Fátima

(Tiempo después)

Dicen que el tiempo lo cura todo y empiezo a comprobar que es verdad. Ya que, después de todo lo que hemos pasado, al fin puedo decir que los Canarias Lafuente estamos tranquilos y en paz. Después de la muerte de mi madre, el separarme de mi hermana y el concentrarme completamente en mi familia, todo se arregló. El cáncer de David entró en remisión, la empresa creció y se hizo más fuerte y todo se arregló, era como si una brisa nueva y fresca hubiese llegado con el verano y ahora, estamos mejor.

Gradualmente, David, ha vuelto a ser el mismo de antes. Un día se levantó de la cama y comenzó a hacer ejercicio, devolviéndole su vitalidad y, por qué no, su virilidad. He vuelto a saber que es que te hagan el amor con una energía inexplicable que solo se siente entre los dos. La diferencia es que ahora yo lo disfruto más: sin prejuicios, sin preocuparme del qué dirán y mucho menos de lo que pueda suceder.

Él y yo estamos mejor que nunca. Felices como nunca en la vida pensé que seríamos. Nuestra familia se volvió fuerte, un poco más unida y con un futuro prometedor, aunque haya aún miembros que nos hagan falta, ya que, aún, deseo darle un hijo a David para complementarla.

Sin embargo, antes de enfocarme en tener otro hijo, debo hacerlo en el que tengo ahora: mi pequeño David. Porque cuando pensamos que las palabras de Sarahí no nos habían afectado, es porque nunca pensamos que afectarían a la persona menos pensada… a él.

Lo que escuchó provocó que David, a principios de la primavera, cambiara de forma drástica y notoria, preocupándonos a los dos. Pasó de ser un niño travieso, con mucha alegría y amante de los piratas. A uno más tranquilo, por no decir serio, que empezó a ignorar y guardar todos sus barcos piratas y que ahora veía hacia al mar pero sin deseos de navegarlo, solo con ansias de encontrar respuestas. Dejó de ser él. Fue como si un día se fuese a dormir y al siguiente, se despertara otra persona. 

La preocupación nos hizo llevarle de inmediato al psicólogo, donde yo, en privado, le hablé sobre lo que le había pasado a su madre y otros detalles que me permití delatarle, porque pensé que era necesario que él los supiera para poder tratar a David. Para mi fortuna, me dijo que el confesarle a David todo, en este momento, sería una tontería y que lo mejor era tratarlo por la causa original: que su madre se había quitado la vida.

Me sentí falta por lo que hizo mi hermana. De pronto, la culpa que uno desarrolla como madre, creció a un grado en que yo no sabía qué hacer con ella. Mi pequeño, mi David pirata, ese que amaba soñar con navegar en el mar, ahora solo quería una cosa: quedarse en tierra, en un lugar seguro y huir del vaivén de las olas.

David iba a terapia cada semana, religiosamente. Yo con la esperanza de que eso le ayudase y él con la de encontrar respuestas a todo lo que le sucedía alrededor. Había veces que lo veía tan tranquilo, tan pasivo, que me atrevía a reclamarle a Alegra entre dientes, para después arrepentirme, porque sabía que lo que había hecho era resultado del dolor que sentía en ese momento. Pero, a mí también me dolía saber que David, quién apenas comenzaba su vida, ya la sentía pesada, complicada y llena de obstáculos.

Además, la relación con su padre era un confín entre llevarse de maravilla y no llevarse en absoluto. Juro que esta vez, David hizo todo el esfuerzo posible por ayudar a su hijo. Fuimos juntos a las terapias, comenzamos a hacer actividades juntos aprovechando el verano, e incluso, convivió más con el niño alejándose del trabajo. Sin embargo, se debe admitir, y creo que es necesario decirlo aunque suene mal que, David y su hijo no tienen una conexión natural.

Él se culpa porque dice que siempre quiso ser padre, pero, que no se le da. Yo le digo que no tiene nada que ver. Pero, entre más pasa el tiempo, más se hace evidente de que no se entienden, no saben cómo verse, ni hablarse y mucho menos saben qué hacer cuando están solos y juntos.

Le pregunté al psicólogo que si era necesario que David, mi esposo, supiese de una vez lo que había pasado con su esposa, con la esperanza de que eso le empujara a tener una mejor conexión con su hijo, una que yo desesperadamente buscaba. Sin embargo, me dijo que no era el momento, porque David aún seguía emocional y afectado por la muerte de Alegra, aunque él admitiera que no.

⎯Su esposo es un hombre muy fuerte. Pero, por dentro, sigue sumamente afectado por la culpa. El saber que su hijo y él no tienen conexión, ha hecho que esta aumente. Si le dice, ahora, lo que le pasó a su exesposa, lo único que pasará es que tendrá a padre e hijo desconectados y perdidos. Al niño, aún se le puede guiar, a su esposo, ya no. Eso podría afectar su matrimonio.

