Fátima 

El sol de la mañana se filtra a través de las cortinas de la habitación iluminando suavemente la estancia. Para ser un día de invierno antes del fin de año, el día parece será caluroso, por lo que será cálido y reconfortante. 

Lentamente, abro los ojos, sintiéndome embriagada por la experiencia de la noche anterior. Esa cita romántica en el helicóptero ha sido mágica y llena de emociones, en pocas palabras, inolvidable. Sin embargo, todo parece difuminarse cuando un presentimiento me llega del golpe. 

Mientras trato de recobrar la lucidez, escucho el teléfono interrumpiendo el silencio. De inmediato, la voz de David, quién aún se encuentra recostado a mi lado, responde y, al escuchar la conversación, sé que mi presentimiento no está de más. 

⎯ ¿Hola? ⎯ contesta David ⎯, ¿cómo?, ¿está grave? ⎯ pregunta.

Me levanto de inmediato y al ver ceño fruncido de mi marido sé que algo importante está pasando. 

⎯ ¿David? ⎯ pregunto, y él me pide que espere haciéndome un gesto con la mano. 

⎯ ¡Iremos de inmediato! ⎯ finaliza, para después colgar el teléfono. Antes de que pueda preguntar qué pasa, él me ve a los ojos y me comunica ⎯. Fátima, lo siento mucho, pero tu madre está muy grave. Tenemos que regresar a Madrid lo antes posible ⎯ y me da un abrazo fuerte. 

⎯ Pero, ¿cómo qué está grave? ⎯ cuestiono asustada ⎯. Estaba bien cuando hablé con ella hace dos días, ¿qué fue lo que pasó? 

⎯  Al parecer, sufrió una caída y se golpeó en la cabeza. Todo parece apuntar que tuvo un infarto cerebral y eso la causó. Amira dice que la tienen en el hospital, está en terapia intensiva. 

⎯  ¡Ay, no! ⎯  expreso, mientras me cubro el rostro ⎯. No puede ser posible. 

⎯ El doctor no puede dar el parte médico completo hasta que estés allá, así que debemos irnos. 

David se pone de pie y va hacia la puerta para avisarle a Mandy y al personal que debemos comenzar a hacer maletas para irnos de Nueva York lo más rápido posible. Yo por un momento me quedo en silencio, tratando de acomodar mis pensamientos e ideas. 

No puedo creer que tenga que volver a vivir esto, ¡por qué no se acaba esta mala racha! Sé que no es momento para reclamar o para lamentarse, pero a veces que por más que tratamos de arreglar un lado, el otro se altera y, cuando lo hace, es de forma intensa. 

Me pongo de pie y, concentrada, comienzo a empacar apresuradamente. Guardo el vestido que me pondría para fin de año, ya que íbamos a ir a un restaurante muy famoso para ver los fuegos artificiales de Time Square. 

Momentos después, entra David, para empacar su ropa. Lo hacemos en silencio, enfocados y supongo que cada quién en sus pensamientos. Tanto para él como para mí esto es importante. Mi madre es el último pilar de la empresa y si fallece, tendrá que haber cambios. 

Por mi lado, mis hermanas y yo nos quedaríamos solas, y entre Amira y yo tendríamos que administrar muchas de las propiedades de mi madre, además de estar atentas a sus designios y sobre todo, a controlar a Sarahí. 

⎯  Ya le pedí al avión que esté listo ⎯  menciona, finalmente, David al terminar de meter su ropa ⎯. Mandy ya está empacando lo del niño y lo tendrá listo en diez minutos. 

⎯  Gracias ⎯  contesto, desanimada ⎯. Lo siento si esto se arruinó yo… 

David me abraza ⎯. No pasa nada, amor. Son cosas que uno no puede evitar. Ahora vamos, que se nos hace tarde. 

Así, comienza de nuevo esta montaña rusa de emociones y situaciones que David y yo tenemos que enfrentar. Ayer, éramos una pareja enamorada, viendo Nueva York desde las alturas, hoy, de nuevo corremos a Madrid a resolver otra situación; supongo que jamás podremos estar tranquilos un día. 

***

El vuelo de Nueva York a Madrid se me hizo eterno. Sentía como si el tiempo se hubiese ralentizado y cada minuto que pasaba era una eternidad. Mi mente solo estaba concentrada en mi madre, en ¿cómo sería su final?, ¿sufría dolor?, o, ¿solo sería un mal rato que la familia Lafuente tuviese que pasar de nuevo? 

