Tal vez lo que hice evidenció un poco mi edad. Sin embargo, para mi defensa, ser esposa de David Canarias no es para nada fácil, y conlleva muchas cosas que pocas personas se imaginan. Para mi fortuna, sé el contexto de ciertas actitudes que tiene, pero eso no justifica que siga cayendo en lo mismo con el paso de los años.
Lo que dijo hoy en el Penthouse me hirió mucho, sobre todo porque estamos a nada de empezar un tratamiento donde el donante será una persona completamente desconocida, y de la cual solo nos fiaremos de su historial médico y de su perfil.
¿Cómo sé que David no rechazará el niño más adelante?, ya no sé si esta es una buena idea o un capricho cumplido de su parte para mantenerme feliz. ¿Cómo sé si él amará al bebé o lo rechazará de vez en cuando como lo hace con David?. Yo amo a David con todo mi corazón, es mi hijo, es mi todo, ¿por qué él no puede amarlo de la misma manera?
Con todos estos pensamientos en la mente, camino por las salas de los impresionistas en el Museo del MET, perdiéndome entre tantas obras maestras que podrían provocar una migraña. Sin embargo, a mí me tranquiliza, me hace sentir como la Fátima de antes que solía refugiarse tras las paredes de los museos, y respirar tranquila del caos de afuera.
Veo mi reloj de pulsera y me percato de que pronto anunciarán la salida del museo y tendré que volver a casa. Tal vez David me esté esperando en la sala, dispuesto a hablar sobre el tema, pero en este momento no tengo ganas de hacerlo, solo quiero llegar a abrazar a David, leerle un cuento y después darme una larga ducha.
Solo tú, David Canarias, puedes arruinar una bella noticia con un pensamiento horrible, pienso, para después sentarme en frente de una pintura de Renoir, y observarla con atención. Así, pasan unos minutos cuando siento una mano sobre mi hombro y al voltear veo a mi marido detrás de mí.
⎯ ¿Cómo me encontraste? ⎯ es mi primera pregunta.
David suspira.⎯ Aunque tú no lo creas, te presto más atención de la que crees. Hace tiempo me dijiste que los museos eran tu refugio y luego me dijiste que el MET era tu favorito, así que… eme aquí.
⎯ David, si te soy sincera, en este momento no quiero discutir, y menos en un museo.
⎯ No vengo a discutir, vengo a… Pedirte perdón ⎯ me dice, y al escuchar la última frase sus hermosos ojos brillan.⎯ Sé que no quieres nada ahora, sin embargo, quiero pedirte perdón con la esperanza de que me escuches y me perdones… Otra vez.
⎯ Ojalá no tuviera que perdonarte tanto ⎯ respondo.
David se hinca frente a mí, me toma de las manos y me hace que lo vea a los ojos ⎯ Lo sé, soy la persona más idiota que hay en este mundo. Soy testarudo, boca floja, lo que a ti se te ocurra. Y sé que enumerando mis defectos no me perdonarás porque siempre hago lo mismo.
⎯ Al menos ya lo sabes ⎯ le comento.
⎯ Pero, Fátima… ⎯ suspira. Puedo sentir en cómo me aprieta las manos que a David le cuesta muchísimo expresarse, admitir sus errores y, sobre todo, que tiene miedos e inseguridades. Es parte de su coraza, una que a veces lastima en niveles que él no se imagina.⎯ No quiero que pienses eso, lo que dije sobre David, no pienso eso.
⎯ ¿Entonces qué piensas? ⎯ insisto, porque necesito que se abra, que me dé la explicación que sigo deseando.
David suspira.
⎯ ¡Dios!, ¿por qué te cuesta tanto? ⎯ le pregunto algo molesta, para luego ponerme de pie y caminar hacia la salida de la sala.
Mis pies se dirigen hacia la salida de este gran museo, uno que me sé de memoria y que podría recorrer con los ojos cerrados. La mano de David vuelve a tomar la mía, con una ternura que me cimbra por dentro, y cuando volteo sé que necesita hablar conmigo.
⎯ Sí, me cuesta trabajo, no huyas así, te lo pido ⎯ murmura.
Me detengo, y él me jala hacia una sala de arte moderno que está completamente vacía. ⎯ David, sé que te cuesta trabajo expresarte, pero hace rato no te costó nada decir esas cosas tan horribles, tomar decisiones sin consultarme y quién sabe que otras cosas más. No es que no puedas expresarte, solo que no tienes control sobre tus emociones. Eres una bomba a punto de estallar, siempre. Guardas, y guardas cosas, y cuando menos lo espera uno, explotas con las frases más hirientes y actitudes impredecibles que a cualquiera hieren y desilusionan. No mides lo que dices cuando estás molesto, pero mides tanto cuando se trata de demostrar que amas.
⎯ Lo sé y trabajo todos los días en eso, pero Fátima, tienes que entenderme.
⎯ Lo hago, más de lo que tú crees. Pero como ya te he dicho antes, no soy de piedra y jamás lo seré. Así como sé que tú tampoco lo eres, aunque trates de fingir muy bien. A veces pienso que, entre más amas, más lástimas, no lo entiendo, no comprendo.
David me toma de la cintura y me pega a él.⎯ No digas eso, te lo pido. Yo te amo, y amo a David. Te juro por mi vida que lo amo.
⎯ ¿Entonces por qué ese comportamiento tan borde, tan frío?. David, vas a perder a tu hijo si sigues así y te lo he repetido millones de veces. Puedo tratar de que él conviva contigo, que te incluya en sus cosas, pero tú siempre tienes esa milimétrica distancia entre los dos. Además, con lo que dijiste hoy me lastimaste, porque soy yo quien educa al niño, no otra persona desconocida, ¿me estás diciendo que si el niño comete un error será por mi culpa?
