Después de pasar la noche con Karl, no me fui directo a mi casa, sino al estudio para seguir editando las fotos para entregarlas el lunes siguiente que había junta de equipo. Finalmente, salí a las dos de la tarde y me fui directo a mi casa donde, al entrar, me encuentro con lo que parece una junta familia en el jardín de la entrada, o más bien una reunión de puros hombres de la casa.
⎯ ¿Qué pasa? ⎯ pregunto, al ver que andan tan misteriosos.
David voltea y con una sonrisa me dice.⎯ Papá se compró una moto.
⎯¿Qué? ⎯ pregunto, sorprendida. Y al acercarme veo a mis tíos Robert y Manuel, a mis primos, a Cho y a Moríns todos fascinados. Mi padre está sentado sobre la moto, como si tratara de sorprender a alguien.
⎯ ¡Guau!, ¿te pegó la crisis de los cincuenta? ⎯ le comento.
Mi papá se ríe ⎯ solo es un sueño que siempre quise cumplir. Tu abuelo David me prohibía tener motos, me decía que era un ataúd con ruedas, pero, creo que ya era momento de adquirir una.
⎯ Yo también quiero adquirir una ⎯ me comenta David, mi hermano.
⎯ No, ya te dije que no ⎯ le prohíbe mi padre.
⎯ ¿Pero por qué no? ⎯ contesta, un poco molesto.
⎯ Porque tienes mucho por vivir, y puede ser un ataúd con ruedas.
⎯ Puff… ⎯ hace mi hermano, al parecer, las reglas de no tener moto aplican para él.
⎯ Pues bueno, suegro, supongo que a los que no nos prohíben, nos la dejarán usar ⎯ habla Moríns mientras se acerca a ella.
⎯ No, no… tú eres el padre de mis nietos, no puedo hacerle eso a Sila.
⎯ ¿Y yo? ⎯ pregunta Cho.
⎯ No, no… Tú eres el padre de mis sobrinos nietos, no puedo hacerle eso a Sabina.
⎯ Mejor ya dinos que no nos la quieres prestar, envidioso ⎯ le contesta mi tío Manuel, que al parecer también está en la fila para subirse a la moto.
⎯ You know? ⎯ dice mi Tío Robert ⎯ mejor nosotros nos compramos la nuestra, una más moderna y que no demuestre la crisis de los cincuenta.
⎯ ¡Sí!, cómprense una ⎯ les animo ⎯ y salen los tres como pandilla a recorrer las calles de Madrid ⎯ me burlo ⎯ la pandilla de los picaflorcitos, le diré a Lila que les haga sus chamarras.
Todos mis primos lanzan la carcajada, y de pronto creo que les he quitado las ganas de andar en moto a todos. Mi padre se baja de la moto y se recarga en ella. ⎯ No me importa lo que piensen, es un gusto que me quise dar, además, tengo el dinero para eso.
⎯ Hmmm, ¿y ya le dijiste a mi tía Luz? ⎯ pregunta Héctor.
⎯ No, pero practicaré como decirle con amor y cariño para que no caiga en pánico ⎯ contesta mi papá.
⎯ Pues, déjame decirte que tienes muy poco tiempo ⎯ agrega Daniel.
⎯ ¿Por?
⎯ Porque mi tía va entrando por la puerta.
En eso mi padre se pone de pie, y todos abrimos el círculo que hemos formado, para ver cómo mi madre se baja del auto junto con mi tía Ainhoa y las bolsas de la comida.
⎯ ¿Qué demonios? ⎯ pregunta.
⎯ Alma, mira que te explico ⎯ empieza mi padre, y de pronto todos estamos atentos a la escena.⎯ Mira, ve y deja las cosas y luego sales y te explico.
⎯ Héctor, ¿puedes ir a dejar las cosas a la cocina? ⎯ le pregunta a mi primo, y él va hacia ella, las toma y se mete a la casa. ⎯ Te estoy esperando David Canarias Lafuente.
⎯ ¡Uy!, y por el nombre completo ⎯ murmura mi hermano.
Mi padre voltea a ver a los demás que prácticamente se han quedado en silencio. Luego se pone de pie y dice.⎯ Pues, vi la moto y me animé, Luz. Siempre he querido una y creo que ya estoy bastante maduro para tenerla.
⎯ ¿Ah, sí? ⎯ pregunta mi madre, con los brazos cruzados a la altura del pecho ⎯, bastante maduro.
⎯ Así es…
⎯ David, ¡estás más ciego que un topo!, eres necio, no quieres usar la gafas para ver porque te quitan lo “guapo”, te has estrellado con la puerta, la otra vez en una reversa le pegaste al carro de Manuel.