Me sentía llena de pesar y angustia, al grado que el aire parecía faltarme. Dos veces me levanté al baño para echarme agua al rostro y poder respirar sin la mirada atenta de David, quién estaba sumamente preocupado. 

Finalmente, cuando el vuelo aterrizó, sentí un alivio momentáneo, que se intensificó minutos después, cuando toqué tierra y tuve que correr al auto para ir al hospital. 

No hay descanso, no ahora, ni siquiera para el pequeño David que ha tenido que venir con nosotros, ya que no sé si sea la última vez que pueda ver a su abuela con vida. 

Mientras voy en la camioneta hacia el hospital, un torbellino de emociones se apodera de mi cuerpo. La esperanza y el miedo se mezclan en este caos interno, mientras mi mente me presenta distintos escenarios posibles. Cada semáforo en rojo, cada coche lento en el camino, parece interponerse entre las dos y me da miedo no llegar a tiempo. 

Así, después de una travesía que solo duró unos minutos, pero que yo sentí como horas, llegamos al hospital. Con David, mi esposo a mi lado, y él cargando a nuestro hijo, abrimos la puerta y nos adentramos en los pasillos en búsqueda de su habitación. 

Creo estar preparada para enfrentar la realidad, sin embargo, no es así. De pronto, recuerdo que yo soy la menor de todas y que tendría más derecho que Amira o Sarahí en quebrarme frente a mi madre como una niña pequeña y comenzar a llorar. 

 Entro por la puerta de la habitación, y veo a mis hermanas sentadas en el sofá, al lado de su cama. El ambiente es denso y triste. Mi madre se encuentra conectada a múltiples monitores que la mantienen con vida. Mi hermana Amira, es la primera que me ve, y cuando nuestras miradas se cruzan, un nudo se me forma en la garganta. 

Ella va hacia mí, me toma de la mano y luego me abraza con fuerza, una que jamás había sentido por parte de ella ⎯. Cayó en coma, Fátima ⎯ comenta entre lágrimas. 

Sarahí, se encuentra aún en el rincón de la habitación, como siempre fría y desentendida de la situación o de los sentimientos que son expresados en el momento. 

⎯ Pero, ¿qué fue lo que pasó? ⎯ pregunto, aun sin entender nada. 

⎯ Le dio un infarto cerebral. 

⎯ ¿Cómo? 

⎯ Un infarto cerebral, Fátima ⎯ repite de mala gana Sarahí, desde su lugar ⎯. Todavía que llegas tarde tenemos que repetir todo lo que ya nos dijeron. 

Volteo a la entrada, y veo a mi esposo e hijo esperando a entrar. David entiende mi mirada, y me sonríe. 

⎯ Iré a buscar al médico y llevaré a David a la cafetería ⎯ contesta, para darme un beso sobre la frente ⎯. Respira ⎯ me murmura. 

Yo asiento con la cabeza ⎯. Ve con papá, David ⎯ le digo a mi niño. 

⎯ Que los vientos te sean favorables, mamá ⎯ me responde, en ese lenguaje pirata que ama. A pesar de que le he dicho que ya deje de hablar así, su frase, en este instante, me hace sonreír. 

⎯ David, basta con ese lenguaje pirata. Tú y yo tenemos que hablar ⎯ le dice su padre. 

Los dos se alejan, dejándome con mis hermanas. Para cuando volteo, Sarahí ya se encuentra al lado de Amira. Su aspecto es muy diferente al de Amira. Ella se nota renovada, como si hubiese ido a dormir a su casa, mientras que mi hermana Amira, parece haberse quedado noches seguidas aquí. 

⎯ ¿Qué posibilidades hay de qué se recupere? ⎯ pregunto. 

⎯ No muchas ⎯ me responde Amira ⎯. El doctor dice que su cuerpo ya no le va a permitir una recuperación y si sale de esta, quedará muy mal. El infarto cerebral le ha quitado la posibilidad de hablar o moverse, así que. 

Me muerdo los labios para evitar llorar. No puedo creer que el fin de una mujer como mi madre, tan fuerte y orgullosa, termine de esta manera. 

