eran del todo de mi agrado.
⎯ Lo he estado pensando y, quisiera que si fuese niño le pusiésemos Fernando, ¿qué te parece?
Me quedo en silencio pensando en el hombre y asiento con la cabeza aceptándolo.⎯ Fernando Canarias Lafuente me encanta, suena a un gran hombre.
⎯ ¿De verdad? ⎯ pregunta emocionada ⎯, para luego darme un beso en la mejilla.⎯ Ves cómo todo se está dando para que tengamos un hijo. Solo falta seleccionar al donante y ya está.
⎯ Cuando dices eso, siento como si tuviéramos que escogerlo de un catálogo como el que tienes entre manos.
⎯ Es que es así. Literal te dan un catálogo con toda la información y tú lo seleccionas… así de fácil ⎯ explica, como si fuese algo natural.
Suspiro, debo admitir que la idea de saber que tendré un bebé que no será mío completamente aún me pesa, pero solo ver a Fátima feliz, puedo tragarme ese pesar y orgullo y continuar con todo esto, tal y como se lo prometí.
⎯ Pues solo espero que no te enamores del chico del catálogo ⎯ bromeo.
Fátima se ríe, y su risa hace que mi corazón lata emocionado. ⎯ No amor, claro que no. Si no estaré con él, literal él hará lo suyo aparte y el doctor lo demás, ¿pensaste que me acostaría con él?
Beso, su frente ⎯ No, pero, más te vale… te prohíbo estar con alguien más.
Mi esposa se ríe, deja el catálogo al lado y vuelve a acomodar su cuerpo desnudo sobre mi pecho, de tal forma que mis brazos pueden abrazarla y mis manos pueden jugar con la línea que hay entre sus pechos. Ella cierra los ojos al sentir mis caricias, y lanza un suspiro haciéndome saber lo a gusto que está.
⎯ No puedo esperar a tener un bebé, sé que será emocionante. Tendremos de nuevo ese olor a bebé por toda la casa, y podré decorar su habitación y escoger su ropa. Ahora tendré a mis dos pequeñitos.
⎯ Bueno, David ya no es pequeñito… ⎯ le hago notar.
⎯ No, pero… siempre será mi pequeñito. Imagínate, los escucharemos jugar y reír, y si es niña le pediré a David que la proteja de todo.
⎯ Sí, todos los veranos veremos a David jugar con ella o él ⎯ comento.
Fátima se voltea y me ve a los ojos ⎯ ¿todos los veranos? ⎯ ¿por qué lo limitas?
⎯ No es que lo limite amor, pero David estará en el internado y solo vendrá a casa los veranos y los inviernos… es por eso.
⎯¿Qué? ⎯ me pregunta de inmediato, y se pone endereza para quedar sentada sobre el colchón. Con una mano toma la sábana y cubre su pecho desnudo. ⎯ ¿Internado?
⎯ Sí, irá al internado donde yo fui. Es tradición de los Canarias estudiar ahí, tenemos una gran trayectoria y siempre hemos apoyado el lugar. David irá y tendrá la mejor educación que hay, ahí se formará ⎯ hablo seguro, pero de pronto me percato que lo que estoy diciendo no le agrada a mi mujer.
⎯ ¿Ya tomaste la decisión? ⎯ inquiere. Me quedo en silencio y como dicen que ‘el que calla otorga’ ella sabe que ya no hay más.⎯ Eres increíble ⎯ responde, para levantarse de la cama y tomar el albornoz que está sobre el sofá y se lo empieza a poner.
⎯ ¿Qué tiene de malo? ⎯ se me ocurre preguntar.
⎯ ¿Cómo qué que tiene de malo?, tomaste una decisión sin consultarme… ¿Cuándo inscribiste a David?
⎯ Pues, a principios de mes, pero, no sé por qué estás tan enojada. Es un internado, yo fui a uno, tú fuiste a uno y no pasó absolutamente nada ⎯ continúo. Fátima comienza a recoger las cosas que tiramos sobre la alfombra. Lo hace enojada, furiosa en verdad, y tratando de evitar mi mirada a toda costa. ⎯ Dime que hice mal.
⎯ ¿En serio lo preguntas? ⎯ contesta.⎯ David, es nuestro hijo y ese tipo de decisiones se toman en conjunto, no son resultado de una tradición familiar.
⎯ Es un internado, Fátima.
⎯ Y mira, ¡tú fuiste a uno toda la vida y qué pasó! ⎯ señala ⎯, tu padre y tú eran unos completos desconocidos al igual que con tu madre. Recibiste la mejor educación, pero, ¿a qué precio?. Y yo, igual en un internado en esta enorme ciudad, sintiéndome sola y extrañando mi hogar, lo único que provocó fue la envidia y rivalidad entre hermanas; eso no lo voy a permitir con David.
⎯ Creo que exageras…
⎯ ¿Disculpa?, ¿querer tener a mi hijo cerca es exagerar?. Mira David, lo menos que el niño necesita es crecer lejos de ti después de todo lo que ha pasado, ¿qué deseas?, ¿qué caiga en depresión o que te desconozca por completo?, de por sí ya tienen una relación tensa como para que lo envíes lejos.
Me pongo de pie, tomo la bata de seda color negro y me la pongo. ⎯ Solo quiero darle lo mejor a David, es todo. Quiero asegurarme de que sea un buen hombre, educado, de principios, no como la carroña de…⎯ expreso algo molesto, para después parar al percatarme que estoy a punto de decir algo que traigo en el subconsciente y que no me deja en paz.
⎯ ¿Igual qué quién?, ¿qué su padre biológico? ⎯ me pregunta. Luego se acerca a mí y viéndome a los ojos, me dice.⎯ ¿Crees que David heredó algo horrible, cierto?, ¿crees que por no ser de tu sangre no puede ser bueno por si solo?
⎯ No Fátima…⎯ murmuro.
⎯ No, sí Fátima… eso es lo que piensas del niño ⎯ me asegura. Ella se lleva las manos a la frente y suspira.⎯ Eres increíble, de verdad que eres increíble. Tienes la prueba ante tus ojos y, aun así, buscas algo que te haga pensar que no es perfecto.
⎯ No era mi intención.
⎯ No, tal vez no la era, pero lo piensas y te proyectas. David es lindo, amable, bueno, educado, un excelente niño y eso es gracias a mí, no a tus amados genes ⎯ me reclama ⎯ lo que más me duele es que tiene el corazón de Alegra y tú no lo ves por más que te lo restrieguen en el rostro ⎯ suspira ⎯, estamos a punto de tener un hijo juntos, pero ahora, no podré dejar de pensar que, tal vez, en algún futuro también pienses que el donante es un delincuente y que tu hijo saldrá de la misma forma.
Mierda, la he cagado a lo grande.
⎯¿Sabes qué?, mejor piénsalo bien antes de que vayamos e iniciemos este tratamiento, porque si vas a pensar así, ¿para qué meterte esa angustia? ⎯ me dice, para luego salir de la habitación y dar un portazo. Segundos después vuelve a abrir y entre lágrimas me dice.⎯ Y David no irá a ningún internado, se quedará en la casa e irá a la escuela normal, convivirá con sus amigos y tendrá a sus dos padres juntos. Si tú no tienes fe en él, yo sí ⎯ finaliza, para luego irse de la habitación.
Gracias Fátima por ser la madre a la altura y tirarle las orejas a David!