Entonces, pensé que todo estaría mal. Que mi hijo crecería con una deficiencia emocional y que sería problemático y posiblemente taciturno. Sin embargo, como siempre, el pequeño me sorprendió, y fue cuando comprendí que David era cien por ciento hijo de su madre, y que estaría bien. Que tal vez crecería con alguna que otra situación, pero, que no sería nada grave.

Comprendí, que mi hijo necesitaba tiempo de reflexión, de reencontrarse con él mismo y que después de acomodar sus pensamientos, volvería como si nada hubiese pasado, con ideas nuevas, sueños nuevos pero, sin encontrar una conexión con su padre, sino con la persona que menos esperaba.

(Principios de otoño)

Me encuentro en la sala de espera del consultorio, mientras por una pantalla puedo ver a David, platicando con el psicólogo y, a la vez, jugando con un barco de plástico. Minutos después, el psicólogo se pone de pie y veo cómo se dirige a la puerta para luego abrirla. Su perfil aparece bajo el umbral de la puerta y con una sonrisa me pide que pase.

⎯¿Señora Fátima? ⎯ inquiere ⎯. Pase, que tenemos que platicar.

Nerviosa, me levanto. Tomo mi bolsa y camino hacia el consultorio donde David juega alegremente con uno de los juguetes, al verme sonríe.⎯ Hola mamá ⎯ saluda.

⎯Hola pequeño ⎯ contesto, para luego pasar al consultorio privado y sentarme en las sillas. El doctor cierra la puerta, aislándonos por completo de la sala de juegos.⎯¿Todo bien?

⎯Sí, solo deseo platicar con usted en privado ⎯ anuncia.

⎯Mi marido, hoy no ha podido venir, tiene unas juntas de trabajo en Madrid y…

⎯…y me alegra, porque con la que necesito hablar es con usted, a solas.

Al escuchar lo que me dice el psicólogo, siento cómo el corazón se me hace pequeño y la preocupación regresa a mí de golpe. Desde que David entró a terapia lo único que ruego es que el niño esté bien y que tenga una infancia feliz. Pero esas pláticas a solas siempre me ponen nerviosa.

⎯Pues, dígame, ¿todo está bien con David?

El psicólogo asiente.⎯ Su hijo está bien, muy bien en verdad. Es un niño sumamente reflexivo. Ha comprendido muy bien todo lo que sucede aunque, siempre estará buscando la respuesta. Sin embargo, se sabe seguro y amado.

⎯ Eso es lo importante. Le juro que he tratado de que su padre y él… ⎯Entonces me detengo porque él me pide con un gesto que lo haga.

⎯… de eso quería hablarle ⎯ continúa.

⎯¿Sobre qué?

⎯Sobre, él y su padre.

Al escuchar la forma en qué lo dice, me llama la atención por completo, ya que su tono en vez de ser uno de preocupación más bien expresa esperanza, por lo que siento que lo he logrado, he logrado que David y su padre encuentren un punto en común.

⎯¿David le habló sobre él? ⎯ inquiero.

El psicólogo niega con la cabeza.⎯ Señora, sé que usted desea con toda el alma que su esposo y su hijo se lleven y hagan una conexión de padre e hijo como según debe ser, pero, David no lo hará. Estima, respeta y quiere a su padre, sin embargo, no se identifica con él. Pero con usted sí.

⎯¿Cómo? ⎯ pregunto, sin entender.

⎯Su hijo, David, tiene la conexión que usted tanto desea que tenga con su padre, con usted. No solo la ama, y la admira, sino que se siente seguro a su lado.

⎯Pero, David…

⎯¿…es su padre?. Mire señora Fátima, yo comprendo que usted desee que su esposo y su hijo se lleven. Comprendo que quiera fomentar esa unión, pero, cuando no hay conexión, cuando hay resistencia, por más que trate de juntarlos no habrá nada. Puede lograr que David comprenda a su padre y lo tolere. Que se lleven bien y sepan convivir, sin embargo, exigirle que encuentre una conexión, sería obligarlo.

Las palabras del psicólogo me rompen el corazón y él no lo sabe. Sé que debería estar muy feliz porque David siente esa conexión conmigo, pero, me aterra, por alguna razón, que no haya eso mismo con su padre.

⎯Quiere decir que, ¿nunca habrá conexión entre ellos? ⎯ pregunto.

⎯Quiere decir que… no es el momento de que la tengan. Algún día la tendrán o puedo que no. Sin embargo, la conexión que usted tanto busca que ellos tengan, la tienen usted y su hijo y eso está bien. Si me lo permite, yo le recomiendo que deje de forzarla con su padre y mejor disfrute la que usted tiene con el niño.