⎯  Así, conectada, podemos mantenerla con vida, con la esperanza de que despierte y de milagro no haya repercusiones, pero, si te soy honesta, no lo creo. 

⎯  Lo menos que quiero es ver a mi madre sufrir ⎯  le respondo, para luego darle un abrazo a Amira. 

Sarahí nos ve de reojo, luego suspira, para ir de nuevo a sentarse al sofá ⎯. Si sabes que si la desconectamos, Fátima será la que administre su herencia ⎯  comienza.

Volteo a verla, en verdad impactada, no puedo creer que en estos momentos Sarahí quiera tocar esa temática. En verdad, mi hermana mayor no tiene límites. 

⎯  Por favor, Sarahí, guarda silencio. 

⎯  Es que es verdad ⎯  me responde ⎯. Lo digo porque al saber es información, así Amira podrá votar por la decisión correcta. 

⎯  ¿De qué habla? ⎯  me pregunta mi hermana. 

Suspiro ⎯. De nada, Amira. Nada de lo que debas preocuparte. 

⎯ ¡Claro que deberías preocuparte! ⎯  señala Sarahí. Y ya con más descaro nos ve a ambas ⎯. Fátima, tu hermanita menor, al ser la más sensata y la más poderosa de las tres, por haberse casado con David Canarias, se ha quedado como albacea de la herencia de nuestra madre. Ella será la que la administrará, y nos dará a nosotros lo que nos merecemos ⎯  comenta, y hace los dedos en comillas, en la frase “nos merecemos”. 

Amira voltea a verme ⎯. ¿Eso es verdad?, ¿por qué nadie me dijo nada?.

⎯  Porque me pidió que no dijera nada. Pero, no tienes de qué preocuparte. David y yo daremos lo justo para las dos y nada les faltará. Ni a ti ni a Nadir, y mucho menos a Samira ⎯  y pongo la mano en el vientre de mi hermana que ya está a pronto para dar a luz. 

Mi hermana Sarahí se ríe, lo hace de una manera cínica que me molesta por completo. No es el lugar, ni la situación para estar hablando de esto, pero ella, como siempre, quiere provocar y no estoy dispuesta en caer en su juego. 

⎯ David y yo, siempre David y yo… Como me tiene harta ese romance fingido entre los dos. ¿Por qué no lo admiten de una vez que no están enamorados? ⎯  me pregunta. 

⎯ Tú no tienes ni idea de mi relación con David, así que mejor guarda silencio ⎯  respondo, con fuerza. 

⎯ ¡Claro que tengo idea!, David no te ama y jamás lo hará. 

⎯  Sarahí, guarda silencio ⎯  habla mi hermana, Amira. 

⎯ David me ama, y me lo comprueba todos los días ⎯  respondo. 

⎯  ¿Cómo?, ¡ah!, ya sé. Con citas maravillosas, y dándote collares y joyas que deslumbran, ¿ese tipo de amor? Hacía lo mismo con Alegra, la única diferencia, es que a ella se los daba por amor, no por obligación o para tenerte contenta. 

⎯  ¡Cállate! ⎯  pronuncio. 

⎯ David no te ama, Fátima, y nunca lo hará. No eres la mujer de sus sueños, no eres la mujer que él escogió para esposa, ni por la que dejó todo un día con tal de ser feliz con ella. Tú fuiste impuesta por nuestro padre y él no tuvo más opción que aceptarte si no quería perder su empresa. Por eso dice que te ama, porque sabe que si no te mantiene a su lado, perderá todo. 

No sé si es el ambiente, o la verdad, pero las palabras de Sarahí comienza a dolerme y a causar en mí un coraje que me provoca cerrar los puños; no quiero perder la cordura. Recuerdo que mi hermana siempre hacía eso cuando éramos pequeñas, y tenía envidia de algo que me regalaban o cuando mis padres me daban un mérito. 

⎯ ¡Basta, Sarahí!, no enfrente de mamá ⎯  contesta Amira. 

⎯ ¿Qué?, ¿a poco no duele la verdad? ⎯  me pregunta, ignorando la petición de Amira ⎯. Te quedas en silencio porque sabes que es verdad, Fátima. Siempre serás la segunda esposa, la impuesta, la mujer que llegó para salvar una empresa, una familia, un hombre roto. Por eso, jamás podrás ser feliz, ¡por qué te robaste una felicidad que no te corresponde! ⎯ explota. 