⎯¡Fuiste tú! ⎯ le reclama mi tío, y después voltea a ver a mi primo Daniel.
⎯ ¡Ves!, te lo dije ⎯ le reclama ⎯, pero claro, échenle la culpa al que nació casi ciego y usa gafas de fondo de botella.
⎯ No digas eso, hijo ⎯ le pide mi tía.
⎯ Y luego vas y te compras una motocicleta, y piensas que lo aceptaré ⎯ continúa mi madre ⎯, no señor.
⎯ ¡Pero Alma! ⎯ reclama mi padre ⎯, pensé que te gustaría, hasta te compré un casco.
⎯ No, no me gusta. Estás loco si piensas que eso sucederá. Devuélvela.
⎯ Esto, no funciona así… ⎯ le comenta mi papá.
⎯ Entonces no sé, regálala.
⎯ ¡Yo la acepto! ⎯ interrumpe mi hermano ⎯, la sé manejar, no estoy ciego como un topo y me veo guapo en casco.
⎯ ¡No! ⎯ le prohíben mis padres al mismo tiempo.
Yo me río, esta escena es de lo más cómica, sobre todo cuando todos empiezan a ofrecerse para quedarse con la moto que mi padre acaba de adquirir. De pronto, me acuerdo de las palabras de Karl, las que me dijo por la mañana y creo que tiene razón, tengo un hogar al que puedo regresar, ser lo que quiera ser, y siempre ser aceptada, no importa lo que pase. Soy bastante afortunada.
⎯ Se terminó ⎯ habla mi madre ⎯, esa moto se quedará dentro del garage hasta nuevo aviso, o hasta que David admita que debe usar gafas 24/7.
⎯ Pero Alma ⎯ reclama mi papá, como niño pequeño ⎯, es una Harley-Davidson clásica… ¡Cualquier mujer enloquecería al ver a un hombre llegando en ella!
⎯ ¡Uy! ⎯ hacen todos, desde Moríns, hasta Cho, pasando por el resto de los hombres de la familia.
⎯ ¿Disculpa? ⎯ pregunta mi mamá.
Mi padre guarda silencio, al parecer, lo picaflor ha resurgido y no en el momento indicado.
⎯ Nada, Alma, nada.
⎯ Pues espero que las mujeres que enloquezcan te avisen cuando haya puertas de cristal para que no te estrelles, Picaflor ⎯ contesta mi madre enojada, para después ir hacia la puerta de la casa, entrar y cerrarla dejando a todos a fuera.
⎯ ¡Ay hermano!, podrías tener 50 años, pero sigues siendo un gilipollas ⎯ le contesta mi tía Ainhoa, para después irse del lugar, junto con su marido e hijos.
Mi padre voltea a ver a Cho y a Moríns, que casi siempre le apoyan en sus tonterías, pero, al parecer, no es el momento.⎯ Estás solo suegro, mejor me voy con Sila y los niños.
⎯ I’m out! ⎯ dice mi tío Robert, para luego darse la vuelta e irse a su casa.
Mi hermano se queda a mi lado y luego suspira ⎯ siempre me enseñas algo sobre el amor, padre ⎯ habla.
⎯ ¿Dónde aprendiste a manejar motos? ⎯ le pregunta, y mi hermano abre los ojos, sorprendido.
⎯ Estas solo ⎯ le comunica para luego irse de ahí.
Mi padre me ve a mí, la única que se ha quedado, se levanta y luego suspira ⎯ supongo que esto me costará caro.
⎯ Si tan solo usaras las gafas, Davidsito, te ahorrarías este drama.
⎯ Jamás, me quita el estilo. Ciego pero guapo.
⎯ Sí, estás tan ciego que no viste venir esto ⎯ me burlo, para luego reírme.
⎯ Por cierto, ¿dónde pasaste la noche? ⎯ inquiere y yo me quedo en silencio.
⎯ Y eso si lo pudiste ver, ¿eh? ⎯ le reclamo.
⎯ No estoy tan ciego como para ver que estás pasando la noche con alguien. Ten cuidado, no se te vaya a hacer costumbre, y acabes durmiendo con esa persona por veinticinco años ⎯ me advierte.
⎯ Mejor recupera a tu esposa o veo en tu futuro alguien que dormirá en el sofá ⎯ contesto.
⎯ Touché ⎯ responde, para luego meterse a la casa.
Supongo que la motocicleta, no saldrá del garage en mucho tiempo.
Y porque David no se opera… Tendrá posibilidad?
Seguiría guapo y no cegatoon