⎯Pero.⎯ Y en eso siento cómo las lágrimas corren por mis mejillas.⎯ Mi esposo es un hombre bueno. Él ha hecho todo lo posible por llevarse con su hijo, él…

El psicólogo me da un pañuelo de papel y yo lo tomo.⎯ Señora Canarias, yo nunca he dicho que su esposo sea malo. Ni siquiera David lo piensa así. ¿Hay alguna razón por la que usted está tan preocupada de que no tengan conexión? ⎯ me pregunta, y confieso que me aterra decirlo en voz alta, pero es hora de que yo también saque esto de mi interior.

Asiento con la cabeza, y confieso.⎯ Me da terror que por esta razón David comience a sospechar algo y busque a su padre biológico. Me da miedo que haga esa conexión con él y deje a mi esposo atrás, me da miedo que se entere de su origen y eso le arruine la vida.

El psicólogo sonríe levemente.⎯ Que no tenga una conexión con el señor David, no quiere decir que la tenga con el otro. Las conexiones emocionales no tienen nada que ver con el ADN de la persona, sino con el tejido emocional que día a día se hace. Como dije, David quiere a su padre y lo respeta, pero, a usted la admira. Se siente seguro, confiado, validado y feliz. No necesita más y por esa razón jamás irá a buscar a su padre biológico, excepto que usted se lo diga.

⎯¡Jamás! ⎯ expreso.

⎯Entonces, solo deje que esto fluya y disfrútelo. La relación que David tiene con su padre, es lo que es y ya dependerá de ellos dos el resultado. Ahora, David es pequeño y usted debe estar ahí para guiarlo, sobre todo ahora que su esposo y usted han decidido intentar ser padres.

⎯¿Eso le afectará a David? ⎯ inquiero preocupada.

El psicólogo se ríe.⎯ Al contrario. David desea un hermano o una hermana, para poder cuidar de ella o él. Incluso, me ha expresado sus deseos de ya no ser pirata si no, pediatra.

⎯¿Cómo?

⎯ Quiere ser pediatra, como su madre. Al parecer, su niñera se lo contó y ahora quiere serlo. Por eso quiere tener un hermano para poder aplicar sus conocimientos.

Me río, lo hago en verdad fuerte, como si expresara un gran alivio después de tanta culpa e incertidumbre que siento.⎯¿Entonces?, ¿mi hijo estará bien?

⎯Lo estará, señora Canarias, lo estará. Solo, ya no force las cosas entre él y su padre. Si se da, se dará. Y, por cierto, quiera o no, algún día David tendrá que saber lo de su madre. No se lo podrá esconder, ya que el niño en ese rubro tiene muchas preguntas por resolver.

⎯Pero…

⎯Sé que es horrible, pero debe saberlo. No hoy, ni mañana, ni dentro de diez años, pero, debe saberlo.

⎯¿Cómo sabré cuándo es el momento? ⎯ pregunto preocupada.

⎯ Solo lo sabrá. Su conexión con él y su intuición se lo dirán.

Suspiro.⎯ Una cosa más, ¿volverá a ser mi pirata? ⎯ Y el psicólogo sonríe.

⎯Por ahora, David explorará la tierra más que el mar. Él, después de lo que pasó, ha comprendido que su tesoro está enterrado en la tierra, no en un cofre en el mar. Algún día regresará a ser el pirata que antes fue.

Me pongo de pie para salir de ahí. Más aliviada que preocupada. Más feliz que triste, pero, aun con el dolor de saber que mi misión falló y que David y su padre tendrían siempre una relación complicada y que yo sería una eterna mediadora entre ellos dos. Un rol tan desgastante y pesado, que yo le pondría fin cuando David llegara a la adultez.

Tanto David y yo salimos del consultorio, él de mi mano y jugando con uno de los tantos muñecos que siempre trae consigo. Lo cargo para subirnos a la camioneta, y nuestros ojos se ven y de pronto, me veo reflejados en ellos de una manera hermosa. David me sonríe.

⎯¿Todo bien, mamá?, ¿fui un buen niño? ⎯ me pregunta.

Lo abrazo con fuerza y le doy un beso sobre su cabello rizado.⎯ Siempre eres un buen niño David, siempre. Y quiero que sigas así, ¿me prometes que siempre lo serás?

David asiente con la cabeza.⎯ Sí, lo prometo.

⎯ Siempre me escucharás.

⎯Siempre.

Vuelvo a abrazar a David, disfrutando de esa conexión que los dos tenemos y que duraría por el resto de mi vida. Sin embargo, la relación con su padre a partir de este punto tendría unas subidas y bajadas tan grandes como olas en mar picado. Yo sería su intermediaria, hasta que un día, ese mar se calmaría y ambos podrían navegar a aguas profundas en paz. Solo era cuestión de que pasaran los años, se curaran heridas y se comprendieran razones.

Y por cierto, David volvió a ser un pirata, pero años después, cuando él encontrara su propia tripulación y se atreviera a explorar los mares de la mano de su tesoro más grande.

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