⎯ ¡Cállate, ya! ⎯  expreso, con las lágrimas a punto de caer por mis mejillas. 

⎯ Siempre serás la sombra de Alegra, siempre. Y no importa cuántos hijos le des a David, si es que le puedes dar alguno, o cuanto te esfuerces en gustarle y en hacer que te ame. David Canarias, jamás dejará de amar a su mujer, ¡jamás! Porque ella fue una elección, no una imposición. Es más, si David hubiese sabido que había más opciones, que casarse contigo, para quedarse con la empresa, las hubiese tomado en lugar de hacerte su esposa. 

⎯ ¡Cállate, ya!, no sabes lo que estás diciendo ⎯  grito, enojada. 

⎯ ¡No me callaré porque es verdad!. David Canarias siempre te pondrá abajo de Alegra, y me da gusto eso, porque la perfecta Fátima Lafuente tendrá que vivir toda su vida con la idea de que nada de lo que tiene es suyo. Ni su casa, ni el hijo heredero, ni el amor de su marido. Porque aunque Alegra se haya ahogado apropósito en el mar y haya sido culpa de David, él siempre la amará hasta el último día de su vida y eso, pesa más que todo el dinero en joyas que podrías tener. 

⎯ ¿Mi mamá se ahogó en el mar ella misma? ⎯  escucho la inocente voz de David detrás de mí. Al voltear, veo al niño con una botella con agua, y con los ojos abiertos, sin poder creer lo que escucha ⎯ ¿me mentiste? 

⎯ No, David ⎯ contesto de inmediato. 

⎯ ¡Me mentiste!, ¡me dijiste que mi mamá se había ido a buscar tesoros y ya no regresó! ⎯ y en su coraje, azota la botella y está cae sobre el suelo. 

⎯ No mi corazón ⎯ digo, mientras voy hacia él y trato de abrazarlo. Pero David, es más rápido que yo, y sale corriendo de ahí para perderse a lo lejos ⎯ ¡Qué demonios hiciste! ⎯ le grito a Sarahí. 

Ella sonríe ⎯. Le dije la verdad. El niño no puede crecer creyendo tonterías. La realidad es cruel, ¿no es cierto, hermanita? ⎯ y se ríe bajito. 

⎯ Si le pasa algo a David, si tan solo… ⎯ la amenazo, mientras la señalo con el dedo. Sarahí me ignora, y voltea a ver hacia la ventana ⎯. ¿Quién te hizo tanto daño, Sarahí? ⎯ le pregunto, y después volteo y salgo de la habitación para ir a buscar a mi hijo. 

Todo lo que ella me dijo, me dolió menos al saber que David se había enterado de esta forma de la muerte de su madre. Porque Mandy y yo trabajamos por años, esta fantasía sobre Alegra para disfrazar el horror y de un momento a otro era una realidad horrible que, sé, perseguiría a David el resto de sus días. 

⎯ ¿Qué pasa? ⎯ me pregunta, David, ya que me lo encuentro en el pasillo. 

⎯ Nada, no pasa nada ⎯ le contesto ⎯. Voy por David. 

Él me toma del brazo ⎯. Fátima, dime, ¿qué pasa? ⎯ me pregunta. 

La mirada serena de David siempre me tranquiliza, pero, todo lo que Sarahí me dijo, me ha calado tan fuerte que en este momento no lo logra. 

⎯ Solo te pido que me dejes sola, ¿sí? ⎯ le pido. 

David me libera, y asiente con la cabeza. Y yo, limpiándome las lágrimas, me alejo para ir en busca de mi hijo. 

***

David se escabulló. No sabemos dónde se fue. Se salió corriendo del hospital sin que nadie del personal lo viera o se lo prohibiera. Ahora, no solo tengo a mi madre en coma, sino a un hijo perdido en Madrid, y lo peor, enojado conmigo por mentirle. 

⎯ ¡Cómo es que han dejado salir a un niño sin autorización! ⎯ grita David, enojado a uno de los hombres de seguridad. 

⎯ Las cámaras indican que se salió junto con otra familia, pensamos que era parte de ella. 

⎯ Y, ¿ya lo están buscando afuera?, no pudo ir muy lejos, es un niño de seis años ⎯ hablo, angustiada. 