⎯ No Cariño, escúchame…
⎯ Más vale que me convenzas David, porque de esto mañana depende que vaya al consultorio y me haga ese tratamiento, ¿comprendes? ⎯ hablo sería.
David asiente con la cabeza, toma aire y viéndome a los ojos, me dice.⎯ No es que no ame al niño, o que piense que es malo o que tenga algo. Lo que pasa es que, yo vi a su padre ese día en Canaria, tan desinteresado, borracho, mujeriego… entre otras cosas que no quiero recordar. Ese día me hice la promesa de que David no sería así, que recibiría la mejor educación, estudiaría, llegaría a ser alguien y le demostraría a él, a Alegra, a todos, que el niño no tenía ni una pizca de su padre y sería mejor hombre que él. Muy en el fondo, pienso, que si repito con el niño lo que mis padres me dieron, educación, escuela, modales, el niño se parecerá a mí y no a ese hombre. Por eso la decisión de enviarlo al internado, por eso me comporto con mi padre. Sé que estoy mal, que tal vez no debí ser padre nunca y por eso tengo esto que me diagnosticaron, pero el destino me dio a David y no quiero arruinarlo, no quiero que se parezca a él. No quiero que pasen los años y me dé cuenta de que fallé, que le fallé a él ⎯ me habla sincero.
Y de nuevo, lo entiendo. Sé lo que me está tratando de decir, en este momento de sinceridad que tiene y lo comprendo sin ningún problema. David me sigue viendo a los ojos y como lo hace, sé que me está diciendo la verdad.
⎯ Repetir patrones no te asegurará nada, cariño. Tienes que dejar de pensar que estás solo contra el mundo y saber que tienes a alguien que te apoya, y está de tu lado. Si sigues pensando eso, lo único que harás será alejarlo, y el niño ahora sí será un completo desconocido para ti y para su padre biológico. David, no eres tu padre y nuestro hijo, no será tú. El niño tiene una madre que lo ama, y un padre que solo quiere lo mejor para él. Le diste una familia, una razón para ser feliz, sin embargo, si lo sigues lastimando, nada de eso valdrá.
⎯ Mi intención no es lastimarlo, jamás lo es.
⎯ Por eso te digo que a veces pienso que, entre más te quieren, más lástimas. ¿Qué te da miedo?, amar tanto, como lo hiciste antes, y que te vuelvan a lastimar. Porque si es así, quedo fuera de la ecuación. Porque yo te amo mucho.
⎯ Y yo más ⎯ me responde, para poner sus manos sobre mi rostro y darme un beso ⎯ no me digas que te lastimo, me haces sentir como el peor de los hombres.
⎯ Es que ese es tu problema, David, que solo tú piensas que eres un mal hombre ⎯ le aclaro.⎯ Eres un ser humano maravilloso, lleno de alegría, de sueños, de mucho amor, pero eres tú el que no lo quiere demostrar. Solo espero que lo hagas porque siento que un día será demasiado tarde. Ojalá siempre mostraras el rostro que me muestras a mí. Ojalá tu hijo también lo viera.
Abrazo a David y él me envuelve entre sus brazos ⎯ No te prometeré nada, porque sé que me equivocaré mil veces más. Pero te juro que aprendí, aprendo y aprenderé de mis errores, y que siempre trataré de corregirlos. Solo no pierdas la fe en mí.
⎯ Sigo casada contigo y deseo tener un hijo contigo, ¿crees qué la perderé? ⎯ le comento y él acaricia mi cabello.⎯ Solo no me rompas el corazón David, te lo pido.
⎯ Jamás, prefiero, arrancármelo yo antes de pensar en hacerlo ⎯ finaliza. David levanta mi rostro y de nuevo nuestras miradas se cruzan.⎯ Quiero, no, deseo tener un bebé contigo Fátima, y te juro por todo lo bueno que hay en mí, que lo amaré como si fuera mío, así como amo a David. No deseches esa idea, ¿sí? Tengamos un bebé, démosle a David un hermano… Seamos una familia.
⎯ ¿Ya no enviarás a David a un internado? ⎯ inquiero.
David niega con la cabeza ⎯ no, el niño se quedará aquí y crecerá con sus dos padres, jugará con su hermano y tendrá un padre que lo guíe, no siete maestros que lo eduquen. Me niego a ser un desconocido para mi hijo, me niego a no darme la oportunidad de verle crecer y ser padre. Así como me niego a no vivir contigo la experiencia de tener otro, de hacerte feliz, de extender la familia ⎯ recita ⎯, ¿qué dices Fátima?, serías la madre de otro de mis hijos.
Sonrío levemente y tal vez para muchas personas sea una tonta, pero David me ha vuelto a ganar. Sé que lo ideal sería decirle que no, divorciarme y abandonar todo, pero estoy convencida de que no hay otra mujer que lo entienda mejor que yo, y que a pesar de sus errores, David ha crecido mucho y me ha demostrado que puede cambiar. Le doy un beso sobre los labios.
⎯ ¿Eso es un sí? ⎯ me pregunta.
⎯ Es un eterno tal vez… ⎯ le contesto.
David acaricia mi rostro y esa mirada de ternura hace que me derrita. ⎯ Entonces pasaré el resto de mi vida convirtiendo ese tal vez en un sí.
⎯ Quiero ver eso…⎯ concluyo, para después arroparme entre sus brazos.
No cabe duda que él y yo estamos hechos el uno para el otro.
Lloro porque David le cueste tanto ver que su hijo podría ser un mejor hombre si permanece a su lado, viéndolo como su ejemplo y no como su verdugo como le pasó a él. Admirar cada vez más a Fátima
La pareja que hacen, el equipo que forman