⎯ Ya llamamos a la guardia civil, y sí, posiblemente no esté muy lejos. No se preocupen, lo encontraremos antes de que anochezca. 

Suspiro con angustia. Me llevo la mano al rostro y lo cubro para no llorar. David me toma entre sus brazos y me abraza con fuerza ⎯. Tranquila, amor. Verás que no le pasa nada. 

⎯ Fue mi culpa. Le hubiésemos pedido a Mandy que viniera con nosotros. Ella lo tendría seguro ⎯ me lamento. 

⎯ David es un niño inteligente. Seguro que sabe cuidarse y atravesar las calles y todo eso… Como buen pirata, sabe encontrar su camino. 

Me alejo de David de golpe ⎯. No puedo estar más aquí, tengo que ir a buscarlo ⎯ le menciono ⎯. Hace frío, está cayendo la noche, no sé si lleva abrigo, no sé. 

⎯ Tranquila, Fátima ⎯ me pide David, con ternura. 

⎯ ¡Cómo puedes estar tan tranquilo! ⎯ le grito, provocando que todos me volteen a ver. EN este momento, llega a mí el efecto de las palabras de Sarahí ⎯ ¿Cómo puedes estar aquí de pie sin ir a buscarle?, ¿eh? 

⎯ Amor, porque confío en las autoridades, además, si David regresa… 

⎯¡David se acaba de enterar de que su madre se suicidó! ⎯ le grito, y mi esposo se queda en silencio ⎯ ¡Si le hubieses hablado con la verdad desde pequeño, tal vez esto no hubiese pasado!, ¡si lo hubieses amado como era debido, él no estuviera así! 

⎯ Fátima. 

⎯ Solo quiero encontrarlo ⎯ murmuro ⎯. David es el único que me ha amado desde el principio, y no pienso perder ese amor ⎯ y diciendo esto, me alejo de David. 

⎯ Espera, espera ⎯ me toma del brazo, haciendo que voltee a verlo. Nuestras miras se cruzan, y le comunico que no es momento de hablar del asunto o tal vez, nunca debería ser ⎯. Voy contigo ⎯ finaliza. 

Así, ambos nos subimos a la camioneta, y en ella, comenzamos a buscar a David, con la esperanza de que estuviera los alrededores y no se hubiese ido tan lejos. Sin embargo, pasan el tiempo, y por más que damos vueltas, él no está. 

⎯ No pudo haber tomado el metro ⎯ habla David, mientras yo estoy pegada al vidrio, como si así pudiese ver más lejos. 

⎯ Me preocupa. El sol se está poniendo, está solo, y puede estar asustado ⎯ contesto, limpiándome las lágrimas. 

David ya no me dice nada, porque sabe que si me dice “tranquila”, en ese momento explotaré. No puedo estar tranquila, mi hijo, aunque Sarahí diga lo contrario, está perdido en la inmensidad de esta ciudad. 

Mi esposo me toma la mano y la besa, provocando que yo voltee a verlo ⎯. No sé qué te dijo Sarahí, Fátima, pero no es cierto, ¿sí? ⎯ me murmura. Mis ojos se abren sorprendidos ⎯. No me mires así, sé que fue Sarahí la que te puso así, y quiero que te olvides de eso y que confíes en mí, ¿está claro? 

Asiento con la cabeza. Supongo que después de encontrar a David tendré que lidiar con esto y la salud de mi madre que ya ha pasado a segundo plano. 

Volteo mi rostro hacia la ventana y de pronto, creo saber dónde está ⎯ Vamos al Retiro. 

⎯ ¿Qué? ⎯ pregunta, David. 

⎯ Para saber dónde está el pirata, hay que pensar como pirata ⎯ le digo, segura. 

⎯ Vamos ⎯ le pide David al chofer. 

Entonces, la camioneta da la vuelta, y nos vamos al lado contrario de nuestro camino. Nos metemos por unas calles y finalmente salimos al Parque de El Retiro. Ambos nos bajamos deprisa, y corremos hacia donde se encuentra el enorme lago. Ahí, pegado a la baranda, veo a mi hijo parado, viendo las lanchas, y el agua moverse ligeramente. 

Tanto David y yo nos acercamos con cautela, ya que no queremos asustarlo. Por nuestras mentes pasa la misma idea, ¿cómo es que pudo llegar tan lejos a tan corta edad?. Al llegar a su espalda, podemos escuchar con su tierna voz, al parecer está cantando una canción de los piratas. 

⎯ ¿David? ⎯ pregunto. 

El niño voltea y al vernos, cambia su rostro a uno triste ⎯ ¿Por qué me mentiste? ⎯ pregunta ⎯ ¿Por qué no me dijiste lo que la tía Sarahí te dijo? 

⎯ Fátima no te mintió, David ⎯ escucho la voz de mi marido ⎯. Fui yo. Yo le pedí a tu madre que no te dijera la verdad sobre Alegra y ella porque nos quiere, me hizo caso. 

David me ve a los ojos, estos están brillantes, supongo que está aguantándose las ganas de llorar tal y como su padre le habría dicho muchas veces. 

⎯ Lo siento, amor. Te prometo que jamás te volveré a mentir, jamás ⎯ le digo. Mi hijo va hacia mí y yo lo abrazo con fuerza. Beso su cabello rebelde y rizado, tal como lo tenía su madre ⎯. No te vuelvas a ir así. Me asustaste mucho. 

⎯ Está bien ⎯ me promete. 

Mi hijo se separa y va hacia su padre, que como siempre, guarda una compostura más fría que la mía ⎯. ¿Por qué dice la Tía Sarahí que fue tu culpa? ⎯ le pregunta. 

David se pone de rodillas, para poder estar a la altura de nuestro hijo. Da un suspiro y luego habla ⎯. Porque la gente a veces dice cosas feas para herir a otros ⎯ y me ve de reojo a mí ⎯. La mayoría de las personas que las dicen, es, porque ellos no saben cómo expresar sus sentimientos o se sienten mal con ellos mismos. Lo sé por experiencia. Yo también a veces digo cosas así porque no sé cómo expresar lo que siento.

⎯ ¿Entonces no fue tu culpa que mamá se haya echado al mar? ⎯ pregunta ⎯. Lo que no entiendo es porque decidió dejarme en la tierra y ella irse, ¿hice algo malo?

Mi esposo se queda en silencio un momento, tratando de encontrar las palabras para contestar esa pregunta que, por mucho tiempo, lo ha atormentado. 

David niega ⎯. Claro que no hiciste nada malo, jamás lo pienses así. Esa fue decisión de tu mamá. Como yo he tomado decisiones, así como tú decidiste escaparte del hospital sin avisarnos, como la decisión que tomó la tía Sarahí de herir con las palabras y las que tu mamá, Fátima, tomará hoy ⎯  comenta. 

Bajo la mirada de David, asiento con la cabeza, y sé que la lección no solo va para David, sino para mí. Y tiene razón. Yo decido si las palabras de Sarahí me atormentan para siempre, o me hacen comprender la amargura y la envidia que le despierta mi situación. Así como decidí vivir con el fantasma de Alegra, en el momento en que acepté ser esposa de David. 

⎯ Prométeme que ya no volverás a tomar la decisión de escaparte así, sin decirnos nada ⎯ le pide su padre.

⎯ Lo prometo…

⎯ No, quiero que me lo prometas como los piratas ⎯ y al decir esto el rostro de mi hijo se ilumina lleno de ilusión.

⎯ ¡Por la sangre que fluye en mis venas de pirata, juro que honraré esta promesa hasta el fin de mis días! ⎯ recita, haciéndonos sonreír y bajando la tensión del momento.

⎯ Bien, lobo marino ⎯ responde David ⎯. Es una promesa pirata y no puedes romperla. David carga a su hijo entre brazos y luego va hacia mí y me mira a los ojos ⎯. Que los dioses del mar me castiguen, si todo lo que te he dicho no es verdad ⎯ menciona, y yo sonrío de nuevo ⎯. No dejes que tu hermana nuble tu juicio y te haga dudar de ti, de mí, de nosotros. Sé que siempre tomarás las decisiones correctas y sé que a pesar de todo lo que rodea nuestro matrimonio, yo te amo, y lo haré hasta el último día de mi vida.

Después, me toma la mano y los tres comenzamos a caminar hacia la salida del parque para regresar al hospital, donde ahora seré yo la que tome las decisiones que podrían o no separar a mi familia. Lo que no sabía, es que unas de ellas cambiarían el pasado de mi esposo pero, sobre todo, el futuro de mi hijo David.

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